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Para mi cumpleaños número cinco mi madre me regaló una calculadora con muchísimos botones y símbolos que en su momento me parecieron extraños. Acabé ocupándola para jugar a pretender que era una máquina de escribir. A mis siete años, recibí un diccionario matemático gigante donde dibujé mis primeros garabatos. Me gané una reprimenda bastante fuerte cuando me descubrió.

Era carísimo.

A los diez, un escritorio último modelo en color negro. Odiaba que fuera de ese color. Mi madre lo sabía. Aguanté una semana y luego dibujé mis primeros girasoles sobre este. La puso furiosa. Fue la primera discusión fuerte que presencié entre mis padres. La cual terminó con ella prohibiéndole a papá el comprarme materiales de pintura y encerrándome en mi cuarto hasta que terminara de estudiar el capítulo de un libro que no poseía relación alguna con mis clases.

«El arte es un hobby sin sentido que no te llevará a ningún lado», fueron sus palabras.

A los trece me obsequió un curso completo de Excel. Me perdí sábados de juegos con Ellis y Thomas gracias a ello, pero «No me vería como una novata en mi trabajo futuro». A los dieciséis una pasantía en la empresa de su padre durante el verano. Mientras Ellis y Thomas asistían a fiestas y se bronceaban en la playa, yo trabajaba gratis para mi abuelo.

Para mi graduación, me permitió compartir habitación con Ellis en la universidad como «premio» por haber obtenido una calificación perfecta, porque todo lo que no fuera relacionado a los estudios eran «premios». Un reforzamiento positivo para que así su sabueso hiciera lo que ella deseaba. Sin embargo, esto incluía una condición: permitirle acceso a la plataforma de alumnos en la que subía mis trabajos y los profesores las calificaciones.

Por esa razón, no me sorprendió que me llamara una hora luego de subir el trabajo de Marketing que el profesor había pedido la semana anterior. Dos días atrás me había llamado para reprenderme por la B que había obtenido en el de Recursos Humanos. Lo que no sabía con precisión era porqué me llamaba ese día en particular, aun no había calificación de algo que ella no hubiese visto ya.

—Heather Lynn —dijo al otro lado de la línea cuando respondí.

Tomé aire.

—Hola, mamá. ¿Sucede algo?

—El trabajo de marketing era para hoy.

Frené mis pasos, ¿no se había subido a la plataforma? Estaba segura de que había cargado con normalidad. Me mordí el labio.

—¿Cuál es el problema?

Continué mi camino en dirección al árbol de roble para esperar a que Thomas acabara con su entrenamiento. A diferencia de Ellis, todas sus prácticas se realizaban en la cancha de béisbol y me había pedido que fuera cuando terminara para pedirme un favor.

—¿No lo comprendes? —presionó. Quise gritar—. Lo asignó hace una semana y lo entregaste sobre la hora, ¿que has estado haciendo todo ese tiempo?

Alucinaba.

No encontraba otra explicación para lo que acababa de oír. ¿De verdad iba a regañarme por ello? Apreté los dientes y el agarre de mi mano en el celular.

—Heather Lynn.

—Estudiando. Asistiendo a clases. Realizando otros trabajos. —Me detuve frente al árbol agotada—. No se que decirte, mamá.

—Eres improductiva. Quiero ver una mejoría en tu avance —culminó y colgó.

Contemplé el cielo despejado y completamente azul. La brisa de otoño me despeinaba el cabello y hacía cosquillas en mi cuello. Dejé caer el celular en el pasto. Un par de minutos de llamada habían sido suficientes para dejarme exhausta. Repasé sus últimas palabras en mi cabeza. «Improductiva». Reí irónica.

—¡Ni que fuera una jodida máquina! —grité al aire.

Y contuve el aliento al bajar la cabeza.

Me fijé en las hojas que empezaban a teñirse con tonos rojizos y marrones. En como morían para que el árbol pudiera mantenerse durante el invierno. Algunas caían y flotaban momentáneamente antes de tocar suelo firme. Tan frágiles. Mi mirada vagó por la corteza del árbol y continué por la silueta del joven sentado con los ojos cerrados sobre una de las ramas más gruesas, la espalda apoyada en el tronco, una pierna estirada al frente y la otra colgando en el aire. Un libro rojo descansaba en su regazo.

Vestía completamente de negro y, sin embargo, parecía brillar junto a los rayos de sol que se atrevían a escurrirse entre las hojas.

«La muerte en su apogeo», pensé.

