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Esperé por Willow mientras dibujaba, en la esquina de la mesa del comedor, tres girasoles enfrentados en un círculo con las puntas de sus hojas rozándose ligeramente. Uno más pequeño en tamaño. Sabía que estaba mal garabatear propiedad escolar, pero no podía evitar los pequeños impulsos. Por esa razón, solía llevar un lápiz conmigo a todas partes, aunque olvidaba cargar con un cuaderno y acababa dibujando sobre lo que tuviera a mano.

Terminaba de realizar el último tallo cuando se apoderaron de la silla a mi costado.

—¡Eres la niña de los girasoles!

Volteé exaltada. Willow se había inclinado sobre la mesa y observaba mi dibujo con atención. Una sonrisa tiraba de sus labios. Levantó su celular y le tomó una fotografía. No me dio tiempo a negarme. Se incorporó en el asiento y miró hacia el otro lado de la mesa.

—Tenemos que decírselo a Saúl —dijo y solo entonces noté la presencia de sus acompañantes.

Se me secó la garganta.

—Esperó no te moleste que le haya tomado una fotografía, tenemos un amigo al que le fascinan tus dibujos, —se dirigió a mí—, sueles hacerlos en todas partes, ¿cierto? Él ha encontrado bastantes. No puedo creer que hayamos descubierto al artista.

Sus amigos concordaron. No sabía que decir, me había pillado desprevenida. Me acomodé sobre la silla, dejé el lápiz en la mesa y estiré los puños de mi buzo rojo con rayas azules.

—N-no es problema —logré responder y antes de poder detenerme las siguientes palabras dejaron mi boca—: Por favor, no me delaten.

Rieron bajito mientras me aseguraban que no lo harían.

Incómoda, me permití observar a sus amigos. Ella tenía el cabello pelirrojo y rizado hasta los hombros. Los ojos de un verde grisáceo, amables, e imperceptibles pecas sobre su recta y redondeada nariz. Vestía un saco de lana verde oliva sobre una camiseta básica color crema.

Él era todo lo contrario. Pálido. Su cabello negro, voluminoso, le caía ondulado hasta las mejillas. Ojos oscuros e inexpresivos. Un leve rubor rosáceo revestía sus párpados inferiores. De nariz cóncava y redondeada. Vestía una camiseta verde oliva debajo de un saco negro.

—Heather West,—dijo Willow llamando mi atención—, te presento a Ginevra Johnson, mi novia, y Foster Watts, su novio.

Oh.

Las palabras murieron en mi lengua.

—Supongo que es demasiada información para un primer encuentro —comentó él con voz neutra.

Lo miré con los ojos abiertos de par en par.

—¿Qué? ¡No! No es eso —me apresuré a responder—. Digo, si, pero no por lo que crees. —Joder necesitaba golpearme el cerebro—. Tú... tú eres... Foster Watts.

El Foster Watts que seguía en redes sociales desde el instante en que presencié la exposición fotográfica que había realizado a sus quince años en la galería Bay Street. Las fotos en tonos negros y grisáceos se quedaron instaladas en mi memoria. Parecían poseer vida propia. Su habilidad con la cámara era casi mágica.

—Admiro tu trabajo fotográfico —dije finalmente. Me faltaba el aire.

¿Por qué solo sabía expresarme en extremos? Hablaba demasiado o no decía ni una palabra. No existía un punto medio. Suspiré. Moría por pedirle un autógrafo.

Intercambiaron una mirada entre los tres. Parecían reprimir una carcajada. Inhalé hondo y noté como los ojos de Ginevra brillaban emocionados.

—Una admiradora —dijo y le dio un codazo en el brazo a Foster, no reaccionó—. Eso es maravilloso. Me da gusto conocerte, Heather.

—Igualmente —agregó él.

—El gusto es mío —respondí dedicándoles una leve sonrisa.

Después, se entablaron en una discusión sobre lo que almorzarían mientras Willow sacaba una laptop roja de su mochila y la prendía. Repiqueteé los dedos sobre mi muslo, insegura sobre qué decir o hacer. Por un momento se me olvidó la razón por la que estábamos ahí. Willow les pidió que le trajesen pasta y se giró hacia mí.

—Van por comida, ¿quieres algo?

—No nos molesta —agregó Ginevra, entrelazando su brazo con el de Foster.

—No es necesario, gracias. He quedado en comer con mis amigos en un rato.

Ambos asintieron y se retiraron.

—Lamento haberlos traído —se apresuró a murmurar cuando Ginevra y Foster estuvieron lejos—. Los tres estamos en distintas carreras y es un poco complicado encontrar tiempo para estar juntos. Puedes decirme si te incomoda.

—¡Para nada! Soy socialmente torpe, pero no me molesta. —Me fijé en el dibujo y levanté el lápiz para poder agregarle un poco de sombra y continué hablando sin realmente ser consiente de lo que decía—: Me agradaron. Tú, ellos.

