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It's you [parte II]

Voces mezcladas y risas ahogadas, el ruido le fue envolviendo de a poco, primero como si estuviese debajo del agua, hasta terminar por conectar las palabras y su significado. Miró el techo sintiendo el cuerpo ligero, tenía sueño y los ojos hinchados, se los frotó con pereza, quitando así las lagañas y fue como si agilizara a su cerebro con aquella simple acción.

La luz atrapada por las cortinas oscuras no podía lastimarle, dio un largo bostezo.

No sabía la hora, pero sospechaba que no debía ser tan tarde, ya que su madre sin falta todos los días, preparaba el desayuno y lo sacaba de la cama para que la acompañara.

—No te preocupes, de verdad, ella me llamó ayer y me avisó que estarías aquí, pero no pude darte la bienvenida —alcanzó a escuchar a través del piso.

¿Con quién hablaba en el comedor? Su padre, al igual que sus hermanos, salía a trabajar muy temprano por la mañana.

Se incorporó todavía adormilado, odiaba andar por ahí sin antes lavarse los dientes, por ello arrastrando los pies fue hasta el baño. El resto le daba igual, si su cabello era un desastre, si tenía ojeras o si marcas de almohada le adornaban el rostro; ni siquiera se miró al espejo al salir de su habitación directo a la primera planta.

Tenía un ligero dolor de cabeza, una punzada que podía ignorar si lo intentaba.

—¿Por qué hacen tanto escándalo? —Se quejó mientras bajaba las escaleras y se rascaba cerca del ombligo. Dio un bostezo enorme que le obligó a cerrar los ojos.

—¡Up, no seas maleducado y ve a vestirte correctamente! —recibió una llamada de atención al instante.

—¿Qué? —respondió confundido, siempre andaba así por la casa y nunca le había molestado.

Fue la tensión repentina del ambiente que le orilló a por fin vincular su cerebro con el resto de sus sentidos. Percibió en una fracción de segundo aquel inconfundible aroma a alfa. Ahí sentando frente a su progenitora, se encontraba Kao Noppakao.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó incrédulo. Quizá lo estaba soñando, porque era imposible que aquel lobo desagradable estuviese en su casa, de nuevo.

—Dios, este niño...—Suspiró en señal de derrota—. Noppakao, no le hagas caso, no suele ser así, es que ayer llegó muy tarde...

—Lo sé, Gulf me invitó también a la fiesta —respondió para tranquilizarla, lucía más avergonzada que su propio hijo que, al parecer, le daba igual salir en calzoncillos y una playera de manga corta que se deslizaba por sus hombros.

La mujer le observó asombrada, no tenía idea de que ya habían interactuado antes.

—¡Ve a cambiarte ahora mismo, Up Poompat! —le advirtió girándose abruptamente al recordar que el omega andaba en ropa interior frente a su invitado.

Con disimulo, el alfa sonrió divertido por las circunstancias.

Minutos después, los tres estaban en la mesa, con un cuenco de frutas picadas en el centro y el recalentado de la comida del día anterior repartido en tres platos.

Up juraba que su dolor de cabeza había incrementado desde que lo vio, no terminaba de dar crédito a aquella situación.

—Seguro no lo recuerdan, pero de pequeños eran muy unidos —comentó la madre del omega que estaba eclipsada con la presencia de Kao.

¿Por qué todos adoraban a los alfas? Eran unos engreídos.

—¿De verdad? —cuestionó metido de lleno en un rol de amabilidad que Up juraba era demasiado descarado incluso para él—, quizá por ello cuando lo vi por primera vez sentí que ya lo conocía.

Ante sus palabras rodó los ojos, era horrible que mintiera de esa forma. ¡Tan cínico!

—¿Hablaron antes de la fiesta? —preguntó curiosa.

—Sí, Up muy atento me invitó a pasar, me ofreció agua y me permitió quedarme un rato incluso después de que la electricidad regresó —respondió con una enorme sonrisa.

Su madre no se contuvo y lo observó orgullosa, no podía ser peor.

Bastante enfadado e incómodo se quemó los sesos buscando una razón oculta tras su actuación. ¿Qué pretendía?

—Mi hijo puede ser muy despistado, pero es un buen chico.

Tras escuchar aquello deseó salir de allí, era demasiado vergonzoso. Solo faltaba que mencionara que a los siete años todavía mojaba la cama.

—Lo es, incluso hizo caso cuando le aconsejé que vistiera un poco más fresco —dijo en tono suave, como si fuera una persona completamente diferente a la que conoció el día anterior.

—¿Fuiste tú quién lo convenció? Es increíble, he estado tras él desde que entró a la universidad para que vista de acuerdo a su edad —admitió entrando en una nueva etapa de confidencialidad con el alfa.

Up se metió trozos de melón a la boca, llenándose las mejillas a más no poder. En cuanto terminara, se iría a esconder a su habitación.

—¿Up va a la universidad? Pensé que seguía en secundaria, luce tan joven —lo último lo pronunció a la par que le miró con una sonrisa que identificó como burlesca.

Maldito, se la estaba pasando en grande a costa de él. Sin ser consciente hizo una mueca que, sumado a sus mofletes inflados, le hizo ver muy gracioso.

Su madre hizo un gesto con la mano, como si la hubiera halagado y le pidiera que parara.

—Nada de eso, Up es muy fuerte, por eso acepta su ayuda —pronunció bastante confiada.

—¿Ayuda para qué? —interrogó. Desde que se sentó a la mesa, no había participado en la conversación hasta ese momento.

—Te he dicho que no hables con la boca llena —lo regañó, ese día parecía que había cubierto toda la cuota de sermones de su vida—, y es sobre arreglar el jardín, y cualquier otra cosa que necesite Kao —le dijo como si fuera demasiado obvio y su pregunta fuera absurda.

Indignado la observó sin ocultar su molestia, definitivamente, no lo ayudaría. Por nada del mundo. No podía obligarlo.

—No es necesario... —Intervino el alfa.

—Up lo hará, de todas formas, ha estado tirado en el sofá desde que salió de vacaciones, y no tiene nada más qué hacer —su tono de voz le hizo entender que no aceptaba una negativa, ni por parte de su hijo, ni por Noppakao—, ¿verdad? —le dedicó una mirada aterradora.

Pocas veces actuaba de esa forma tan mandona, pero cuando lo hacía, le convenía ceder.

—Sí, yo... Ya me había aburrido... —dijo condescendiente, consiguiendo que la expresión de la mujer regresara a la normalidad.

Pudo por fin expulsar el aire contenido en sus pulmones por lo que duró aquello.

—Bueno, entonces estaré muy agradecido si me echa la mano en un par de cosas —intercedió el alfa sonando bastante creíble.

No sabía si era buen o mal actor.

En ese instante su madre pareció recordar que había dejado la cafetera encendida y se apresuró a apagarla.

Aprovechando que la mujer no los veía, Kao le guiñó un ojo.

Up aplastó con su tenedor una uva que salpicó un poco de jugo. Sabía que tramaba algo, pero nunca creyó que lo pondría a trabajar en sus sagradas vacaciones.

[...]

Quitar toda la maleza que inundaba el patio de los Noppakao no fue tarea sencilla, sumado a los insectos y gusanos que tuvo que aplastar con la suela de goma de sus botas; usando sus manos en varias ocasiones para arrancar de raíz hierbas que, de no hacerlo así, volverían a aparecer al menor descuido.

El sombrero de pescador que traía no le ayudaba gran cosa contra los rayos abrasivos del sol, las botas no libraban a sus rodillas de estar salpicadas de lodo y de nuevo, estaba cubierto de tierra. La cara roja y sucia por todas las veces que se limpió las gotas de sudor que le escurrían por la frente, era un desastre. Por ello cuando Kao propuso tomar un descanso aceptó gustoso.

El alfa estaba empapado en sudor, se quitó la camisa sentándose junto a él a la sombra del tejado que protegía la entrada.

