2. Detener el curso del tiempo
Antes de empezar con el capítulo quiero agradecer por el apoyo. Hace mucho que no hago un fanfic y este me está devolviendo las ganas de seguir escribiendo.
Espero les guste. Los personajes no me pertenecen. Solo hago un fanfic.
*
If only I could stop the flow of time
Turn the clock to yesterday.
Evergreen ~ Hyde
Esa noche la pasaría en vela. Wan Ji sufría de insomnio desde muy joven. Nunca pensó que fuera algo malo, hasta que colapsó por el cansancio y terminó internado. Xichen se mantuvo a su lado, asegurándose de que tuviera los mejores médicos cuidándolo.
Quiso tranquilizarlo diciéndole que se repondría pronto, que solo debía descansar un poco. Xichen le sonrió como respuesta. Wan Ji conocía bien esos silencios. Solo significaban una cosa. Xichen tenía todo bajo control Xichen tenía un plan trazado y la familia lo respaldaría.
Un viaje al extranjero anunció Xichen con una amplia sonrisa. Unas vacaciones para que puedas descansar con propiedad. Nadie en la familia Lan se permitía tomar un descanso del trabajo y los estudios. Wan Ji supo enseguida que su hermano mayor tramaba algo, pero no se atrevió a cuestionarlo.
Las decisiones de su hermano mayor eran muy respetadas dentro del clan familiar. Los mayores se pronunciaron a favor de que tomara un descanso. Su suerte estaba echada y Wan Ji no tuvo otra salida. Xichen tenía todo planeado. Irían juntos de viaje y pasarían una temporada en una de las tantas propiedades del imperio Lan.
Tal y como sospechó, lo que se suponía serían un par de semanas en Europa, se convirtieron en meses. Apenas manifestó su deseo de regresar a casa, Xichen tuvo una mejor idea. Wan Ji podría continuar sus estudios en el extranjero y alejarse de la presión de vivir cerca del resto de la familia. ¿Cómo negarse?
Wan Ji aceptó los términos de la propuesta de su hermano mayor sin pensarlo demasiado. Confiaba plenamente en Xichen. Sabía que jamás haría algo que pudiera remotamente hacerle daño. Era lo mejor para él, afirmó Xichen , el entorno familiar podía ser agobiante.
Conocía bien a su hermano. Eran tan cercanos que muchos pensaban que eran gemelos. Iban juntos a todos lados, Xichen tendía a sobreprotegerlo desde que era muy joven. Fue una promesa que hice a nuestros padres, le confesó Xichen una vez cuando niños, siempre cuidaré de mi hermano menor. Siempre estaré a tu lado.
Wan Ji agradeció a su hermano el tomarse la molestia de acompañarlo en su estadía lejos de casa. Tuvo que insistir, quería regresar sobre sus pasos, quería volver a ver a Wei Ying. Xichen lo sabía, siempre lo supo. Lo supo incluso cuando él mismo no quería aceptarlo.
Sentía algo por Wei Ying y no era capaz de darse cuenta. Hasta que fue tarde. Hasta que el insomnio regresó vengativo y le robó la calma. Quería regresar, le dijo a su hermano, estaba decidido a caminar si era necesario.
Xichen escuchó con atención su reclamo y con la tranquilidad con la que se movía en el mundo susurró en su oído que no había nada por qué regresar. Wan Ji sintió que el alma se le escapaba del pecho.
Al reclamarle a su hermano, este le respondió con una sonrisa indulgente. Xichen le dijo que nadie sabía que pasó con Wei Ying. Se lo tragó la tierra, fueron las palabras que usó en esa oportunidad. Acto seguido lo sostuvo en sus brazos asegurándole que era lo mejor. Wei Ying no soportó la culpa, dijo. Desapareció y nadie ha vuelto a saber de él.
¿Cómo no creerle a quien cuidó de él desde que eran muy niños? ¿Cómo dudar de la palabra de su querido hermano mayor? Wan Ji no insistió en regresar a casa. Xichen le aseguró que era lo mejor para ambos. No estaban destinados a estar juntos. Como un pez y un ave, dijo Xichen. Pueden tener sentimientos el uno por el otro, pero el ave no puede vivir bajo el agua ni el pez salir a la superficie.