Solté aire.

Realicé el efecto de rayos solares bañando los girasoles y añadí mi firma al costado. Una flor de Brezo diminuta, también conocida como Heather.

—Y tú a nosotros —aseguró ella—. No son muchas las ocasiones en las que alguien que no sea Ginevra logra ruborizar a Foster.

Tosí. Era yo quien terminaría vuelta un tomate.

—Por cierto, ¿qué debemos hacer? —inquirí observándola buscar entre documentos de Word, y porque deseaba cambiar de tema.

Ella abrió uno llamado: Clases aburridas de Market. Contuve una risa y me sorprendió lo mucho que empatizaba con esas palabras. La página reveló un trabajo de investigación con tres consignas. No parecía que fuese a ser demasiado largo, ni complicado. Eso me alivió.

Willow me prestó una hoja para copiar las consignas. Decidimos que ambas nos encargaríamos de recopilar información. Una semana más tarde nos juntaríamos para corregirla y elegiríamos la más adecuada. Por último, me ocuparía de hacer un Power Point y ella de exponer delante de todos. Le agradecí por haberse ofrecido, no deseaba hablar frente al resto de compañeros luego de la bochornosa mañana que había tenido.

Ginevra y Foster regresaron con comida unos minutos más tarde. Me despedí de ellos con la promesa de que los vería pronto y caminé hacia la mesa, que usualmente ocupábamos con Thomas y Ellis, a esperarlos. Los viernes eran uno de los pocos días en los que podíamos almorzar juntos y no pensaba desperdiciarlos. Los extrañaba cada segundo lejos de ellos.

Solté aire al dejarme caer en la silla. Los necesitaba. Encontrarme en medio de situaciones sociales por mi cuenta succionaba gran parte de mi energía. No me agradaba ser, ni sentirme de esa manera, pero debido a los pocas horas de ocio que mi madre me permitía mientras crecía, mis habilidades para mantener conversaciones con otros se fueron marchitando en sobremanera.

Frente a otras personas me convertía en alguien torpe, nerviosa, a veces impulsiva, otras callada y, una vez creces, todas estas actitudes dejan de considerarse tiernas y pasan a ser una molestia, un repelente humano. Nadie quiere pasar tiempo con alguien que solo dice y hace tonterías. Eso lo comprendí con el tiempo. Aunque, no negaba la existencia de excepciones como Ellis y Thomas, quienes habían decidido quedarse a mi lado. A pesar de habernos conocido porque mi padre era amigo de los suyos, no cambiaba el hecho de que no estaban obligados a mantener cualquier tipo de comunicación conmigo.

Eligieron hacerlo.

—Hamburguesa con extra queso, papas fritas y tu ración semanal de paletas.

—¿De fresas? —inquirí observando la bolsa que Thomas acababa de dejar sobre la mesa.

Me dedicó una leve sonrisa antes de tomar asiento frente mío.

—De fresas y como bonus una de naranja.

Fruncí la nariz. Siempre intentaba hacerme elegir otros sabores por sobre la fresa. Era una misión imposible, los dulces de fresa eran mi más grande capricho. 

—Deberías rendirte, sabes que no funcionará —comentó Ellis sentándose a mi lado y colocando un vaso descartable frente mío—. El jugo de naranja si.

Thomas se encogió de hombros y desenvolvió su hamburguesa para luego darle un mordisco.

—Deben dejar de alimentarme tanto, terminaré subiendo de peso ¿Es eso lo que quieren?

—Te alimentamos desde niña y sigues igual —replicó Ellis.

Inflé las mejillas. Thomas rió bajito y se estiró sobre la mesa para quitar el envoltorio de mi hamburguesa. Ellis pinchó su pasta con un tenedor y se lo llevó a la boca. Un poco de salsa roja quedó atrapada en la comisura de sus labios. Agarré una servilleta y me tomé la libertad de limpiárselo. Dió un respingo.

—¿Qué haces?

—¿Limpiándote? —Ella se apresuró a quitarme la servilleta y terminar el trabajo. Arrugué la frente—. ¿Qué sucede? No es la primera vez que lo hago.

La vista de Thomas se paseó entre ambas.

—N-nada. Me tomó por sorpresa. —Se llenó la boca con más comida y le dió un sorbo a su bebida.

Parpadeé confundida, pero decidí no presionar y me enfoqué en Thomas.

—Por cierto, ¿vas a decirme lo que quieres?

Él desvió la vista hacia su comida.

—Terminemos de comer primero.

Suspiré, un tanto frustrada con la repentina actitud de ambos. Habían pasado varios días desde que mencionó que necesitaba un favor y aún no me lo pedía. Comenzaba a desesperarme.

—Thomas Reed.

