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PARTE 1

Todo comenzó el nueve de abril de 2013, ese era el día de su cumpleaños número trece. A pesar de que Giheith vivió casi toda su vida en un orfanato viendo a los demás niños ir y venir, su cumpleaños era una fecha que la emocionaba de una forma impresionante. Siempre había sido una niña alegre y positiva, le era fácil hacer amigos, lo difícil era ver como a ellos los adoptaban y a ella no. Cuando eso sucedía ella trataba de sentirse feliz por ellos en vez de pensar en que ella seguía allí, y la verdad lo hacía bien, siempre con una sonrisa mientras les deseaba lo mejor pensando en lo felices que estarían. Todo iba bien, ella estaba tan emocionada el día antes que no podía dormir pensando en lo que el día de mañana le traería. Al final, lo que ese día le llevó no fue para nada lo que esperaba.

Se despertó con una sonrisa y sin querer levantarse de la cama porque sabía que en cualquier momento su mejor amiga desde que llegó ahí, Amelie, la levantaría cantándole feliz cumpleaños, un abrazo y si tiene suerte, una galleta que para dársela tendría que haberla guardado del postre de ayer ya que les era prohibido comer dulces en el desayuno. Para algunos eso podría ser poco, para Giheith era el acto que más la emocionaba de su cumpleaños, el más importante para ella. Estuvo acostada reprimiendo su sonrisa y emoción como por cinco minutos, eso se le hizo muy extraño ya que Amelie siempre se levantaba temprano para tratar de sorprenderla en su cumpleaños.

Siguió así un rato más hasta que dieron las siete y se dio cuenta de que tendría que levantarse o perdería el desayuno. Se fue a prepararse para bajar y un poco desanimada pero ya lista, bajó. Era imposible que Amelie olvidara una fecha tan importante para ella, Amelie no era así. Tratando de no pensar en eso bajó y en el camino una niña llamada Nerea, con la que había hablado algunas veces, la detuvo para felicitarla. Giheith sonrió sin ánimos con intensión de retirarse pero la niña la tomo del brazo y un poco avergonzada le entregó un papel doblado cuidadosamente con su nombre resaltando en la parte de enfrente, escrito con un marcador azul. Ella miró a la niña con curiosidad y como si le leyera la mente Nerea le dijo que era de parte de Amelie, que le había dicho ayer que se la diera porque no había tenido la valentía suficiente para dársela ayer.

Al decir esas palabras la niña se retiró, dándole privacidad para leer la carta. Ella le creía que era de parte de Amelie porque Giheith conocía su letra, lo que no entendía era porque le mandaba una carta. ¿Por qué no se la entregaba ella misma? Con un mal presentimiento comenzó a leer la carta y mientras lo hacía, sin saberlo comenzó a llorar. Podía sentir el dolor de Amelie leyendo sus palabras. En la carta, ella se disculpaba por haberse ido sin avisar, por no despedirse, excusándose con que no creía poder hacerlo. Que Giheith siempre seria como la hermana que nunca tuvo, que lamentaba no haber sido valiente. Habían adoptado a Amelie y ella no se lo dijo, nunca se lo mencionó, Ni siquiera se despidió de ella, y eso le dolía demasiado a Giheith pero aun así trató de ponerse en su lugar, de entender porque lo hizo. Al final de la carta ella la felicitaba y se disculpaba una vez más. Conteniendo sus lágrimas se limpió la cara y se dijo a si misma que las cosas podían mejorar.

Después de eso, nada la pudo animar como ella esperaba. Todos la felicitaban pero ya no se sentía tan emocionada como antes. El día transcurrió de manera rápida y sin darse cuenta ya era de noche. Su ánimo estaba por los suelos aun, extrañaba a su amiga. Quería pensar que con el tiempo se olvidaría de ella, que no se sentiría así y tal vez eso era parte del problema. No quería olvidarla, no quería dejar en el olvido todo lo que hicieron juntas pero al mismo tiempo sabía que recordar dolería. No se sentía de ánimos así que decidido saltarse la cena e ir directo a dormir, eventualmente ella se acostumbraría a estar sin Amelie y lo sabía, pero ahora la extrañaba demasiado.

