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Capítulo 22 | ¿Dónde te has metido? 。

"Jodida mierda." Mina espetó entre dientes, observando hacia todos lados, su desesperación creciendo más y más a medida que pasaban los segundos.

Dos segundos, dos malditos segundos, donde no había agarrado de la mano a Nay para ver unos brazaletes de pareja —que todavía no eran, cabe recalcar—, y en esos dos segundos ya no sabía dónde estaba su bebé.

Aquel local era demasiado extenso, las personas caminaban de aquí para allá, pese a que no estaba realmente muy lleno, había una considerable cantidad de gente como para no encontrar a Nayeon a menos que veas con siete ojos por todos lados.

Y más, Nayeon con la estatura que tenía. Se estaba desesperando cada vez más, no es que fuese una exagerada, ya que no podía estar realmente muy lejos, pero tan solo imaginarla con miedo a estar perdida, con sus ojitos brillantes a causa del miedo que aquello le proporcionaba. Ya la extraña y eso no era exactamente lo más importante. Debía buscarla y en cuanto la encontrase, darle muchos besos.

Su vista recorrió lo que su estatura le permitía, no encontrando rastros de una cabellera preciosamente castaña.

"Dios... mi amor, dónde te has metido." al borde del llanto, porque, o sea, estaba jodidamente enamorada de esa chica y no podía estar mucho tiempo sin su presencia, y aún más sabiendo que estaba perdida.

Sus preguntas quedaban en el aire mientras caminaba sin prisa, por si acaso Nayeon volvía tras sus pasos y llegaba hasta donde Mina la había visto por última vez.

Aunque, hay que admitir que Mina se sentía más perdida que Nayeon.

Hasta que una voz, una dulce, preciosa, divina voz que, estaba totalmente segura, querría escuchar por el resto de sus días, sonó cómo una melodía para sus oídos.

"Mimi Unnie, mire lo que encon-"

Sin dejarle tiempo a terminar la oración, la apresó entre sus brazos, sorprendiendo a la castaña, ya que esta no entendía qué pasaba.

"¿Mimi-"

"Cariño, casi me matas del susto." sollozó la mayor, y Nayeon no pudo evitar sonrojarse ante el apodo.

Las bolsas que la castaña sostenía cayeron rápidamente al suelo, y no tardó ni un segundo en corresponder a su abrazo y rodearla con la mayor fuerza que tenía, entendiendo a lo que se refería.

"Lo siento mucho, Unnie. Fui a comprar unas camisetas que había visto para pa...reja, p-para amiguitas." se corrigió. Pese a que ambas sabían los sentimientos de la otra, aún no eran oficialmente novias.

Escuchó la risa de Mina, y se sintió verdaderamente aliviada.

"Está bien, amor, es que no te había visto y me preocupé muchísimo, creí que te habías perdido." dijo separándose de la menor, acunando su rostro entre sus manos y presionando sus labios con los contrarios, repetidas veces —en serio, muchas veces— hasta escuchar la suave risa de Nay.

Se separó de ella con una sonrisa, viendo el tierno sonrojo que Nayeon tenía. Agarró suavemente su mano —después de agarrar las bolsitas que Nay había dejado en el suelo— para dirigirla hasta salir de aquel local e ir a uno de los bancos verdes que permanecían fuera del centro comercial, sentándola en su regazo y abrazándole por la cintura mientras Nayeon le abrazaba desde el cuello, las bolsas quedando a un costado.

"E-En serio, lo siento mucho, Unnie." puchereó, empezando con su costumbre de mover sus pies al no tocar el suelo. Aquel detalle tan bonito y tierno hacía explotar de amor a Mina, aunque no se lo dijese.

Mina negó. "No te preocupes, bebé."

"Yo no quería asustarla así. NayNay solo quería hacerle un regalito a su Mimi." dijo, bajando su mirada, apenada ante lo que Mina tuvo que pasar —por más corto que había sido el tiempo—.

"No, mi cielo, en serio, no te preocupes, ya está todo bien y estamos juntitas otra vez." sonrió, dejándole un beso en la mejilla mientras acariciaba con delicadeza la cintura de la menor por debajo de la ropa que tenía puesta.

Nayeon asintió con una pequeña sonrisa mientras apoyaba su cabeza en el hombro de la mayor, subiendo la mirada cuando observó a Mina girar su cabeza y bajar su mirada para verle a los ojitos. Nayeon la miró con curiosidad.

"¿Quieres... quieres quedarte a dormir en casa, amor?" preguntó Myoui, besando la naricita de Nayeon a la par.

Los ojitos de la castañita brillaron, asintiendo efusivamente.

"Sí, Mimi" sonrió. "Veremos muchas pelis, comeremos muchas palomitas y dormiremos muy juntitas." murmuró todo aquello con emoción, mientras pasaba su mano derecha por el torso cubierto por ropa de Mina.

"Claro que sí, bebé, y todo lo que tú quieras." sonrió.

Nayeon asintió de acuerdo con aquella decisión, levantando la mirada otra vez y llevando aquella mano que pasaba con parsimonia por los hombros de Mina hasta su nuca, enderezándose y atrayéndola hacia su rostro, rozando sus labios suavemente para luego besarlos.

"Te quiero mucho, mi Mimi Unnie." susurró en sus labios, sus mejillas sonrojadas y sus ojitos cerrados, moviendo sus pies otra vez.

Mina sonrió, sonrojándose a la vez.

"No más que yo a ti, mi amor." susurró igual, para luego besar los labios de Nayeon otra vez, aunque eran apenas roces delicados, disfrutando del tacto contrario.

Sería una larga noche.

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