Epílogo
─Ah, Ethan ─enterró sus uñas en la tela a la vez que jalaba.
─No puedo hacerlo, Scar ─murmuré jadeante, el espacio era mínimo.
─Solo mételo, Park ─ordenó.
─No puedo, es difícil para mí ─confesé, mis ojos llenos de desesperación.
─Mételo, ahora, ah...
─Scar, no estás ayudando.
─ ¡Mételo!
─ ¡No puedo!, ¡puede llegar Constantinne!
─Joder, que marica mandilón. Marica.
─No me ofende ─suspiré ─. ¿Y ahora qué hacemos?, me siento mal estando en esta situación.
Sus manos dejaron la tela de mi ropa, alejándose para cruzar los brazos y llenar su rostro de enojo, esas cejas suyas juntas con reproche. Rodó los ojos en mi dirección, característico de aquel ese gesto.
─Si metieras tu culo, te quedaría el traje ─regañó el castaño.
─ ¡No puedo meter el culo!
─ ¿Cómo mierda se encogió tanto el traje? ─preguntó mirándome de arriba abajo, junté mis cejas al sentirme mirado de más y posé mis manos frente a mi intimidad ocultada por el bóxer ─. Soy hetero, pendejo.
─Aun así ─exclamé.
─ ¿Encogiste el traje o engordaste?
Me giré rápidamente ofendido por tal acusación, además de que estaba atentando contra mi imagen y eso no podía permitírselo.
─ No engordé ─dije, mirándole con reproche ─. Eso es imposible.
Scar rió audiblemente, su risa tan delicada como el sonido de una tetera estallando por el agua hirviendo dentro de ella me hizo sentirme más ofendido por estarse burlando de mí en mi presencia.
No podía ser que hubiera engordado, no había comido tanto últimamente. Bueno, desde que me mudé y Constantinne comenzó a pasar más tiempo en mi casa (que ahora era de los dos), desde lo ocurrido... y es fanático de probar recetas...
No podía ser.
─Sí, lo lavé. Lo ensucié y solo lo metí a la lavadora.
─ ¿Y de qué lo ensuciaste?
La clara imagen del semen apareció en mi cabeza, Constantinne y yo jugando a ser grandes magnates, donde él era heterosexual pero increíblemente sumiso ante mí. Tan jodidamente caliente. Verlo en traje me hacía perder los estribos, pero no cualquier traje de señor, trajes como aquel que usó en la boda de su hermana hace un par de años.
─No jodas, Ethan ─ahogó un quejido a la vez que tomaba su sien.
Yo sonreí ladino sacándome el pantalón del traje con mucha dificultad, recibiendo risas de Scar y luego su ayuda; pues se atoró en mis muslos. Cuando lo sacamos agradecí para buscar la ropa que tenía puesta, hasta que la puerta se abrió y una Anny enojada con su hija en brazos me miró. Scar se hizo hacía atrás señalándome rápidamente. Y yo era el marica.
─ ¡¿Qué mierda haces que no estás vestido aún?!
─Encogió el traje ─me acusó Scar y yo lo fulminé con la mirada.
─ ¡¿Cómo?! ¡¿No me dijiste que ya te lo habías probado?!
Me encogí de hombros mientras me adentraba en el pantalón negro que traía antes de la lucha con Scar en subir el pantalón del traje.
─ ¡Ethan Park, es tarde!
─Lo sé, por eso Scar irá a buscarme otro traje en lo que yo intento arreglar mi cabello o algo.
Con una sonrisa, me deslicé sobre la alfombra hasta el tocador, mis dedos fueron a mis cabellos para comenzar a acomodarlos y esa mirada que Scar me dio mientras se señalaba me hizo reír.
─ ¿Yo qué?
─ ¡¿Me estás jodiendo?!
─ ¡Anny, me pones nervioso! ─grité.
─ ¡Yo estoy nerviosa! ─gritó Anny, haciendo reír a su hija de tres años.
─ ¡Verga, callense! ─atacó Scar ─. Me ponen nervioso también.
─ ¿Por qué están nerviosos? ─escuchamos y todos giramos a ver en dirección a la puerta.
Mi hermoso castaño estaba asomando su rostro mientras se adentraba poco a poco, me levanté rápidamente y me dirigí hasta él para tenerlo entre mis brazos, él sonrió y se dejó hacer. Lo apresé entre mi pecho y brazos para besar sus labios.
