Capítulo 15.
Cuando subo a mi habitación, Christian y Ray están profundamente dormidos en la cama, acurrucados y luciendo tan parecidos como dos gotas de agua.
Tomo a mi hijo para ponerlo en la cuna y arroparlo, luego me dirijo a su padre para quitarle los tenis. Me acomodo a su lado, pasando la cobija sobre nosotros y sintiendo el calor que emana su cuerpo.
Lo próximo que sé es que el bebé llora mientras sigo envuelta en los cálidos brazos de su padre. Lo renuevo un poco para que me libere y pueda revisar a Ray.
—Hola, mi amor. ¿Tienes hambre? —lo levanto para llevarlo al cambiador—. ¿O necesitas un cambio de pañal?
Sus sollozos son leves, pero aún siento su incomodidad. Termino de cambiarlo, probando ahora sí quiere ser amamantado.
—¿Rose? —Christian se endereza en la cama—. ¿Me quedé dormido?
—Si. —me siento en el borde para hablarle, su mirada siguiendo mi pecho descubierto mientras Ray se alimenta—. Pero puedes quedarte. De hecho, prefiero cuando te quedas.
Su expresión somnolienta cambia cuando arquea una sola ceja.
—Bueno, si quieres quedarte. Creo que Ray está más tranquilo cuando te tiene cerca.
Le doy al bebé para que lo haga eructar. Supongo que evita darme una respuesta cuando pone toda su atención en nuestro hijo.
—Me quedaré —dice finalmente—. Es tarde, deberías tratar de dormir otro poco.
Coloca a Ray en medio de la cama, entre nosotros, y vuelve a acomodarse dejando un espacio libre para mí.
—Claro.
Cierro los ojos pero no puedo evitar pensarlo. Es obvio que mi método no funciona, ¿Debería confiar en mí cuñada adolescente? ¿Y si me alejo y Christian no viene detrás de mí?
Carajo.
Si esto fuera al estilo Hollywood, Christian me invitaría a cenar en algún costoso restaurante de Los Angeles, pasaríamos la madrugada en la playa de Malibu y en la mañana volaríamos en su jet privado a algún lugar exótico para unas pequeñas vacaciones.
El punto aquí es que él quiera invitarme a salir.
Y pronto.
Cuando despierto a la mañana siguiente, estoy sola en la habitación. Aprovecho para tomar una ducha rápida y alistarme antes de bajar las escaleras, donde algunos de los Grey ya están reunidos en el comedor.
—Rose, buen día. —me saluda el señor Carrick, bebiendo su taza de café.
—Buen día a todos.
Mi mirada recorre a Grace, Mía y a la estúpida mujer rubia que protagoniza mis pesadillas. ¿Ya está aquí? ¿A ésta hora de la mañana?
Antes de que pueda protestar, Mía deja de cortar su hot cake y levanta el cuchillo de la mantequilla hacia Elena, luego finje apuñalarla.
Eso me hace reír.
Presiono mis labios para evitarlo y niego con la cabeza, sin querer que el resto de los Grey sean testigos de nuestros maléficos planes. En cambio pregunto por mis amores.
—¿En dónde está Ray? —preginto a Grace.
—En la cocina con Christian, le preparó una botella para no despertarte.
—Oh. —Grace apoya una mano en mi antebrazo y señala un puesto libre en la mesa.
—Qué considerado es él, ¿Cierto? —Elena sonríe—. Siempre supe que Christian sería un gran padre algún día.
Agh, la odio.
—Pues me alegra mucho que esté aprendiendo ahora porque vendrán muchos más bebés de dónde ese salió.—agrego. La boca de Elena se abre, pero es Grace quien palidece.
—¿Estás embarazada?
Incluso Mía y Carrick esperan mi respuesta.
—Bueno, aún no. Pero lo hablamos y definitivamente habrá un bebé número dos por aquí.
El shock inicial no ha pasado cuando Christian y Ray entran al comedor, mirando ceños fruncidos por todos lados.
—¿Qué? —pregunta, luego se acerca a mi—. No quise despertarte, te veías muy cansada y creí que podrías dormir otro poco.
—Estoy bien.
Besa mi cabeza y deja al bebé en los brazos de Carrick, mientras vuelve a la cocina por dos platos de hot cakes que la ama de llaves preparó. Deja uno frente a mi y se sienta.
—¿Entonces? —Mía corta otro trozo de su hot cake—. ¿Cuándo puedo conocer a tus amigos super famosos?
Grace le lanza una mirada de molestia, que ella ignora por mirar a Elena.
—¿Tú conoces a alguien famoso o solo viniste a comer nuestro desayuno?
—¡Mía! —gritan los señores Grey al unísono.
Dios, no quiero reír. De verdad, no me quiero reír pero tengo qué admitir que mi cuñada es una verdadera molestia cuando se lo propone.
Le rubia se sonroja por la vergüenza pero no dice nada, tomando otro sorbo de su taza de café. Y creí que Christian saldría en defensa de su amiga pero afortunadamente no lo hace.
—No se preocupe, señora Grey. Solo traigo un mensaje un mensaje para Christian de mi papá.
¿Qué? ¿Un mensaje?
Ella señala la salida de la casa y se levanta, despidiéndose y agradeciendo la hospitalidad, con Christian saliendo detrás de ella.
Quiero ir con ellos o mandar a Luke a espiar para saber que trae la chica entre manos, y más vale que no sea tratar de conquistar al papá de mi bebé.
Supongo que Mía tiene razón, debo actuar ahora y asegurarme que Christian está en la misma página que yo antes de botar mi vida entera por él.
Termino mi desayuno, dejo mi plato y taza en la cocina, y aprovecho el momento para llamar a Luke, que contesta al instante.
—¿Quieres que la siga?
¿Que?
—No. Dijiste que todo estaba listo para mudarnos al departamento, ¿Cierto?
—Así es, todos están aquí desde Nueva York. ¿Estás lista?
—Si. —Luke espera en la línea porque sabe que hay algo más que quiero decir—. Quiero que Christian esté conmigo y Ray.
Ni siquiera puedo decirlo, ¿Cómo se supone que pida su consejo si no puedo explicarlo?
—Díselo, Annie. Directamente. El chico no es adivino y lo mejor que puedes hacer es poner las cartas sobre la mesa. Creo que debiste hacerlo al inicio, antes de mudarte aquí y comprar ese departamento, pero igual puede funcionar.
—Tienes razón, dejo que las emociones me abrumen. Gracias Luke, hablaré con él.
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