Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Necesidad y anhelo

I need you far too much
I long to feel your touch
Hyde - Evergreen

Si hacía un recuento de todo lo perdido tendría que incluir en la lista el sabor de la comida. Todo le precia tan insípido, pero con esfuerzo podía rememorar la sazón de los días felices.

Jiang Cheng se quemó ambas manos destapando la olla que hervía desde hacía un buen rato. Perdido en sus pensamientos, olvidó por completo que preparaba su cena.

En vano buscaba recrear la sazón de la sopa que su hermana cocinaba para ellos. Lo intentó muchas veces, pero no conseguía ni acercarse al sabor que le recordaba las tardes con Yan Li.

Ella le llevaba varios años y más que una hermana era una segunda madre. Yan Li lo sostenía en sus brazos y lo mecía para que se durmiera. Lo llevaba en su espalda y Jiang Cheng todavía podía recordar el olor de su cabello.

Ya.n Li ayudaba en casa y se encargaba de cocinar para la familia. Jiang Cheng la recordaba al lado de su madre, entre ollas hirviendo y el olor a especias.

Cada tarde, al regresar de la escuela pasaban por el mercado. De niño, Wanyin tomaba la mano derecha de su hermana, apenas asiéndose de sus dedos. Wuxian, en cambio, buscaba colgarse del brazo izquierdo de Yan Li para acaparar su atención.

Lo peor era que nunca fallaba. Yan Li le daba a Wuxian todo lo que él quería. Lo consentía demasiado porque sentía lástima por él.

—Es pequeñito como A-Cheng y necesita mucho cariño. A-Xian no tiene una mamá que lo cuide. A-Cheng, no seas malo con él. A-Xian te quiere mucho. Es nuestro hermano ahora.

Ante semejante argumento, el pequeño Wanyin no se atrevía a contradecir a su hermana. Ella era su segunda madre.

De verdad deseaba complacer a Yan Li y querer un poco a ese intruso que irrumpió en su casa para robar su habitación y el cariño de su padre. Lo intentó, el cielo fue testigo de sus esfuerzos. Sin embargo, Wuxian nunca cooperó, sino que causó problemas desde que apareció en sus vidas.

Era un gasto que la familia no podía afrontar. Su papá tuvo que buscar aun trabajo en otra ciudad y su mamá dejar de trabajar para cuidar a los dos más pequeños.

Wanyin recordaba esa pelea. Su mamá se puso furiosa cuando su esposo le anunció que partiría.

Mamá peleaba con papá a diario. Pronto se dio cuenta, a pesar de su corta edad, que Fengmian prefería la calle a escuchar los reclamos de su esposa en la casa.

A pesar de ser tan joven, se daba cuenta de varias cosas. La primera era que sus padres no podían dejar de discutir desde que Wuxian puso un pie en la casa.

La segunda y quizá lo que más dolió fue darse cuenta de que tanto su hermana como su papá le demostraban más cariño al niño de la calle que a él.

Jiang Wanyin quiso ser bueno porque su hermana y su papá se lo pidieron. Sin embargo, comprendía a la perfección como se sentía su mamá.

Wei Wuxian era la razón de todos sus males. Su mamá lo sabía y trató, de deshacerse de quien solo llevó desgracias a su familia.

Cuando Fengmian no estaba en casa, su mamá ignoraba al recogido, como ella lo llamaba. Wuxian no era tan tonto de cruzarse en su camino, sino que vivía escondiéndose de ella.

Por esa razón Wanyin trataba de evitarlo. Se adhería a las faldas de su mamá y lo dejaba solo apoderándose de sus juguetes. Peleaban a cada rato porque Wuxian tocaba sus cosas y Wanyin, acostumbrado a ser el consentido no entendía por qué debía compartir lo que era suyo.

Yan Li intervenía en sus disputas y siempre consolaba a Wuxian cuando esté lloraba en sus faldas. Siempre chillaba por la razón que fuera, solo por arrebatarle la atención de su hermana.

Wanyin resentía sobremanera que su hermana se pusiera de su lado. Aunque podía contar con su mamá para desquitarse con Wuxian. No era un secreto lo mucho que despreciaba al niño que ella pensaba era hijo bastardo de su marido. Wanyin no entendía a que se refería, pero suponía que debía ser algo muy malo. Por eso cada vez que peleaba con Wuxian su mamá se encargaba de que el recogido escarmentara.