—No creí que fueras tan resistente —comentó a la par que examinaba sin pudor la figura de Up.

—Que sea omega no significa que sea débil —replicó ofendido, lo hubiera hecho mientras lo miraba directo a los ojos, pero el que estuviese del torso para arriba desnudo, le hizo ser muy consciente de sí mismo.

De su corazón aporreando su pecho y su respiración ruidosa.

—Nunca he creído que los omegas son débiles —contestó arrogante, y sin que lo esperara, formando una pinza con una mano apretó su cintura—, pero no tienes músculos, apenas tienes carne en los huesos. ¿De dónde sacas tanta fuerza?

Los dedos aplastando su piel en aquella zona sensible le hicieron pegar un brinco. No le gustaba que le tocara, no después de que se besaron.

—Tengo buen peso, no me molestes —advirtió escapando de su agarre.

Kao se mantuvo observándolo.

—Bien, si lo tienes, entonces terminemos con esto —dictaminó poniéndose de pie.

Tomó el machete que antes aventó al suelo y continuó deshaciéndose de las hierbas que se habían apoderado de la propiedad.

Up bufó agotado, sin embargo, no le daría el gusto de volver a burlarse de él. Tenía el complejo de ser tratado diferente. Cuando se definió como omega recordaba cómo sus amigos pasaron de ser juguetones con él, a cederle el lugar en el autobús o ayudarle cuando veían que traía algo pesado. No es que odiara la atención, una parte de él, seguro su tonto lobo cursi, se complacía con cada pequeño gesto. Pero Up no deseaba ese trato especial, por ello siempre se había esforzado por hacer todo por sí mismo. No era delicado, ni sensible, ni bonito.

—Genial, no es la gran cosa —comentó enfundándose de nuevo los guantes. No quería terminar con ampollas y heridas en las palmas de las manos. Bastante tenía con lidiar con su piel quemada por el sol.

Se arrodilló en el suelo para jalar de una raíz especialmente resistente, usó todo su peso para impulsarse hacia atrás y cuando consiguió sacarla, la aventó a un lado. Sonrió satisfecho por su hazaña.

Kao veía de reojo como el omega trabajaba sin protestar. La playera gris que vestía se le había pegado al cuerpo por el sudor, y no pudo evitar admirar como su cuello largo y delgado brillaba con gotas de sudor. Sus muñecas eran esbeltas, al igual que sus tobillos. Su cintura podía jurar que era más diminuta de lo que esas camisas dos tallas más grandes —que parecían absorberlo—dejaban apreciar. En algún punto detuvo sus actividades y contempló a Up. ¿Era consciente de la gracia con la que se movía? Como danzando con cada paso, incluso cuando tropezaba parecía que no perdía el encanto.

—Supongo que después de todo sí eres un omega —murmuró.

Se había sentido observado por lo que sus sentidos estaban alerta, cuando dijo aquello no pudo ignorarlo.

—Lo soy —admitió tomando por sorpresa al alfa.

—Pero uno raro —completó regresando a su labor.

Limpiándose el sudor que estaba por entrar a sus ojos permaneció unos segundos pensando en lo dicho. Su madre nunca lo educó de forma especial, vivía en una familia de betas y siempre fue tratado como uno. Sus amigos, en algún punto pasaron a ser todos omegas, y aunque al principio le hicieron sentir fuera de lugar, como que no pertenecía a ellos — y a ningún lado en realidad—, al final consiguió adaptarse. Terminó por acoplarse, como una roca extraterrestre asentándose en el fondo del océano. No solía pensar demasiado en ello, en que era un omega. Sus celos eran calores, más como sentirse afiebrado en lugar de excitado. Los alfas le miraban como Kao, como si tuviera dos cabezas. Hasta ese momento no estaba interesado en conseguir pareja, no se le había cruzado por la mente, podía estar al lado de alfas como Mew y Bright, y no sentir absolutamente nada. Tal vez sí era raro.

Estaban por terminar cuando su madre los llamó para que tomaran del jugo de naranja que había preparado. Se sentaron bajó la pobre sombra del árbol de su casa y bebieron en silencio.