Ya cuando estaba lista para dormir, subió a la parte de arriba del camarote que compartía con Eleanor, una chica de su misma edad que era un poco tímida pero agradable aun así, y se quedó admirando el cielo por un gran rato. Ella había elegido la parte de arriba porque ahí había una ventana, a Giheith siempre le ha gustado ver el cielo en la noche, siempre ha tenido esa fascinación al impactante brillo de la luna y las estrellas que la acompañan siempre por la noche. Era una lástima que debido a que ella vive en la ciudad no podía ver tantas estrellas gracias a la contaminación lumínica. Miro con nostalgia al cielo cuando una estrella fugaz apareció y ella deseó que su cumpleaños no terminase de esta forma, le hubiera gustado no terminar su cumpleaños sola. Ella sabía que no se cumpliría, pero no perdía nada con desearlo. Con un suspiro resignado decidió que ya debería dormirse, ya casi era media noche y no podía darse el lujo de dormir tarde porque tenía que levantarse temprano el día de mañana. Se acostó en la cama y con solo tocar la almohada, se quedó dormida.

Giheith se despertó porque tenía frio. Abrió los ojos lentamente buscando a tientas la sabana sin éxito, ya cuando se dio cuenta de que no estaba en el camarote porque donde se encontraba no era para nada cómodo, se levantó rápidamente sintiéndose un poco mareada por hacerlo de forma abrupta. Al principio no entendió lo que sucedía, después solo se sintió fascinada por lo que sus ojos estaban presenciando en ese momento. Miró a su alrededor y lo único que pudo ver fue césped, kilómetros y kilómetros de césped cortado de manera uniforme. También habían árboles y muchas flores de diferentes tipos y colores. Lo curioso era que no se percibían casas o luces a lo lejos, tampoco había ruido, todo era silencio. No se escuchaba nada aparte de su respiración y los latidos de su nervioso corazón.

Pero lo que más la sorprendió del lugar, fue el cielo. Nunca había visto tantas estrellas juntas en su vida, y no solo podía ver muchísimas estrellas, la luna se miraba de una forma única, parecía que la tenía a solo unos kilómetros de distancia y eso no era todo, podía ver planetas, ¡Planetas! Todo era tan fascinante que se sintió abrumada por un momento por tanta belleza, hasta que la realidad la golpeó y se sintió mareada de nuevo. No importaba que tan hermoso fuera ese lugar, ¡¿Dónde rayos estaba!? ¿Por qué parecía que no habían rastros de vida alrededor o en este lugar en general? Todo se sentía tan raro, tan confuso que Giheith comenzó a desesperarse y a correr por ese interminable campo en busca de alguna señal de vida.
Se detuvo de golpe cuando lo vio, por alguna razón su corazón expectante se aceleró y ella pensó en si se debía acercar o no al chico que estaba sentado de espaldas a unos pasos enfrente de ella. Ni siquiera pudo contemplar la opción, porque él la sorprendió hablando primero.
—Había pasado tanto tiempo que comencé a pensar que nunca me ibas a encontrar.—dijo el chico con una voz suave y sin tener que darse la vuelta para mirarla, sabía que ella estaba ahí y Giheith no sabía cómo sentirse al respecto.

Tuvo la intensión de responder pero ninguna palabra salió de su boca cuando él se levantó de donde estaba sentado y lo pudo ver bien. Andaba vestido de negro, camiseta, zapatos y jeans. Tenía puesta una gabardina que le llegaba hasta los pies con la capucha cubriendo su rostro, también era muy alto aunque ella solo tenía trece años, tampoco era tan alta y no podía decir su edad con seguridad, pero era seguro que él era mayor que ella. Algo que de verdad había captado su atención era que tenía colgado en su espalda un carcaj con flechas que tenían una estrella en el centro y eran de un plateado tan luminoso que si las miraba por mucho tiempo le dolían los ojos y también un arco solo que este era de color negro.

Ella tuvo que levantar la cabeza para mirarlo por lo alto que era de cerca y cuando se quitó la capucha ella quedo maravillada por el tono de azul que tenían sus ojos, su piel era tan blanca que ella podría jurar que hasta brillaba, todo el precia brillar. Su cabello era plateado, del mismo tono de su gabardina. Se sintió un poco intimidada y no solo por su estatura, él era intimidante. Sin embargo trato de no mostrarlo. Por un largo momento solo estuvieron en silencio, lanzándose entre sí una mirada de curiosidad, Giheith solo se puso a pensar en que tan descontrolado estaba su cabello en ese momento y que era lo que él pensaba de ella.
El tiempo pasaba y ninguno de los dos hablaba lo que ya la estaba poniendo aún más nerviosa por lo que decidió hablar por primera vez —¿Dónde estoy y por qué estoy aquí? ¿Quién eres?—preguntó con un poco de nerviosismo en su voz pero con seguridad y calma también.

El chico sonrió, —Lamento esto pero es que no puedo decirte donde estas, no se me es permitido. Pero estas aquí porque dijiste que no querías terminar tu cumpleaños sola, porque pediste un deseo y aquí estoy. —se hizo una seña a si mismo para enfatizar—Y mi nombre es Ashlam, un placer conocerte en persona después de tantos años.—Al terminar de hablar le extendió la mano y ella no sabía que pensar de todo lo que estaba sucediendo, la situación era tan extraña que Giheith casi se pone a reír en su cara. Además, ¿Qué clase de nombre era Ashlam?

¿Y cómo que desde hace muchos años? ¿A qué se refería con eso? Ella en su vida había visto a alguien como él, en definitiva no lo hubiera olvidado. Le iba a preguntar pero no fue necesario porque cuando ella estaba a punto de hacerlo Alsham ya estaba respondiendo.

—Sí, desde hace muchos años. Te conozco desde que apenas eras una pequeña y frágil bebé, te vi crecer Giheith. Sé que no sabes quién soy y debes sentirte muy confundida en este momento por todo lo que está pasando pero quiero que sepas que a mí no me tienes que tener miedo.—le sonrió pero a Giheith le seguía pareciendo muy extraño. ¿Cómo esperaba que confiara en él? Era un desconocido de todas formas. De seguro estaba durmiendo, esto era demasiado raro para ser verdad.

—Ten en cuenta que no te estoy obligando a confiar en mí, sé que soy un desconocido pero de todas formas solo te traje para cumplir tu deseo, si así lo deseas puedes regresar ahora y no habrá problema. —su voz era suave, le daba un raro sentimiento de confianza aunque se preguntaba cómo era que parecía saber lo que pensaba.

Giheith miro a su alrededor, vió las estrellas, la luna, las flores y segura de lo que diría a continuación, respondió.—No, no quiero regresar.—y con eso aceptó la mano que Ashlam tuvo extendida por todo ese rato con una sonrisa.

—En ese caso, ven. Hay que conocernos.—Él comenzó a caminar y sin dudarlo o saber lo que le esperaba, lo siguió.

Ashlam la guió al lugar donde estaba sentado antes de que ella llegara esperándola y la invitó a sentarse a su lado. Ella aceptó y sentados uno al lado del otro se quedaron un momento en un silencio de esos que disfrutas porque no son necesarias las palabras para comunicarte con esa persona. Ella no sabía porque confiaba ciegamente en él, no sabía nada de sobre Ashlam y aun así se sentía tan familiarizada con su cercanía. Los dos estaban mirando el cielo nocturno, solo mirando las estrellas tintinear, ella con fascinación y él con nostalgia.

—Nunca había visto tantas estrellas en mi vida, se ve hermoso.—ella suspiro con fascinación sintiéndose relajada, sin pensar en lo que había pasado, en quien era él o quien era ella. No estaba pensando en el hecho de que no tenía idea de donde estaba, y eso la hacía sentirse bien.

—¿Por qué hay tanto silencio
aquí?—preguntó ella despegando su vista de las estrellas para verlo a él que brillaba tanto como ellas.

Giheith logró apreciar un atisbo de su sonrisa antes de que respondiera, —Eso es porque no hay nadie más aquí.

Asombrada se preguntó cómo eso podía ser posible pero no le preguntó porque supuso que no entendería la respuesta.

—Sé que tienes preguntas, no tengas miedo de preguntar Giheith, responderé cada una de ellas si puedo.—declaró Ashlam con la mirada aun en las estrellas.

Ella un poco abrumada con el hecho de que él parecía saber exactamente lo que ella pensaba pero al mismo tiempo con muchas preguntas por hacer, dejo de lado el miedo por decirlas y dio rienda suelta a todas las preguntas que tenía sobre él.

—Dices que no hay nadie más aquí pero, ¿Y tu familia? ¿Dónde están tus padres?—Ella no sabía si estaba siendo muy entrometida al preguntar algo así pero es que eso le daba mucha curiosidad, todo él le daba mucha curiosidad.

—No tengo padres, como tú. Pero tengo dos hermanos, si los conocieras te agradarían.—soltó despegando su mirada de las estrellas y regalándole una sonrisa. Su sonrisa era contagiosa.

—¿Cómo es posible que tengas dos hermanos pero no padres? ¿Cómo se llaman? ¿Si no hay ningún otro
ser vivo aquí de que te sirven
tus flechas? ¿Cuántos años tienes?—después de soltar tantas preguntas se sintió un poco avergonzada pero es que ya no podía contener su curiosidad.

—Es un poco complicado de explicar pero son gemelos y no tienen nombre. No sé cómo explicarte lo de mi edad pero digamos que yo no puedo envejecer y no puedo responder lo de las flechas...—él sabía que ella supuso cuál era su respuesta pero aun así lo dijo esperando alguna queja de parte de ella,—Es complicado.

—Eres complicado,—afirmó Giheith y él no lo negó—quiero entenderte.

Ashlam no respondió, aunque su sonrisa lo decía todo.

No sabía cuánto tiempo había pasado pero Ashlam le había dicho que ella ya tenía que regresar así que hizo su última pregunta.

—Ashlam, ¿Eres real?—Para ese punto ellos ya no estaban sentados y ella se sentía un poco intimidada por la altura de él.

Ashlam sonrió como si supiera que ella en algún punto preguntaría eso y sin pensar respondió:—Soy tan real como tú quieras que lo sea.—Seguido de eso se agachó y arrancó uno de los tantos claveles de color morado que habían a su alrededor y se lo dio.

La mirada de confusión de ella no paso desapercibida por él, sin embargo solo la ignoró y después ya no recordaba nada más.

A la mañana siguiente, cuando despertó se encontró a así misma pensando en el asombroso sueño que tuvo en la noche y lamentándose de que haya sido solo eso, un sueño.
Eso hasta que vio el mismo clavel morado que Ashlam le había dado anoche al lado de su almohada resaltando entre el blanco de las monótonas sabanas.

Desde esa noche todas las que siguieron sin falta, ella se encontraba dormida antes de las doce y ellos tenían largas platicas en las que perdían la noción del tiempo. El tiempo pasó y hubo un punto en el que Giheith se encontraba a si misma esperando a la noche para poder verlo y hablar con él. Se hicieron muy buenos amigos, ella le contaba todo lo interesante que pasaba en su vida y él le contaba historias fascinantes sobre los astros, la luna y las estrellas eran los protagonistas en la mayoría de ellas. Todas diferentes a la anterior y a Giheith le encantaban.

En ese mismo año ella hizo nuevos amigos en el orfanato, incluida Eleanor, que con el paso del tiempo se habían hecho buenas amigas, podía ser un poco tímida al principio pero era muy agradable. Ahora cuando los otros niños se iban y ella no, Giheith no se sentía tan mal como antes porque sabía que tenía a alguien que nunca se iba a ir y siempre estaría para ella.

Así como su amistad con Ashlam creció, ella también lo hizo y con el tiempo se iba convirtiendo en la maravillosa persona que Ashlam siempre supo que sería, al cumplir los catorce años una pareja la adoptó y ella pudo sentir el calor y la belleza de lo que es pertenecer a una familia y tener un hogar. Ella ya estaba perdiendo la esperanza de poder tener una madre o un padre, pero los tuvo, y los amó incondicionalmente.

Lamentablemente ellos ya no eran tan jóvenes, esa era una de las razones que los había llevado a adoptar en primer lugar. Nunca tuvieron tiempo de tener hijos a causa del trabajo, que fue en lo que siempre estuvieron enfocados, y con más de cuarenta años decidieron adoptar a la niña simpática de cabello castaño del orfanato que les había robado el corazón. Ella vivió cinco años y medio de su vida con ellos, y los tres fueron felices de una nueva y genuina forma por ese tiempo. Pero como ya dije anteriormente los dos ya no eran tan jóvenes, al principio solo era su padre pero después su madre también enfermó, y ahí fue cuando todo comenzó a ponerse gris para ella.

Algo que siempre admiró de ellos era lo mucho que ellos se amaban, y como parecía que darían lo que fuera por el otro sin importar qué. Ella esperaba poder conseguir algo así algún día. Pasaron muchas cosas juntos, incluyendo su último aliento.

Giheith ya sabía cómo se sentía la pérdida o al menos eso creía ella. Sin embargo, la muerte de los únicos padres que había conocido la había destrozado como nunca antes lo había sentido.

EN LA ACTUALIDAD.

Habían pasado cuatro meses desde la muerte de sus padres pero el dolor no parecía disminuir si no que incrementar. Ella tenía diecinueve años ya, era mayor de edad y ellos ya habían preparado todo para que cuando no estuvieran no le faltara nada a ella y pudiera vivir feliz, solían decir que todo el trabajo que hicieron valdría la pena si los resultados eran para ella.

Trataba de distraerse, de no pensar en eso ya que sabía los sentimientos que causaba en ella. Pero era difícil, un día tenía a sus padres y al otro no. Se sentía sola a pesar de tener a sus amigos, ya no respondía sus llamadas, se encerraba en su dolor y se quedaba en casa. Sabía que necesitaba la ayuda y el apoyo de alguien pero no dejaba que las personas lo hicieran, además ella creía que no la entenderían.

Ashlam era el único al que ella no alejaba, ella sabía que él no se iría a ningún lado, y él sabía lo mal que ella se encontraba, trató de ayudarla pero de muchas soluciones en las que podían pensar lo único que ella quería era quedarse con él.

Él la quería mucho.
No sabía que era el amor pero Ashlam pensaba que lo que sentía por ella se acercaba mucho a eso y le dolía mucho verla en ese estado.
Sin embargo, no podía decirle algo así a ella porque si llegaba a darse cuenta de eso iba a insistir más en quedarse con él y eso no podía pasar.
Ella le había preguntado muchas veces por eso después de la muerte de sus padres, pero él siempre le decía que no.

Esa noche lo había hecho de nuevo, los dos estaban sentados en el lugar de siempre, lado a lado mientras miraban las estrellas, habían estado en silencio por mucho tiempo hasta que ella no pudo aguantar más el peso de sus pensamientos y dijo las palabras que estuvo pensando todo el día.

—Ashlam soy muy feliz aquí a tu lado, ya no quiero estar sola en casa pensando en lo que perdí, déjame quedarme aquí contigo, Ash. Por favor...—Ella estaba al borde de las lagrimas, quería quedarse con él, se sentía feliz con Ashlam, segura.

Él la detuvo antes de que continuara hablando, eso no podría suceder ni aunque él quisiera,—Giheith...este no es tu hogar, no puedes dejar a tus amigos, aún quedan personas que te quieren.—Alsham trató de que Giheith entrara en razón, aunque sabia que no lo lograría por más que lo intentara.

Ella lo miró con tristeza, tratando una vez más en convencerlo.—Ellos no me van a extrañar...por favor Alsham, no me hagas volver...por favor.—una lágrima se le escapó y la mirada que le dio fue como un golpe a su corazón, él la quería mucho y se preocupaba por su felicidad. Su trabajo principal era protegerla, pero no podía quedarse con él aqui. Ella merecía vivir así que volteó la cabeza para no verla porque no sabía que haría si lo hacía.

—Lo siento Giheith, pero ya es hora de que regreses a tu hogar.

Antes de que ella pueda negarse, ya había desaparecido de su vista y ella despertó de nuevo en su habitación llorando pensando en lo equivocado que él estaba porque tu hogar es donde las personas a las que quieres están y él no estaba ahí con ella.

Eleanor, que la había ayudado cuando Amelie se fue del orfanato y que a pesar de que Giheith se fue años después siguieron siempre en contacto lo que las hizo más unidas, la fue a visitar el día siguiente junto con Stephan, que era su vecino y amigo de ellas dos.