Al principio no le molestaba ver cómo su mamá arrastraba a Wuxian de un brazo hasta el cuarto de baño donde cerraba la puerta tras ella. Yan Li corría detrás para detenerla. Sin embargo, por culpa de Wuxian su mamá regañaba a su hermana y la hacía llorar.

Ver a Yan Li tan triste era algo con lo que no podía lidiar. Hasta un día en el que Wuxian se metió en un lío muy grande. Wanyin nunca supo que fue lo que hizo, pero su mamá lo llevó a golpes al cuarto de baño y desde su propia habitación pudo escuchar los gritos de su hermano adoptivo.

Wanyin se cubrió los oídos y al ver que no servía de nada escapó a la calle. Esperó a su hermana que fue en busca de un encargo de su mamá. Yan Li al verlo tan nervioso regresó a prisa con él.

Para cuando volvieron los gritos cesaron. Al entrar vieron a su mamá muy preocupada buscando a Wanyin. Ella lo regañó por salir sin avisar. Así que  le dijo que fue en busca de su hermana para ayudarla a cargar el mandado.

Su mamá le sonrió y lo tomó en sus brazos. Wanyin tuvo miedo, pero lo supo ocultar. Yan Li no pudo disimular sus nervios y cuando dejó caer uno de los paquetes se ganó el regaño de su mamá.

Temeroso, Wanyin se escabulló en busca de Wuxian. Yan Li se quedó en la cocina cabizbaja y a punto de llorar. El menor de los tres hermanos se armó de valor que desapareció al no encontrar a quien buscaba.

Wuxian no estaba en el baño. Preocupado, Wanyin fue a su habitación porque se sintió culpable y no quería que A-Li lo viera llorar. Al verse solo se sentó en el suelo al lado de su cama y no pudo contener el llanto. En medio de sus sollozos pudo escuchar como su hermano se arrastraba de debajo de su cama.

Parecía preocupado por él. Wanyin arrugó el rostro sintiéndose enojado. Wuxian se acercó a abrazarlo. Incluso le preguntó si estaba lastimado. Pensó que su mamá lo lastimó también y quería consolarlo. Wanyin sintió más ira que de costumbre. Quiso llamarlo idiota al no darse cuenta del motivo de su tristeza. Su hermano mayor tenía el rostro igual de magullado que el resto de su cuerpo, sin embargo, trataba de aliviarlo a pesar de que Wanyin no estaba herido.

Desde ese momento, cada vez que sucedía lo mismo, Wanyin buscaba a Wuxian y se sentaba en el mismo lugar. Esperaba unos minutos a que su hermano se acercara a llorar en sus brazos. Con torpeza le acariciaba la cabeza en silencio. Wuxian le decía que lo quería mucho y le agradecía por tratarlo tan bien.

Jiang Cheng perdió el apetito. La comida lista para consumirse se enfriaría sobre el repostero. Luego iría a parar al refrigerador y luego al olvido.

Detestaba sentirse solo. Xichen era un excelente paliativo para esos momentos de angustia. Desde que aceptó su compañía y sin saber cómo pasaron a tener una relación, Xichen supo llenar su vida de momentos agradables y acompañarlo cuando la soledad amenazaba con invadir su espacio.

Cenar a solas era algo que incomodaba tanto como la angustia que crecía cada vez más dentro de su pecho. Xichen respetaba su decisión de alejarse y ahora sentía que lo odiaba por ello. ¿Qué sabía ese maldito engreído acerca de sentirse solo? ¿De tristezas, de arrepentimientos?

Los Lan no tenían idea de lo que era el sufrimiento. Nacieron en cuna de oro y vivieron toda su vida dentro de un cristal, protegidos del mundo. Xichen nunca entendería lo que él sentía. Era terminar con su relación de una vez porque era un sendero a la nada.

No podría sentir nada por Xichen hasta que lidiara con el rencor que llevaba dentro. Hasta que tuviera delante a su alguna vez llamado hermano y cobrara su venganza. Sólo así podría estar tranquilo. Wei Wuxian se lo debía.

*

El día agonizaba coloreando el cielo con tonos rojizos. La noche se asomaba discreta por la ventana del departamento apenas iluminado por la luz natural. Wei Ying se recostó sobre su pecho y se quedó tan quieto, que seguramente dormía sin más pesadillas.

En momentos como esos, le acariciaba el cabello sin cansarse, disfrutando su compañía. Trataba de sentirse menos patético al usurpar la identidad de alguien más para poder tenerlo en sus brazos.