Ahora la vista era completamente diferente, sin la maleza se alcanzaba a distinguir el tipo de arquitectura al estilo occidental, podría decir que en su momento los Noppakao invirtieron en agrandar la propiedad, había sutiles detalles que le parecieron bonitos, como las dos cúpulas a los costados, y las ventanas redondas en el centro.

—Es una casa linda —suspiró con aire soñador, tratando de imaginar cómo lució en su mejor momento.

—Lo era más cuando mi madre se encargaba del jardín. Tenía un montón de flores en macetas —confesó con cierta amargura.

Aquellos días de luz no compensaban la oscuridad a la que se sumieron después.

—¿Lo recuerdas? ¿Y me recuerdas a mí? —interrogó curioso.

—No, suelo olvidar lo desagradable —respondió con una sonrisa lobuna, de aquellas que podía asegurar significaban un insulto.

—¿De verdad, entonces olvidarás que me besaste? —provocó dispuesto a fastidiarlo. No solo él sabía las reglas del juego.

—¿Lo hicimos? Yo solo recuerdo que hablé con un chico lindo llamado Earth —retrucó con una fingida expresión de confusión.

Up rodó los ojos.

—¿Entonces por qué no fuiste a pedirle a Earth que te ayudara?

—¿Celoso? —dijo bastante divertido por conseguir aquella mueca graciosa que formaba con sus labios.

—¡¿Yo?! —Resopló con furia—. ¿De ti? Por Dios, ni siquiera me diste un buen beso.

—Pero gemiste en mi boca —resaltó al instante.

—¿Creí que lo habías olvidado? —pronunció triunfante.

El alfa abrió la boca y la cerró. Debía admitir que lo había atrapado.

—No tengo su número —dijo después de un rato. Up perdido, sin entender a qué se refería le observó con una ceja arqueada—. No puedo pedirle nada a Earth porque ni siquiera sé su número.

Comprendiendo por fin, se encogió de hombros, no le gustaba el rumbo al que se dirigía la conversación.

[...]

Estaba leyendo un webcómic bastante interesante, la trama iba de un agente encubierto en una cárcel y un ex policía acusado injustamente como su compañero de celda, demasiado gráfico y explícito. Le fascinaba.

Up tenía la costumbre de salir de la regadera y sentarse en la orilla de la cama con la toalla amarrada a la cintura, la ventana abierta, total, no tenía vecinos del otro lado de la calle, nadie podría atraparlo, solo que, recordó que ahora sí que tenía uno. Bastante peligroso para su gusto. De un salto las plantas de sus pies tocaron los azulejos fríos, y corrió para cerrar las cortinas, esperaba no encontrarlo, aunque no se sintió defraudado cuando le vio recostado en el balcón. No podría asegurar si lo había visto enredado en una toalla, y no le iba a gritar desde allí para preguntarle. Jaló de las cortinas de un gris oscuro y dejó un pequeño hueco para mantenerse espiando como todo un acosador.

Noppakao apoyaba su espalda en el barandal de un metal oxidado, no estaba seguro, pero podría apostar que estaba con los ojos cerrados, disfrutando del viento, del silencio que reinaba a esa hora en que todos llegaban del trabajo y se encerraban en casa a cenar o ver televisión. No había música fuerte, con regularidad era él quién molestaba al vecindario con su playlist de siempre. Debía de estar agotado, después de marcharse le vio meterse al departamento a limpiar y encargarse de reunir la basura en bolsas. Si no fuera tan exasperante habría seguido ayudando hasta el final, pero sus comentarios le ponían los nervios de punta. Y huyó a la primera oportunidad.

Entrecerró los ojos e intentó percibir su olor a esa distancia. Recordaba que al presentarse como omega se desmayó, no por el celo o algo parecido, más bien fue porque no soportó tantos aromas. Había sido demasiado para él, y lo fue por los primeros meses, hasta que aprendió a vivir con ello, e ignorar la información que obtenía sin desear, al tener un olfato tan agudo. Como cuando fue a la casa de Gulf para invitarlo a jugar baloncesto, y le dijo con las mejillas rojas que estaba enfermo, olía a sudor entremezclado y saliva de alfa. No tuvo el valor para encararlo y se marchó. O cuando descubrió sin querer que Win se estaba cuidando la piel, comenzó a percibir la fragancia cara de productos de belleza. Podía enterarse cuando dos personas estaban juntas, o cuánto tiempo llevaban sin tomar una ducha, incluso peor, si alguien se había masturbado. Podía percibir cuando los alfas intentaban atraer a otros, lanzaban feromonas como locos, o cuando los omegas emanaban una fragancia tan dulce que los hacía irresistibles.

No sabía si era un don o una tragedia, lo notaba en el resto de lobos, pero no en él. Ni siquiera estaba seguro de cuál era su aroma, sabía que tenía uno porque sus amigos arrugaban la nariz cuando se acercaba todo sudoroso a ellos. Todavía pegaba la nariz como buen lobo a su ropa después de un día caluroso para poder captar algo, incluso olfateaba sus axilas antes de meterse a la ducha, pero no lograba detectarse. Tenía demasiada vergüenza para preguntarle a alguien. Su familia beta ignoraba ese mundo de aromas, entonces se había resignado a jamás enterarse a qué olía.

Y Kao, el alfa era peculiar. Olía a una especie de leña ardiendo, como humo perfumado, tan natural y a la vez tan intenso, que ese día que estaba tirado en el patio, lo ignoró creyendo que los rayos de sol penetrando todo a su alrededor lo habían provocado. Ahora entendía que se había equivocado por primera vez. Pensó con cierta gracia que un fumador amaría estar al lado de Kao, con su aroma relajante a incienso. Olía bien, le gustaba esa fragancia, evocaba calor y protección, y al descubrir que estaba sonriendo mientras lo observaba, se sintió tan avergonzado que si pudiera arrastrarse de su propia piel lo haría.

Regresó a la cama y al intentar seguir leyendo se encontró sin ganas. Estaba tan entretenido y ahora su mente exigía un descanso. Suspiró sobre la almohada y cerró los ojos. Debería dormirse en cualquier momento, se había esforzado más de lo habitual, mas no conseguía relajarse. Se sentía inquieto, como si su habitación —el lugar que desde que tenía memoria había catalogado como el más seguro del mundo—, de repente le asfixiara. Quizá eran los resortes del colchón, o que el calor de todo el día se había encerrado en esas cuatros paredes, quien sabe. No se iba quedar a averiguarlo.

—¿A dónde vas? —preguntó su hermano mayor cuando le vio pasar.

El beta buscaba en la nevera algo que calmara el apetito repentino que le atacó a mitad de la noche.

—Saldré a caminar —informó poniéndose los tenis deportivos en la entrada.

—Si pasas por una tienda, cómprame unas galletas —pidió cerrando el refrigerador al no encontrar nada que se le antojara.

Up sonrió, si tuviera otra clase de familia no le permitirían salir por ser un omega, pero no era el caso y le aliviaba.

—Puede que te encuentre dormido cuando regrese —advirtió.

—Entonces serán para mi desayuno —respondió dando media vuelta en dirección a las escaleras.

No quiso decirle que no llevaba dinero, igual lo olvidaría.

Ajustando las agujetas con fuerza se puso de pie y no le asombró que las luces de la casa de enfrente estuviesen encendidas.

En serio planeaba caminar hasta quedar cansado, no entendía cómo es que una idea le llevó a otra y terminó llamando a la puerta de Kao.

Escuchó pasos acercarse y apretó las manos en puños para darse valor y no salir corriendo, si ya estaba allí no tenía remedio actuar como un cobarde.

—¿Se te ofrece algo? —le dijo sin abrir por completo.

Ante su tono frío su pecho se desinfló un poco. Las medias lunas marcadas por sus uñas en las palmas se hicieron más profundas.