—Heather Lynn.

—Sabes que si haz cometido algún delito guardaré el secreto, pero no creo poder ayudarte demasiado.

—No es eso.

—¿Ya no...

—¿Ya no confías en nosotras? —terminó Ellis por mí.

—Son lo único en lo que confío —aseguró de inmediato.

—Entonces suéltalo, se la ha pasado emocionada toda la semana porque nunca nos pides nada y quiere ayudarte.

Mis mejillas adquirieron color, no era necesaria tanta información, pero no se equivocaba. Era un poco patética.

—Es sobre la fiesta de Halloween. —Dejó su hamburguesa en el plato y paseó la vista entre ambas, nervioso—. Le pedí a Grace que fuera mi cita y ha dicho que si.

Contuve la respiración y noté como sus ojos oscuros brillaban con emoción.

Grace Murphy era un año mayor que nosotros y solía asistir a nuestra misma secundaria. Thomas se había enamorado de ella desde el instante en el que la vio durante el acto de bienvenida. Grace era alguien que llamaba bastante la atención y las pocas veces que habíamos intercambiado palabras siempre había sido demasiado dulce. No era una sorpresa que alguien como Thomas se derritiera ante sus encantos, aunque me doliese admitirlo.

Habría sido más sencillo si hubiese podido simplemente odiarla.

Miré a Ellis de reojo, ella me observaba con una expresión contrariada. Estaba feliz por Thomas, pero sabía lo que significaba para mí, por eso no parecía saber que decir o hacer. Mis ridículos sentimientos la habían puesto en una situación difícil.

—Eso... eso es genial —me obligué a decir forzando una sonrisa que me habría gustado fuese un poco mas sincera. Quería estar feliz por él, de verdad lo deseaba, y me sentía la peor amiga del universo por no poder felicitarlo con honestidad—. Era tiempo de que te confesaras y estuvieran juntos. No necesitas pedirnos permiso, por supuesto que puede unirse a nosotros. Un mes es suficiente tiempo para hacer otro disfraz.

Thomas rascó la parte trasera de su oreja.

—Solo le he pedido ser mi cita, aún no me he confesado y... —Respiró hondo—, quiere que vayamos disfrazados de los personajes de la película Enredados.

Se cubrió el rostro con las palmas y esperó por mi respuesta.

Oh.

La fiesta de Halloween era uno de los eventos más grandes de la ULC. La organizaban las casas de fraternidad esparcidas en el campus y cada una de estas eran anfitrionas. Todos los que fuesen estaban obligados a disfrazarse y no asistir era el equivalente a una condena social, o algo así eran los rumores divulgados por los alumnos de últimos años.

Muchos solían esforzarse con sus disfraces porque existía una competencia con varias categorías, entre ellas: «El disfraz más cursi» (En la que nos inscribiríamos). Se podía participar individualmente, en pareja o grupos y los ganadores de cada categoría recibían una tarjeta de regalo de quinientos dólares para un ostentoso restaurante o dos meses de desayunos gratis en la cafetería.

—¿Lynn? —Parpadeé varias veces a la mención de mi nombre. No podía quitar mis ojos del repiqueteo que mis dedos realizaban sobre la mesa—. Se que haz terminado mi disfraz, pero prometo usarlo en otra ocasión como castigo y aún podrás ir junto a Williams.

Ellis se ahogó con el agua que estaba tomando.

—Sobre eso, —dijo una vez la tos cesó—. Mis compañeras de equipo han decidido ir disfrazadas de los personajes de un anime famoso sobre voleibol. Haiku creo que es el nombre.

Oh.

Algo hizo click en mí. Ellis no lucía incómoda por mis sentimientos hacia Thomas, sino por la mención de la fiesta, por miedo a lo que el hecho de que hubiese invitado a Grace significaba, porque ella pensaba abandonarnos por su equipo y contaba con que él fuese conmigo.

Y ahora ninguno lo haría.

—Aún podremos ir juntas, —se apresuró a agregar ante mi silencio—, no podía decirles que no al disfraz si quiero que me consideren una de ellas.

—¿Lynn?

Estiré las mangas de mi buzo. Les sonreí.

—No se preocupen. Lo entiendo, no deseaba ir realmente —mentí y agregué—: Estoy muy feliz por ustedes.

Lo estaba. Siempre lo estaría, ¿qué clase de amiga sería sino?

¡Hola, hola, pequeños girasoles!

¿Cómo han estado?

Me dejan una estrellita y comentarios si les gusto y sino también? ✨💛

¿Críticas?

Los que creyeron que a Thomas le gustaba Ellis 🤡♥️♥️♥️

En el siguiente capítulo tendrán el encuentro tan esperado 🫢 o tal vez soy la única que lo espera 😂♥️ de igual manera, espero que les guste.

¡Gracias por leer! 💛

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