Logró que comiera un poco y hasta dio una vuelta por el departamento. Wei Ying se recostó sobre su hombro y poco a poco se acomodó sobre su pecho. Deseó tanto atrapar ese momento en un envase de cristal, congelar el tiempo para que deje de correr.

Dejó el móvil sobre la mesa de café y desde hacía un buen rato vibraba insistente. Sabía que debía dejar de ignorar la llamada, pero no le importaban las consecuencias.

Podía estar seguro de que se trataba de su hermano mayor. No tenía intenciones de hablar con él y arruinar el momento. No cuando tenía un instante de felicidad, aunque efímero, lo disfrutaría hasta el último segundo.

El móvil le indicó que Xichen acababa de dejar otro mensaje de voz. Lo escucharía quizá algún día lejano. Por el momento y con Wei Ying en sus brazos, no tenía tiempo para nadie màs.

«Mío.» murmuraba su mente intranquila. Sabía bien que ese momento terminaría, pero estaba dispuesto a afrontar las consecuencias. Así que haría que durara lo más posible, así tuviera que dejar de hablarle a su propio hermano el resto de su vida.

Wei Ying se revolvió entre sus brazos. El calor que compartían los envolvía como una manta en una noche invernal. Haría lo que fuera porque ese instante perdurara.

―A-Cheng, tuve ese sueño de nuevo. Es muy tonto. Si te digo que soñé te burlarás de mí.

La voz de Wei Ying llegó cargada de somnolencia. Al oírla estuvo a punto de curvar los labios en una sonrisa, pero ese no era su nombre.

No era Jiang Cheng quien lo sostenía, pero Wei Ying creía que así era. La sola idea de mentirle lo volvía loco. Acarició su cabello para quitarse la culpa de encima. Consiguió que Wei Ying se acurrucara un poco màs y hundiera sobre la tela de su camisa. Parecía que aspiraba el aroma de su ropa.

―Prométeme que no te vas a burlar mucho. Ya sé que soy un idiota por tener sueños tan tontos, pero es que es tan real. Cada vez es tan real y no es mi culpa. A-Cheng, ¿o será acaso que sigo soñando?

El tono de voz de Wei Ying se quebró en un sollozo y se aferró a su cuerpo. Parecía un niño pequeño tratando de esconderse. La paz que los rodeaba terminó enseguida. Agitado como se encontraba, seguro volvería a su estado anterior. Deseó saber que hacer, que decir para tranquilizarlo. Hasta ese momento, nada había dado resultado, sólo las medicinas y los calmantes que le dejó la doctora. Sin pensarlo dos veces abrazó a Wei Ying con más fuerza, deseando albergarlo dentro de su cuerpo si era necesario, con tal de preservarlo de sus miedos.

No sabía que decir, era incapaz de pronunciar una palabra, apenas un sonido gutural que no servía de nada.

―A-Cheng, A Cheng...

Continuó Wei Ying llamándolo con un nombre ajeno y le contestó con un murmullo inarticulado que mal que bien consiguió calmarlo.

―El olor a sándalo me recuerda tanto a Lan Zhan. Soñé con él de nuevo, debe ser porque hueles a él. Tú no lo sabes, pero Lan Zhan me odia. Él me desprecia.

―No.

No es así quiso gritar y su voz se atoró dentro de su garganta mientras que su propio pecho se agitaba irremediablemente. Por supuesto que no lo odiaba. ¿Cómo podría? ¿Qué razón tenía Wei Ying para pensar en semejante barbaridad?

―A veces lo veo en mis sueños. A veces está ahí, en un rincón mirándome. Odio que mire. No quiero que me mire, no quiero que me vea así, no quiero que vea en lo que me convertí. A-Cheng, no quiero que nadie me vea.

La angustia se apoderó de Wan Ji y una sensación amarga se alojó en su pecho. La voz de Wei Ying llevaba una carga de desesperación y tristeza que le fue difícil de escuchar.

―A veces lo veo en un rincón y tengo miedo de que me mire y sepa lo que hago. Odio esto, odio todo esto. A-Cheng, me lo merezco. Es lo que me merezco por lo que le pasó a nuestra hermana. Fue mi culpa, fue toda mi culpa. Si no fuera por mi ella seguiría viva. Mi tío, la señora Yu... Lo siento, lo siento A-Cheng.

Su voz se transformó en un llanto amargo. Wan Ji sintió que se moría una parte de él con tan solo oírlo. Quería decirle tantas cosas, pero ya ni se atrevía a usar su voz. Apretó a Wei Ying contra su pecho sin poder contenerse.

―No te odio ―murmuró y quiso decir algo más, pero no se atrevió a continuar.

Pensaba que era Jiang Cheng quien lo sostenía, que era Jiang Cheng quien trataba de consolarlo, que era otra persona que ahora secaba sus lágrimas. Lan Zhan no se atrevió a negarlo. Si con mentirle conseguía que se quedara a su lado, que así fuera.

El teléfono vibró otra vez y no dejó de hacerlo. Xichen no se daría por vencido. Apagaría el móvil y lo lanzaría por la ventana si era necesario. Necesitaba que el momento con Wei Ying perdurara, no quería más interrupciones.

Con cuidado sostuvo a Wei Ying sobre sus piernas y se estiró para tomar el móvil que seguía sonando. Se sorprendió al ver como su amado dejaba de llorar y prestaba atención a sus acciones. Lan Zhan colgó la llamada. Wei Ying lo miró curioso y de pronto recitó un número telefónico que se sabía de memoria.

―¿Qué dijiste? ―escapó de la boca de su boca sin que pudiera detenerse.

Wei Ying recitó el número una y otra vez.

―Es el número de A-Cheng, es tu número. Wen Ning lo consiguió para mí, pero lo cambiaste. Ese es tu nuevo número.

Wei Ying se veía confundido. ¿Qué acababa de decir? Se preguntó mirando su propio móvil con incredulidad. ¿A qué se refería con todo eso? Y lo más importante, ¿Por qué Wei Ying sabía de memoria el número de Xichen?

*

No obtenía respuesta. Xichen se dejó caer sobre su sofá, bastante frustrado por toda la situación. Wan Ji podía resultar muy obstinado si se lo proponía, pero a esas alturas, ya era demasiado.

La familia Lan se encontraba bastante preocupada por la situación, a pesar de que no conocían la historia completa. Hasta ese momento pudo mantener a su tio Qiren fuera del asunto, pero el tiempo se terminaba. Se enteraría de todo màs temprano que tarde y apenas descubriera donde se escondía su hermano menor, tomaría cartas en el asunto.

Era lo último que quería. Una vez el Tio Qiren interviniera no habría marcha atrás. Wan Ji no se rendiría sin pelear. En realidad, no lo haría. El resultado era el de esperarse. Wan Ji iba a resultar lastimado al final y Xichen no podía permitirlo.

¿Qué hacer? Lo intentó, hizo lo que pudo por evitar que Wei Ying regrese a la vida de su hermano y la de Jiang Cheng. De un modo u otro, consiguió burlar el destino y consiguió llegar a Wan Ji.

Para empeorar las cosas, ahora Jiang Cheng sabía que estaba de vuelta y quería cobrar su venganza. Si tan sólo pudiera convencerlo de dejar el asunto de Wei Ying en paz... Imposible, él mismo no podía hacerlo.

Tendría que arreglar las cosas de un modo u otro. No sabría cómo. No tenía agallas suficientes para hacer que Wei Ying desaparezca ni enfrentarse a su propio hermano. Vaya, todavía no podía creer que siguiera vivo.

Xichen se llevó una mano al rostro para olvidar lo que sucedió aquella noche. Las cosas se salieron de control, eso fue lo que pasó. Fue un horrible accidente. Entró en pánico. No quiso hacerlo. No supo que hacer, solo huir del lugar y pretender que nada sucedió.

El escándalo que se armaría si alguien se llegara a enterar de lo que fue a hacer esa noche. Si su hermano se llegaba a enterar sería el fin de su relación. Wan Ji jamás se lo perdonaría. Jiang Cheng lo odiaría por siempre. Él mismo no podía dejar de arrepentirse.

Llamaron a la puerta un momento antes de que cayera en una angustia más profunda. Xichen suspiró hondo y con ello consiguió esconder todo lo mal que se sentía. Preparó una pequeña sonrisa para recibir a quien acababa de llegar.

No lo esperaba.

Casi no podía darles crédito a sus ojos.

—¿Jiang Cheng?

No tuvo tiempo de formular una pregunta coherente. Jiang Cheng lo embistió atrapándolo en un abrazo. Los labios de ambos hicieron contacto de inmediato fundiéndose en un beso hambriento.