Llegaron sin avisar porque sabían que ella no respondería y se sintió tentada de ignorar los continuos toques en la puerta a las cinco de la mañana pero Giheith decidió que ya los había ignorado por mucho tiempo y que Ashlam tenía razón, aún quedaban personas que la querían solo que ella dejaba que la ayudaran.
Ella se sentía un poco desanimada por como Ashlam seguía sin dejar que ella se quedara con él, al menos un día. Era lo único que ella pedía pero él seguía insistiendo con que no podía hacer eso.

Eleanor y Stephan le ofrecieron salir a muchos lugares diferentes, pero ella los rechazó todos, hasta que le preguntaron si quería ir a la playa y sin dudarlo aceptó, hace unos años que no iba a la playa y quería volver a sentir las fuertes olas del mar golpeando sus pantorrillas.
Los padres de Stephan tenían una casa de playa y habían aceptado a que ellos se quedaran ahí por unos días con la condición de llevar a su pequeña hermanita de diez años con ellos, lo que todos aceptaron sin problemas.

Ese mismo día, unas horas después del almuerzo, Eleanor y Giheith ya tenían sus maletas listas para irse, se quedarían una semana ahí, lo que emocionó mucho a Giheith y la distrajo por un buen rato. Serían unas tres horas de viaje ya que la casa de playa estaba un poco alejada a donde ellos vivían pero no importaba, porque sabían que valdría la pena.

Giheith se dijo a si misma que no pensaría en sus difuntos padres en el viaje, eso la deprimía de maneras inexplicables. No conocía forma o palabra para describir el dolor que se instalaba en su pecho al pensar en lo que perdió, en lo que no volvería a tener.
Sin embargo, ella no quería dejar de pensar en ellos completamente, porque su recuerdo la hacía feliz también lo que le dolía era el hecho de que ya no estaban. Era complicado, ya ni sabia lo que ella misma sentía.
Tampoco quería pensar mucho en Ashlam y el hecho de que no la dejaba estar por siempre con él. Ella lo quería tanto...quería poder vivir y ser feliz con él en ese lugar tan extraño en el que vive y al que no entendía pero que mas daba.
Porque él estaría ahí con ella y eso era más que suficiente.

Horas después, ya había anochecido y ellos se encontraban sentados en unas bancas que habían en la parte de afuera de la casa de playa. El viaje a pesar de ser largo no había sido tan malo como pensó después de que Eleanor se haya quedado dormida ya que la hermanita de Stephan, Morgan, era muy linda y amigable, ella fue la que la mantuvo despierta para ver el paisaje con ella lo que la distrajo de pensar en otras cosas.

En ese momento ya habían terminado de cenar, eran las diez de la noche en y después de que Morgan le haya rogado por horas a su hermano mayor para poder ir a la playa y hacer una fogata, él aceptó y gracias a eso ahora se encontraban en la playa, Stephen y Eleanor buscando más madera para la fogata y Giheith que se había quedado acompañando a Morgan sentada frente la fogata.

—¡Mira cuantas estrellas Gi, nunca había visto tantas en un solo lugar, se ve muy lindo! ¡Imagina como sería ver aún más!—Morgan estaba muy emocionada y no era solo por haber cumplido su capricho de la fogata. Hoy había luna llena, se veía impresionante y también se veían muchas estrellas aunque no era nada comparado a como se veía donde Ashlam vivía.

—Apuesto a que se vería sorprendente.—respondió Giheith con aún sonrisa en su rostro pensando en que ella sí sabía cómo se veía eso.

Levantó la vista y miró con nostalgia el cielo estrellado pensando en Ashlam. ¿Por qué no la dejaba quedarse con él? Ella ya había roto la promesa que se hizo a si misma de no pensar en él  más de cinco veces y ni siquiera había pasado un día.
El rumbo de sus pensamientos se fue a Morgan cuando esta le habló.

—Se están tardando mucho, ¡Vamos a buscarlos, tal vez están perdidos! —exclamó con un poco de preocupación y aunque Giheith dudaba que estuvieran perdidos decidió aceptar la petición de la niña e ir a buscar a sus amigos.

Levantándose de donde estaba sentada agarró su celular para mandarle un mensaje a Eleanor y al ver que no se enviaba, lo guardo en el bolsillo trasero del short que llevaba puesto, tomó la mano de la niña y juntas comenzaron a caminar.

Giheith se detuvo un momento para ver la hora, eran las diez y media. Llevaban media hora caminando y ella ya estaba cansada. Estaba apunto de revelarle sus pensamientos a Morgan, pero cuando despegó su mirada del celular la niña ya no se encontraba a su lado.

Suspiró y le mandó un mensaje a Eleanor para preguntar donde estaban y si Morgan estaba con ellos. ¡Solo se había distraído unos minutos y la niña desapareció de su lado!
No pasó ni un minuto y Eleanor ya le había respondido que ya estaban en la casa con Morgan, y le preguntaba que donde estaba ella. Giheith decidió no contestar, no estaba tan lejos de la casa así que no se tardaría tanto.

Dirigió su mirada al mar pensando en la última vez que había ido a la playa con sus padres, eso había sido ese mismo año durante sus vacaciones. Su padre ya había enfermado para ese entonces así que tenían que estar pendiente de sus medicamentos y de como se sentía, a pesar de eso él insistió en que fueran de vacaciones. Iba a ser por una semana y ellos estaban muy emocionados por ir. Todo fue genial en el viaje, se quedaron en un hotel y todos los días salían a comer a restaurantes diferentes y en las noches salían a caminar a la playa bajo el brillo de las estrellas, ella disfrutó mucho ese viaje sin saber que en dos semanas la vida de sus dos padres sería arrebatada.

Por un momento se imagino a si misma caminando a orillas del mar acompañada de sus padres, se los imaginó tomados de la mano caminando a unos pasos de ella y se sintió feliz por un momento aunque sabia que solo lo estaba imaginando. Después ellos se comenzaron a alejar de ella y aunque Giheith sabía que no era real lo que veía comenzó a adentrarse al mar y se escuchó a si misma gritarles que no se fueran sin ella, cuando los vio desvanecerse junto el viento. Se dejo caer de rodillas al mar y una lágrima se resbaló por su mejilla, tuvo que recordarse a si misma que solo era producto de su imaginación.
Y sí, eso podía ser falso pero la presión que sentía en su pecho era real.

Ella sabía que sus amigos estaban para ella pero no podía dejar de sentirse sola, trataba pero no podía dejar de pensar así. El único momento del día en el que no se sentía sola era cuando estaba con Ashlam.
Él la hacia sentir feliz, querida. Alzó su mirada al cielo y mirando a las estrellas le preguntó al vacío: ¿Por qué no me dejas quedarme contigo, Ashlam?
¿Qué no entiendes que eres a quien más necesito en estos momentos?

Las olas bañaban sus piernas, ella seguía de rodillas, la mayoría de su ropa estaba mojada y el viento estaba fuerte pero no le importó. Se sentía tranquila en ese momento y extrañamente cómoda a pesar de su situación. Con pesar se levantó porque ya se había tardado mucho tiempo, se limpió los residuos de lágrimas con el dorso de su mano y suspiró mientras miraba como el mar iba y venía, como se extendía a sus pies y deseó quedarse ahí por un segundo más.

El mar salpicaba sus pies ahora y mirando con fascinación se preguntó como sería en el fondo del mar. Luego pensó en Ashlam, en el hecho de que solo lo miraba por las noches, cuando estaba dormida. ¿Qué pasaría si ella dormía por siempre? ¿Eso implicaría que podrían estar juntos?

No se había dado cuenta pero había comenzado a caminar alejándose con cada paso que daba de la orilla, pero no tenía miedo. Pensó en los profundos ojos azules de Ashlam mirándola y con esa imagen en mente siguió caminando con las olas empujándola y con el viento azotando su cabello, siguió caminando hasta el punto en el que el agua ya le llegaba hasta la barbilla y miró al las estrellas pensando en que valdría la pena.

Aún podía regresar, ¿Qué estaba haciendo?
Descartó ese pensamiento y solo imaginó lo feliz que sería junto a él, no tenía a sus padres pero al menos lo tendría a él.

Lo tendría a él.

No se había movido de su lugar aún, ella podría haber regresado pero ni siquiera pudo intentarlo ya que una ola llegó.

Y ya no había vuelta atrás.

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