O2
Toda mi seguridad, profesionalismo, todo rastro de mi admirable actitud neutral se había ido a la mierda cuando sus palabras resonaron en mi cabeza. Quedé desconcertado.
─ ¿Qué?
─Lo sabía, debo irme, pero gracias fuiste un buen apoyo moral ─caminó nuevamente hacia la puerta. Este chico es demasiado inseguro.
─Alto ─mandé, nuevamente. Por segunda vez, volvió a quedarse quieto, sosteniendo el pomo de la puerta─. Es la primera vez que me dicen algo así, normalmente la gente viene aquí para salir de su rutina y obtener un placer sexual que no es normal entre sus parejas o en su vida. Esa petición no me es difícil de hacer, solo que...
─No me amas, lo sé, lo tengo en mente ─interrumpió y luego suspiró bruscamente, girándose de nuevo hacia mí─. Quiero sentirme amado ─susurró.
Normalmente yo pienso dos veces cada movimiento que hago, pero parece ser que desde que ese muchacho entró a la habitación no es así. Mis pies se movían cortando camino hasta estar justo enfrente de él y buscar su mirada.
─ ¿Puedo? ─pregunté, indicando su mano. Una vez asintió, la tomé para tirar de esta rumbo a la cama ─. Ahora, voy a ir quitándote la ropa, ¿de acuerdo? ─susurré de la forma más afable posible en mi ser.
Él, con nerviosismo reflejado en sus ojos, asintió de forma tímida. Su mano temblaba y cuando me acerqué a quitar su chaqueta, pude sentir su cuerpo vibrar bajo las yemas de mis dedos. Deslicé la misma por sus brazos hasta que cayó al suelo, descubriendo su cuello, un cuello grueso y marcado, donde la camiseta dejaba ver parte de sus resaltadas clavículas, invitándome a saborearle. Llevé mis labios, entreabriéndolos para probar piel, pero me detuve, porque se retrajo hacia atrás. Tímido, lindo.
─Quiero que disfrutes esto, ¿ok?, así que solo déjate llevar y si en algún momento te sientes incómodo, no te gusta o no quieres ello, solo di "detente" ─susurré cerca de su oído.
Su asentimiento tímido me dio pie a poder seguir con mi trabajo. Continuar con la delicadeza de mis movimientos para posarlo en la cama mientras le desvestía con besos, letárgico, todo lento, sin apresurar a descubrir su lechosa y blanca piel que de un momento a otro quería probar más y más. Me era delicioso.
Normalmente, el sexo que proporciono, que me piden, que me exigen, tiende a ser rápido. Al punto, sin rodeos, siempre rudo. Así les gusta. A pesar de eso, ¿el hacer el amor tiene que ser lento?, ¿todo lo contrario a lo que estoy acostumbrado a proporcionar?, porque en este momento donde estaba lejos de entender esas tres palabras es como lo quise ver, es como decidí hacerlo. Simplemente, estoy dejando que mis instintos me guíen a darle la sensación más cercana posible a lo que me ha pedido.
Mis labios recorrieron en húmedos besos sus muslos, a la par que su pantalón decoraba mi suelo, se mantenía actualmente con esos boxers de los que dudaba el color y poco me importaba, manteniéndose con el cubrebocas que amortiguaba sus jadeos bajos, ricos. Me estaba volviendo loco con solo escucharle.
Recorrí su cuerpo nuevamente hasta estar entre sus piernas, casi completamente desnudos de no ser por lo que su rostro cubría, listo para poder tomarlo, mientras meneaba sus caderas para rozar mi inminente erección con su culo decidí confirmar una última vez. Se estaba dejando llevar y eso me agradó bastante, pero necesitaba tener su total conciencia en lo que haríamos. Justo porque parecía que yo perdía la mía.
─ ¿Estás seguro de esto? ─pregunté con la voz ronca y llena de deseo.
El muchacho tenía un cuerpo impresionante, había visto muchos cuerpos bonitos, pero nunca me había tomado la molestia de llenar de besos y observar el de alguno tanto como lo había hecho ahora. Aun así, podía decir que este era el cuerpo masculino más bonito que había visto: piel blanquecina, torso fornido y al mismo tiempo delgado, piernas fuertes y grandes muslos, tenía brazos tornedos y no tan musculosos al punto de parecer explotar, incluso pude notar lunares en algunos puntos de su cuerpo, tan sutiles, pero a la vez haciendo tan diferente su piel. Entonces me di cuenta, que yo también quería dejar huella en su piel, quería hacerle chupetones, para que recordara esto. El cómo lo amé con mi cuerpo.
¿Pero qué estás diciendo, Ethan Park?
─Solo ─jadeó─... Solo tómame.
No había vuelta atrás, tomé el condón y lo deslicé por mi dura extensión, seguido del lubricante el cual esparcí por su agujero, escuchando sus jadeos diminutos al enterrar mi dedo para comenzar a prepararle. Un segundo dedo fue introducido en él, para después comenzar a abrir y cerrar, estimulando su nudo.
Al parecer no le parecía doloroso -o eso entendía yo con sus gestos limitados a cejas y ojos-, pero sí algo incómodo, porque sus quejidos roncos y guturales se dejaban oír mientras miraba sus ojos presionados fuertemente. Sus cabellos ya estaban pegándose a su frente por el sudor que comenzaba a brotar de su piel. Brillaba su cuerpo sensualmente bajo las luces neón, invitándome a seguir devorándolo con la mirada y querer ejercer más rapidez en el movimiento de mis dedos, follarlo con ellos hasta que estuviera lo suficientemente abierto para recibir mi polla sin dilema.
Cuando movió sus inexpertas caderas contra mis dedos, lo tomé como un claro indicio de que necesitaba más. Sin apuro, con lentitud y llenando de besos su cuello, comencé a alinear mi extensión en su entrada, tomándome el suficiente tiempo para descansar y que se fuera acostumbrando a mi tamaño al ir entrando de a poco en él.
Me torturé a mí mismo al ir lento, quería agregar velocidad al sentir su interior apretar mi erección; era tan estrecho, tan húmedo, tan rico, tan...
─Delicioso... ─jadeó.
No pude dejar de pensar en el muchacho de mascarilla durante estos tres días desde nuestro encuentro sexual. Ilógicamente lo pensaba sea donde sea, incluso en el trabajo, fue hilarante cuando tuve dos buenos orgasmos pensando en él.
¿Qué estaba pasándome?
Podría jurar que el sexo que había tenido con ese cliente fue descomunal, no podía olvidarlo, había sido el mejor orgasmo que he tenido en años. Después de ser cuidadoso y cuidar que gozara la lentitud de mi vaivén de caderas, optamos por un ritmo más ávido y acelerado, di muy duro.
Aunque, después, al terminar, este muchacho de cubrebocas con tímidos movimientos, se vistió y salió silencioso. No dijo siquiera adiós, no preguntó cuánto sería, no dijo nada. Solo salió de mi habitación. Posiblemente se arrepentía.
Debía comportarme, estaba actuando raro, pero es que incluso ahora no puedo mantenerme neutral o indiferente a esta situación cuando tiene bastante tiempo que no disfrutaba de un buen polvo, siendo que soy un gigoló. Decidí no escrutar en mi memoria el sentido de mi intranquilidad mental, mantenerme fijo en la idea de que solo fue un buen polvo más, restándole importancia a mi preocupación por esa alma en pena que llegó a mi necesitado de "sentirse amado", sintiéndome de alguna manera identificado con esa idea, al menos por unos breves segundos donde quise huir de eso y me obligué a hacerlo cuando Anny me llamó.
─ ¿Ethan?
─ ¿Hmm?
─Estoy hablándote.
─Oh, sí, sí ─le miré─. ¿Qué pasó?
─Estoy diciéndote que Giesler me ha pedido que hagas trabajo no solo en Lovers ─soltó moviendo su tasa más cerca de sus labios.
Los dos nos encontrábamos cenando en la terraza de Lovers, era normal siendo que vivimos solos, que ella es la encargada de las citas y yo he estado demasiado tiempo en esas instalaciones, como para que sientamos esta parte un poco más nuestra de lo que el mismo Giesler podría, aún si él era el dueño del todo -aunque no sé si lo quiera de todos modos- que era esta casa de amantes. Por lo que, el lugar estaba limpio debido a nuestras constantes visitas, arreglado para ser más cómodo y con el acceso restringido a quien consideraba era la única familia que tenía, así como yo para ella, exceptuando a su madre.
─ ¿Qué?
─Sí, debido a que eres muy bueno en lo que haces ─continuó como si nada, sonriendo ampliamente─. Giesler ha decidido aceptar las propuestas de las personas que te piden para ir a sus casas.
─Wow, detente. ¿Qué?