Xichen no alcanzó a cerrar la puerta. Jiang Cheng lo tenía prisionero entre caricias y besos.

Cayeron sobre el sofá enredándose entre ambos. Era imposible detenerse y ni pensar en dar marcha atrás. Xichen se dejó arrastrar por el placer que le provocaba tener a su amado recorriendo su garganta con los labios. Deteniéndose a mordisquear la unión de su cuello con el resto de su pecho. Un vergonzoso gemido se le escapó mientras con una de sus manos Jiang Cheng serpenteaba por debajo de su cintura. La ropa le ajustaba y necesitaba liberarse de esta lo más pronto posible.

Si es que en ese momento alguien decidía asomarse por la puerta, si es que a su tío se le ocurría aparecer y lo viera en ese estado...  El miedo a ser descubierto se evaporó en un instante. El calor de su cuerpo  se incrementó al sentir como su ropa lo abandonaba y era lanzada a un confín de la habitación.

Lo harían en el sofá, como dos adolescentes que, desorientados por los deseos de sus cuerpos, no consiguen llegar a la cama. Jiang Cheng se frotaba sobre su piel bien consiente de lo que provocaba. Un incendio en sus mejillas y la sensación de un volcán a punto de explotar dentro de sus pantalones.

Quiso protestar, pedirle que se detenga para poder levantarse como pudiera a cerrar la puerta, ponerle candado y desaparecer la llave. Xichen no ocultaba lo feliz que se sentía de tener a su amado entre sus brazos devorándolo de a pocos.

Wayin se detuvo de pronto. Sus labios aterciopelados cobraron un precioso color que Xichen adoró observar. Sin embargo, la expresión de sus ojos casi hace que el calor de su cuerpo se apague por completo.

Podía decir que conocía a Wanyin lo suficiente como para saber que era impredecible. Lágrimas se alojaron en los ojos de su amado y su mirada cobró un brillo intenso.

Quiso decir algo, encontrar palabras para calmar su tristeza. Sin embargo, sabía bien que lo que le dijera no alcanzaría para aliviar su corazón. Xichen cerró los ojos deseando poder remediar las cosas.

—No puedo estar lejos de ti —musitó su amado sobre su oído.

Xichen experimentó una sensación por demás agridulce. Por un lado adoraba escuchar esas palabras, pero al mismo tiempo lo llenaban de tristeza.

—Xichen, no quiero estar solo. Te necesito. Te necesito demasiado.

Sonrió desde el fondo de su corazón. Las palabras de Jiang Cheng hicieron que su pulso se acelerara. Era todo lo que quería oír. Que su amado quería estar a su lado. Por supuesto que lo complacería. Pasarían toda la noche juntos y el resto de su vida también.

Era una idea alocada propia de alguien enamorado. Quería a Jiang Cheng, lo amaba con la intensidad del sol en pleno verano.  Haría lo que fuera por hacerlo feliz.

—Wanyin, sabes que siento lo mismo por ti. Te amo y no me canso de repetírtelo. Quédate a mi lado. Vamos de viaje, dejemos la ciudad por un tiempo. Dejemos todo atrás...

Ni él mismo sabía lo que decía. La emoción le impedía pensar con claridad. Nada de lo que le ofrecía a Wanyin se haría realidad. No podía hacer pública su relación escapándose un tiempo fuera de la ciudad.

Bastaba con Wan Ji faltando a sus obligaciones como para que él, siendo el mayor, desaparezca también sin dejar rastro.

—Xichen, me gustaría tanto irme contigo, quedarme para siempre a tu lado...

El corazón se le desbocaba en el pecho. Las palabras de Wanyin eran todo lo que anhelaba escuchar. Si en ese momento moría, lo haría lleno de felicidad. Xichen estuvo a punto de lanzar un grito de alegría, pero su amado cubrió sus labios con uno de sus dedos.

—Pero no se puede. Vine a verte porque quería que lo supieras. Quiero que sepas cuanto te amo. Quiero que sepas que nunca he podido querer a alguien más que a ti. Esto es el adiós, tenía que decírtelo, verte por última vez. Besar una última vez tus labios.

El silencio de Xichen duró apenas unos segundos, pero en su mente fueron una eternidad. No quiso creerles a sus oídos. ¿Estaba alucinando? No, seguro se quedó dormido y ahora tenía una pesadilla. El rostro de Wanyin reflejaba una tristeza abismal y cuando se retiró de sobre su cuerpo supo que no era un mal sueño.

