Capítulo 5 | Helado 。
"No era así~" Rió tontamente, colgado en la espalda de su mejor amiga. Mina sostenía sus piernitas mientras caminaban. "Era 'La vaca Lola, la vaca Lola, tiene cabeza y tiene cola'." Recordó cantándola mientras tanto, recibiendo una risita de Mina.
"¿Cómo sabes que es así?" Preguntó en voz baja. Eran aproximadamente las nueve de la noche y ellas estaban aún caminando por las calles de la ciudad tonteando como todos los viernes. Pasaban el fin de semana juntas de aquí para allá. Ese momento es específico, Nayeon le había pedido con ojos de cachorrito que la llevase en la espalda, y Mina aceptó embobada. "Recuerdo el de la lechuza." Rió.
"¡Cántala!" Pidió, moviendo sus piecitos de atrás hacia adelante. Nayeon amaba la voz de Mina. Siempre le había dicho que cantaba muy bonito, pero la azabache no le creía.
"La lechuza, la lechuza, hace ¡shh!, hace ¡shh!. Todos calladitos, como la lechuza, hacen ¡shh!, hacen ¡shh!" Cantó en un murmuro. Las personas que pasaban a su lado les veían confundidos y algunos con ternura, pensando como siempre, que se trataba de una adorable pareja.
"Tu voz es muy bonita." Halagó Nayeon, estirándose y dejándole un beso en la mejilla a su mejor amiga con algo de torpeza ante la posición. Esta sonrió y bajó a Nayeon de su espalda.
"¿Qué... "
Antes de que pudiese seguir hablando, Mina se había sentado en uno de los bancos blancos que había por ahí, sosteniendo la manito de la castaña y atrayéndola a su anatomía, sentándola finalmente en sus piernas, estás quedando de lado.
Nayeon sonrió y empezó a mecer sus piecitos, ya que no llegaban a tocar el suelo.
"¿Quieres quedarte a dormir en casa, Mimi?" Preguntó, apoyando suavemente su cabecita en el suave pecho de la azabache. Esta posó sus manos al rededor de la cintura de Nayeon y entrelazó sus propios dedos.
"No sé si mamá me dé permiso. Sabes que con suerte consigo que me deje salir contigo los fines de semana por la noche." Hizo una mueca y empezó a acariciar la cinturita de la menor por encima de su prenda.
"¡Yo la convenceré!" Exclamó Nayeon emocionada, mirando a la azabache y besando su mejilla dulcemente.
"Mamá no puede resistirse a ti, Nayeonnie. Estás jugando sucio." Rió la mayor, besando la nariz de la castaña, quien soltó una risita.
"Es un punto a favor para NayNay." Festejó en tercera persona, haciéndole ver extremadamente adorable a ojos de cualquiera.
"Mhm" asintió Mina, dándole la razón. "¿Quieres un helado, bebé?" Preguntó, observando al instante los ojitos de Nayeon volverse brillosos en ilusión. Asintió frenéticamente, saltando del regazo de la mayor y agarrando su mano, tratando de levantar a la azabache para ir a la heladería que estaba a unas pocas cuadras de ahí. Hacía un frío para morirse, pero en ese momento no importaba con tal de tener un helado.
"¡Vamos, Mimi, vamos!" Pidió Nayeon como una niña pequeña, haciendo fuerza para que pudiese conseguir levantar a Mina del asiento, fallando en el intento, mas la mayor se levantó por sí sola. Entrelazó los dedos de Nayeon con los suyas y vio a la misma casi empezar a correr, arrastrándola hasta la heladería más cercana.
Entró con su mejor amiga al local, viendo a esta eufórica al poder saborear un heladito después de mucho tiempo. Sonrió enternecida.
Se acercaron a la vidriera y Nayeon comenzó a ver los sabores que ofrecían, pasando por toda la vidriera de la mano de Mina, jalándole. No quería soltarle, así que la arrastraría junto a ella.
"Chocolate, y..." se mantuvo pensativa por unos segundos, para después exclamar con alegría, "¡limón!" Sonrió, girando a Mina quien asintió. La de pelo azabache volvió su vista a los sabores, para ahora elegir ella.
Se acercaron hasta la empleada después de unos instantes.
"Hola. Quiero dos conitos de dos sabores. Chocolate y limón para NayNay. Menta granizada y crema del cielo para Mimi... d-digo..." carraspeó, observando cómo la chica se moría de ternura ante la actitud de la azabache, "para mí." Sonrió y finalizó. La joven asintió, comenzando a servir.
"Mhm, tierna..." la castaña dijo con una sonrisa, agarrando las mejillas de Mina, apretándolas, sintiendo una de las manos de Mina posarse en su cintura, como era costumbre. "¿Puedes bajar un poco tu cabecita? Eres muy alta y no llego a darte un besito en la frente." Puchereó. La mayor carcajeó y se inclinó, recibiendo un beso en la frente por parte de Nayeon.
"¡Ow! ¡Son muy adorables!" La empleada dijo enternecida, captando con el mentón apoyado en la palma de su mano a las mejores amigas. Al instante esta pareció reaccionar y carraspeó, dándole los helados a las contrarias con una sonrisa.
"Muchas gracias." Sonrió la azabache, dándole su conito a Nayeon, pagando el costo de los helados y agarrando la mano de su menor, empezando a salir del local.
"¡Larga vida al amor, amigas!" Gritó la joven desde adentro.
Nayeon rió tontamente una vez estaban fuera, soltando la mano de Mina y caminando felizmente mientras lamía su helado.
La azabache se acercó al pequeño cuerpecito de Nayeon. Siguieron así por unos diez minutos más, Mina persiguiendo por todos lados a la adorable castañita, hasta que una idea pasó por su cabeza.
Se escondió detrás de una pared de un callejón, esperando a que Nayeon notara pronto su ausencia. La asustaría y luego le daría muchos besitos en la mejilla. Le parecía una idea genial.
Y justo unos segundos después, Nayeon se dio media vuelta, dándose cuenta de que su pingüina grandulona no estaba junto a ella. Su labio inferior tembló con miedo.
"¿Mimi?" Llamó, dándose la vuelta completamente, buscando con la mirada a su mejor amiga. "¿Mimi, dónde estás?" Preguntó, esperando recibir respuesta, mas nada se presentó. Caminó sobre sus pasos pasando de largo el callejón oscuro donde la azabache se escondía, y en ese momento Mina aprovechó, saliendo de su escondite.
Le siguió un par de pasos y se acercó sigilosamente a su anatomía. Una vez estaba detrás suyo, sonrió con diversión.
"¡Nayeonnie~!" Exclamó, haciendo a la menor saltar y chillar del susto. El helado de Nayeon cayó al suelo y la castaña siguió aquello con la mirada.
Oh-oh.
Mina sabía lo que venía.
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