─Claro, solo si tú quieres ─cambió su deslumbrante sonrisa por incomodidad─. Son grandes sumas de dinero, Ethan ─suspiró─. Sé que no lo piensas mucho, pero si seguímos juntando lo suficiente, podríamos irnos de aquí, irnos a otro país.
─Sabes que estamos hablando de vender mi cuerpo, ¿no?
─ ¿Has tenido problema con eso antes?
─Touché.
Nunca me ha importado -vender mi cuerpo-, ya que era un placer mutuo el disfrutar del sexo -y no solo me autoconvencía, de verdad lo creía-, además de que no sé hacer nada más. Era... ¿era? Me es cómodo vivir como vivo y nunca he tenido asco con mi trabajo, tampoco me he sentido avergonzado, de algo hay que vivir. Solo me lance a lo que era más cercano y posible para mi frente a los dilemas de lo que me tocó vivir.
─Bueno, entonces, ¿qué es lo que dijo Giesler? ─indagué tomando un pedazo de carne en el tenedor.
─Bien, como es común que una vez que te prueban quieren más, varios clientes han optado por su comodidad y han pedido que vayas a sus casas para hacerlo ─continuó cortando su carne y llevándola a su boca─. Podrías salir a despejarte mientras vas a sus casas y así.
─Básicamente, me rentarán para ir a darles diversión a sus casas. Como un inflable.
─No lo estás tomando muy bien.
─Me estresa que Giesler esté tomando decisiones por mí ─agregué con obvia molestia en mis palabras. Tomé mi sien y subí mis codos sobre la mesa─, no porque tengamos este contrato significa que puede hacer con mi vida lo que le dé la gana. ¿O sí? ─miré a Anny, dejando los cubiertos para apoyar mi frente sobre mis manos cuando mis codos se apoyaron en la mesa ─. Tuve suficiente con mis épocas de acompañante como para volver de otra más bizarra forma, ¿y si alguien intenta secuestrarme y asesinarme? ─ terminé por susurrar.
─De eso no tienes que preocuparte ─me miró, quitando mis manos de mi frustrado rostro─. Te sabes defender muy bien. Eres un hombre imponente y siempre habrá alguien que te lleve, estará fuera de la casa a la que vayas. Se te dará un dispositivo que activará una alarma si te sientes en peligro, solo es cosa que presiones un botón... ─sacó un artefacto raro de su bolsillo. Era un reloj digital, me lo entregó y sonrió─. Ese botón y la alarma sonará. Así de fácil.
─Si tienen dinero para esta mierda, ¿cómo no tienen dinero para la remodelación?
─Es más barato con los contactos de Giesler.
─Esos contactos podrían ser diseñadores de interiores ─solté pesadamente.
─Oh, vamos ─chistó─. Acepta.
─Bien. De todos modos, no es como que pueda negarme ─guardé el pequeño reloj digital en mi bolsillo y mantuve mi mirada en su rostro, había perdido el apetito, aunque no quedaba casi nada ya en mi plato ─. ¿Quieres que te acompañe a casa o me voy?
─Vete, Núria va a recogerme ─se ruborizó.
─Disfruten ─aplaudí mientras me iba, con una sonrisa amplia en mis labios.
Metí las manos a mis bolsillos y seguí caminando por las oscuras y frías calles de La ciudad. Lovers estaba un tanto lejos de mi casa, yendo me hacía más o menos una hora, pero no me molestaba caminar, me agradaba hacerlo -al menos en estos años donde ya no tenía nada que hacer después de mi servicio-, eran momentos en los que disfrutaba del frío chocar contra mi nariz, del silencio, de la humedad cuando llovía y sobre todo de cómo las luces naturales de la noche iluminaban la oscuridad donde me encontraba caminando. Además de que eran calles que conocía de memoria, calles por las que estuve vagando desde pequeño para entretenerme en algo lejos de lo que llamaba mi hogar.
Lovers era una casa de amantes un poco fuera de lo común. Por fuera tenía un acabado estilo edificio histórico de Inglaterra con muchas ventanas por aquí y por allá, teniendo dos columnas terminando en punta que dejaban entre ellas la entrada del lugar con puertas de cristal templado y efecto polarizado, el techo de la parte central terminaba en un domo redondo que era el ático -el que fue por mucho mi lugar y ahora era el de Alexander Giesler-, era un lugar espacioso con más de cien habitaciones, la recepción y un área justo detrás de esta que era el salón de eventos. Podía decir que su aspecto era viejo, pero no una débil construcción y tan atractivo como el de un edificio macabro en una película de terror, incluso había gárgolas en lo más alto de cada columna y no sabía bien porqué seguían ahí -ya que ciertamente no le iban- después de saber el propósito de este lugar.
Era un edificio vistoso, pero al que nadie se atrevía a entrar al menos que fuera por recomendación y de todos modos siempre lo ignoraban a no ser que estuviéramos en viernes por la noche con la música a tope anunciando las mejores bailarinas. Más confundido con un hotel y un salón para eventos, que con una casa de sexo servidores. Aunque se sabía, lo ignoraban y el ojo legal no estaba en nosotros mientras Giesler supiera controlar las humeantes narices con buenos fajos de billetes o unos cuantos -según tenía entendido base a rumores y mi propia lección en su momento -puños de sus musculosos lacayos.
El señor Giesler -Rafael Giesler, padre de Alexander Giesler- se enamoró cuando vio la construcción hace años, pensaba hacer de ella un buen lugar de trabajo, como un teatro o algo parecido -nunca llegué a entenderlo del todo o preguntarle directamente-, pero terminó siendo una casa de sexo servidores, que tampoco fue tan diferente, ya que espectáculos sí se daban, aunque fueran explícitos y para público caliente.
Al llegar a mi casa y tirarme solo en boxers sobre mi cama, el chico del cubrebocas volvió aparecer en mi mente. Quería no pensar en él, pero no había tenido un orgasmo tan brutal desde hace mucho tiempo, tampoco hice "el amor" con alguien así de tímido e inseguro. Menos me había preocupado por si le había gustado o no, o si se arrepentía de ello.
Quise darles razón a mis pensamientos -una vez más- con un "solo es simpatía por el chico" -un pensamiento tan simple como ese-, pero en verdad, sabía internamente -y me negaba a aceptarlo-, que deseaba que el chico pudiera ir alguna vez más, solo una, siquiera para decirme que lo ayudé un poquito.
Mi cuerpo desnudo era iluminado por ese color morado, con la respiración calmada y mi mano garabateando sobre las letras de unas hojas color hueso, dibujos sin sentido a los que estaba tan acostumbrado, haciendo tiempo para no tener que tomar a un cliente más, como si estuviera aún dedicado a mi higiene personal. Era mi excusa, más tiempo del que necesitaba, estos momentos de relajación necesaria para mí.
Estaba agotado, agotado de una forma intensa, mi cuerpo dolía y sentía cómo mis caderas pesaban. Quería dormir, pero no iba a dormirme en el trabajo. Así que deseaba que mi compañera de trabajo y su prometida Núria -la cual conoció hace un par de años, cuando ambas tenían secretos que les dolieron y terminaron aceptando por su trágica historia de amor. Donde Anny trabajaba en un prostíbulo y Núria era una chica transexual, para que, después de todo, estuvieran a unos meses de casarse - me llevaran a casa cómo favor.
Pero mi compañera de trabajo apareció asomando su cabeza por la puerta, con una sonrisa nerviosa y con los dedos moviéndose en la madera. Me senté en la cama cubriendo mi desnudez con la nueva sábana y le miré.
─ ¿Qué pasó?
─Giesler me ha pedido que tomes a un cliente más y luego te vayas a casa. Es su aviso, ya que mañana comenzarás a irte más temprano de Lovers para atender clientes en sus casas.
Asentí en afirmación luego de soltar un suspiro exasperado, miré de nuevo en dirección a la puerta y le indiqué con la mirada que podía irse. Pero no se movió de su lugar.
─ ¿Algo más que necesites decirme?
─Estás algo raro desde hace unos días.
─Imaginas. Ahora, sal de aquí que, aunque seas lesbiana me da como el coso raro de que me deseas.
─Estúpido y engreído gigoló ─azotó la puerta, pero su risa se escuchó del otro lado junto con la mía.
Después de darme una ducha reducida a la mitad de lo que me duchaba -por estar perdiendo el tiempo-, solo para terminar con esto e irme a casa, me dirigí sin ánimos hasta donde se supone estarían los clientes esperándome. Entonces, de forma aburrida pasé mi mirada por los rostros de las personas frente a mí, hasta que mi atención se detuvo.
Cinco días tuvieron que pasar para verlo de nuevo, estaba aquí, el muchacho de cubre bocas había vuelto por más.
─Tú ─le señalé. Él asintió y me di la vuelta para ser seguido por él.
Me sentía ansioso y emocionado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro