Había un castaño de ojos azules que primero iba los martes y jueves y ahora -supongo- que irá todos los días a lo que un día fue mi centro de trabajo a pedir un café cargado con dos cucharadas de azúcar extra y unas cuantas magdalenas.

Hoy fui y lo vi, tan reluciente pero un poco apagado. Cuando me vio, su mirada se iluminó y eso hizo que ciertas chispas -que creí muertas- renaciera. Prácticamente corrió a abrazarme lo cual le correspondí. Mi corazón se aceleró ante eso.

“¿Dónde has estado, Ben?” pregunta curioso.

“Yo...” mi voz simplemente no salía como esperaba. Aunque no viera con claridad, sabía que había una enorme sonrisa en su rostro “He renunciado” solté.

“Eso oí, ¿Pero por qué?” sonaba interesado y yo negué.

“No quiero hablar de eso” digo y él levantó la cabeza quedándose a pocos centímetros de mi rostro. Estaba nervioso, e incluso más que yo.

Esta iba a ser la única vez que pueda verlo, así que sin vacilar terminé por acercar mis labios a los suyos. Y los saboreé, justo como en mis sueños.

Cuando nos separamos por falta de aire, yo estaba realmente aturdida y él pareciera que también.

“Lo siento” mascullo dándole los sobres que le iba a dar en un principio.

“Te amo” lo oí suspirar antes de que saliera del local corriendo.

Milagrosamente no me caí. Después de un rato, caminé sosteniéndome de las paredes para no caerme.

Hoy iba a ser el día final. Mi sufrimiento me iba a dejar por fin.

Cuando llegué a casa tomé mi móvil y escribí un mensaje a quién fue mi mejor amigo y apoyo incondicional durante la relación de Eleanor y Louis.

Yo: Fuiste un gran amigo y apoyo. No sabes cuanto llegué a quererte. Sabías mis problemas, mis sufrimientos, mis sueños y sobre todo, a quien iba dirigido mi amor. Me aconsejaste, me abrazaste cuando lo necesitaba y hoy, solo te digo gracias. Gracias por todo, por ser mi apoyo. Pero también te quiero decir adiós, porque mi glaucoma está llegando a su fin y no quiero arrastrar conmigo a nadie. No quiero que nadie sufra por mi, por eso he tomado una decisión y espero que sea la correcta porque ya no habrá marcha atrás. Te quiero, Harry, eres como mi hermano que nunca nació.

Después de enviar ese mensaje, me encaminé hacia mi baño. De la repisa tomé el pote de pastillas que había ahí, junto con el vaso que usaba para lavar mis dientes, para llenarlo con agua del caño. Iba a morir, así que nada me importó, ni siquiera el hecho de que el agua esté con miles de microbios.

En ningún momento había parado de llorar y mis ojos ya me estaban doliendo.

Ignoré el sonido de mi móvil y llevé las pastillas a mi boca tomando el agua sin hervir después de tragar un puñado de pastillas.

“Siempre te amé y te amaré, incluso más allá de la muerte” susurré cayendo al piso.