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Primera parte.

Dame un amor como el suyo,

porque últimamente me he estado despertando solo,
pinto manchas de lágrimas en mi camisa te dije que las dejaría salir,
y que defenderé mi esquina.
Quizás ésta noche te llame,
después de que mi sangre se convierta en alcohol,
no, sólo quiero abrazarte.

Dame un poco de tiempo o termina con esto, apágalo, jugaremos al escondite para darle la vuelta a esto todo lo que quiero es el sabor que dan tus labios.

Oh Señor, Señor, oh, dame amor.

Oh Señor, Señor, oh, dame amor.

Oh Señor, Señor, dame amor.

Hoseok abrió la puerta de su casa y como todos los días, el silencio lo recibió. Odiaba el silencio con su vida, así que se acercó rápidamente hacia la máquina de vinilo de sus padres y empezó a sonar la dulce melodía de piano. Miró el retrato de éstos en la pared y les sonrió.

Hoseok se dirigió a su desordenada cama que nunca se molestaba en ordenar, que no era más que un colchón en el piso y se acostó de espaldas, cuando sintió algo áspero debajo de él. Pasó su mano por el colchón y se encontró con aquel pedazo de diario viejo que siempre terminaba leyendo por las noches, porque aun no podía asimilar que estaba solo.

Matrimonio joven fallece tras volcarse en la carretera camino a Gwanju.

... El único sobreviviente fue el primogénito de la pareja, un chico de 7 años que milagrosamente no resultó con heridas graves y que...

🎯

- ¡Mira, Namjoon, es lo último muñeco de colección de Mario Bross!, ¡Oh, yo lo quiero, Namjoon! -exclamó un chico de cabellos rosados, zarandeando a otro más alto a su lado.

El chico alto sonrió, mostrando unos lindos hoyuelos, mientras apretaba la nariz del pelirosado.

- Hyung, basta, ya me hiciste gastar en la comida.

- Pero Nam, ¡Es el último y original de colección, debe ser mío! -dijo, apoyándose en la ventanilla y dejando la boca abierta, mirando embobado la figura.

- ¡No voy a comprarlo! -se quejó el tal Namjoon, cruzándose de brazos y mirando hacia otra parte. 

Hoseok se les quedó mirando fijamente y vio como el chico de cabellos rosados tomaba el rostro del chico alto, mientras hacia un tierno puchero y quedaba a centímetros del rostro de éste.

- Namie, por favor. Es lo último que te pido, ¿Sí?, ¿Sí? Soy tu hyung favorito, hazlo por tu pobretón hyung favorito. 

Hoseok vio como el chico alto se ponía colorado, desviando la mirada, molesto y avergonzado. Podía sentir palpitar sus oídos fuertemente, como si fuera su corazón el que estuviera palpitando de esa forma, cuando en realidad era del chico alto.

Bom, bom bom, bom.

- Está bien, ya, vamos. -accedió, para luego señalar al chico pelirosado con el dedo-. ¡Pero será lo último, hyung! Tú invitarás la próxima vez.

El chico pelirosado chilló feliz, y asintió emocionadamente mientras entraba corriendo a la tienda.

Hoseok vio como el chico alto se ponía una mano al pecho, tranquilizando la palpitación frenética de su corazón. El chico entró en la tienda y dejó de sentir ese molesto ruido en sus oídos, siguiendo con su tarea; limpiar aquellas mesas de la basura que dejaban los clientes.

De repente, sintió como su espalda ardía, dolía y picaba a la vez. Como si fuera un grano en la espalda.

Levantó la mirada y vio a un hombre vestido completamente de negro sonreír. 

Tal vez aquel hombre quería una orden de papas fritas para llevar.

🎯

Era de noche y hacía un frío que calaba en sus huesos. No había traído gran cosa para abrigarse, lo que lo hacía peor. Sus manos estaban heladas y las metió dentro de los bolsillos de sus pantalones, esperando ver el autobús llegar. Seguía sintiendo un dolor y molestia en su espalda, pero decidió aguantarse.

