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Nivel veintisiete: Germán, el héroe

Se supone que tenemos que estar todos en stream a las cinco de la tarde en hora española, lo que se traduce a las nueve de la mañana en México.

Despierto para descubrir que no solo no estoy en mi cama, sino que lo que al despertar pensé que era una almohada con función térmica, resulta ser Arón. Me dormí en el sillón sobre Arón porque lo abracé y no lo quise soltar. No soy la única culpable. Recuerdo como pensé que iba a soltarme y en lugar de ello me acomodó para acurrucarme con él. Tampoco quería que me fuera, yo solo complací esa petición silenciosa.

Me estiro para mirar la hora en mi teléfono. Cualquier pensamiento romántico que podría tener se vuelve humo.

Son las 9:15 a.m.

Miro el Discord del Maze Survivor, hay un mensaje en letras grandes enviado recién: Empezamos en quince minutos, necesitamos que todos ya estén dentro del juego para entonces.

Mi cuerpo se vuelve un resorte, salto separándome del cuerpo de Arón. Alejarnos después de dormir de esa manera, se siente como partirme en dos, como si él fuera una extensión de mi propio cuerpo.

No, Bria, concéntrate.

No tengo tiempo para ser delicada, así que golpeo el pecho de Arón con la mano estirada para despertarlo mientras leo los mensajes y llamadas perdidas de Jo y Sam.

Tenemos la ventaja de que el juego está diseñado para las personas exactas, si no estamos los cien, habrá problemas en la programación de los juegos, nos lo dejaron bien en claro. También me tranquiliza que hay otras dos parejas incompletas que esperan a que se conecten sus compañeros.

Pero eso no quita que vamos ya quince minutos tarde. Cuando este día termine, vamos a terminar en una sala de Discord regañados.

Por ahora golpeo a Arón un poco más de lo necesario. Caigo sobre el sillón cuando él se incorpora.

—Nueve y cuarto —es lo único que digo. Suficiente para que a él los ojos se le salgan tanto como para mandar a volar, cualquier esperanza de pedir dormir cinco minutos más.

—Estás aquí —comenta anonadado.

—Lo sé. —Miro la aplicación en mi teléfono—. No hay ningún Uber disponible. ¿Quién ocupa tantos taxis a esta hora?

—No es eso, es que hay un atasco en la carretera —dice él mostrándome a la vez su propio teléfono con Google Maps.

Observo una línea roja rodeada de líneas amarillas en la ruta en auto a mi casa. Caminando me hago menos tiempo, pero sigue siendo una hora, cuarenta minutos si logro robar la bici de algún niñito-

No digo nada por qué no sé qué hacer. Aun si Arón intenta llevarme a casa para empezar el stream, estaríamos allí en una hora con suerte y él volvería a su casa en otra más. No van a esperarnos dos horas para empezar el evento, van a meter a otros en nuestro lugar si es que no nos apuramos.

Sigo en shock creyendo que todo está perdido cuando Arón se levanta del sillón sin decir nada y sale por la puerta de la entrada. Desde mi lugar lo único que puedo hacer es visualizar planes inverosímiles uno detrás de otro. Lástima que no tengo un mejor amigo asquerosamente millonario que me recoja en un helicóptero, o una escoba voladora.

Siento las lágrimas que intentan apoderarse de mis ojos, los inundan, quieren ahogarme. Cada plan que mi cabeza intenta trazar para regresar a mi casa es desechado en cinco minutos. Pero aún no puedo rendirme, no entrenamos tanto para no tener ni siquiera la oportunidad de intentarlo.

Dos minutos más tarde aparece Arón y detrás de él alguien que no conozco, ambos cargan una computadora con luces de colores.

—Por acá —indica él al chico que lo acompaña.

—¿Qué haces? —Los sigo por el pasillo.

—Le pedí su equipo a Germán.

—Hola, soy su vecino —saluda Germán. Por su cara de felicidad, a pesar de estar en una casa ajena en pijama, me da la sensación de que ve mis streams. Le doy la mano como por instinto.

—Germán también hace streams —me informa Arón.

—Solo a veces, nada profesional como ustedes —señala el chico, restándole importancia.

Nos dirigimos al nunca antes visto cuarto de Arón. Abre la puerta casi de un golpe, así, como si fuera tan fácil entrar a su intimidad, como si ver su habitación no fuera algo que llevo esperando desde que vine a su casa. Y la verdad es que quisiera que este fuera un momento más especial, pero no puedo concentrarme en los detalles de su cuarto y sus palabras a la vez.

—Tiene un equipo muy bueno, pero su internet no es lo mejor. Sin ofender, Germán.

—Descuida. Es cierto, todos mis compañeros de piso están colgados de él.

Arón tiene una mesa de escritorio frente a la cama con una colección de figurillas de Harry Potter. Resulta que si es de los que colecciona. Se me parte un poco el corazón cuando con una sola mano arrastra todas las figuras y las tira en una canasta —que me imagino es en la que normalmente guarda su ropa sucia, aunque ahora está vacía—.

—Por eso, Germán va a prestarnos su equipo para que tú puedas transmitir desde mi cuarto —explica mientras pone la computadora de Germán en el escritorio vacío—. Te vas a conectar al internet que tengo de casa; yo uso otro módem en el set up.