La imagen de una pintura me golpeó y me cosquillearon los dedos. No recordaba la ultima vez en la que había sentido la desgarradora necesidad de crear. Como si me faltara el aire. Incompleta, hasta poder sentarme con un lápiz en mano. Inspirada.

Abrió los ojos.

Di un paso hacia atrás, dubitativa. Me sentí una niña atrapada realizando travesuras. «Me declaro inocente», quise decirle, pero las palabras murieron en mi boca.

Él tampoco parecía dispuesto a arruinar el silencio que se extendía a nuestro alrededor. Solo me observaba. El verde intenso en sus ojos centelleaba, pensé en la luz de las luciérnagas. Era... era... no tenía palabras.

—¿Lynn?

La voz de Thomas retumbó en mis oídos, reventando la burbuja que había levantado a mi alrededor. Me giré con el corazón en la garganta.

—Th-Thomas.

—¿Qué sucede? —preguntó. Sonaba preocupado— ¿Lynn? ¿Por qué lloras?

Llevé una mano hacia mi mejilla. Mis dedos chocaron contra la humedad creada por las escurridizas y repentinas lágrimas.

—Oh.

Thomas cubrió mis mofletes con las manos, atrapando mi derecha en el proceso, y deslizó sus pulgares para deshacerse del agua salada en mi rostro. La dulzura del gesto me desarmó. Sorbí por la nariz y forcé una media sonrisa. Él me examinaba con el entrecejo fruncido. Se había dejado el cabello suelto y el flequillo le caía lacio hasta los pómulos.

—¿Qué sucedió? ¿A quién debo de asesinar?

Negué con la cabeza enternecida por su lado protector.

—¿Por qué llorabas?

—¿Mi mamá me llamó? —respondí insegura.

No lo sabía.

¿Por qué lloraba? Ni siquiera había notado que lo hacía hasta que él lo mencionó. Me volví hacia el árbol, la figura del joven había desaparecido. Solo quedaban el murmullo de las hojas y la picazón en mis dedos.

—Creo que fue porque me sentía enfadada debido a mi madre y luego me encontré con esta imagen. —Hice un ademán hacía el árbol—. Pase de sentirme angustiada a sentirlo todo en un segundo.

Thomas dejó salir aire de golpe, la tensión en sus hombros disipándose. Se acomodó detrás mío e inclinó hasta apoyar el mentón sobre mi hombro. Su aliento mandó un escalofrío por mi espalda.

—Es una vista hermosa. —convino más calmado—. Creo que nunca entenderé tu manera de sentir este tipo de cosas, te he visto lagrimear al ver arte, imágenes y objetos que consideras preciosos cientos de veces, pero, Lynn, nunca te he visto tan... tan... abrumada.

—Estoy bien —le aseguré—. Solo me dejé llevar un poco.

—¿Quieres hacerle una foto?

—Una fotografía no le haría justicia.

Lo que deseaba inmortalizar ya no se encontraba ahí, no obstante, estaba segura de que esa imagen se quedaría grabada para siempre en mi memoria.

Él rio bajito.

—¿Desayunaste?

—No, pero ¿qué querías pedirme? —pregunté al recordar la razón por la que fui a encontrarme con él.

—Eso después, tu eres lo importante ahora. Te llevo a desayunar.

Levantó su bolso y mi celular del pasto. Rodeó mi espalda con un brazo y me dio un leve empujón para que lo siguiera. Caminamos hasta la cafetería ubicada dentro del campus, frente a la biblioteca. Al llegar, pedí prestado un lápiz negro de uno de los empleados, tomé una servilleta y me senté junto al ventanal mientras Thomas esperaba por nuestros pedidos.

Respiré hondo, ansiosa por empezar y me dejé llevar.

Inicié por el tronco, ancho en lo bajo y más delgado en lo alto, rugoso en algunas partes. Seguí por las ramas gruesas que se estiraban largas hacia los costados. Luego, añadí las ramas más pequeñas, apuntando en direcciones diferentes. Dobladas, lisas, con huecos, de distintos tamaños y formas.

—Mocha Frappuccino con café y un pan de limón —anunció Thomas dejando mi pedido en la mesa. Se sentó frente mío e inclinó sobre la madera para observar lo que hacía— ¿No podías esperar a ir por tus materiales?

Detuve el movimiento de mi mano y lo miré. No, no podía esperar. Mordisqueé mi labio inferior. Tenia miedo. Miedo de no ser capaz de recordar con nitidez si me detenía, pero Thomas me había pedido ir porque necesitaba un favor. Me había consolado durante mi repentino lloriqueo e invitado a desayunar porque sabía el poder sedativo que lo dulce tenía sobre mí. Y él jamas pedía algo a menos que realmente lo necesitara. No podía simplemente ignorarlo ahora.