—No puedo vivir sin ti, pero es lo mejor para ambos, Xichen. No puedo seguir viviendo en la misma ciudad que el bastardo de Wei Wuxian. No puedo dejar que el odio me carcoma la existencia. Debo marcharme, lo haré esta misma noche.

—No...Wanyin...

—Es lo mejor para ambos, Xichen. Tomaste tu decisión y yo la mía. Es mejor que me vaya y no regrese. No quiero ver como se destruye la vida de tu familia y la tuya.

—¿Cómo va a ser lo mejor? No digas eso, no puedes estar hablando en serio. No, no sigas Wanyin. No...

—Si de verdad amas a tu hermano como dices, irías a donde sea que se esconde y te desharías de Wuxian. Va a destruir la vida de tu hermano, va a ser la ruina de tu familia. Te amo demasiado para estar presente cuando eso suceda. Porque te advertí y no quieres escuchar. Entonces que así sea, Xichen. Cuando tu familia esté en la ruina y todo se haya ido a la mierda...

—No digas eso, Wanyin, espera...

Hablaba en serio. Wanyin se puso de pie y retrocedió alejándose de Xichen quien no encontraba forma de ordenar sus pensamientos. Su amado no se podía ir, no podía abandonarlo de ese modo. No se lo permitiría. Iría tras él hasta el fin del mundo. ¿Era capaz de hacerlo? Interrogó una voz en su mente. ¿Sería capaz de hacer algo así? Dejar a su familia e irse con Wanyin,

No, no podía. No podía dejar a su hermano en las garras de Wuxian. No podía dejar que su familia sufriera en la ruina mientras él escapaba de sus responsabilidades.

Entonces lo supo. Supo que tenía que hacer. La familia era primero. Su hermano y Wanyin eran lo más importante para él. Su tío Qiren no soportaría el escándalo. Moriría de la vergüenza si es que no lo mataba enterarse de la situación.

De un salto estuvo de pie, de otro sobre Wanyin atrapándolo entre sus brazos, decidido a no dejarlo partir de esa hbitación nunca más.

Sabía lo que tenía que hacer: proteger lo que más amaba era su única salida.

*

Fue una sorpresa, no del todo agradable para la doctora Qing, enterarse de la situación. Wan Ji no conseguía separarse de Wei Ying y en realidad, no estaba interesado en hacerlo.

Wei Ying la miraba receloso. Parecía que quería decirle algo, pero no se atrevía. La doctora decidió darle espacio a su paciente para que no se sintiera incomodo. Sin embargo, resultaría imposible examinarlo mientras estuviera enredado en Wan Ji.

La taza de te que tuvo que prepararse ella sola, se enfriaba sobre la mesa de café. Wei Ying se rehusaba a darle descanso a su cuerpo y por consiguiente al de Wan Ji. La conversación entre los tres era practicamente nula.

Wan Ji acariciaba el cabello de Wei Ying como si su vida dependiera de ello. La doctora Qing tuvo suficiente y se levantó de su sitio.

—Wei Ying —llamó esperando que lo menos voltee a mirarla.

Le tomó varios intentos para que deje de ignorarla deliberadamente. Wei Ying se rehusaba a mirarla y la doctora sospechaba la razón.

—Wei Ying, ¿sabes quién soy? ¿No te recuerdo a alguien?

A Wen Qing casi se le quiebra la voz al finalizar la pregunta. Tuvo que hacerla. Era un deseo egoísta la que la motivó a formularla. Wei Ying no estaba bien de la cabeza y seguro nunca se recuperaría por completo, pero ella necesitaba respuestas. Era el único modo como las tendría, interrogando sin piedad a quien no tenía la capacidad para discernir entre la realidad y la pesadilla en la que estuvo inmerso durante varios años.

—¿No te recuerdo a alguien que conociste? Wei Ying, mirame. Sé que puedes escucharme. Sé bien que puedes oirme perfectamente y que sabes qué pasó con mi hermano menor.

Wan Ji reaccionó primero tensando el cuerpo. Wei Ying hizo lo mismo, se contrajo sobre quien lo sostenía como si intentara esconderse de las palabras de la doctora.

—A-Cheng, A-Cheng —fue la respuesta que obtuvo Wen Qing mientras veía como Wan Ji envolvía a Wei Ying para preservarlo de su interrogatorio.