De repente vio como una pareja media borracha iba caminando hacia él, entre risas, empujones coquetos y besos cortos. Se sintió extraño, pero como siempre, no pudo apartar la vista de la feliz pareja.

El chico vestía de negro por completo y pasaba el brazo por los hombros de la chica, mientras sacaba un cigarrillo de su chaleco y se lo ponía entre los dientes.

Algo en el chico le parecía conocido, pero no sabía qué.

- Taehyung oppa, ¿Tal vez deberíamos ir a mi casa? Hoy no estará Jae, sólo tú y yo, completamente solos. -oyó que se le insinuó la chica, para luego escuchar las sonoras carcajadas de su acompañante.

Hoseok miró sus pies, para luego ver la cara del chico; tenía un flequillo que le llegaba hasta los ojos y una cabellera rubia, con una piel morena como la miel. 

Se sorprendió cuando el chico le miró, directamente a los ojos, con una mirada seductora sonriendo ladinamente.

- Amigo, ¿Tienes un encendedor por ahí? -le preguntó y Hoseok negó con la cabeza, tratando de no reírse por la forma en la que la chica cerraba los ojos en el hombro del chico, con un hilillo de saliva saliendo de su boca.

- Hyorin, despierta o te secuestraré. -le susurra el chico en el oído y ésta se ríe tontamente. 

Hoseok deja de mirarlos, puede sentir la excitación y el bombeo del corazón de la chica latir en sus oídos. Esa chica está enamorada del chico, pero él, ¿Qué siente?

Volvió a mirar al chico, indagando en lo más profundo de su ser.

No puede ver nada, casi como si fuera una caja vacía.

¿Por qué las personas no pueden amarse mutuamente?

Un escalofrío recorre su espina dorsal cuando el chico vuelve a mirarle, casi como si supiera lo que estaba tratando de hacer Hoseok.

¿Así que tratas de leer mi alma?

El chico vuelve a sonreír de forma socarrona y Hoseok ve como el autobús está por llegar.

Cuando se detiene frente a él, sube y por la ventana del autobús puede ver a la pareja reírse y cotillear entre ellos. El chico le despide con la mirada y Hoseok deja de mirarles para sentarse en el primer asiento desocupado que ve. Siente un escalofrío bajar por su columna y no puede evitar preguntarse dónde había visto aquel chico.

Una caja vacía.

Completamente vacía.

Como la mía.

🎯

Hoseok pasa las manos por su espalda de forma desesperada, le pica y le duele como si tuviera dos agujas incrustadas. Quiere sacarse la piel, porque la picazón empieza a escocer y el dolor hace que le lagrimeen los ojos.

Llega un momento donde se rasca tan fuerte, que las uñas se le manchan de sangre. Se saca la polera, quedando con el torso totalmente desnudo y se agacha en la cama, sin dejar de rascarse.

Algo empezaba a salir de su espalda y sentía como el sudor empezaba a correr por su cien.

Exhaló aliviado cuando sintió como algo largo salía de su espalda, dejando de doler. Miró lo que había sacado e incrédulo lo tiró al suelo con asco.

Una pluma  blanca manchada con sangre.

El dolor empezó con más fuerza en su espalda, así que con cuidado se paró, caminando hacia el baño. Se miró en el espejo y vio su frívola imagen respirar  con dificultad. 

Algo emergía de su espalda pero no sabía qué.

Tampoco es como si pudiera ser un ángel.

Eso era lo que pensaba, hasta que sintió su espalda resquebrajarse y de ella salir un par de alas blancas, como las de un pájaro. Pegó un grito de dolor, apoyándose en el lavamanos mientras respiraba entrecortadamente; había dolido como el infierno.

Cuando el dolor paró, levantó la mirada hacia el espejo y retrocedió atónito, tocándolas con la punta de sus dedos. Le hizo cosquillas.

Eran reales, tan reales como si de sus manos se trataran.

🎯

- Hoseok-ssi, ¿Haz venido a dejarme lo que te pedí?

Hoseok asintió, cabizbajo. Las alas en su espalda le hacían cosquillas en la nuca y no dejaba de chocar con las cosas.

Aunque nadie puede verlas.
Nadie puede verme de verdad.

