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Nivel veinte: Falla en el cableado

¿Debería agradecerle por no haberme besado allá en la alfombra o pedirle amablemente que la próxima vez que nos pidan un beso me lo plante bien en los labios con confianza?

A ver, la primera opción suena a que le estoy rechazando; pero la segunda es más honesta. No es demasiado, ¿o sí? Demasiado sería confesar que he pasado las últimas semanas tratado de recuperar cada pequeño bit del archivo en que guardé alguna vez la sensación de sus labios sobre los míos.

Creo que me tocará guardar cuidadosamente la información de la sensación de ese besito. Fue tan... dulce, cariñoso. Parecía realmente decir algo más que: hago esto porque tengo qué. Supongo que Arón es muy bueno en fingir esta clase de cosas.

—Eso salió mejor de lo que esperaba —decido decir.

—No sabía si...

—Ah, no, estuvo perfecto. A lo mejor un beso en los labios hubiera hecho creer que queríamos demostrar algo, ¿no crees? Fue perfecto, muy... dulce.

Estoy hablando de más.

Me acomodo el cabello detrás de la oreja como una adolescente nerviosa.

Una persona de esas con las playeras negras y un comunicador nos lleva hasta los asientos de la primera fila de la zona VIP que están reservados para nosotros.

Aquí la gente tiene todo muy controlado y milimétricamente calculado, casi me da pena ver como los streamers se pasan la organización un poco por los huevos. Todos los que ya están aquí ignoran sus asientos asignados y toman uno más próximo a la persona con quién están platicando, o directamente están de pie.

El auditorio es enorme, no soy capaz de imaginarlo con una persona de carne y hueso en cada asiento. Me parece casi imposible al mirarlo desde aquí abajo.

—Acojona imaginarlo lleno, ¿a qué sí?

Una voz habla desde mi costado derecho. Un hombre gordito de aspecto agradable está parado junto a mí. Mi primer pensamiento es que este hombre parece una versión más joven de Santa Claus, con esa playera roja debajo del saco.

—¡Víctor! —saludo sorprendida.

Aún hoy conocer personas de internet en la vida real me hace sentir que acabo de sacar al personaje de un videojuego.

Él pone una sonrisa en el rostro y abre los brazos. No dudo en devolver el gesto y darle un fuerte abrazo como saludo.

—Bria, es un gusto —habla en mi oído. Yo detecto el aroma de su perfume inundando mis fosas nasales, pero por debajo de eso juraría que hay un tenue olor a hot cakes.

Arón estira la mano para darle un saludo más formal, pero Víctor lo rechaza con un «Hombre, con más confianza», y lo abraza también.

—¿Cómo estáis? Os escribí ayer a los dos, pero solo me respondió Aaron, que ya ves que es un tipo de pocas palabras.

No acabo de responder la pregunta cuando por mi otro costado aparece Alex, el chico rubio amigo de Arón que parece un solecito. Al abrazarlo descubro que huele como a pan tostado. Y poco después, mientras seguimos con las primeras impresiones, llega una chica de caderas anchas, en general con un cuerpo espectacular, un vestido precioso y una caja puesta sobre la cabeza.

—Esa es Oli.

Su caja tiene forma de un pollito. Parece de cartón, pero está hecha de algún otro material ligero que le permite no ahogarse estando dentro. Llega hasta nosotros emocionada, casi corriendo y abraza a Alex de forma que él casi la carga, golpeándose con la cara acartonada de Oli en el proceso.

—Perdón, perdón —ríe—. Hola a todos. Ah, soy Oli. Si sabían, ¿verdad?

—Eres la única que llega con una cosa como estás, claro que sabíamos —responde Alex con una sonrisa y dando un golpecito con el dedo en la nariz del pollo.

—Da asco traer esta cosa, pero bueno, era esto o no venir. ¡Y tenía muchas ganas de conocerlos! —Mira a todos uno por uno—. Bria —dice estirando los brazos para otro abrazo.