Su hermano mayor comparó a Wei Ying con un pez de aguas pantanosas. Lo hizo en màs de una oportunidad. En esos momentos no pudo entender la referencia, sin embargo, Xichen siempre lo supo.
—Todo ese tiempo —murmuró Wan Ji con un hilo de voz.
Sin quererlo sus pensamientos conseguían escapar de entre sus labios. Sabía que Wei Ying no alcanzó a oírlo, sus palabras no podían llegar a él; por más que lo intentara.
Todo ese tiempo que estuvo fuera alejado de su ciudad natal, todo ese tiempo desperdiciado. Era demasiado tarde para lamentarse. Wan Ji retrocedió un par de pasos.
Era la culpa lo que hacía que lo hacía apartarse de Wei Ying. No podía soportar ver sus ojos vacíos, sus labios secos, entreabiertos, sus manos deslizándose sobre su pecho, abriéndose la camisa de dormir.
Quería detenerlo, pero su cuerpo cobró la rigidez de quien muere en vida. Su propia boca no pudo decirle que no siga. Incapaz de hacer algo por impedirle que se retire la camisa y se arrodille sobre la cama.
Wei Ying no diría nada. Se quedaría mirándolo por un momento y al siguiente se recostaría sobre la cama como una flor abandonada a su suerte.
En momentos como esos Wan Ji no sabía qué hacer. No era la imagen que proyectaban sus sueños húmedos. Por muchas lunas deseó poder tenerlo al alcance de sus dedos y recorrer su piel desnuda como lo haría un pincel sobre un lienzo. Sin embargo, Wei Ying se perdía mirando al vacío. Su cuerpo se quedaba sobre el lecho y su mente tras la ventana que daba al pequeño jardín.
Wan Ji solía escapar cuando eso sucedía. La imagen de Wei Ying sobre el lecho, bañado en luz de luna lo hizo huir de la pieza.
Cerró la puerta y corrió hasta el jardín donde solía refugiarse.
Tal vez algún día dejaría de ser un cobarde.
***
El teléfono móvil sonó apenas una sola vez y se cortó la llamada. Esperó exactamente tres minutos y volvió a sonar. Wan Ji sintió que los latidos se aceleraban en su pecho y si su corazón no estuviera fijo en este, escaparía corriendo.
Nunca sintió tanta ansiedad al responder una llamada. Tomó el móvil y no dijo nada. Esperó un momento a que la persona al otro lado de la línea lo hiciera.
—Quisiera hacer un pedido, por favor. Por supuesto, yo espero.
La voz de una mujer sonaba casual. Se quedó en silencio y hasta la escuchaba tararear bajito una canción de moda.
Era su turno de responder a la llamada. Wan Ji respiró hondo y se dispuso a informarle la situación de Wei Ying.
—No sé que decirte.. Casi no come. Duerme mucho. No sale se la habitación.
Wen Qing dejó de tararear. Wan Ji se sintió mal por no tener nada que reportar.
—¿Qué hay de nuevo en el menú? —preguntó We. Qing con naturalidad.
—No ha habido ningún cambio. Sigue con la misma rutina.
—Creo que ordenaré algo caliente.
—No ha tenido fiebre, pero sigue muy débil.
—De acuerdo, entonces pediré lo de siempre. Listo, en media hora paso a recoger mi cena.
La llamada se cortó y Wan Ji sintió un ligero alivio. Hablar en clave con Wen Qing era una medida de precaución impuesta por la misma doctora.
Llegaría en media hora y Wan Ji no podía esperar más. Necesitaba que cure a Wei Ying, que alivie su mente, que le de descanso a su cuerpo agotado.
Wen Qing llegaría a revisar a su paciente y le aplicaría unos sedantes. Wei Ying podría soñar con su hermana, en vez de llamarla despierto, quizá sin saber que ella no volvería.
No podía saberlo. La mente de Wei Ying se encontraba tan o más dañada que su cuerpo. La doctora se lo advirtió, ella podía tratar sus heridas, pero no curarlo completamente. Tal vez nunca sanaria.
La única salida sería volver en el tiempo. Si es que existiera un modo, Wan Ji lo encontraría. Daría lo que fuera con tal de recuperar el tiempo perdido con Wei Ying. Era imposible. Tenía que descartar esas ideas por el bien de todos.
