Capítulo 4 | Conejito bebé 。
Los días lluviosos en invierno eran preciosos, y mucho más para Mina, porque podía ver a Nayeon con un montón de ropita, abrigos, bufanda, gorrito, guantes, y con la nariz rojita por el frío que emanaba la ciudad, viéndose como un conejito bebé al que querías apretujar entre tus brazos, y era lo que Mina estaba haciendo en ese momento, escuchando las quejas de la menor por lo fuerte que la azabache la estaba abrazando.
"¡Mimi! ¡Me aplastas!" Exclamó Nay, sus labios estando abultados por la presión en su mejilla al estar aplastada contra el suave pecho de Mina.
"¡Es que te ves tan tierna!" Chilló, alzando a la menor en sus brazos, haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo. Mina aprovechó la cercanía y le dio un lindo besito en la nariz.
Nayeon arrugó la nariz quedando como un conejito enojado.
"¡Aw! ¡Qué tierna te ves, Nay!" Exclamó una chica pasando por al lado de las mejores amigas, agitando la mano en forma de saludo junto con una sutil sonrisa.
Nayeon le sonrió a la pelirroja en forma de saludo.
"¡Son tan lindas!" Escucharon a alguien decir detrás de ellas, no dándole mucha importancia, ya que siempre le decían ese tipo de cosas.
Mina siguió abrazando a la conejita bebé que tenía como mejor amiga, apretujándola contra su cuerpo de forma cariñosa.
Nayeon dejó de luchar y olvidó el que estaba siendo terriblemente aprisionada contra Mina, rodeando -como pudo, ya que tenía un montón de busitos y camperas que casi no lo dejaban moverse- sus brazos al cuello de la mayor y abrazándola de igual forma, dejando un hueco para posar su perfil derecho en el hombro de la azabache. Se sentía relajada.
Alguien silbo tras Nayeon, acercándose a ellas. Mina ya sabía de quién se trataba, puesto que podía verle.
"¿Las novias no quieren separarse, eh?" Sonrió Jihyo, llegando finalmente al dúo. Nayeon levantó su cabecita y la separó un poco del cuerpo de Mina, girando por encima de su hombro para ver a su pelirroja amiga. Aun así, la pelinegra no dejó de abrazarla.
"Mimi no quiere soltarme." Puchereó "Y debemos ir al salón en unos minutos."
"Te puedo llevar así, no pesas nada." Arregló Mina, besando la mejilla roja de la menor, empezando a caminar al salón con Nayeon en brazos.
"No quiero que te enojes, Nay, pero..." empezó Jihyo, siguiendo al par de mejores amigas. "Estás demasiado tierna y cualquiera quisiera poder tenerte así, porque es que ¡te ves como un conejito!" Chilló con una hermosa sonrisa, acompañada de la emoción.
Nayeon rió bajito -como ella-, y habló.
"Es que mi mamá dice que tengo que estar abrigadita cuando hace frío, ella me viste como si fuera una niña cuando es invierno." Abultó su labio inferior y apoyó su cabecita en el mentón de Mina, quien seguía caminando al salón como si nada, siendo vista por todos en el pasillo, siendo testigos de lo tierno que era aquel par junto.
"Cuando vivamos juntas también te voy a vestir para la universidad." Avisó Mina.
"¡Pero-"
"¿¡Vivirán juntas!?" Preguntó e interrumpió con exaltación la de hebras rojizas.
"Bueno, sí." Obvió quien era cargada como un bebé en los brazos de Mina. "Con Mimi decidimos que cuando tengamos mayoría de edad iríamos a vivir juntas" comentó como si nada, observando a Jihyo. "¿Sabes lo que es vivir con tu mejor amiga? Yo tampoco, pero estoy ansiosa por saberlo." Sonrió la castañita, dándole ternura nivel ocho a Park.
"Ustedes dos me darán diabetes." Dahyun apareció de repente, entrando al salón. Jihyo sonrió estando de acuerdo y entró al salón después de su mejor amiga.
"A todos le daremos diabetes." Murmuró Nayeon, cerrando sus ojitos. Se sentía realmente relajada y tranquila junto al cuerpo de su mejor amiga, estaba calentita, más de lo que ya estaba por la cantidad exagerada de ropa que tenía encima.
"Sí." Mina hizo una mueca mientras entraba al salón, escuchando un estruendoso "Awwww" por parte de sus compañeros al ver a las dos mejores amigas de ese modo, y más por Nayeon quien parecía realmente un conejito pequeñito. "Todos los días dicen eso." Sonrió la mayor, dejando a Nayeon en su asiento, dándole un besito en la frente -quien cerró los ojos por instinto-, antes de rodear el banco y sentarse a su lado, el cual era su asiento.
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