—Vaya que son profesionales —se entusiasma el chico.

—Germán, ¿puedes ir por el resto de las cosas en lo que conecto esto? Por favor —pide Arón mientras la pantalla de la computadora se enciende frente a nosotros.

—Claro.

—¡Eres un genio! —es lo único que atino a responder para Arón una vez que el chico se va.

Se enciende una chispa en mi interior de nuevo, me pide que lo abrace, pero no tenemos tiempo para eso.

—¿Puedes ir a encender mis máquinas mientras tanto? —pide él.

—Sí, sí. Voy.

Mientras camino hasta el set up de Arón, me tomo un segundo para escribir «vamos» en el chat de Discord y otro más para poner el stream de Enzo de fondo. Él ya está en la pantalla de carga del juego, donde se anuncia que están conectados noventa y seis jugadores de cien.

Su cuarto para stremear lo conozco de los directos, pero aun así hay algo raro en ver de forma tridimensional algo que hasta entonces era solo una imagen en la pantalla. El equipo de él es bastante parecido al mío a nivel técnico, la única diferencia es que todo lo de él es obscuro.

La pantalla en el stream de Enzo me indica que ya solo falta una persona demás de nosotros dos.

—Dicen que ya van. Vamos a darles los diez minutos y si no metemos a Pixels y Sara —informa Enzo a su chat seguramente impaciente. O eso creo, hasta que veo que todos los mensajes son emotes llorando y gente preguntando dónde estamos. Lo siento por Pixels y Sara, no los conozco, pero no van a quedarse con nuestra oportunidad.

—No, no, no. Ya vamos —hablo como si pudieran escucharme—. Ya está todo encendido —grito para Arón.

—Vale —responde él. Yo camino hasta el cuarto de nuevo y me topo con Germán volviendo a entrar con un micrófono profesional, una silla gamer y algunos cables faltantes.

Los observo acomodar todo mientras en mi teléfono sigue sonando la voz de Enzo. Está con su grupito habitual platicando para hacer tiempo, nos quedan exactamente siete minutos para nuestra tolerancia.

—Tu contraseña, para ir abriendo el juego —pido a Arón.

Se lo piensa un instante. Parece que va a decirme que él mismo la pone, pero necesita quedarse aquí y cede.

—Suéter noventa y ocho. Todo en minúsculas, con acento en la primera «e» y junto.

Algo en mi cerebro se queda a medias. Es como si hubiera un cable a punto de hacer clic, pero que no lo logra del todo. ¿Dónde he escuchado eso antes?

—Vale. Te escribo los datos de la mía en un mensaje —digo antes de irme. Germán y él se quedan conectando un montón de cosas.

Todo ya está conectado, solo falta que inicien sesión, se descargue el juego y esas cosas. Me toma unos minutos encontrar la pantalla de inicio de stream que usa él, es un fondo azul como de una pared de ladrillos con luces neon, su logo y el chat a la derecha.

—Chat, ¿pueden ir al stream de Enzo y decirle que ya casi estamos? No vayan a darle el lugar a alguien más. Arón está conectando una computadora para mí. En cinco minutos estamos ya. Creo.

Mandar a las dos mil personas que ya están conectadas aquí es más efectivo que intentar que alguien vea mi mensaje en el mar de otros que debe estar recibiendo Enzo ahora. Al parecer ellos hacen lo que pido, porque un minuto después escucho a Enzo hablar al respecto desde mi teléfono.

Me dicen que Arón ya está en directo, pero que Bria es la que está hablando —sonríe y niega con la cabeza, como imaginándose porque surgió este problema. Hace una pausa para leer el mar de mensajes que deben estarle llegando—. Está bien, los esperamos. Recordadle a Bria que no pueden transmitir desde la misma habitación, tienen que estar en cuartos diferentes.

Yo asiento a la nada, como si Enzo pudiera verme.

Tengo la misma ropa con la que hice stream ayer, con la que le dije al chat lo emocionada que estaba por los juegos de mañana, solo para llegar media hora tarde. Ya que en el set up de Arón está todo listo, corro al baño para por lo menos enjuagarme la cara y cepillarme el pelo.

—Ya está —grita Arón.

Corro hasta allá con el cepillo todavía en la mano, desenredado el último mechón.

Todo está listo, tal como yo dejé el set up de Arón en el cuarto de a lado. En mi stream ven la pantalla de inicio, mi chat está lleno de emotes con el meme del gatito que parece gritar y un texto abajo que dice «panics».

—Gracias, gracias, gracias —dirijo mi primer agradecimiento a Arón, pero los otros dos se los lleva Germán, que es el héroe del día. Luego enciendo el micro—. Ya estoy aquí chicos.

La pantalla muestra doscientos de doscientos. En mi teléfono se oye a Enzo confirmando que ya estamos todos. Arón corre a su propio cuarto, Germán dice que va a vernos desde su casa, emocionado. Yo me siento y enciendo la cámara.

—Hola chat. Nuevo set up. Perdón por el retraso —hablo cuando Germán cierra la puerta detrás de él y me aliso el cabello lo mejor que puedo.

Entonces la pantalla de inicio del juego se pone en negro e inicia una cinemática.

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