Wan Ji se sentó en su silla usual con una taza de te sobre la mesa de la cocina. El departamento era bastante amplio en comparación del resto de inmuebles del area. Lo convirtió en un refugio para ambos, apenas pudo recuperar lo que quedaba de Wei Ying.
Solìa llevar la cuenta de los días y marcarlos en un calendario oculto en su habitacion. Dejó de contar, así como dejó de dormir en su propia cama sintiendola terriblemente vacía. Dormitaba sobre un sillón, a veces sentado en el suelo al lado del lecho de Wan Ying, con sus dedos entre sus manos, acariciandolo por reflejo.
La comida perdió todo el sabor. Los días se volvieron grises. Wei Ying tenía el poder de alegrar su vida y nunca lo notó hasta que perdió todo rastro de felicidad. Ahora era imposible recuperarla.
Estuvo tanto tiempo fuera, sin embargo, el recuerdo de los días que pasaron juntos fue el combustible que necesitó para seguir moviéndose. Wei Ying siempre fue por quien se levantaba de la cama cada mañana. Nunca quiso aceptarlo. Siguió los designios de su familia, sus responsabilidades, sus deberes, pero nunca lo que le dictaba el corazón.
—¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan!
Volteó por impulso al escuchar su nombre a viva voz resonando hasta el confìn más alejado del patio. Wan Ji giró el rostro sintiendo que la punta de sus orejas se calentaba. ¿Cómo pudo ser tan descuidado? Su hermano caminaba a su lado y olvidó guardar la compostura. Era demasiado tarde para fingir que no oyó a Wei Ying correr hacia ellos llamándolo por su nombre.
Xichen detuvo sus pasos, tal vez sorprendido por la reacción de su hermano. Le dirigió una mirada tentativa a Wan Ji y luego dirigió sus ojos al intruso que osaba destruir la calma con sus gritos.
Wan Ji miró de reojo a su hermano mayor. Notó su incomodidad y sorpresa, Sin embargo, pronto regresó al rostro de su hermano su usual expresión afable.
Xichen podía engañar al mundo entero con sus miradas suaves y sus sonrisas cautivadoras. Sin embargo, Wan Ji conocía bien a su hermano y sabía cuánto le disgustaba tener a Wei Ying cerca. Podía percibirlo en el ambiente.
—Lan Zhan, qué bueno que te alcance. Tu libro. Aquí tienes, tu libro, el que me pres. ..
Wei Ying tenía las mejillas rojas por la prisa. Sostenía el dichoso objeto con una mano.
—Gracias —interrumpió Wan Ji antes que Wei Ying continuara hablando sin parar.
El tono de su voz y el lenguaje de su cuerpo hablaron por él. Para su mala fortuna, Wei Ying no conocía ese tipo de comunicación. Wan Ji lo miró fijamente y el mensaje era claro, que se fuera. Hablarían en otro momento, sin que nadie los viera.
Wei Ying se quedó con el libro en la mano, sin que Wan Ji moviera un dedo para recibirlo. Xichen sonrió ante la interacción entre ambos y se adelantó para tomar el texto de sus manos.
El menor de los tres no supo que hacer. Solo se quedó mirando como Xichen guardaba el libro entre sus propias cosas. Wei Ying se empezó a balancear sobre sus talones. Era un gesto nervioso y muy evidente que no sabía que hacer. Además de ser muy obvia su intención de seguir parloteando. El libro fue una excusa para acercarse a los hermanos Lan, lo cual era obvio aunque tratara de disimularlo.
—Gracias por devolver el libro de mi hermano —Xichen amplió su sonrisa—. No era necesaria tanta prisa por alcanzarnos. Correr en la escuela. ..
—¡Está prohibido! Todo está prohibido en esta escuela. Hasta respirar muy fuerte está prohibido. Es muy.. .
Wei Ying no se atrevió a continuar. La sonrisa desapareció del rostro de su hermano mayor. Wan Ji apenas resopló en tono de reproche.
—Espero que hayas estudiado. No me persigas de nuevo. Va contra las reglas. Trata de recordarlas.
