Capítulo 12.
—¿Christian? —jadeo, necesitando aire en mis pulmones. —¿Podemos ocuparnos de bebé uno antes de pasar a bebé dos?
Él se aparta y sonríe con los labios rojizos por los besos y mi labial de cereza. Su gesto adorable me hace sonreír de nuevo.
—¿Bebé dos?
—Si, ya sabes a lo que me refiero.
Dios, la atracción entre nosotros sigue ahí y causará problemas si no somos capaces de mantenerla bajo control. Suficientes problemas tenemos ya lidiando con el asunto de la paternidad.
Me alejo de Christian para hablar con la mujer del traje rojo.
—¿El departamento puede ser habitado inmediatamente?
—Por supuesto, señorita Wilks. —carraspea un poco. —La decoración y todos los muebles que ya están instalados se incluyen en el precio... A menos que deseé cambiarlos.
—No, está bien así. Le haré un cheque y podemos firmar el contrato ahora.
Es inevitable firmar con mi nombre real y el cheque solo lo confirma, pero la mujer tiene la amabilidad de no hacer preguntas cuando toma ambos documentos.
Se despide de nosotros feliz de cobrar el cheque, entrega el instructivo para cambiar el código de acceso y me deja hablar con el guardia de seguridad en el vestíbulo.
—Entonces está hecho, —dice Christian cuando subimos a su auto. —Te vas a mudar a Seattle.
—Si, y espera a que se lo diga a mi madre. —me río.
—¿No lo saben? —Niego cuando gira un poco para mirarme. —No les va a gustar esto.
—Lo sé.
—Y van a odiarme porque creerán que es mi culpa.
—Tal vez un poco... —hago una mueca.
—¿Van a odiarme un poco? ¿O tengo un poco de culpa?
—Ambos.
Intento sonreír ante su gesto de preocupación mientras conduce de vuelta a la casa de sus padres, pero su semblante me distrae.
—¿Christian? ¿Qué...? —ni siquiera termino la pregunta cuando veo el grupo de autos detenidos detrás de las rejas de entrada al residencial.
Hombres y mujeres con cámaras y micrófonos corren de un lado a otro intentando alcanzar al guardia, que aparece cuando nos ve.
—¿Qué está pasando? —gruñe. —¿Quienes son éstas personas?
Carajo.
Paparazzis.
—¡Me encontraron! —chillo hundiéndome en el asiento del copiloto. —¡No te detengas!
Christian tiene que bajar la velocidad del auto cuando estamos frente a las puertas metálicas para que el guardia pueda verlo y lo deje pasar, los flashes nos iluminan con cada foto.
Los que no toman fotos, golpean las ventanillas del auto gritando mi nombre y sus preguntas:
—¡Anastasia! ¿Qué haces aquí?
—¿Por qué te escondes?
—¿Quién es él?
—¿Se van a casar?
—¿Cuánto tiempo llevan juntos?
—¡Anastasia! ¡Una foto!
El guardia hace una seña rápida y Christian acelera para poner distancia entre ellos y nosotros, pero no tiene caso ignorarlo. Me descubrieron.
—¿Rose? ¿Estás bien?
—No. —trago con fuerza para evitar las lágrimas de frustración.
El auto de Luke sigue afuera de la casa de los Grey pero él no está a la vista. Christian estaciona y ambos nos apresuramos a entrar.
—¿Mamá? —la llama, aunque los encontramos a casi todos esperando en la sala, incluso Luke.
—¿Christian? ¿Qué está pasando? —Grace nos mira a ambos con preocupación, luego me entrega a Ray para que lo sostenga.
—Es mi culpa, señora Grey. Yo...
—Rose es una actriz famosa, mamá. —Su hijo interrumpe.
—¿Qué? —ella nos mira de uno al otro. —¿De qué estás hablando?
—Ella es Anastasia Steele y es tan famosa que las personas quieren saber todo el tiempo sobre ella. —agrega. —No sé cómo supieron que estaba aquí en Seattle.
Luke carraspea un poco, balanceándose en sus pies como cuando está incómodo.
—Se filtró una foto.
Extiende su móvil hacia mi y lo tomo para ver el encabezado de un artículo. Una foto de cuando regresamos de hacer las compras para Ray y un post en redes sociales a nombre de Mía Grey.
“La novia de mi hermano es hermosísima”
Y listo.
Mi vida normal se esfumó más rápido que mis planes de tomar un curso de cocina el verano pasado.
Christian toma el móvil de mi mano para leer la nota y frunce las cejas hacia su hermana.
—¡Mía! ¿Qué mierda hiciste? —gruñe.
—¡Lo siento mucho, Christian! ¡No sabía que pasaría todo esto! Lo siento tanto, Rose.
Respiro hondo antes de mirarla y sonreír, porque ya no hay nada más que hacer que amortiguar el golpe. Y para eso, tengo un experto.
—Luke.
Él da un paso adelante.
—De acuerdo, familia, este es el protocolo. Nada de hablar con la prensa en este momento, no están autorizados para dar la versión oficial. Se les asignará protección personal a partir de hoy porque serán acosados y por seguridad, deberán firmar un acuerdo de confidencialidad.
Christian gira para mirarme con los ojos entrecerrados.
—Mi abogado insiste en eso. —justifico.
—Aún no saben sobre el pequeño Ray, pero no tardarán en saberlo. —continúa Sawyer. —Y necesitamos estar preparados para entonces. Annie, ¿Algo más?
Christian vuelve a fruncir las cejas.
—Acabo de comprar ese departamento en Escala y necesitamos seguridad extra. —me dirijo a Luke. —La mudanza es un hecho, haz que resguarden mi departamento de Nueva York, traslada al personal y contrata a la niñera que conseguiste en la agencia.
—¿Mamá? —chilla la pequeña entrometida Grey.
Grace abre la boca para responder a su hija, pero se ve interrumpida cuando la puerta se abre y el señor Grey entra completamente agitado.
—No sé qué está pasando allá afuera, ¡Pero están como locos!
—Carri, cariño. —La señora Grace toma el maletín y lo abraza. —¿Vienes solo? ¿Dónde está Elliot?
—Afuera. —Señala con el pulgar. —Dijo que quería saber de qué se trataba todo ese lío. Si me lo preguntas, creo que está disfrutando de toda la atención.
Mierda.
—¿Luke? —Chillo, mirándolo.
—Me encargo ya mismo, Annie. —Mi amigo saca el arma que lleva en la pechera. —Con su permiso, señores Grey, tengo todo bajo control.
Sin disparar a nadie, quiero agregar, pero dudo mucho que los Grey aprecien la broma cuando el chico rubio está ahí afuera.
Cuando vuelvo a mirar, unos ojos grises me miran fijamente.
Bienvenido a mi vida, Christian.
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