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ANA LA DE LOS ÁLAMOS VENTOSOS

El día en que mi Ana y yo nos prometimos amor eterno, llegué a casa borracho de amor. Mi padre lo celebró conmigo y mi madre suspiró aliviada. Era un suspiro que llevaba guardado desde hacía más de un año.

La noticia corrió en Avonlea como la pólvora y en un par de días todos sabían que, por fin, mi Ana y yo nos habíamos prometido. No hicimos ninguna celebración, no obstante, mi Ana fue invitada a comer a mi casa y luego Marilla, como ella se empeñó que la llamase, me invitó a la suya.

Mi madre no supo esconder su alegría al vernos juntos y mi padre se reía por los intentos fallidos de su esposa de parecer menos entusiasmada. Desde ese día, mi Ana ha sido la persona favorita de mi madre.

Para mi sorpresa no creo que hubiese persona más aliviada y contenta con la noticia de nuestro compromiso que Marilla. A pesar de ser siempre tan comedida, no pudo disimular su alegría y muchas veces parece que me mira como a un hijo y no como al futuro esposo de su hija adoptiva.

He pensado muchas veces en la historia que compartió con mi padre y me pregunto si no verá en mí al hijo que nunca pudo tener.

En un abrir y cerrar de ojos, mi pelirroja se mudó para trabajar como directora de la Escuela Secundaria de Summerside. Al principio no le fue muy bien, puesto que el puesto que le habían dado a Ana, también lo anhelaba una integrante de la familia Pringle, una especie de clan en el que todos se controlan mutuamente y se pelean, pero ante un extraño, hacen frente hombro con hombro. Sin embargo, como era de esperar, mi pelirroja salió airosa de la situación.

Por mi parte, comencé a estudiar Medicina y le pongo mucho empeño en mis estudios. Quiero aprender lo máximo posible para ser un gran doctor algún día.

Yo le escribo a mi amada todos los días y ella, por su parte, hace lo mismo. Esperamos cada dos o tres días para enviarlas juntas, por lo que recibo unas tres cartas por semana de mi Ana.

Las suyas son mucho más entretenidas que las mías, porque solo me dedico a estudiar y estudiar, además de escribirle a ella. Yo guardo las cartas como mi tesoro más preciado, sobre todo, cuando me escribe, que me quiere, que me echa de menos o que sospecha que me ama.

Sí, los últimos años han sido difíciles y mis amigos me dijeron que tirara la toalla, todos menos Diana, que sospechaba de la ceguera temporal de su mejor amiga, y mi padre, naturalmente. Aun así, ha valido la pena solo por poder escuchar de mi Ana o leer en sus cartas que yo soy su amado o que ella es por siempre mía.

Aunque hay una frase que se me quedará guardada en el corazón hasta el final de mis días: "Te quiero por ser solamente Gilbert".

También hay partes que me parecen tan íntimas como divertidas, como cuando me pregunta en una carta sin decoro alguno: "¿Estás seguro de que me besas en los lugares debidos, Gilbert? Temo que la señora Gibson consideraría la nuca, por ejemplo, como un lugar por demás indecoroso".

Yo también lo creo, sobre todo porque después de nuestro primer beso no he podido controlarme y ser siempre un caballero. Incluso un día mis manos se perdieron debajo de su vestido y no paré de tocarle hasta que gritó mi nombre cuando llegó al orgasmo.

Por supuesto que no le he permitido que ella me toque de esa manera, al fin y al cabo, yo me doy placer a mí mismo en la intimidad, pero Ana no sabía lo que era llegar al clímax.

Estoy seguro de que lo disfrutó y al verla sonrosada y aun con los restos del orgasmo en su cara, fue casi imposible no hacerla mía en ese momento, puesto que quería esperar hasta la noche de bodas.

***

El primer año pasa como una exhalación. Solo puedo ver a mi nenita en Navidades y dos meses en verano, pero disfrutamos juntos del tiempo que pasamos en el pueblo.

Ana no solo es mi amada, es mi mejor amiga, una compañera y la persona más interesante que conozco. Pasar el tiempo con ella como amigo siempre fue algo extraordinario, pero pasarlo como mi prometida es imposible de describir.

Cuando nos damos cuenta, el verano ya ha acabado y los dos estamos de vuelta, ella al colegio y yo a la universidad.

En Navidad, Ana invita a una compañera del instituto a pasar las fiestas en Tejas Verdes, ya que no tenía con quién celebrarlas. Debe de ser duro estar solo en el mundo y es en ese momento cuando me doy cuenta de que Ana se pasó doce años de su vida completamente sola, sin nadie que la quisiese.

Yo no podría imaginarme la vida de niño sin el apoyo incondicional de mis padres y mi pelirroja tuvo que ganarse el amor de Marilla y su hermano para no estar sola. Debe de ser una sensación horrible el no poder contar con alguien cuando lo necesitas.

No puedo contenerme y le robo varios besos a mi Ana en cuanto nos dejan solos en la sala la tarde que vuelvo a Avonlea.

—Gilbert, Marilla va a aparecer en cualquier momento —susurra, a pesar de que permite que la siga besando.

—Te he echado tanto de menos —me sincero.

—Yo también —me dice ella y me devuelve el beso.

—No volverte a ver otra vez durante meses, va a ser una tortura, nenita —me quejo mientras comienzo a besarle el cuello y ella me lo permite.

Pero no quiero ser ingrato y sé que, aunque no podemos vernos muy a menudo, al menos es mejor que cuando pensaba que nunca sería mía y que se iba a casar con otro.

Me paso todo el tiempo que me permiten al lado de mi Ana en las vacaciones, estoy seguro de que en verano no volveré a Avonlea y la voy a extrañar muchísimo. No es lo mismo no pasar el verano en nuestro pueblo cuando pienso que mi pelirroja no está interesada en mí, que verme obligado a no venir cuando me escribe que está escandalosamente enamorada de mí.

No obstante, ya me han aceptado para trabajar durante el verano en un ferrocarril que se está construyendo en el oeste y, aunque no necesite el dinero para mis estudios, puesto que entre la beca, los premios y lo que había ahorrado tengo suficiente, quiero tener medios para mantener a mi esposa durante el primer año de nuestra vida juntos, por si acaso al principio el trabajo de médico no me proporciona bastantes medios.

Por eso acompaño a Ana, que suele estar con su amiga Katharine, a todos los lugares que ella quiere frecuentar: visitamos a Diana y a su bebé, otra noche un salón, paseamos todo lo que podemos y muchas tardes las paso en el salón escuchando embobado la voz de mi amada.

Después de Navidad, me siguen llegando varias cartas por semana de mi amada, a las cuales yo también contesto con asiduidad. Mi padre también me escribe regularmente y mi madre lo hace muy de vez en cuando y, cuando lo hace, siempre me escribe sobre mi Ana.

Sí, es increíble todo lo que mi madre aprecia a Ana desde la primera vez que se dio cuenta de que no podía apartar mis ojos de ella. Siempre dijo que si hubiese tenido una hija, le hubiese gustado que fuese como mi Ana, soñadora, llena de imaginación y con una mente abierta para todo lo que aún nos queda por vivir.

Se apenó enormemente cuando pensó que iba a casarse con otro y no pudo evitar mostrar su alegría cuando le dije, la noche en la que mi pelirroja me hizo el hombre más dichoso del universo, que Ana y yo íbamos a casarnos.

A Ana también le gusta mi madre, se lo noto en cómo la mira y le habla, en el interés que pone en las cosas que le dice y creo que, en cierto sentido, se parecen muchísimo.

***

Llega el verano y echo de menos a mi Ana más que nunca. Nunca habíamos estado tanto tiempo separados desde que rompió su pizarra en mi cabeza. La quiero tanto y tengo tantas ganas de verla que he pensado en acabar antes el trabajo en el ferrocarril para pasar unas semanas con ella antes de comenzar el próximo curso.

Solo pude ver a mi amada un fin de semana en mayo y no es suficiente, sin embargo, tengo que ser fuerte. Me queda un año para terminar mis estudios y podré, por fin, casarme con mi Ana, tal y como he soñado los últimos diez años de mi vida.

***

Cuando a principios de julio recibo su última carta, sé que en unos días volveremos a encontrarnos. Al igual que a ella, tres años me parecían eternos al principio, y ahora que han pasado, siento que todo el esfuerzo ha valido la pena porque me llevará a compartir mi vida con esa maravillosa mujer que será en breve mi esposa.

Estoy cansado porque he estudiado como el que más, aunque también estoy orgulloso de ser el mejor alumno del último curso. He ganado todos los premios a los que me he presentado en estos últimos tres años, sobre todo, los que tenían una retribución económica y, a pesar de que no tome parte en la vida social como mis compañeros, salí de vez en cuando y pude compartir algunas tardes con profesores y alumnos de la universidad.

A pesar del agotamiento, no puedo dormir. Falta tan poco para poder ver a mi futura esposa. Mi madre también está nerviosa por la boda y el único que parece mantener la compostura es mi padre. Él siempre ha tenido mucha templanza.

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