—Me di cuenta que tampoco puedes dormir... —hizo una pausa esperando que dijera algo, que lo corrigiera, lo aceptara o lo negara en seco, cualquier cosa, pero nada de eso sucedió y tuvo que improvisar—: voy a dar una vuelta, y bueno, si quieres acompañarme te puedo dar un tour por la colonia, seguro no has tenido oportunidad de familiarizarte —escupió un tanto avergonzado.

¿Era en serio? ¿Le estaba proponiendo caminar por las calles oscuras, juntos, como un par de delincuentes?

Cuando la puerta se cerró en su nariz le confirmó lo estúpido que había sido.

Exhaló sin ganas y giró sobre sí mismo, arrastró los pies por todo el camino a la entrada y empujó el portón al que le faltaba una cadena y un candado en primer lugar.

—Espérame —escuchó a su espalda.

Al mirar sobre su hombro lo vio correr hasta él.

—Creí que...

—Tú eres el guía, espero que seas bueno —advirtió con una fugaz mirada que, a comparación de otras, le resultó de complicidad, aunque fue tan rápida que tal vez la imaginó.

—No necesito ser bueno, hay un montón de cosas interesantes por aquí —replicó con una sonrisa demasiado confiada.

Y tal como dijo, le fue señalando las casas y las diferentes historias, unas parecían más rumores, otros chismes descabellados, pero igual no pareció decepcionado.

—Ese callejón sin salida es mi preferido —comentó deteniéndose—, el edificio que está de espaldas tiene una escalera de emergencia, ¿la puedes ver? —Al recibir un asentimiento continuó—: Si no haces mucho ruido no se enteran y puedes subir por allí hasta la terraza. Cómo son puras oficinas, por la noche no hay nadie, solo el guardia de seguridad que duerme con la radio encendida. Quizá te lleve otro día.

Siguieron avanzando, y entonces volvió a detenerse.

—¿Qué sucede? —cuestionó con las manos en los bolsillos.

Kao estaba tranquilo, se había comportado en todo el trayecto. Quizá merecía una recompensa.

—¿Quieres saber quién vive allí? —enunció en un tono bajo.

Antes ya le había enseñado la casa de los Kanawut y Metawin, ya sabía de primera mano dónde vivía Mew, y de Bright tenía entendido que no era de la zona. ¿De quién más se podría tratar?

—No creo que me interese —expulsó con honestidad.

—Earth, él vive allí —informó prestando atención a su reacción.

Kao le devolvió una mirada dura.

—¿Pretendes ser una clase de cupido? ¿O será que estás celoso?

Quiso rebatir hiriente ante su comentario, detestaba que mencionara a la menor oportunidad que estaba celoso. ¿Por qué debería? No es que le gustara. Al final se calmó y se dijo a sí mismo que eso era justo lo que esperaba. Admitía que era de mecha corta y no era el primero en divertirse por sus sobrerreacciones.

—Sí, estoy tan celoso que te traje todo el camino hasta él. —Rodó los ojos fingiendo frivolidad.

El alfa sonrió y siguió andando. Up sin saber lo que tramaba lo siguió unos pasos por detrás.

—Es lindo, pero su olor no me convence —admitió hundiendo sus hombros en un gesto como dando a entender que no era la gran cosa.

Un escalofrío le recorrió, quería ahondar más en el tema, pero a la vez estaba seguro que pisaría terreno peligroso. Tal vez volvería a desatar una conversación incómoda, como cuando le dijo que no era el tipo de nadie.

—¿Importa mucho? ¿El olor? —Se arriesgó, total, no podía herirlo más.

—¿Es que no eres omega? —Se burló y al ver que hablaba en serio exhaló el aire con pereza—. Sí, puede que la persona sea muy atractiva, pero si te acercas y su aroma no te atrae, entonces es como comer un platillo que se ve delicioso, pero no sabe a nada.

—Entiendo, quizá sea una forma rápida de saber la compatibilidad —interpretó bastante pensativo.

Nunca lo había visto desde esa perspectiva.