Intentó mantener un tono firme y a la vez cordial. Falló miserablemente. Wan Ji giró primero dándole la espalda a Wei Ying a sabiendas que intentaría retenerlo por más tiempo.
Xichen lo imitó, seguramente brindándole una sonrisa condescendiente.
Sabían la historia de Wei Ying como todos en la escuela. Vivió en la calle, carecía de modales. Era prácticamente un salvaje, decía su tío cada vez que tenía que referirse a él. Incluso la madre adoptiva de Wei Ying tenía palabras muy duras para quien no consideraba más que un recogido.
Wan Ji trató de apurar el paso para no tener que sentir la presencia de Wei Ying, de pie y solo en medio del patio. Podía imaginar que la sonrisa se le borró del rostro.
Era una lástima, porque esa era una sonrisa auténtica. Tenía que tener cuidado porque su hermano mayor iba con él. Xichen sabía lo que sentía mucho mejor que él mismo. Notó su prisa por alejarse, para no tener que ver el rostro triste de Wei Ying, para evitar fijarse en el color violeta que se alojaba sobre su pómulo izquierdo.
—¿Lan Zhan? Fue bastante atrevido acercarse corriendo para llamarte de ese modo.
Wan Ji quiso evitar responderle, pero no podía escapar de su hermano.
—Es como dicen, un salvaje sin modales.
Todavía podía recordar las palabras de su hermano. Lo regañó por expresarse así de alguien que no tenía la culpa de la vida que llevaba. Xichen lo comparó con un pez que vive en un charco. Que no conoce más allá del barro, del agua turbia y que cuando por fin puede nadar en una corriente cristalina, no sabe como actuar.
—Un pez es un pez —respondió Wan Ji cansado de escuchar a Xichen—. Debería actuar como uno y nadar lejos de mi.
Desde ese momento Wei Ying se convirtió en el pez de charco que nada contra la corriente de agua cristalina, perdido porque no conoce su lugar. Siempre en problemas, siempre castigado después de clases.
Wan Ji solía observarlo por la ventana del aula donde purgaba su condena. Wei Ying aprovechaba para tomarse unas siestas cuando creía que nadie lo veía. Cuán equivocado estaba. Wan Ji siempre lo vigilaba.
Hasta aceptó quedarse con él para que no se durmiera y cumpliera su castigo como debía. Wei Ying parecía disfrutar esos momentos en el aula, a solas. No podía parar de hablar. Wan Ji le ordenaba que se calle y concentre en sus estudios, pero nada funcionaba.
—Tienes razón, Lan Zhan. Debería terminar mis deberes y leer ese capítulo que nos mandaron.
—Deberías dejar de desperdiciar el tiempo.
—Sí, tienes mucha razón. Es que me da mucho sueño y el pupitre es demasiado cómodo. Además, tu perfume a sándalo me relaja.
—La casa es para descansar, la escuela para aprender.
Wei Ying le sonrió con tristeza. Wan Ji no quiso notarlo, pero lo hizo.
—No puedo dormir en casa. La señora Yu me echa a la calle cuando mi tío no está.
Quiso decirle que ese no era su problema, pero siguió escuchándolo sin quitarle la vista al libro en donde escondió su mirada.
—En la calle hace frío y es peligroso. Esta aula es muy cómoda. ¿Crees que me pueda quedar un poco más aquí contigo? ¡Te prometo que no diré nada para que estudies!
—Tengo cosas que hacer —replicó Wan Ji sin quitarle la vista al libro que no leía.
Wei Ying resopló con tristeza que luego remplazó por sus tantas sonrisas.
—¡Está bien! Entonces una siesta corta. Mi tío no va a ir a casa esta noche. Va a llover y.. .
No pudo terminar la idea. La puerta se abrió y el rostro afable de Xichen les regaló una sonrisa.
—Wan Ji, es hora de irnos.
Clases de música. ¿Cómo pudo olvidarlo? Sin decir una palabra se puso de pie y cerró el libro en sus manos. Wei Ying se enderezó en el asiento.
—¿Eso quiere decir que me puedo ir? También tengo cosas que hacer. Ayudo a A-Li con la cena y A-Cheng con sus deberes. Tengo que limpiar el piso antes que llegue la señora Yu y se enoje conmigo. Hoy toca lavar la ropa. Si hago todas mis tareas tal vez me deje cenar con ellos y dormir adentro.
