🥀 One-Shot
Inspirado en la canción Why can't I have you de Gloria Laing
Se dice que las almas gemelas existen y que aquellas que no pudieron vivir su amor, renacerán en busca de esos sentimientos, se encuentren donde se encuentren y luchen contra lo que luchen; pero ¿saben lo que sucede cuando el amor de uno es más fuerte que el del otro? Comienza a haber un colapso, hay un error en el sistema y eso provoca que la sintonía entre ambos se rompa hasta que las memorias de uno se pierdan y la del otro vuelvan con violencia, en busca de hacerlo arrepentirse de no haber amado con la misma intensidad. Cuando este tipo de casos sucede, hay una gran posibilidad de que ambos tengan sus memorias intactas, solo que uno de ellos olvida por completo a quien amó.
Un joven azabache caminaba con la mirada puesta al frente, escuchando atentamente a su amiga Makomo, quien hablaba sin parar de tonterías como el amor, un sentimiento que él no terminaba de entender por mucho que lo intentara y que al final terminaba dando vuelta en su cabeza con demasiadas preguntas al respecto; no es como si sus padres le hubieran enseñado mucho al respecto y su hermana estaba casada, pero tampoco entendía por qué o cómo habían organizado todo, ya que había decidido faltar a su boda, después de todo estaba demasiado lejos y tenía sus estudios por delante. Una vez más la muchacha hablaba de Sabito, también amigo suyo, sacándole ligeros suspiros, no podía entender sus gustos.
"Sabito esto, Sabito el otro" ¿Tan bien se sentía que incluso causaba suspiros? Suponía que simplemente no estaba interesado en ese tema, quizás habría en algún lado alguien como él que tampoco le importara nada los sentimientos románticos y solo se concentrasen en lograr el sueño frustrado de su padre. Sí, debía haber alguien como él y esa persona definitivamente era su alma gemela o como sea que Makomo haya llamado a ese concepto cursi.
—¿Y por qué solo no lo invitas a salir? —le preguntó en un momento, cansado de sus penas.
—Porque no es tan fácil, Giyuu, no sé si él sienta lo mismo. Lo entenderás cuando también te enamores, siempre estarán allí las inseguridades —aclaró con su vocecita calma mientras frenaba unos momentos en frente de una tienda—. Voy a cargarme crédito, ¿quieres algo?
—No.
—Está bien, ya vuelvo.
Entró a la tienda saludando a los mellizos que allí trabajaban y, aunque Giyuu decía que no entendía nada del amor, se notaba que esos tipos estaban encantados con la presencia de su amiga, solo que ella inocentemente hablaba tanto que no se daba cuenta de lo que causaba. Tal vez en su otra vida había sido alguien muy apasionado por el trabajo y así es como funcionaba ahora, otra vez, esclavo del trabajo que aún no había conseguido. ¿Y si no existía una otra vida suya? Después de todo no tenía más que mínimos recuerdos y además lo único que pasaba por su cabeza era la risa burlona de una mujer que ya le había cansado aún sin saber quién era. Lo único que decía era...
—Ara ara, Tomioka-san —se sorprendió de escuchar esa voz, tanto así que no pudo hacerle caso al momento, porque su mirada se perdió en ese rostro.
Esa mujer que llevaba unos cuantos papeles en su brazo, chocó contra él, causando que cayera con completa falta de equilibrio debido a la dureza de su cuerpo; Giyuu apenas sí se había inmutado por el golpe, por lo que no le fue muy difícil recomponerse, viendo a esa muchacha en el suelo, intentando tomar todos sus papeles. Ella era bonita y pequeña, sin dudas era pequeñita como una joven que claramente no ha tomado mucha leche a lo largo de su vida, incluso se lo resaltaría de no ser que en ese momento veía grosero no intentar ayudarla. Por algún motivo, la reconoció, pero no solo como Shinobu Kocho una alumna de primer año de Universidad sino que como una mujer que estuvo en un pasado caótico con él, ese que incluso resultaba fantasioso si debía de admitir que allí cazaban demonios. Nunca había tenido recuerdos tan lúcidos y extraños con esa mujer ante el simple roce de sus manos por querer juntar el mismo papel. Apenas sí hablaban, pero miles de extraños recuerdos de toda una vida invadieron su mente, haciéndolo sentir raro.
Sin querer, por unos simples momentos, dejó su mano allí apoyada, sobre la de ella, quien pronto sonrió con una notoria vena notándose en su pálido rostro; la estaba molestando con esa acción, mas estaba tan distraído que no se daba cuenta.
