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🐾 XXII

— No puedes estar hablando en serio... —exclamó el pálido alfa. 

— Seokjin, por favor piensalo bien, son tantos años tirados a la basura, ¿eso no importa? —Namjoon intentó razonar con él. 

— No hay nada más que pensar muchachos... —musitó el omega, resistiendo el llanto y secando las lágrimas rebeldes. 

En ese instante no había nada de más valor e importancia que la vida de Jungkook. YoonGi miró disconforme la situación. Entendía perfectamente que se trataba de su hijo, incluso él apreciaba mucho a ese muchacho que se había convertido prácticamente en su sobrino. Pero ceder ante una injusticia, aceptar la extorsión a la que lo estaban orillando, no iba con él. 

— Jimin, vámonos. —murmuró, tomándole del brazo al consternado rubio. Jimin intentaba comprender y apoyar pero se sentía tan fuera de lugar. Siguió a YoonGi hasta la puerta de la oficina y salieron. 

Namjoon por otro lado miraba la gran pena que embargaba a Seokjin. Toda su aura e incluso su aroma exhalaba tristeza y frustración. El Alfa no recordaba si alguna vez lo había visto tan acongojado, pero si sabía que algo en el fondo no estaba soportándolo. Seokjin dejó el papel firmado donde entregaba el total de sus acciones en el escritorio y su cuerpo no resistió el temblor exteriorizado por su miedo. Se dejó caer sobre el sofá cubriéndose el rostro mientras el llanto volvía a aparecer. 

¿Era tal vez una lección del destino? ¿Quizá eso le había sucedido por ser tan orgulloso? ¿Quizá era karma por intentar cambiar el balance jerárquico? 

Ser un omega del montón. Sumiso, sin metas, sin expectativas ni sueños. Poco importaba si su familia se encontraba en una buena posición económica y el fuese un buen estudiante. Era un omega. Nada ni nadie lo cambiaría. Un omega no podía estar por encima de un alfa, ni sobresalir. No. Su lugar era abajo, muy abajo, inclusive de los betas. Los alfas podían decidir, podían exigir, corromper, tomar sin permiso, mandar, humillar. Tener mejores empleos. Usar su poder por sobre todo. Un alfa podía marcar a cualquier omega y luego votarlo por otro si así le daba la gana hacerlo. ¿Qué importaban los sentimientos de un omega indefenso y bueno para nada? Había burdeles de omegas a los que la sociedad alfa iba. Eso estaba bien. Era aceptado. Los alfas podían obtener sus servicios con tranquilidad. Por supuesto, estaba bien. Los políticos lo hacían también. Pero, ¿qué si un omega usaba el servicio de un alfa? 

Aberrante, sucio, promiscuo, fuera de lo normal, osado, un mal ejemplo social. Omegas necesitados... Bah, eso es un atentado contra la naturaleza, un atrevimiento pecaminoso al cual no debían ser convocados. Que denigraban el estatus de un alfa. 

O al menos esos eran los títulos que aparecían en los diarios del país desde que G.D.O apareció en el mapa. Seokjin leía cada columna semanal dedicada a su empresa. Comentarios absurdos y anónimos de "la voz popular" sin embargo la mayoría de esas reseñas eran escritas por editores pagados. 

Su hijo. Su hijo era lo único bueno que le agradecía a un alfa. A un patán y canalla alfa que rompió su corazón, que humilló, que relegó a su omega abatido, abandonado. Ese alfa quién en el pasado prometió cuidar de él, que prometió amarlo, protegerlo. Quién hizo promesas a un joven omega de apenas dieciséis años y lo marcó sin darle derecho a opinar. Sí, Seokjin estaba muy enamorado de ese alfa, tanto, que no lo objetó. Sus padres lo aceptaban, ellos habían estado interesados más que nadie en que el hijo de un importante político se fijase en él. Seokjin era feliz sin importar que sus padres prácticamente lo estaban vendiendo. Pero, nada fue lo que tenían pensado. 

Ese alfa al que amó, ese joven y narcisista alfa, cometió la más grande traición. Seokjin lo supo muy tarde. Jeon Jang Hyuk rompió su lazo el mismo día en que supo que estaba en cinta y se lo diría. El corazón del omega se hizo pedazos al sentir el abandono, se sintió tan humillado al ver a esa hermosa omega colgada de su brazo. Una bella chica perteneciente a su mismo nivel social, un bonito rostro y apellido digno de presentar a los padres del alfa. ¿Y en qué se convertía ahora él? 

En un omega embarazado, usado y con un lazo roto... 