Mi cachete termina aplastado contra su caja de cartón, ya que tenemos casi la misma estatura.

¿Conocen la sensación de saber que van a llevarse bien con alguien apenas le ven? Pues así exactamente me sucede con Oli. Desde el momento que la veo correr hasta nosotros, lo sé. La sensación se intensifica cuándo me pregunta cómo estoy y se queda hablando conmigo unos minutos prometiendo volver después. Hace lo mismo con todo el mundo y la conversación grupal se fragmenta por un momento.

—Oye —llamo a Arón tirando de su ropa para que baje hasta mi altura y pueda susurrarle—, ¿ellos dos son...? —Señalo a Oli y Alex.

—Son como hermanos. Alex vive en una casa con otros streamers, entre esos Oli.

—Vale, que bueno que me dices antes de que la cague con algún comentario. Ya ves que casi no se me da.

Arón y yo intercambiamos algunos datos de las personas que nos rodean. Él me habla de ese par y yo le cuento lo que sé sobre el tipo con olor a hot cakes —porque así decido que es más fácil llamarlo—, y Mya, que aún no llega, pero se supone que está próxima a entrar.

Cuando Oli termina su ronda de saludos con cada persona, regresa con un saltito a mi lado.

—Ya volví chicos. Está empezando a hacer calor, voy a sufrir con esta cosa. Aunque no tanto como cuando me puse el casco de motocicleta el año pasado.

—Y eso que aún no entra nadie —señala Víctor.

—¿Cuántas personas caben aquí? —pregunto yo mirando arriba, de nuevo maravillada, con los miles de asientos vacíos.

—Diez mil.

Eso es casi el triple de la gente que me ve en vivo de media.

Hablamos de números, de Twitch, del cariño de la gente en presencial y pasamos a un montón de temas más. Mya se integra casi al final, llega luciendo espectacular con un vestido rosa lleno de flores.

No tenemos mucha oportunidad de platicar porque las personas comienzan a llenar el recinto y muchas de ellas se nos acercan a pedir fotos, autógrafos o regalarnos más cositas. No quiero ni imaginarme el lío que van a tener los que vienen de otro país para volver con tanto regalo. Para mí el mayor problema es cargar con todo, pero se soluciona cuando una chica me regala una tote bag que tiene al pato de Untitled Goose Game, el cual marcó una época divertida de mi canal. Me ofrezco a guardar allí también las cosas de Arón.

Tomamos nuestros asientos asignados por el bien de los nervios de los organizadores. Arón y yo estamos cerca de la esquina de la primera fila, rodeados de otras personas con las que no había interactuado hasta ahora, pero me decido por saludarles y hacer la plática.

No suelo interactuar con otros creadores, ya saben, no quiero que piensen que intento colgarme de sus números. Hablo con ellos porque noto a Arón muy serio y callado a mi lado y me parece que es buena idea que él hable con más gente. Es mi trabajo como la más extrovertida de la pareja falsa.

Parece que nadie nos quiere incomodar o presionar con eso de preguntar si somos pareja, intentan no ser la tipa de Badabun. Lo único que pasa es que Oli, cinco asientos a la derecha, se la pasa mandándonos corazones con las manos.

Poco a poco las personas se acomodan. Desde las bocinas del estadio nos dan la señal de que pronto empezará el show.

Yo miro de rato en rato el avance del llenado y le doy mi reporte en porcentajes a Arón. No me lo pidió, pero yo me autodenomino la reportera.

—Yo creo que ya está un noventa y cinco porciento lleno.

Un tercio de este estadio es más o menos la gente que me ve.

Wow.

¿Todas esas personas?

¿En serio? No puede ser.

Mi cerebro no es capaz de dimensionarlo.

Los altavoces hablan de nuevo:

Tres.

Dos.

Uno.

El calor dentro es muchísimo más de lo que esperaba, demasiado incluso para mis shorts y mi blusa abierta. Los chistes son... regulares. Y las canciones no son mi tipo.