Wei Ying no esperó que los hermanos Lan respondieran. Empacó un par de cuadernos en su bolso escolar remendado con cuidado seguramente por su hermana mayor.
En seguida se puso de pie y casi iba detrás de Wan Ji, quien se esforzó por ignorarlo. Los hermanos Lan avanzaron a prisa hacia el auto que los esperaba estacionado en la entrada.
Wei Ying tenía razón. Iba a llover. Las nubes grises se cerraron sobre sus cabezas.
Una vez los hermanos estuvieron instalados dentro del auto, Wan Ji no pudo contenerse. No podía creer que Wei Ying siguiera batiendo una mano para despedirse de ambos.
La lluvia llegó entonces y mientras el auto se alejaba no pudo evitar mirar por la ventana a un empapado Wei Ying sonriéndoles en la acera.
Ese tonto se va a resfriar, pensó en ese momento y luego se arrepintió por haberlo hecho. Wei Ying no asistió a la escuela el resto de la semana.
Llamaron a la puerta y Wan Ji regresó a su realidad. Sucedía demasiado a menudo. Se perdía en sus recuerdos y cada vez le costaba más encontrar el camino de regreso.
La puerta sonó una vez más y a prisa se levantó a atender. Wen Qing entró casi atropellándolo, preocupada por no ser vista.
Una vez dentro del departamento se quedó de pie tras la puerta, como esperando que algo sucediera. Acto seguido, corrió para asomarse por la ventana y asegurarse de que nadie la siguió. Esa era la rutina de ambos antes de empezar con cualquier saludo.
Ella se quitó el abrigo y lo dejó sobre una silla. Dio otra mirada por la ventana y por fin pareció quedarse tranquila.
—No ha habido ningún cambio —anunció Wan Ji sin ocultar la desazón en su voz.
Wen Qing sacudió la cabeza como si quisiera apartar pensamientos oscuros de su mente.
—Créeme que esas son buenas noticias —replicó ella desplazándose hacia la cocina.
Necesitaba beber algo para calmar sus propios nervios. Luego de apurar un par de sorbos de té, estaba lista para continuar la reunión.
Wan Ji la observaba en el silencio que para ambos era costumbre. Luego de un agitado día de trabajo la ausencia de sonido era por demás apreciada por la doctora.
Tenía que aceptar que, a pesar de las circunstancias, disfrutaba haciéndole compañía a ese sujeto de apariencia fría y parca. Wan Ji mantenía una expresión estoica y sus modales de principe lo hacían por demás interesante de observar.
A pesar de que la primera impresión que tuvo de Lan Wan Ji no fue la mejor, supo ganarse su aprecio por hacerse cargo de Wei Ying.
La familia Lan era muy reconocida en la ciudad y gran parte del país. Su poder económico e influencias políticas los hacían un rival temible para el resto de familias de alta sociedad.
Wen Qing supo desde un inicio que no sería fácil comunicarse con el inalcanzable Lan Wan Ji, el segundo maestro del imperio Lan, el hermano menor del gran Lan Xichen. Su rostro inexpresivo lo hacía aún más intrigante. Tenía que acercarse a él y darle un mensaje. No sabía cómo lo tomaría, porque Lan Wan Ji era imposible de leer.
Sin embargo, tuvo que hacer posible lo imposible. En principio, Wen Qing trató de contactarse con Lan Wan Ji dejando infinidad de mensajes con la recepcionista de la empresa dónde trabajaba. El tiempo corría y pronto supo que perdía su tiempo. Así que optó por una opción más agresiva.
Wei Qing fue a buscarlo a donde trabajaba. Una vez más le fue negada la oportunidad de hablar con uno de los gemelos Jade, por la misma secretaría que manejaba su agenda.
Rendirse no era una posibilidad para ella. Wen Qing se escabulló en el estacionamiento a esperar. Tarde o temprano ese sujeto Lan Wan Ji tenía que abandonar ese edificio.
Por fin, ya siendo de noche Lan Wan Ji tomó el elevador hacia el estacionamiento. Wen Qing lo vio dirigirse hacia su auto. A pesar de que quería abordarlo en persona, no lo hizo.