¿A-Cheng? ¿Por qué llamaba de ese modo a Wan Ji? Pensó la doctora y no le tomó demasiado tiempo en saltar a conclusiones. Escuchó a Wei Ying llamar a Jiang Chen en sus delirios. Llamaba a sus hermanos Yan Li y Jian Cheng entre sollozos. Si bien no estaba al tanto de toda su historia, solo por lo que su hermano alcanzó a contarle, sabía bien que esos dos nombres no le correspondían a Lan Wan Ji.

—Aquí estoy Wei Ying, estoy contigo.

Patético, pensó Wen Qing mordiendose la lengua para no decirlo en voz alta. Wan Ji estaba aprovechando que Wei Ying no podía reconocer a su propia familia para conseguir lo que quería. Era más que obvio la obsesión de Wan Ji hacia Wei Ying y lo muy enamorado que estaba de él. El modo como lo miraba, como cuidaba de él como si fuera lo màs preciado para él...

La doctora sintió cierta amargura nublando sus pensamientos.

—Wei Ying, ya no recuerdas a quien cuidó de ti por tanto tiempo y te ayudó cuando más lo necesitabas. Wen Ning, mi hermano, mi hermano pequeño hizo lo imposible por ayudarte y tú no eres capaz ni siquiera de recordar donde...

No pudo seguir. Wen Qing se detuvo a tiempo. Nunca iba a aceptar que su hermano estuviera desaparecido por tanto tiempo ni mucho menos muerto. Pasaba las noches en vela esperando que él apareciera, que se contactara con ella como lo hacía en a escondidas.

Wei Ying sabía que pasó con él. Nadie podía quitarselo de la cabeza. Él lo sabía, sabía donde estaba su hermano, que hicieron con él. Ella misma lo escuchó llamarlo entre un llanto desesperado. Wen Qing oyó a Wei Ying diciendo que esperaba por él. Porque Wen Ning iría a buscarlo, lo ayudaría a escapar.

Ahora que Wei Ying parecía recuperar un poco de lucidez, ella tenía que obtener esa información. Sacarsela a cualquier precio. Tenía que saberlo, debía salvar a su hermano menor.

—Detente —intervino Wan Ji con un tono amenazador.

No la asustaba, ella jamás le tendría miedo ni detendría con tal de recuperar a su hermano. Wen Qing se puso de pie, tensa como un resorte.

—Quien debe detenerse eres tú Wan Ji. ¿O debería llamarte Jiang Cheng?

—No sigas Wen Qing.

—¿Hasta cuándo tienes pensado pretender que eres otra persona para poder tenerlo en tus brazos? Por que no puedes tocarlo de otro modo, ¿o sì?

—Vete de aquí.

La voz de Wan Ji decendió un par de decibeles mientras su cuerpo se tensaba todavía más que antes. Si no hubiera tenido a Wei Ying en sus brazos sin duda se levantaba a echarla por la fuerza. Wen Qing no se movió de su sitio, sólo se irguió llena de ira.

—¿Cómo te atreves, Wan Ji? ¿Cómo te atreves a engañarlo de ese modo? Wei Ying no merece que le mientas así. Dile quien eres en realidad y deja de pretender que eres su hermano solo para poder tocarlo como te plazca.

Wan Ji se levantó de su sitio con Wei Ying en los brazos. Wen Qing no se replegó, al contrario, siguió en pie de guerra. Pretendía huir a encerrarse en una de las habitaciones y dejarla hablando sola. La doctora respiró hondo, pero la rabia le ganaba la partida.

—No me des la espalda Lan Wan Ji, porque no he terminado.

—Lo hiciste. No regreses.

Fue la respuesta que obtuvo de parte del dueño de casa.

—No puedes hacerle esto, Wan Ji. No puedes tenerlo encerrado en una habitación como si fuera un maldito canario. Wei Ying no merece que pasar de una cárcel a otra.

La ignoró por completo y cerró la puerta a sus espaldas. Wen Qing se quedó de pie mirando la superficie de madera cocinando su enojo. Habló de màs, culparía la desesperación que sentía por saber el paradero de su hermano.

—No puedes tenerlo encerrado por siempre, Wan Ji. Marca mis palabras, te vas a arrepentir de haberlo hecho.

Sabía que lo escuchaba. Wen Qing sabía bien que sus palabras se harían realidad tarde o temprano y ella ya estaba arrepintiéndose por haberlas pronunciado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro