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Nivel diecinueve: La alfombra

El sonido se había desvanecido, quizá mi cerebro apagó el ruido para que tuviera tiempo de pensar. Es como quitar el mute de la tele, todo vuelve con mucha más intensidad.

Estamos a dos pasos de la entrada cuando salgo tomada de la mano de Arón. Las vallas, contienen a cientos de personas que observan desde lejos a los creadores que llegan hasta aquí. Sostienen sus teléfonos para intentar captar algunas imágenes borrosas.

Ahora no lo dudo, estoy segura de que los gritos son más fuertes.

Todo pasa en un momento tan efímero que apenas logro retener algunas imágenes. Bajo del auto, miro para todos lados, en cualquier dirección hay gente gritando con caras de felicidad. Alcanzo a distinguir nuestros nombres saliendo de sus labios.

Me aferro al brazo de Arón más por miedo que porque tenga muy claras mis funciones como novia falsa. Me intimida tanta gente. No entiendo los sonidos que me llegan y mi cerebro interpreta lo que quiere de ellos.

Camino por instinto. Unas guardias nos abren las puertas.

Mi mano pasa desde su brazo hasta su mano nuevamente, y es él quien entrelaza sus dedos con los míos justo antes de que se cierren las puertas detrás de nosotros.

Unos tipos de negro con intercomunicadores nos revisan, nuestras identificaciones y corroboran todo en una lista. Nos guían hasta una sala de descanso en la que está todo el mundo.

La sala tiene varios sillones, una barra de bebidas y una mesa llena de botanas. Está toda iluminada, me recuerda a un bar de los años cincuenta, pero con muebles modernos. Y en todo este tiempo no he soltado la mano de Arón.

—¡Pero si es la parejita! —exclama alguno de los tipos al fondo de la sala.

Y como si nos conocieran de toda la vida, prácticamente cada persona en la salita se acerca a saludarnos; sin embargo, ellos mismos se presentan como si nosotros no supiéramos quiénes son.

Esta vez soy consciente del tacto de las manos de él con las mías, porque es lo que estoy usando para no entrar en pánico ahora mismo. Aquí adentro me está saludando mucha gente que tiene números grandes, ¿conocen mi contenido? No me lo creo.

La cosa no dura mucho, porque somos de los últimos en llegar al lugar y ya falta poco para que la transmisión empiece, y con ello, nos lancen a todos a la alfombra.

Escucho a una mujer con un audífono y una playera negra organizar las salidas de todo el mundo. No entro en pánico por mera suerte. Tal vez tiene que ver con el hecho de que me niego a soltarle la mano a Arón; o a que él se encarga de enlazar bien nuestros dedos y aferrarse a mí.

—Sí, si están aquí —habla la mujer con quien sea que le está ayudando a organizar la salida del montón de streamers—. Ustedes van después de Teo —nos indica y lo señala a él en el fondo del cuarto—, y Marina.

Después de mi ex y su nueva esposa, genial.

Ella lleva un vestido elegante rojo que combina con el traje de él. Teo se la lleva siempre a todos lados. La mujer nunca habla, se limita a sonreír para las cámaras.

No tengo ni que preguntar por qué nuestra salida es de esa manera, sé que a Baco le encanta el drama. Nada mejor que mostrar uno tras otro al par de ex con sus respectivas nuevas parejas. Solo que la de Teo es real, la mía no.

Aunque la forma en que Arón sostiene mi mano se siente bastante real.

—Quiere dar un buen show —señalo.

—Aún podemos escapar si te parece.

—Si lo hacemos los que vamos a dar show somos nosotros. Los que se indignaron por algo de la organización y decidieron rechazar su lugar en el evento. No es buena idea.

Respiro mientras me pregunto cuándo será el día en que dejarán de juntarme con Teo. Si el internet fuera una persona, sería la más rencorosa sobre la faz de la tierra. No olvida ni el más mínimo detalle.

El tiempo pasa frente a mis ojos hasta el momento en que veo salir a Teo a lado de su esposa, caminando con elegancia hasta la alfombra. Aquí dentro los demás seguimos la transmisión desde Twitch, pero no tengo idea de lo que dicen ellos. Con el deley de la transmisión, más el tiempo de reserva con el que nos piden ir saliendo, me quedo a la mitad de la entrevista anterior.

Me agarro fuerte al brazo de Arón en cuanto comenzamos a bajar las escaleras. Tengo vértigo, creo que voy a caerme y ser parte de los nominados del próximo año al fail; no porque tenga grandes tacones, sino porque me siento mareada tras escuchar los primeros gritos del público.

No pueden vernos aún, su alarido se debe a Teo. Siento el vibrar de sus voces en mi rostro. Ellos están metros alejados, separados por una pared y de alguna manera siento sus voces vibrando sobre mi piel.

—Arón —llamo con la voz temblorosa tras el primer escalón.

—Dime.

—Acabo de recordar que no desayuné. —Él da un paso atrás—. No, no, ¿qué haces?

—Debes comer algo.

—No pasa nada. Se me olvida seguido.

—Pareciera que vas a desmayarte.

—Son los nervios. Vamos, no hay que quedarnos aquí en medio. Pasamos, decimos que somos la mejor pareja del mundo y comeré algo después.

Titubea, pero acepta.

—Voy a tener que vigilarte mejor, no puedo creer que no hayas comido nada.

Sonrío. Me alegra la idea de pensar en que él se preocupe por mí. Y creo que es en el justo momento en que dibujo una sonrisa a mi rostro mientras miro para arriba a mi acompañante, cuando salimos a cámara.

¡Dios! Este grito podría destrozarme los oídos.

Es el más fuerte que he escuchado hasta ahora, pero es imposible. Debe ser mi lado egocéntrico jugándome una broma. Es solo cosa de acústica, Bria, ahora no hay paredes y estás más cerca.

Hay una multitud de personas contenidas detrás de una valla. Se amontonan para estar un poco más cerca y estiran las manos con libretas, teléfonos y otras cosas. Desde donde estoy no alcanzo a ver el fin del mar de gente que se extiende más allá de las puertas, pero tampoco es que sea muy alta para poder verlo.

Quiero pensar que las personas aquí están como en un concierto, que gritan por inercia para no hacer sentir menos a ninguno de los streamers invitados. Sin embargo, esa idea se ve obligada a desvanecerse cuando escucho mi nombre de los labios de una chica como de veinte años estirando su teléfono lejos de la valla para pedir una foto.

—¿Yo? —pregunto señalándome a mí misma. Insegura, a pesar de que soy la única persona en esta zona con ese nombre. A lo mejor le hablaba alguien de por allá, ¿no?

La chica asiente emocionada y grita de nuevo desde el fondo de su corazón.

Volteo a ver a Arón, también hay personas gritando su nombre.

—Vamos —dice él. Me suelta de su brazo muy despacio, como un niño al que dejas sin las rueditas de la bici.

Pongo mi mejor sonrisa para la foto cuando tomo el teléfono de la chica. Y para la siguiente persona, y otra más.

Terminan pasando a otras personas a la entrevista sobre la alfombra porque Arón y yo seguimos intentando tomar una foto o conceder una firma a todas las personas que lo piden.

Hay algo en mi cerebro que parece estar roto, una pieza faltante que no me permite procesar, que toda esta gente me conoce. A mí. Intento probarle a mi cabeza que esto tiene sentido, si considero la cantidad de personas que ven mis directos o mis videos... Pero una parte de mí insiste en que esto solo es cortesía, no puede ser mérito mío.

Pero la gente sigue llamándome a mí, estirando su teléfono y poniendo brazaletes de cuentas en mi muñeca.

De repente ya no tengo hambre. De repente me paro más erguida, la sonrisa no me cuesta y me siento completamente recargada.

—Aaron y Bria siguen por allá —comenta el presentador.

Salgo de mi ensoñación con este ambiente tan lleno de vida cuando un guardia grandote nos indica amablemente que pasemos a con los presentadores y después seguimos con la otra mitad del público.

Mis ojos vuelven a ver todo con una mirada renovada.

Arón me ofrece tomar de su brazo y yo ya lo tomo con toda naturalidad. Ya no es más mi sostén para no caerme, es más bien un lugar donde descansar y sentirme cómoda.

—Otros que llegan acá con las manos llenas —habla la presentadora. La conozco de algunos otros eventos de Twitch, se llama Adri. Yo respondo con una sonrisa dejando que la cámara enfoque el montón de brazaletes que me han dado.

—Eso veo, tenemos un público muy amoroso aquí en la Ciudad de México —habla el chico, a él si es la primera vez que lo miro, pero sé que su nombre es Diego.

—Hola —saludo con toda la naturalidad y energía de la que me acabo de llenar.

—Hola, hola. ¿Qué tal estuvo eso? Justo antes de que se acercaran estábamos comentando que la gente los recibió con un grito espectacular.

Ah. No era mi imaginación entonces.

—Yo tengo muchas preguntas, chicos —interviene ella—. Pero primero, ¿cómo están?

Noto una genuina preocupación en sus ojos cuando me mira a mí. Quizá está tanteando el terreno para sus siguientes preguntas.

—Yo bien. Feliz —admito con sinceridad, aunque hace cinco minutos no habría dicho lo mismo. O bueno, lo habría dicho, pero sería mentira.

—Perfectamente —añade Arón cuando le pasan el micrófono por encima del tapabocas.

—Creo que ayer pasaron muchas cosas con ustedes dos, ¿no? Podrían contarnos un poco sobre todo eso... ¿Pensaban venir juntos o fue cosa de último minuto? Cuéntenos.

—Compramos la ropa para combinar —confieso al micrófono—, pero pensábamos aparecer por separado.

—Seguramente hubiera dado mucho de qué hablar. Estuvieron un buen tiempo jugando a las escondidas, ¿no es así?

—Ya es tiempo de jugar algo más —declara Arón.

Se me detiene el corazón, a este paso voy a morir prematuramente de un paro cardiaco.

Diego intenta preguntar algo más, pero se ve interrumpido por un creciente sonido que proviene de la multitud delante de nosotros. Al principio no lo distingo muy bien, creo que se trata del nombre de alguien que acaba de aparecer. Luego lo entiendo y mis mejillas se encienden más que nunca.

Beso, beso, beso.

—¿Escuchas eso Adri? —dice el tipo, como si no pudiéramos oírlo todos.

Ella, por respuesta, dirige su micrófono al público.

—Creo que la gente quiere ver un beso.

Yo estoy aquí, pero no. Me convierto en una estatua, tal como si medusa me hubiese mirado a los ojos. Puedo sentir el calor subiendo por mis mejillas, pero no puedo moverme para reaccionar.

No digo nada porque no me sale la voz. Es como volverme espectadora dentro de mi propio cuerpo. Percibo todo, solo no logro reaccionar.

Es así como me invade el sonido de un grito desde el fondo de las gargantas de la multitud frente a mí. Los dedos de Arón me toman suavemente de la cabeza al costado contrario de dónde él se sitúa. Y siento sus labios en mi frente.

Arón acaba de darme un beso en la frente delante de todas las personas y todas las cámaras.

¡Arón me dio un beso!

Esto es tan surreal que no puedo hacer otra cosa más que sonreír. Y volverme del color de un jitomate, por supuesto.

Volteo a verlo, todavía con el rastro de esa sonrisa en mis labios. Distingo que él también sonríe antes de que vuelva a colocar el tapabocas en su lugar.

La gente del público está muy emocionada para permitirse exigir un beso de verdad, lo que de verdad ellos pedían. Nos dejan ir, por ahora es suficiente para ellos.

El rojo de mi rostro se va desvaneciendo mientras continuamos avanzando con el público, pero estoy segura de que dos o tres personas se llevaron una foto mía con las mejillas todavía encendidas.

Seguimos con la otra mitad de las personas en la valla. Para cuando pasamos al detrás de la alfombra, ya me he llevado un montón de brazaletes con mi nombre, el de algunos juegos, o memes de internet; y un muñeco del doctor Simi con una sudadera morada que alguna persona aventó desde atrás y fue llegando de mano en mano hasta mí.

Esto es mágico.

Hola, hola.

Llevo un tiempo desaparecida con esta historia porque entré en un bloqueo, pero creo que ya voy saliendo de allí. Gracias por seguir aquí.

P.D. Feliz Navidad.

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