Esperó que Lan Wan Ji ingresara y antes que pudiera reaccionar, dejó caer una nota sobre el parabrisas.
En ese momento Wen Qing pudo ver, en el rostro inamovible de Lan Wan Ji, un amago de emoción. Sorpresa, confusión y quizá algo de curiosidad. Se hubiera quedado observando más rato, pero apenas tuvo tiempo para cruzar miradas.
La doctora se alejó de la escena, casi tan sorprendida como a quien abordó sin que lo esperara. No necesitaba quedarse a observar, sabía bien, por la mirada que intercambiaron que Lan Wan Ji daría el siguiente paso.
Resultó tal y como esperaba. La nota era breve, pero suficiente para lograr su objetivo. Lan Zhan, decía el mensaje, alguien que nunca ha dejado de pensar en ti, necesita verte. Y anexó un el dibujo de un conejo junto a un número telefónico.
Lan Wan Ji se tomó su tiempo, pero hizo la llamada al número que le dejó. Wen Qing esperaba con el móvil en la mano. Apenas contestó recibió sólo silencio desde el otro lado de la línea. Resopló tan fuerte aquella vez y tuvo que ser ella la que inició la conversación.
—Me devuelves la llamada, quiere decir que quieres verlo.
Silencio de nuevo, tan denso que por poco hace que ella termine con la nula comunicación.
—Necesito una respuesta —insistió ella sin ahorrarse el tono de regaño.
—¿Dónde está Wei Ying?
Wen Qing sonrió para si misma, algo que no ya no hacía. Se compuso de inmediato y continuó con la llamada.
—A salvo —Fue la respuesta en un susurro—. Necesito tu ayuda para que siga siendo de ese modo.
Lan Wan Ji no dijo nada. Wen Qing anotó en su mente que cuando tuviera a ese tipo delante, le diría todo lo que pensaba acerca de quedarse callado en una conversación telefónica.
—Iré enseguida.
¿Quién lo pensaría? Wen Qing no esperó que alguien tan meticuloso hasta para caminar, hiciera una propuesta tan impulsiva.
—Por supuesto que no. No se puede. Te contacté porque necesito tu ayuda, no que lo rescates en seguida.
Estuvo a punto de reprochárselo. Si tan solo hubiera estado meses antes cuando Wei Ying llego al hospital peleando por su vida. No era momento para decírselo. Habría tiempo luego.
Wen Qing se sentó al lado de su paciente y le acomodó el cabello sin obtener reacción alguna.
—Necesito que me escuches bien. Esto es lo que vas a hacer.
Lan Wan Ji era muy bueno escuchando. Prestó atención a cada palabra que la doctora vertió en su oído. Desde ese día nada cambió. Wan Ji seguía al pie de la letra sus indicaciones por el bien de Wei Ying.
Wen Qing le dio una mirada al departamento. Lucía limpio y ordenado, como si nadie viviera dentro. Wan Ji parecía un maniquí sentado en una silla. Su camisa blanca impecable, su cabello largo y rostro de porcelana casi podía ser parte del decorado. Si no fuera por las ojeras que se dibujaban bajo sus ojos ambarinos, la doctora diría que era un adorno más en la cocina.
Wan Ji perdió peso. El cansancio se reflejaba en su rostro y sus ojos lo delataban. Se veía agotado. Cuidaba de Wei Ying día y noche sin conseguir un relevo. Era un secreto que se esforzaba por mantener con vida a costa de perder la suya.
Wen Qing sabía que tenía que darle descanso y que Wan Ji era un hueso duro de roer. Jamás aceptaría lo exhausto que se encontraba o lo poco que ingería. Débil como se encontraba no era de gran ayuda, así que la doctora debía encargarse también de él.
Wan Ji la vio ponerse de pie, seguro a hacer una más de sus rondas por el departamento. Wen Qing pasó a su lado y se detuvo a su espalda. Hizo que se respingara al sentir sus manos sobre su cabello.
—Sabas que no eres de gran ayuda si te enfermas —susurró en uno de sus oídos.