—No del todo, por ejemplo. Me gusta tu olor, pero no por eso voy a hacer un movimiento contigo —confesó.

Up sintió una ligera opresión en el pecho.

—¿A qué huelo? —exigió, colocándose frente a él.

No lo dejaría escapar sin que antes le aclarara aquello. Era la oportunidad que estuvo esperando durante tanto tiempo.

Sorprendido, la sonrisa se escurrió de sus labios.

—No te lo voy a decir —respondió dispuesto a maniobrar sobre él para pasarlo de largo.

—¿Por qué no? —Insistió, volviendo a atravesarse en su camino—. Solo responde con honestidad y me habrás pagado el que te ayudara.

—Creí que acompañarte en este momento era mi pago.

—No seas imbécil, estuve siete horas ayudándote debajo del sol. Mi piel está toda roja por tu culpa —escupió molesto.

Kao al sentir un poco de remordimientos se rindió.

—No estoy seguro —admitió.

—¿Cómo no vas a estar seguro? ¿Qué no eres un alfa? —Regresó la burla de antes—. Yo puedo olerte desde mi casa aunque estés del otro lado de la calle.

Ignoró que Up era muy consciente de él.

—Es que no sabría explicarlo, el día en que te conocí apenas pude olfatearte un poco, y cuando nos besamos, no me concentré precisamente en tu aroma —explicó acorralado.

No le gustó exponer aquello.

Up lo meditó unos eternos segundos. No estaría satisfecho hasta encontrar una respuesta convincente.

—Entonces —le clavó la mirada—, olfatéame una segunda vez —propuso sin tapujos.

—¿Estás loco? —El omega no lo escuchó y le dio la espalda—. ¿Qué estás haciendo? —expulsó alarmado al ver cómo se recogía el corto cabello que cubría su nuca.

—Aquí el olor es más intenso, lo sabrás mejor si olfateas de cerca.

—¿De verdad? No puedes ofrecerle tu nuca a un alfa —replicó sobresaltado por su falta de precaución.

—No te estoy ofreciendo mi trasero, solo trae tu nariz para acá y acabemos con esto.

Estaba avergonzado, ya estaba haciendo un esfuerzo enorme para convencerse a sí mismo que era una buena idea, como para que todavía Kao se resistiera. No podría insistir más, no le rogaría, aún tenía su orgullo.

Escuchó un gruñido de exasperación y por fin le sintió acercarse.

—Quédate quieto —ordenó.

Up esperó impaciente, sabía que lo tenía detrás, y no entendía que le tomaba tanto tiempo.

—No tenemos toda la...

La grande mano del alfa sobre sus labios para callarlo le tomó con la guardia abajo.

Sintió la nariz fría de Kao contra su piel, aquel contacto le asustó y reaccionó dando un paso al frente para alejarse, pero el fuerte brazo del alfa lo rodeó por la cintura. Él tenía en mente que se mantuviera a un par de centímetros. ¿Tan poco olor despedía que debía pegar su nariz en él?

Tragó duro cuando le sintió descender por su cuello, como persiguiendo una de sus venas. Restregó sin cuidado sus fosas nasales y cuando exhaló aire caliente directo sobre su piel, por poco permite que sus piernas torpes lo arrastren al suelo.

—Es... —expulsó con voz profunda, como si despertara de un largo sueño—. Es dulce, tan jodidamente dulce —reveló con los ojos cerrados, para agudizar el sentido estimulado por la fragancia de Up—, como crema de nata y miel, o quizá como pan recién horneado... No lo sé, pero es algo comestible, y tan dulce...

El aire que llegaba a sus pulmones le pareció se había reducido. Cuando Kao enterró por completo el rostro en la curva que se formaba entre su cuello y hombro —sumado a la forma en que lo abrazaba por detrás—, sintió que se estaba incendiando, que sus venas se prendían en fuego y la sangre no era más que combustible para que el calor se propagara por todo su cuerpo.

Agradeció que cubriera con la palma su boca, porque seguro estaría profiriendo sonidos extraños.