Sus padres lo votaron de casa apenas lo supieron. Sin su compromiso con el alfa, sus padres se negaron a apoyar a su propio hijo. Un omega deshonrado. ¿Qué alfa le haría el favor de hacerse cargo de él y de un hijo de alguien más? Nadie. Seokjin era una gran vergüenza a los ojos de su familia. Una dolorosa pena la que llevó a cuestas, haciéndose cargo de un pequeño que no tendría a su segundo padre, porque ése estaba de luna de miel en alguna isla privada con su nueva esposa. Seokjin guardó silencio y se desapareció para que nadie supiera que estaba esperando un hijo de ese alfa. ¿Qué pasaría si lo obligaban a deshacerse de él para no manchar el apellido de los Jeon? ¿Por qué debía ser así para cientos de omegas al igual que él? 

Él solo quería poner algo de justicia e igualdad en la sociedad. Él solo quería que los omegas tuvieran un lugar. Que sus derechos fueran respetados, que nadie pudiera decidir por ellos. Que gozaran la misma libertad y que no fuesen rechazados por tener más de una pareja a lo largo de su vida. ¿Había hecho mal?

Todo eso le estaba sucediendo por ir contra el orden de las cosas. Seokjin estaba tan seguro de haberse equivocado. 

— Lo merezco. Namjoon... —susurró derrotado. Namjoon sintió una opresión en su estómago casi como una punzada al escuchar el quejido doloroso que expulsó el omega. Se acercó a su lado y lo atrajo a su pecho, envolviéndolo entre sus brazos. 

— No es tu culpa, no digas eso. —le confortó con suaves palabras. Recargo su mentón sobre la cabeza del omega. Sintiendo su cuerpo temblar entre sollozos. 

Taehyung quien silencioso había observado toda la dramática situación, miró con gran pena al omega. Se dirigió hacia la puerta dejándolos solos. Aunque quisiera hacer algo por Seokjin, sabía que él menos que nadie tenía derecho a reconfortar al omega en su dolor. 

...

— ¿Por qué no te quedaste con él? —preguntó el rubio. 

Jimin le seguía el paso rápido que llevaba el pálido alfa. Se notaba afectado, incluso algo molesto. YoonGi siguió caminando hasta estar fuera del edificio. Jimin intentó detenerlo, sujetándole la manga de su chaqueta. 

— Yoon... 

— Dejalo así Jimin. —masculló.

Jimin miró los ojos de YoonGi, estos iban de un lugar a otro de la calle en busca de un taxi. El omega sentía la frustración de su pareja. Entendía lo preocupado que estaba por su amigo y todo lo que le estaba pasando. Jimin rodeó con sus brazos la cintura de YoonGi y pegó su mejilla a su espalda. 

— Debes confiar en él. —susurró. — El tiene miedo de perder a su hijo. Creo, que yo haría lo mismo. ¿No lo harías tú? —le preguntó con voz suave. YoonGi se quedó estático. 

¿Él lo haría? ¿Él lo daría todo por un hijo? ¿Por Jimin? 

Quizá no estaba seguro. Hasta hace muy poco no tenía nadie de quien preocuparse más que de sí mismo. Se preguntó, si realmente podría sentir tanto amor por alguien más del que sentía por Jimin. Por que estaba claro que por él, lo haría. 

— Vamos a casa. —le dijo a Jimin, tomando sus manos para que soltasen su cintura y lo atrajo bajo su brazo antes de besar su frente. 

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La gran puerta se abrió ante una maravillada mirada del joven alfa. Jungkook observó la gran habitación frente a su rostro, una habitación dos veces más grande que la suya, más lujosa y ostentosa. No es que su casa no fuera hermosa, pero a su padre Seokjin no le gustaban las presunciones y su casa era moderadamente sencilla. El jovencito caminó por el lugar, mirando cada extremo de la gran habitación, que mas bien, parecía un apartamento completo. Pudo ver un gran balcón que llevaba a una amplia terraza donde había una mesa de sol, dentro, había una moderna sala con sofás blancos y alargados, la enorme cama estaba al centro de dos pasillos en los lados. Uno de ellos tenia un puerta cerrada y el otro llevaba a unas escaleras que bajaban hacia alguna otra estancia. 

Jang Hyuk siguió al muchacho sonriendo complacido. Podía notar el asombro del joven que miraba todo como si se tratara de un pequeño cachorro. Jungkook caminó hacia las escaleras que llamaron su atención. Los ojos e incluso la boca del joven alfa se abrieron algo sorprendidos al ver lo que había en esa parte de su habitación. 

— ¿Un gimnasio privado? —dijo asombrado. Mirando todo y luego de reojo al mayor a su lado. 

— ¿Te gusta? —indagó el alfa. — Supe que te gustaba entrenar.