Reprimí un gruñido.

—Lo siento. —Dejé el lápiz sobre la mesa—. Pararé.

Él levantó el lápiz y me lo entregó nuevamente. Negó mientras sonreía.

—Me gusta observarte cuando te pierdes en algo —dijo—. Sueles morderte la lengua. También frunces la nariz al toparte con una complicación y tus ojos parecen adquirir brillo propio. Desprendes ternura, no deseo que te detengas.

Oh.

Tragué saliva. Tomé el Frappuccino y me atraganté. Thomas me acercó una servilleta y ayudó a limpiar el desastre con otra mientras reía. Me ardía el rostro. No era justo que se atreviera a decir ese tipo de cosas sin pudor alguno. Algún día me provocaría un ataque si no dejaba de ser tan... él.

—Pararé —repetí.

Me sería imposible continuar luego de esas palabras. Ser consiente de su mirada y completa atención no me dejaría concentrar realmente. Metí cuidadosamente la servilleta con el dibujo en el bolsillo de mi overol naranja oscuro y le di una mordida al pan de limon. Me lamí los labios, estaba delicioso. Él le dio un sorbo a su café. Me fijé en sus pestañas, lo largas que eran y como casi rozaban el vaso cuando lo inclinaba para beber.

—¿Lynn?

—¿Thom?

—¿Qué sucedió con tu madre?

Realicé una mueca. Recordarlo me provocaba jaqueca.

—¿Tan mal? —adivinó.

—No gritó demasiado, —admití—, pero la razón de la llamada. —Solté una risa amarga. Era absurdo—. Me preguntó por qué subí esta mañana un trabajo de marketing cuya fecha de entrega es para este día.

—¿Eh?

—Increíble, ¿cierto?

Nos sostuvimos la mirada por un momento, en silencio. Luego, rompimos a reír. Las discusiones con mi madre se volvían cada vez más irracionales, aunque claro, ella no lo veía de esa manera. Quizás, era mi culpa, por nunca haberme antepuesto ante ella. Por nunca haberle reprochado nada y hacerle sencillo que controlase mi vida de esa manera.

Sabía que ella solo se preocupada por mi futuro y deseaba lo mejor para mí, aunque aquello significara lidiar con días y noches de estudio. Falta de tiempo para dedicarle a las cosas que me hacían feliz y una vida social reducida a algunos encuentros con mis dos únicos amigos.

Las risas cesaron. Thomas se apoderó de mi mano derecha y la acarició en un gesto consolatorio. Las yemas de sus dedos se sentían ásperas sobre mi piel. Eso jamás me había impedido ansiar ese tipo de caricia de su parte. Lo adoraba tanto que dolía. Incliné la cabeza a un lado y le dediqué una sonrisa.

Mi amigo ayudaba a sus padres desde niño en la pequeña granja que tenían. Sabía lo que era el trabajo duro desde pequeño y se había esforzado demasiado por obtener una beca de béisbol en la universidad, aún cuando lo que deseaba realmente era estudiar abogacía. Se las empeñaba para hacer ambas cosas, incluso si la carga sobre él terminaba siendo demasiado. Deseaba poder estar a su lado siempre, por esa razón, no pensaba arruinar lo que teníamos al confesarle lo que sentía. Me bastaba con esto.

Thomas decidió que lo mejor era dejar el favor para otro día, asegurándome que no se trababa de algo urgente y podía esperar. Sus clases, por el otro lado, no lo harían. Terminamos el desayuno y nos despedimos con la promesa de vernos al día siguiente.

No me retiré. Saqué la servilleta de mi bolsillo y elegí continuar con el dibujo. Mis clases si podían esperar.

Me centré demasiado en las hojas, lo di todo para que el efecto me saliera como deseaba, para hacerlo lo más realista posible. Una a una. Me llevó una eternidad, pero no me importó. Las tres horas sentada en esa incómoda silla de cafetería valieron la pena una vez realizado el último trazo.

Tal vez estaba demente por dedicarle tanto tiempo a dibujar con lápiz en una servilleta, sin embargo, la sonrisa en mi rostro merecía el esfuerzo.

¡Hola, hola, pequeños girasoles! 🌻

•Me dejan una estrellita y comentarios si les gustó y sino también? ✨

•Críticas?

Gracias por pasarse 💛 Les amooo!

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