- Traje una especial para ti, Ahjussi. -dijo, dejando sobre el mostrador un arco de madera, grande y con decoraciones talladas a mano.

- Es preciosa. -exclamó el anciano, pasando sus callosos dedos por la madera barnizada-. Pero aún sigue siendo una lástima que no quieras venderme aquella con decoraciones de plata que tienes en la espalda.

El anciano le miró afligido y Hoseok reforzó su agarre en el arco en su hombro.

- Éste es especial. -exclamó Hoseok, dándole la espalda al anciano-. Digamos que fue creada sólo para mí.

🎯

El reloj del campanario dio las doce de la noche, momento en el que Hoseok no hacía más que vagar por las calles buscando algo, buscando a alguien.

Podía sentir su llamado, diciendo su nombre como si fuera el viento quien le estuviera llamando.

Tenía su arco con siete flechas, no sabía el porqué, pero aquel arco que le dejaron en la puerta de su casa le hacia sentir deseoso.

¿Pero de qué?

De amor.

Y tal como si alguien estuviera en su mente escuchó esa voz, grave y profunda, provenir de ningún lugar. Miró a su alrededor y sólo vio como dos jóvenes se adentraban a un subterráneo, donde había un guardia custodiándolo.

Ven aquí.

Aquella voz otra vez en su cabeza, instándole a seguirle. Camino junto a los dos adolescentes bastante distintos; uno tenía el cabello rosado y unos mofletes tiernos, el otro en cambio, tenía el cabello negro azabache y una mirada filosa. Hoseok estaba demasiado ocupado escuchando esa voz guiarle en su cabeza como para seguir el olor agridulce que desprendía la pareja.
Mostró su carnet después de ellos y entró sin ningún problema al lugar.

El subterráneo estaba oscuro, sólo iluminado por luces de colores opacadas por las máquinas de humo y los cuerpos danzando entre sí como sombras borrosas.

La música opacaba la voz, pero sólo siguió aquel olor dulzón que lo noqueo cuando entró.

¿Quién eres?

Se preguntó cuando vio aquellos ojos oscuros que había visto hace días atrás chocar con los suyos en esa parada de autobús.
Entre la oscuridad y las luces de colores el rostro del chico se veía intimidante y su cabello brillaba rubio, desordenado de forma alocada. Hoseok vio como el chico se acercaba a él, rodeando a las personas que bailaban entre ellos y pudo jurar que había visto una pluma negra caer al piso.

Cuando vio que el chico estaba llegando hacia él, con ese aroma dulce que le gustaba, Hoseok decidió darse la vuelta e irse de ahí.

Aquel chico no le daba buena espina, había algo oscuro en su corazón, podía sentirlo.

Puedo sentir el corazón de todo el mundo.
Él no tiene corazón.

Sintió como alguien agarraba su mano justo cuando iba a subir las escaleras y al darse la vuelta vio a una chiquilla rubia, vestida de negro, sonriendo coquetamente. Tenía el mismo olor dulzón del chico. Vio alrededor; el chico no estaba. Volvió a mirar a la chica, quien no dejaba de agarrar su mano y sonreír.

- ¿Quieres bailar? -oyó la voz de la chica encima de la música, y pudo notar en ella algo singular.

Su corazón...

- ¿Cómo...? -exclamó intrigado-. Eres un chico, ¿No? Ese chico...

La chica le miró confundida, ladeando la cabeza. Podía oler angustia en ella. Su corazón empezaba a palpitar desesperadamente.
Hoseok se acercó más a ella, que era más baja que él, mientras ella soltaba su agarre y él la tomaba de los brazos, impidiendo que se alejara.

- ¡Suéltame! -exclamó ella, frunciendo el ceño. Su voz se había vuelto grave y no era ya la chica que había visto.

Ahora frente a él estaba el chico de la parada de autobús.

Una ilusión...

- ¿Quién eres? -preguntó, más confundido que molesto, soltando su agarre de los brazos del chico que ahora era igual de alto que él.

El chico sonrió de lado, aun tenía el ceño fruncido pero seguía teniendo esa aura provocadora.