Quiso protestar, tal vez detenerla. Wan Ji levantó uno de sus brazos sin alcanzarla. El otro ni siquiera consiguió moverse de su sitio. Ella lo sostenía casi arrullándolo con su voz, diciéndole que tenía que descansar. Que no se preocupara por Wei Ying, estaba en buenas manos.
Wan Ji quiso maldecirse por ser tan descuidado. Bajó la guardia y ahora se encontraba recostado sobre la mesa, como si su cuerpo se hubiera convertido en algo ajeno.
Cerró los ojos perdiendo el control sobre estos. Su cuerpo se apagó un momento después de sentir el peso de una cobija sobre su espalda.
—Si no fueras tan grande te llevaría a recostarte a tu cama —murmuró Wen Qing para si misma.
Wan Ji dormía en un sueño inducido por agujas. Despertaría al día siguiente cuando ella se hubiera marchado.
Wen Qing se quedó a solas en medio del silencio. Revisó de nuevo las ventanas. Al no ver nada sospechoso pudo regresar a lo suyo.
Con cuidado abrió la puerta de la habitación destinada a Wei Ying. Lo encontró despierto y en el lugar usual, mirando por la ventana.
Tuvo que tragarse el nudo que se le formó en la garganta. El nombre de su hermano menor quiso escapar de sus labios.
La doctora avanzó hacia su paciente, ya bastante recuperado. Wei Ying la escuchó acercarse y giró la cabeza hacia ella.
No podía saber si la reconocía o no. La esquizofrenia era uno de los tantos males que aquejaban a su paciente.
—A-Li —susurró Wei Ying mirando hacia un lado vacío de la habitación.
Parecía que la llamaba y como no obtenía respuesta empezaría a agitarse.
—Wei Ying —llamó Wen Qing muy quieta en su sitio.
Wei Ying dirigió su mirada hacia la persona que apareció de pronto. Yan Li le sonrió desde la esquina donde observaba silenciosa. Entonces se levantó en busca de su hermana. Ella lo tomaría en sus brazos como cuando eran niños, para defenderlo de la ira de la señora Yu.
—A-Li —murmuró de nuevo con el rostro escondido contra la pared, acurrucándose como si quisiera desaparecer.
—A-Xian.
Su hermana mayor le tocó la cabeza con mucho cuidado. Wei Ying quiso esconderse en su regazo. Yan Li solo lo miraba. Ella también estaba enojada con él. Porque solo les traía problemas.
—Deberías estar muerto. Tú, tú debiste morir en lugar de Yan Li. Ella era buena. No merecía morir. A ti nadie te quiere. Ni siquiera tus padres lo hicieron. Deberías estar muerto.
La voz de la señora Yu resonaba en sus oídos. Ella tenía razón. Debería haber muerto hacía mucho tiempo. ¿Por qué seguía en el mundo? Debería haber muerto. Debió dejar que la señora Yu lo matara como intentó en varias oportunidades.
Por su culpa Yan Li estaba muerta, por su culpa Jiang Cheng tuvo que pasar mucho tiempo en el hospital. Por su culpa su tío Fengmian .. .
—Veo que hizo un buen trabajo, tu cabello está muy limpio.
Esa mujer acarició su cabeza como lo solía hacer su hermana mayor. Wei Ying se preguntó quien sería. Su rostro de pronto le resultaba familiar. Tenía un cierto parecido a su hermana, su sonrisa era sincera. Sin embargo, no podía recordar su nombre.
A-Cheng era a quien deseaba volver a ver. Sabía que era un imposible. Su hermano lo odiaba con la misma intensidad con la cual Wei Ying lo amaba. Solo quería que algún día pudiera perdonarlo. Fue su culpa que tuviera que permanecer en el hospital durante tanto tiempo y que su familia se destruyera.
Ella seguía hablando. No la escuchaba. Sus ojos se mantuvieron fijos en su hermana quien lo miraba con ternura.
—Date vuelta, sé buen chico, A-Xian.
Yan Li se hacía cargo de sus hermanos menores. La señora Yu trabajaba todo el día y tío Fengmian hasta muy tarde. La responsabilidad de cuidarlos recaía en Yan Li de tan sólo doce años.
Esa era la edad que tenía cuando ocurrió la tragedia. Una flor que nunca pudo brotar, decían los vecinos. Una muerte tan temprana solo va a traer desgracias a los culpables. Ella era una niña tan buena, es una gran pérdida.
Wei Ying no salía de casa. La señora Yu le prohibió moverse de la habitación donde dormía con sus hermanos. Sin Yan Li y Jiang Cheng la pieza quedó muy vacía.
Era su castigo por arruinarlo todo. Su tío Fengmian nunca quiso culparlo, pero Wei Ying sabia que fue el responsable.
La soledad y el dolor de convirtieron en su única compañía. Pasaba el día entero tumbado en el suelo, entre las camas de sus hermanos extrañándolos. Si escuchaba ruidos en la calle pensaba que Yan Li y Jiang Cheng pasaban a buscarlo.
Tío Fengmian dejó de volver a casa. Después del trabajo iba directamente al hospital a pasar la noche con su hijo. La señora Yu regresaba todas las noches. Wei Ying se ocultaba bajo su cama, aterrado de su presencia. La escuchaba caminar en el minúsculo departamento. Oía el sonido de ollas y sentía el olor a la comida que preparaba para llevarle a su esposo.
A veces ella entraba a la habitación de sus hijos y se acostaba en la cama de Yan Li. Wei Ying la oía llorar recordando a su única hija. Él lloraba también de tristeza y de miedo.
La señora Yu descargaba su rabia en él. La entendía. Él también estaba enojado consigo mismo.
Una noche la señora Yu regresó a casa y notó que desobedeció sus órdenes. Wei Ying pensó que si hacía sus labores de siempre, ella se sentiría menos enojada con él. Limpió el piso, lavó la ropa que se iba acumulando. Incluso la de Yan Li, la lavó con cuidado y la guardó en los cajones.
Preparó la cena para que la señora Yu no tuviera que hacerlo.
Fue una mala idea. La señora Yu lo sacó arrastrando de la pieza. Le lanzó la comida que preparó encima.
—Lo arruinas todo. ¡Te odio tanto que podría matarte con mis propias manos!
La señora Yu lo mandó a limpiar la cocina de nuevo. Era muy de noche cuando terminó la tarea. La señora Yu lo arrastró del cabello y Wei Ying pensó que lo echaría a la calle. Se equivocó de nuevo. Ella hizo que se sentara a la mesa. Le puso un plato de sopa delante y le ordenó que comiera.
—Tienes que comer Wei Ying —un plato de sopa tibia era lo que esa mujer sin nombre le ofrecía.
No tenía hambre. No podía aceptar comida de quien no conocía. Si cuando comió de la sopa que la señora Yu le dio, se puso muy mal. El dolor en el estómago fue tan fuerte que no podía levantarse.
La señora Yu lo arrastró hacia la calle y lo dejó en el parque donde Yan Li tuvo el accidente. Wei Ying se arrastró debajo de una banca y supo que iba a morirse como un perro abandonado.
—Si no comes no vas a mejorar —insistió la desconocida empujando con cuidado una cuchara de loza contra sus labios cerrados.
Wei Ying respiraba agitado. Un temblor violento sacudió su cuerpo muy delgado. Ella se rindió por fin y se desplazó por la habitación buscando algo.
Wei Ying buscó a Yan Li. Ella se había marchado. Se sintió nervioso de nuevo. Si su hermana se iba entonces se sentía perdido.
—Te traje unos dulces. Alguien me dijo que te gustaban mucho.
La tristeza se escurrió de las palabras de la desconocida. Eran unos caramelos de arroz, con un conejo blanco en la envoltura. Ahora tenía su atención.
—Si comes un poco de sopa, te daré todos los dulces que quieras.
Wei Ying quiso negarse, pero esa golosina era demasiado tentadora. Se levantó despacio y asintió apenas. La mujer sonrió ligeramente y se acercó con una fuente con la sopa.
Ella tenía cierto parecido a A-Li, pensó. Así hubiera sido Yan Li si no hubiera muerto en ese accidente. Estaría a su lado, preparándole su sopa favorita. Si ella viviera Jiang Cheng no lo odiaría tanto. Su tío Fengmian seguiría con vida y la señora Yu tal vez.. lo detestaría un poco menos.
***
Eso es todo por hoy. Espero que les guste y no se olviden de dejarme un comentario para mejorar.
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