Aun con todo eso, este evento es uno de los mejores momentos que he vivido desde que empecé en streaming. Probablemente, entra en mi top 10 días desde que mis padres me regalaron una suscripción a este universo y una cosa llamada vida.

Uso mi camisa para darme aire, no es para tanto. Quiero abrir las piernas como los tipos idiotas que van en el metro como si tuvieran un paquete enorme, pero los shorts no soportarían tanto sin revelar de más.

De tanto reírme de cosas que no me dan gracia, terminan provocándome una risa genuina algunas de ellas. En cuanto un chiste gracioso de verdad cae, me sorprende tanto que termino roja.

Al inicio me dedico a ver a todos bailar. No me interesa si yo no participo, en general me encanta ver a las personas siendo felices, y que mejor que si son gente que me caen bien y de las cuales no suelo ver su sonrisa en vivo y a todo color.

Más avanzada la noche, después de que Oli se tome varios vasos de alguna bebida alcohólica a través de un popote cómicamente pequeño para su enorme cabeza, me saca a bailar. Se me llenan las mejillas de color cuando se pone a perrear cerca de mí. Me limito a taparme la cara en un vago intento de ocultar la sonrisa. Miro a Arón que logra mejor que yo contener la risa, sin embargo, me vuelvo experta en detectar cuando se está divirtiendo aun sin poder ver su cara del todo.

En otras noticias, casi muero.

Bueno, solo me tropecé con una arruga de la alfombra, pero eso estuvo bastante cerca de un desenlace fatal. Aunque cuando regreso del baño, la arruga ya no está. ¿La imaginé para justificar mi torpeza al caminar? Misterios de la vida.

En el evento no gana nadie con quien tenga mucho contacto, más que la gente que suelo ver en stream como una fan más. Quizá, porque Joan es nominado por mejor evento —aunque todos sabíamos que no tenía oportunidad al estar compitiendo contra la velada—. Puede que tenga que ver con que no hablo con muchas personas en general.

Sin embargo, cuando Oli pasa a recibir su premio a mejor vtuber —un poco menos sobria de lo que esperarías para alguien que tiene que dar un discurso, si soy sincera. Aunque lo hace bastante bien, casi ni se le notan las copas que lleva bebidas con el popote—. Yo le grito y aplaudo como si fuera un logro mío.

Por un momento así se siente. Me encuentro tan feliz por ella que mi cerebro no distingue entre algo que me pasó a mí y algo que le pasó a alguien más. Últimamente, mi cerebro anda como que quiere descomponerse, le pasan cosas que nunca antes.

Como el momento en que me agoto tras el baile, regreso a mi asiento y me recargo sobre el hombro de Aaron. Tan natural, como si fuera cosa de todos los días. Me levanto en cuanto el cableado de allá arriba se vuelve a enchufar, pero no pido disculpas ni nada porque se vería raro y nunca sabes quién está grabando.

O el momento en que termina el evento, salimos y yo dejo que Aaron me lleve tomada de la cintura. Se supone que debo fingir que esto es cosa de todos los días. No sé qué tal me está saliendo eso, pero sé que me está gustando más de lo que debería.

Me gusta que Aaron sea tan... público. Como para presumir que soy su novia —falsa, claro. Bria, no te olvides que eso es lo que tiene que hacer. Solo está interpretando muy bien su papel—. Bueno, eso.

Me gusta la forma en que me lleva de un lado al otro. Como sonríe cuando está conmigo, a pesar de que no ser muy de él, no es parte de la personalidad que le muestra al resto del mundo en circunstancias normales.

Tengo que ponerle límites a mi cerebro para que entienda las cosas que son reales y las que no.

Pequeño recordatorio de que leer los tweets es importante. Son parte de la historia también. Por ejemplo, al deslizar ahora para ver esa sección, entenderán lo de la alfombra.

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