—Kocho, tú...
—Tomioka, déjeme ir, por favor, ¿no le es suficiente con hacerme caer y ensuciar todos mis papeles?
—Esa no fue mi intención.
—Oh, eso resuelve mucho —comentó con una ironía que incluso él reconoció—. Ahora, si me permite.
Y tan ágil como una mariposa, alejó su mano de un solo movimiento, y se levantó incorporándose con un salto, corriendo hacia otra dirección, causando que solo pudiera diferenciar de ella un tatuaje que, para su sorpresa, era exactamente igual que el suyo, solo que ella lo tenía en la espalda y él en el pecho. Una mariposa sobre el mar, un tatuaje que no tenía un significado específico pero que lo eligió tras simplemente ver el diseño colgada en la pared de ese tatuador... Si mal no estaba, Shinobu estudiaba diseño gráfico y conocía a Sanemi por lo que creyó que eso quizás podría ser poco más que una coincidencia. Pero solo dejó sus ideas perdidas en el aire cuando miraba su mano.
¿Por qué esos recuerdos se sentían tan realistas?
No le importaba el tatuaje, le importaba lo que esa mujer causó en él con un simple roce, esa misma que estaba a nada de cumplir los diecinueve años pero que por primera vez la veía con unos ojos tan diferentes. Nunca escuchó con claridad su voz ni le hizo caso a su forma delicada de caminar o mover sus caderas, tampoco le interesó que fuera considerada hermosa según toda la universidad ni mucho menos que era pequeñita como un ser inofensivo. Ahora, por algún motivo, un primero de febrero en el que el frío se llevaba las pocas flores que uno pudiera plantar, esa información era tan importante como lo era su propia familia... De alguna forma, algo le decía que había perdido todo ese día, aunque realmente aún sus dos amigos y hermana estuvieran con vida.
En otra vida, perdió a alguien muy especial en esa fecha.
Un sentimiento de angustia llenó su corazón y antes de que hubiera esperado, agachó la cabeza hacia sus manos que tan cálidas se habían sentido. Había algo que estaba oprimiendo su corazón y era una emoción demasiado grande para un joven tachado de insensible como lo era Giyuu Tomioka, un hombre más que en nada destacaba.
—Giyuu, acabo de ver en las noticias que... —su amiga se frenó en seco ante la escena que se demostraba delante de sus ojos—. ¿Giyuu? ¿Qué ocurre?
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque estás llorando.
Con que así se sentía la indiferencia y el no ser realmente reconocido.
Ante esa aclaración, pasó su mano por sus ojos, intentando limpiarse las lágrimas que no se detenían, hecho por el cual Makomo se alertó e intentó ayudarlo con un pañuelito, estirando su mano hasta alcanzar su mejilla como si incluso fuera su madre. Las personas pasaban por su lado preguntándose qué clase de actuación era esa, pero ninguno sabía que Giyuu era pésimo incluso demostrando sus propias emociones como para fingir. Esa situación era realmente sorprendente y por algún motivo dolorosa.
La imagen de una delicada mujer pasaba por su cabeza, una que con tan solo dieciocho años se había atrevido a correr riesgos y dejar lo que pudo ser una vida normal. Esa muchacha era sorprendente a sus ojos, por lo fuerte que era a pesar de su apariencia y lo dulce que podía volverse solo con él detrás de ese cinismo. Y aún así, Giyuu nunca quiso hacerle caso a sus sentimientos, causando que esa mujer al morir simplemente no dejase nada para él, ni una carta, nada más que una confesión que ahora torturaba la cabeza de ese hombre por cobarde.
O, más bien, por no amar con la misma intensidad.
Con el pasar de los meses, Giyuu fue investigando aún más la enfermedad por la que se mostraba tan vulnerable ante esa figura discreta y bonita, pero no había resultado, ni siquiera Makomo que estudiaba psicología le podía aclarar que era algún trastorno lo que le ocurría... Ella, al contrario, usaba la palabra "enamorado", una que le causaba un poco de desagrado por los miles de significado cursis. Aún así, se fue acostumbrando a lo que uno podría llamar amor, tanto que cuando simplemente la veía no evitaba quedarse con una lineal sonrisa, tan lineal que pasaba casi desapercibida en su inexpresivo rostro. De vez en cuando, se saludaban y ya nada más, porque solo se pasaban por al lado como si nada.
Había algo que a Giyuu se le hacía extraño debido a esos recuerdos pasados y esto era que Shinobu no demostró ni en un solo momento verdadera atención hacia él, lo trataba como alguien trata a un desconocido, una persona irrelevante. Ella no bromeaba ni pasaba tiempo junto a su lado, no le sonreía divertida por las tonterías que podía decir ni picaba su espalda molestándolo con su tono hermoso. Ella estaba ausente para él y sus ojos no brillaban como los de Giyuu cada vez que pasaba. La Shinobu de ahora no lo conocía de nada y lo comprobó aún más cuando se llenó de valor para dirigirle la palabra, una tarde de primavera cuando ella salía con Kyoujuro, uno de los compañeros con quien más frecuentaba. Estaba con un bonito vestido de flores que quedaba a la perfección con el cabello suelto que caía por los hombros y salía con ese hombre de la universidad, riéndose por chistes que no había alcanzado a oír.
Simplemente picó su espalda como ella en un pasado hubiera hecho, pero sin llamarla, solo quedando en silencio hasta que se diera la vuelta y también pudiera notar su tatuaje. Porque quería que dijera algo de él, incluso si resultaba lo más mínimo o hasta si decía una grosería. Quería que solo lo recordara.
—¿Sí? Oh, tú eras el chico de quinto año... Uhm, ¿cómo te llamabas?
¿Por qué ella podía olvidarlo así de rápido? Esa indiferencia realmente dolía, su tono no era suave y dulce para él, era el tono que uno usa cuando le disgusta la presencia de alguien o simplemente no lo conoce... Debía de ser una buena broma.
—Soy Tomioka —aclaró esperando a al menos recibir una sonrisa, pero solo recibió una expresión más extraña—... ¿No me recuerdas?
—Shinobu no tiene buena memoria —mencionó ese muchacho entre risas, ahí recibiendo una carcajada de esa bella mujer. Reía por ese hombre.
—Es solo que tengo muchas cosas de las que ocuparme como para recordar a alguien que apenas sí frecuento —confesó, notando sorpresa en el rostro de Giyuu. Auch, él en otra vida hubiera dicho algo así o más cruel—. No lo tomes a mal, es que ni siquiera nos conocemos ¿cierto?
—Sí... Tienes razón —respondió con dureza, apretando ligeramente los dientes—... Kocho, tu tatuaje es muy bello.
—La luna también se está poniendo muy bella ¿no crees? —Usó un tono juguetón, como bromista, ya que no había verdaderas segundas intenciones como en otros tiempos—. Gracias y adiós, Tomioka. La próxima intenta ser un poco menos rudo para hablar.
Lo saludó apurando a Kyoujuro, quien también le había hecho un gesto para despedirse. Esos dos se veían bien juntos, incluso un poco más a la lejanía esa bella mujer de la que dependía su frágil corazón estaba encima de los hombros de su acompañante, quien la consentía como claramente él nunca había hecho en esa oportunidad que habían tenido juntos. Sintiéndose plantado y un poco adolorido por el rechazo, comenzó su viaje solitario y a pie hacia su hogar, uno que no tenía significado para él, ese que realmente no era propio sino que lo había alquilado. No lloró ni mucho menos se mostró triste en el exterior, pero se arrepentía en silencio de todo lo que no hizo ni en la anterior ni en esta vida, porque no se esforzó en mostrar lo que sentía y todo resultaba culpa suya cuando llegaba a su hogar, solo, sin nadie esperándolo ni una llamada perdida.
Pudo haber cambiado esa forma de vida, pudo haber luchado por lo que sentía, pero fue, es y será un cobarde aunque pasase millones de vidas, porque ese era su papel del cual nada orgulloso se sentía. Si Shinobu no se acercaba primero, él tenía miedo de hacerlo, porque ese nunca fue su papel. Era importante solo para ella y aunque ahora todos sus seres queridos estuvieran con vida, no llenaban el vacío de su corazón. ¡Si tan solo pudiera expresar lo que sentía, si tan solo pudiera ganar de una sola vez!
Si tan solo fuera un humano común y corriente, alguien valiente, una persona que busca y encuentra. Si tan solo no tuviera miedo de perderlo todo de vuelta...
¿Cuánto tiempo iba a tener que esperar hasta que el destino lo una con Shinobu tal como se deben unir las almas gemelas?
¿Por qué no puedo tenerte?
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