- ¿Quién eres tú? -exclamó, acercándose a su rostro con expresión curiosa. Sintió los dedos del chico en su espalda, pasando lentamente su mano por entremedio de sus alas. Se estremeció. El chico le había embriagado con su olor dulzón-. ¿Con qué eres una paloma, chico ángel?

🎯

Hoseok se encontraba sentado en la orilla del edificio más grande de Seúl, balanceando sus piernas de atrás hacia delante. Siempre le habían aterrado las alturas, tanto que ni siquiera iba a los parques de diversiones cuando se hacían los paseos escolares. Pero últimamente, desde que le habían salido esas alas en su espalda, no le tenía miedo a nada. Ni a caer, ni a volar, ni a estrellarse.
De hecho, en ese mismo instante, caer y volar le parecían lo más interesante del mundo.

- Hola, Jung Hoseok. -escuchó una voz en su espalda. Ni se inmutó, sabía que era el mismo hombre que había visto antes, aquel hombre de olor cítrico que siempre estaba observándole.

- ¿Vienes a asesinarme o algo? Hoy me siento bastante accesible, puedes empujarme y no me importará. Adelante. -se escuchó decir, sin pensar en lo que decía realmente. 

Desde arriba miraba como una pareja de chicas caminaba por la calle, una pelirroja y una rubia. ambas eran altas y delgadas, aunque una más bajita que la otra. Podía ver aquella luz rosada salir de ellas y quiso saltar del edificio para seguirlas.

- ¿Quieres seguirlas? -le escuchó decir, ahora al lado de él. Le miró de reojo, el anciano se veía más joven de cerca-. Hazlo, si lo deseas, ni siquiera sabrán que estuviste ahí.

Hoseok le miró intrigado, aquel anciano sabía cosas que él desconocía, como por ejemplo el porqué de sus alas, el porqué podía sentir los sentimientos de las personas y el aroma de éstas, el porqué tenía tantas ganas de flechar personas, de dar y recibir amor, el porqué... era él y no otro.

- ¿Si salto de aquí responderás mis preguntas? -dijo Hoseok, parándose en la orilla mientras le daba la espalda a la ciudad-. Como tu nombre, por ejemplo.

- Humanos como tú me llaman Azrael, ángel de la muerte, guiador de los fallecidos, pero en realidad... -al señor se le escapó una risa irónica de los labios-. No soy nada de eso, sólo soy... digamos que soy tu jefe desde ahora.

- ¿Mi jefe? -Hoseok rió por lo bajo, frunciendo el ceño-. ¿Entonces cuál es mi trabajo?, ¿Volar por los aires y ya?, ¿Ser un héroe, hacer mierdas locas como encerrar a los malos y salvar personas? Hubiera preferido ser spiderman a ser un estúpido pájaro, con todo el respeto.

El anciano se rió y se puso al lado de Hoseok, justo en la orilla. El viento empezaba a ser más fuerte y el cabello de Hoseok empezaba hacerse una maraña, sentía el frío por debajo de su polera y no pudo evitar que su mandíbula temblara. Aquel hombre desprendía un calor que quemaba.

- Eres un chico especial, por eso te elegí. Iba a llevarte conmigo ese día, ¿Sabes? Pero tú... -el hombre miró un punto lejos de él, sumergido en sus pensamientos y hablando tan nostálgicamente que algo se removió dentro de Hoseok-. Tú sólo pensaste en tus padres y tu hermana, y eso... me conmovió, realmente. Pediste que te llevara, en vez de a ellos.

Hoseok se quedó paralizado, los recuerdos volvían a él de forma difusa y dolorosa. Aquel olor cítrico podía recordarlo en lo profundo de su mente y las lágrimas surgieron aunque él ya no sentía nada.

 - Tú te los llevaste... tú los apartaste de mí. -sollozó Hoseok, cerrando los ojos fuertemente.

- No, Jung, yo sólo los guié a otro lugar. Como ahora te guío a ti para que hagas lo que tienes que hacer.

Hoseok abrió los ojos de golpe, secando sus lagrimas fuertemente y mirando al anciano de forma triste y desolada.

- ¿Y qué se supone que tengo que hacer?

El anciano volvió la vista a Hoseok, sonriendo con una expresión que no pudo descifrar. No era frío ni cálido. Era un intermedio que le confundía; aquel hombre no tenía emociones, era una cascara vacía de ellas, pero Hoseok podía ver una luz tenue dentro de él que guiaba hasta la más ciega de las polillas, pero que a la vez provocaba un rechazo y un miedo terrible a lo desconocido.

Aquel anciano lo miró como le había mirado años atrás, arrodillado a su lado cuando él apenas luchaba por respirar.

- Dar amor, sólo dar amor.

🎯

Hoseok limó la punta de la flecha por última vez, le echó una mirada analizadora y quedó satisfecho con el resultado. Le gustaba hacer sus propias flechas para su arco, incluso antes de tener las alas y tener este tipo de trabajo, Hoseok disfrutaba de la arquería. Tal vez fue cuando en el orfanato tuvieron aquel evento de deportes donde jugaban con arcos de plástico y tenían que disparar el blanco para así ganarte un regalo sorpresa.

Hoseok se alentó así mismo a seguir con otras dos flechas más, cuando sintió aquel olor dulzón llegar desde la ventana abierta de su habitación.

Ese chico.

Se levantó y caminó hacia la ventana, asomándose por ésta. Vio la calle vacía frente a él, pero el olor seguía tenue en el ambiente. Cerró la ventana y, dejando su labor de lado, salió de su habitación con su arco y flechas al hombro debajo de su chaleco. Guardar las alas debajo de su chaleco eran un dolor para él, aunque nadie podía verlas a excepción de aquel chico de olor dulzón. Y aquel chico de aroma dulzón era un peligro para él, podía sentirlo en la forma en la que él le miraba, como si fuera un cazador. Aun así, desde esa noche, no podía evitar preguntarse quién era él.

¿Y por qué él sí puede ver mis alas?


Hoseok caminó por el callejón, sintiendo como el aroma se volvía más intenso a medida que avanzaba cuando vio una larga pluma negra  -no pequeñas y cortas como las de él- tirada en el suelo. Se agachó para recogerla pero cuando la tocó la pluma ardió como si le hubiera prendido fuego, volviéndose cenizas al instante y desapareciendo en el aire como en un torbellino.

Hoseok se asustó, pero pudo sentir el golpeteo de un corazón débil y la lujuria a sólo unos pasos de él. Aquel olor dulzón lo invadía por completo. Dobló la esquina y se encontró con la espalda de un chico, de aquel chico peligroso de la noche anterior.

Pero se quedó petrificado al ver como a éste le salían alas negras de la espalda, tan grandes, majestuosas y temibles. 

No sabía porqué, pero le parecieron preciosas.

Volvió a escuchar el golpeteo débil de un corazón y miró que frente al chico de las alas negras había un muchacho, de rodillas con expresión sumisa y los ojos cerrados mientras el otro le susurraba algo en el oído que Hoseok no pudo escuchar.

Pero pudo sentir como el pecho del muchacho se llenaba de sentimientos impuros, tales como el rencor, odio, envidia... y pudo darse cuenta que era el chico de alas negras el que le daba todo eso, y además, drenaba los sentimientos buenos del chico. Pudo verlo en la forma en la que le pasaba las manos por el pecho, como si estuviera apresando a su presa, absorbiendo su energía.

- Kookie, ¿Cómo te sientes ahora? -le escuchó decir, con un tono de voz hipnotizante, incluso para Hoseok, quien no sabía que demonios pasaba-. Voy hacer que seas el verdadero Jeon Jungkook. -el chico acercó su rostro muy cerca del muchacho, casi rozando sus labios. El muchacho abrió los ojos, totalmente negros-. Haré de ti... un total desastre.

Hoseok abrió los ojos, sorprendido, al ver como el chico de las alas negras agarraba el rostro del muchacho y le plantaba un beso en los labios.

Algo dentro del corazón de Hoseok se movió y pudo ver al muchacho resquebrajarse bajo el dominio del chico de alas negras. Inmediatamente Hoseok sacó una flecha para ponerla en su arco y apuntó directamente a la cabeza del chico alado.

- Aléjate de él o tendrás mi flecha en tu trasero. -le advirtió y el chico ni siquiera se inmutó, como si hubiera sabido que estaba allí desde antes. Se alejó lentamente del muchacho, el cual se desmayó quedando inconsciente en el piso y Hoseok vio como sonreía para luego mirarle divertido.

- Que alegría encontrarnos otra vez, la otra noche te fuiste tan rápido que ni siquiera me dijiste tu nombre. -habló el chico, mientras su alas se retraían en su espalda hasta que desaparecieron de la vista de Hoseok-. ¿Tal vez te asusté con mi versión de chica mala y coqueta? Soy un poco pasivo, pero me gusta elegir a mis víctimas.

- ¿Qué le hiciste al chico? -preguntó Hoseok, ignorándole y señalando el cuerpo inconsciente del muchacho.

El chico de alas negras miró el cuerpo y se encogió de hombros, indiferente.

- Él quiso entregarse a mí por voluntad propia, no lo malentiendas. -explicó mientras se apoyaba en la pared del callejón, cruzándose de brazos-. El chico estaba lleno de maldad, yo sólo... lo ayudé a liberarla. 

- ¡Tú arrebataste sus buenos sentimientos! -exclamó molesto Hoseok, tensando su agarre en el arco de forma amenazadora, pero el chico de alas negras seguía mirándole impasible-. Devuélveselos. 

- Que él se haya enamorado de mí y me haya entregado su corazón no significa que yo se los haya arrebatado.

- ¡Mientes! -gritó, acercándose al chico, tratando de intimidarle-. Tú... no eres más que un alíen pervertido, ¡Regresa sus sentimientos!

El chico de alas negras se quedó mudo, abrió los ojos sorprendido para luego fruncir el ceño extrañado y acercarse despreocupadamente a Hoseok, quien en ningún momento había bajado su flecha y que tampoco la movió cuando el chico de alas negras velozmente acercó su rostro a centímetros de él, poniendo una mano en su muñeca, casi como si su toque lo hubiera paralizado como la mordedura de una serpiente. 

El chico de alas negras empezó a olerle, literalmente, Hoseok podía sentir su respiración en su cuello y su nariz rozar su mentón. No podía moverse y ni siquiera lo intentó.

Es una amenaza, aléjate, aléjate.

Pero su cuerpo no le obedecía, de hecho, su cuerpo quería que el chico de alas negras siguiera tocándole. Ahí, en su muñeca, y ahí, en su mentón y parte de su cuello, todo ardía.

- Hueles a flores. -murmuró el chico cerca de su rostro, mirándole extrañado. El chico ya no desprendía lujuria, sino pura confusión; más bien el que estaba llenándose de un sentimiento extraño era Hoseok, así que obligándose así mismo alejarse bajó su flecha y empujó el pecho del chico, acorralándolo contra la pared.

- No me huelas y haz lo que te digo, devuelve lo que le robaste al chico.

Él se le quedó mirando, ladeando la cabeza; aun se veía confundido y para nada intimidado. Hoseok pensó, involuntariamente, que era el chico más tierno que había visto en su vida.

Quiso golpearse así mismo.

- ¿No te conozco de algún lugar? -le preguntó y Hoseok frunció el ceño, desconcertado.

- N-no. -negó Hoseok y algo dentro de él palpitó tan fuerte que le hizo retroceder.

- ¿Estás seguro? -dijo el chico, tragando saliva nerviosamente-. Siento que te conozco de algún lugar, tú... d-dijiste alíen... y yo...

Hoseok abrió los ojos, perturbado por los recuerdos que llegaron dolorosamente a su memoria y casi tuvo miedo de pronunciar lo que iba a preguntar.

- ¿E-eres... V-ssi?

El chico de alas negras abrió los ojos también, incrédulo.
En la memoria de Hoseok un chiquillo de ropas sucias, juguetón, sonriente y pequeño apareció. Se sintió desfallecer.

- ¿J-hope hyung?

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