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Capítulo 9. Christian.

Una cuna, un corralito, una mecedora, una cajonera, montones de pañales y ropa de bebé en una variedad de tallas y colores.

Mierda.

Si este es el gasto básico, no quiero pensar en lo que me costará enviarlo a la universidad. Y sin duda mi primer cheque de ganancias será para Grace y la tarjeta de crédito que me prestó.

—¿Puedes bajar todo o necesitas ayuda? —Rose señala las bolsas en la cajuela con Ray en sus brazos—. El bebé necesita un cambio de pañal.

Lo sé. Está enojada porque no la llevé al Fairmont por sus cosas pero estoy demasiado irritado por mi tonta hermanita y su mejor amiga que se incluyeron en nuestros planes.

—Ve, yo me hago cargo.

Rose toma la pañalera del asiento trasero a toda prisa, ignorando las miradas curiosas de Mía y Lily.

—¡Toma la foto! ¡Mía, toma la foto! —Chilla Lily.

—¡Shh! ¡Te dije que no hicieras ruido!

Jodidas chiquillas.

—¡Mía! ¡Deja a Rose en paz! —Gruño—. Y sean útiles y ayúdenme a bajar las bolsas.

Ambas niñas hacen pucheros antes de guardar sus móviles y ayudar con las cosas, y como no las quiero detrás de Rose otra vez, llevamos todo a mi habitación.

—¿Quién va a armar eso? ¿Tú? —Mía señala la cuna y el corralito.

—Si. Ahora largo de aquí y más les vale dejar de molestar a Rose, ¿Qué carajos les pasa a ustedes, chicas?

—Nada. —Dice, y señala la puerta.

Lily la sigue y las escucho cuchichear todo el camino hasta la habitación de mi hermana. Fastidiado, arrastro los pies hasta la cocina por una cerveza.

—Hey, idiota, ¿Qué haces?

Giro para mirar a mi hermano.

—Nada por el momento, ¿Y tú?

—Necesito una maldita cerveza fría, estoy cansado de la jodida tierra y cargar pesadas vigas de madera.

Pongo los ojos en blanco y le entrego otra cerveza.

—Tú no cargas esas cosas, idiota. Te paras ahí y les das órdenes a los demás.

—Tengo el don de mando. —Me señala con su botella—. ¿Dónde está tu hijo y tu mujercita?

—Probablemente durmiendo en la habitación, salimos a hacer algunas compras y fue una locura.

Elliot señala la sala con la cabeza, así que lo sigo llevando mi cerveza hasta el sofá. Enciende el televisor en un juego de béisbol y ambos miramos por algunos minutos sin hablar.

—Entonces... ¿Te vas a casar con ella? —Pregunta y mi ceño se frunce.

—No.

—¿Por qué no?

—No la conozco, no me conoce.

—Solo tuvieron sexo e hicieron un bebé... Felicidades, Chris. —Levanta su botella como si brindara por mi y bebe un trago—. Por lo menos está buena.

Golpeo su brazo con mi puño.

—Es la mamá de mi bebé, idiota.

—¿Y qué? Está preciosa. Yo estaría sobre ella en este instante, si sabes a lo que me refiero. —Sus cejas suben y bajan con sus palabras.

—Eres un idiota, Lelliot. Y necesito otra cerveza. —Me levanto del sofá para ir a la cocina por otra ronda de alcohol.

Tomo dos botellas más y las abro antes de caminar de vuelta a la sala, luego me detengo junto a Elliot para entregarle su cerveza.

—Hey, mira, tu mamita se parece mucho a ella. —Señala algo en la pantalla.

—¿A quién? —Tomo un sorbo de mi trago, no prestando mucha atención.

—A ella, es cantante o actriz, algo así. Mierda, también está buena.

Imbécil.

—Dios, ya suenas como Mía. ¿Por qué dices que es ella?

—¡Mírala!

Sigo su dedo hasta la chica rubia en la pantalla, está dando una entrevista o algo así y la cámara enfoca su perfil. Solo cuando ella se gira, es que puedo ver sus ojos y sobre todo, su boca.

—¡Ahí!

El sorbo que tomé de la cerveza sale disparado hacia la alfombra y parte del costado de Lelliot, que se levanta de un brinco.

—¿Rose? —Mierda, es igualita—. ¡Es Rose!

—¡Lo sé, idiota!

—¿Pero cómo? ¿Por qué?

—¡No lo sé! —Grita de emoción—. ¡Te dije que era tu mamita!

—No es mi... —La chica en la pantalla sonríe y reconozco el gesto, sus labios forman un pequeño arco cuando sonríe.

El nombre en la pantalla dice Ana Steele.

—Te digo que es ella, pero en castaña. Y mierda, de cualquier forma se ve sexy... —Golpea mi brazo sin mirarme—. Si tú no la quieres, ¿Puedo salir con ella?

—No.

—¡Pero Christian! ¿Cómo mierda no lo sabes?

Mis hombros se encogen.

—¿Aparece en la sección de finanzas del Seattle Times?

—No lo creo, ¡Es una gran actriz de Hollywood!

Lo sé. ¿Por qué Rose no lo dijo? ¿Cree que soy interesado? ¿Que solo quiero colgarme de su fama? Antes de saltar a cualquier conclusión, tengo que confirmarlo.

Dejo la botella sobre la mesita y giro para ir a buscarla cuando las palabras de Elliot me detienen.

—¿A dónde vas? ¿Vas a seguir mi consejo de saltarle encima? Mierda, Christian, espera a que el niño se duerma.

Jodido idiota.

—No voy a saltarle encima, Lelliot, y ese niño es mi hijo. Jamás lo olvides.

Bien, ¿Cómo hago esto? ¿La enfrento? ¿Solo pregunto? Golpeo la puerta con suavidad antes de abrirla.

—Hey, ¿Se durmió?

—Si. —Rose se levanta de la cama y recoge la ropa que Ray llevaba.

—¿Quieres que lo vigile mientras te duchas?

—Si, eso sería genial Christian. Me vendría bien un baño de más de 10 minutos. —Ella sonríe con cansancio.

—Lo imagino, pero no te preocupes Ana, puedo hacerme cargo.

Rose sonríe de nuevo y se acerca para besar mi mejilla, su cabello oliendo a talco para bebé.

—Sé que lo harás.

Lanza los zapatos a un lado y camina al baño, cerrando detrás de ella. No me he movido de mi lugar cuando ella vuelve a salir.

—¿Cómo me llamaste?

—Ana.

Las palabras se asientan en un silencio incómodo.

—Así que lo sabes. —Confirma.

—No soy tan tonto como crees.

Ella muerde su labio inferior.

—Jamás dije que fueras tonto, Christian.

—¿Pensabas decírmelo pronto? ¿O querías ver cuánto tiempo me tomaba descubrirlo?

Suspira.

—No sabía cómo hacerlo. ¿Podemos hablarlo cuando termine mi ducha?

Mierda.

Por supuesto.

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