Le sintió pegarse a su espalda e imprimir sus labios contra su piel. No era un beso, pero igual no necesitó serlo para que su mente se fusionara con el fuego que ya le consumía.

Se dejó llevar en aquel abrazo inquietante que le estaba haciendo sentir mucho más que todos sus días de existencia.

Al igual que con el beso, la noción del tiempo se le escurrió como agua entre los dedos. Su conciencia anestesiada y adsorbida por Kao.

—Si Earth oliera la mitad de bien que tú, ya me lo habría comido —confesó alejándose del omega.

La mano que cubría sus labios resbaló devuelta al costado de Noppakao.

No fue lo suficientemente rápido para recomponerse, siendo honesto, no estaba seguro si con todo el tiempo del mundo podría regresar a la normalidad.

—Tiene suerte de no ser devorado por un lobo como tú —dijo para despistarlo, no quería que lo viera, así que comenzó a caminar sobre sus pasos.

—Querrás decir mala suerte —intentó corregirlo con arrogancia, alcanzándolo en un instante.

—Ah —balbuceó.

—¿Qué? —dijo sospechando que algo no andaba bien.

—Que horrible clima, incluso de noche —comentó poniendo distancia entre ellos.

—Está fresco —evidenció, incluso llevaba una playera con mangas.

—Y las calles, ¿por qué están tan empinadas? —se quejó alejándose aún más.

—No lo están —contestó convencido que el que no estaba bien era él—, ¿qué te pasa?

—¿Yo? —rió sonando histérico—, eres como esos tipos de internet que sacan conspiraciones a lo loco, debes ir a un psicólogo o algo y dejar a los demás en paz —sabía que estaba divagando y luciendo como un idiota, pero no podía evitarlo, estaba sudando su raciocinio.

—Up —lo llamó estirándose para alcanzarlo por el brazo, pero el omega fue más astuto y lo esquivó.

—Debería existir un autobús que pase por aquí y me lleve a casa, aunque sea de madrugada, ¿por qué nadie pensó en eso antes? —escupió sin parar de caminar.

El alfa frunció el ceño con disgusto.

—¿Te sientes mal? —probó.

—Para nada, debemos darnos prisa antes de que la pandilla de perros que hace desastres en los contenedores de basura nos alcance, a veces persiguen gatos, quizá nos confundan con unos, por la forma de nuestros ojos —declaró perdiendo totalmente el control sobre sus pensamientos y lo que expulsaba de su boca.

De un movimiento ágil lo interceptó quitándole la oportunidad de escapar al tomarlo por los hombros. Up se sobresaltó. Sus pupilas demasiado dilatadas. Al verle inclinarse hasta quedar frente a frente sintió que estaba desarmado, como si el acceso a su alma estuviese abierto de par en par.

No quería ser pillado, no quería que lo expusiera y lo obligara a admitir que ser abrazado por un alfa, y de alguna forma "reconocido", le había encantado de forma absurda e incoherente. Por ello, recordando el consejo de su buen amigo Gulf, dobló su rodilla y la elevó con fuerza hasta impactar en la entrepierna de Kao.

—¡¿Qué mierda?! —gritó y se encogió sobre sí mismo por el dolor.

—¡Te dije que no perdieras el tiempo! —gritó sobre su hombro a la par que se echaba a correr y joder, no era el mayor creyente, ni siquiera se acercaba al peor, pero en verdad rogaba a Dios porque sus estúpidas piernas de omega fueran lo suficientemente rápidas para sacarlo de ese lio—. ¡No te dejes atrapar por esa pandilla, lucen indefensos con esos ojos vidriosos, pero no lo son!


Continuará...

N/A: ¿Les gustan los capítulos largos? ¿O me regreso a los capítulos de 1000 palabras?

Ya ando lista para el nuevo episodio, cada vez amo más la serie  Y amo a Up, si en el fic dice que no es muy agraciado, es porque es narrado desde su percepción. ¡Up es la cosita más bella del mundo!

Gracias por leerme, ya vamos más de 50 votos, que bonito

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