— Me encanta. —confesó en voz baja. Levantó su mano y tocó la pera de boxeo que se hallaba en frente. Había pesas y muchos otros aparatos para ejercitarse. 

— Que bueno que te guste. Cualquier cosa que necesites, yo te la traeré. Solo tienes que pedírmelo. —le dijo con una sonrisa. 

Jungkook volvió la vista en él por unos instantes. No negaba que le emocionaba todo lo que le estaba dando en bandeja de plata. Estaba realmente emocionado. Pero, muy en el fondo se sentía algo contrariado. Ese hombre era su otro padre. Lo era. Un padre que no estuvo durante sus dieciocho años de vida y que ahora aparecía de la nada a ofrecerle regalos en una extraña forma de acercarse: secuestrándolo. Una poco ortodoxa solución. 

Sin decir más, volvió a subir las escaleras hacia la habitación. Miró hacia el balcón y se preguntó mentalmente si podría acercarse a ver. ¿Era libre cierto? Caminó directo y sin detenerse hasta estar fuera en la terraza, con el aire fresco en el rostro y el sol calentando su piel luego de varios días. ¿Por qué estaba sintiendo la extraña sensación de seguir atrapado? ¿Quizá se había sugestionado por el secuestro? Esos idiotas que lo trataron como si realmente le fueran a hacer un mal. Miró alrededor, observando el enorme terreno, una gran mansión de estilo hacienda. A lo lejos podía ver algo de bosque. Jang Hyuk lo había convencido de ir con él a otro lugar, ya que seguramente lo estarían buscando en todo Seúl. Tras un corto viaje, en definitiva, ya no estaban en la ciudad. Probablemente en las afueras. 

— ¿Dónde estamos? —se atrevió a preguntar al sentir al mayor a su lado. 

— Mi casa de descanso. ¿Hermosa no? —preguntó con orgullo. Jungkook solo asintió leve. 

— ¿Regresaré a la ciudad en cuanto papá firme cierto? —inquirió serio. Jang Hyuk lo miró unos segundos y después sonrió. 

— Lo prometí, así será. Una vez que tengas mi apellido serás libre. Podrás decidir con quien estar. —él puso su pesada mano en el hombro del muchacho. — Me encantaría tenerte en mi casa, puedes visitarme cuando gustes. Todo lo mío será tuyo hijo. —le sonrió nuevamente, palmeando su espalda antes de dejarlo en la misma terraza y alejarse a través del interior de la habitación hasta la puerta de ésta, cerrándola a su salida. 

Jang Hyuk caminó por el largo pasillo, bajó despacio la enorme escalera mientras que otro hombre vestido con un traje negro subía al mismo tiempo. Él alfa asintió hacia el tipo con una clara orden: cuidarlo. El hombre de negro asintió también y terminó de subir en tanto se dirigía a la habitación de donde había salido su jefe. Jeon escuchó la vibración de su celular sobre el escritorio en cuánto entró a su despacho. Anduvo hasta el sin prisas hasta tomarlo y mirar el contacto en su pantalla. Deslizo su dedo por sobre la misma descolgando y lo llevó el aparato hasta su oreja. 

— Jeon. —respondió. 

— Señor Jeon, buenas noticias. Él firmó. —le contó la voz tras la bocina. Jeon sonrió complacido al escucharlo. 

— Bien. Paguen bien a ese tipo. Que mantenga la boca bien cerrada. —pronunció antes de colgar la llamada. 

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— Tendrás tu dinero a más tardar esta noche. —dijo Joo heon, mientras bebía una cerveza. Llevaba otra para su amigo sentado en el sofá. Joo heon se dejó caer en el otro sofá frente a un televisor encendido. — El jefe dice que ha sido un placer hacer negocios, pero si abres la boca, despertarás tres metros bajo tierra... ¿O lo pensó? Da igual. —se burló el joven pelirrojo. 

— Que cruel. —le dijo Changkyun con una sonrisa de lado, chocando la botella de su cerveza antes de beber también. 

— Bueno, que te diviertas con el dinero por arruinar a tu jefe. Me saludas a tus padres en Daegu. —se mofó, antes de colgar la llamada también. 

...

De otro lado, un nudo bajó con dificultad su garganta. Sus manos temblaron mientras colgaba el teléfono de la cabina pública. 

Oh, cuán arrepentido estaba.

— Espero puedas perdonarme Seokjin. —murmuró muy bajo un herido y arrepentido Taehyung. 

Quién sin mirar atrás, se alejó del lugar, caminado por la acera y perdiéndose entre la multitud que esperaba a ver cambiar la luz del semáforo.

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MIN∆BRIL

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