─No pasa nada ─dije, sabiendo que si decía la verdad explotaría en nervios, como todos los ya presentes aquí ─. Es solo la emoción.
─Yo también estoy emocionado y nervioso ─confesó Constantinne abrazándome con más fuerza y posicionando su cabeza en mi hombro.
Miré a Scar y le señalé la puerta para que corriera, él me miró fulminante y levantó un dedo mientras en sus labios gesticulaba "me debes una", rodé los ojos y asentí.
─Bueno, yo tengo que ir por algo rápido y volver. Adiós, chicos ─salió por la puerta mientras Constantinne se separaba de mí y me observaba de pies a cabeza.
─ ¿Por qué aún no estás vestido?
─Adiós ─dijo Anny. Dejándome solo.
Cobarde.
Noté cómo Constantinne ya estaba dentro del clásico pero único traje negro, el cual relucía un estampado tipo enredadera de rosas, pero manteniendo su color, reluciendo por la luz. Usaba un moño negro y una camisa blanca, incluso se había atrevido a poner delineador en sus ojos y bálsamo rosado sobre sus labios, haciéndolos lucir más apetitosos. Me acerqué lentamente y probé sus labios con lentitud.
Fresa.
─Qué guapo te ves ─susurré en su oreja.
Deslicé mis dedos de su cuello a su cabello y lo peiné hacia atrás, lo tenía lacio y varios cabellos del flequillo cubrían de vez en cuando sus ojos. Lucía jodidamente sexy.
─Sí, tú también. Pero te verías más guapo dentro de tu traje, ¿por qué no te lo pones?
Se separó de mí y caminó hasta donde estaba el traje, antes de que lo tomara lo tomé yo y lo puse sobre el sillón, justo arriba de donde estaba el saco y mi moño negro.
─ ¿Qué sucede? ─me miró con un brillo raro en sus ojos.
Al instante imaginé lo que su loquita cabecita estaría pensando, negando para recorrer el camino pronto a tenerlo en mis brazos, disipando sus locuras con besos en todo su rostro. Mis labios se reunieron con los suyos y el bálsamo de fresa huyó de ellos, su jadeó me dejó saber la razón del porque se separaba. De lo contrario estaríamos liándonos en el sofá.
─No creas que me arrepiento, ¿no quieres casarte con alguien que viste mezclilla y cuero? ─sonreí tomando sus caderas y él soltó una risa nasal.
─Que gracioso ─dijo él ─. ¿Qué pasa con tu traje?
Suspiré.
Miré la habitación.
Escuché su pie golpeando el suelo.
─El traje se encogió.
─ ¿Qué? ─preguntó, sin poder creerlo.
─No lo llevé a la tintorería, lo lavé en la lavadora de casa y se encogió.
─Me dijiste que ya te lo habías probado.
A mi cabeza regresaron las imágenes donde Constantinne me preguntaba si me había probado el traje, para mi mala suerte, en todas esas veces o tenía mi polla dentro de él o estaba a punto de introducirla. Era demasiado difícil admitir que no, cuando sabía que él me apartaría y me lo haría poner.
Tenía una enorme erección.
No podía probarme el traje así.
─Sí, bueno...
─ ¿Y ahora qué? ¿te piensas casar así como estás vestido? ─me regañó, cruzó sus brazos, haciendo notar la musculatura en la que había trabajado.
─Te vas tan caliente enojado ─intenté acercarme, se alejó rápido.
─ ¡Ahora no, Park!
─Agh... ─pasé mi mano por mi rostro y tomé mis caderas mientras le miraba juntar sus cejas ─. Scar ya fue por otro.
─ ¿Y crees que llegue a tiempo? ─preguntó el castaño, ahora parecía asustado en vez de enojado.
Bipolaridad.
Anny contagiando.
─Sí, mi amor. Ahora, sal a saludar a los invitados mientras yo arreglo mi cabello y eso. Además, es de mala suerte que los novios se vean antes de la boda.
A pesar de mis palabras, me acerqué con seguridad y tomé sus caderas con posesión. Besé su mandíbula y luego picoteé sus labios, Constantinne formó un puchero y volví a picar. Una sonrisa nació en él.
─Bien, voy a ver si mis hermanas ya llegaron ─dijo, pero deslizó sus brazos alrededor de mi cuello ─. Quiero conocer al prometido de Cecilia y al novio de Carolina.
Carolina se divorció de Mierda Franco uno o dos meses después de su casamiento. Ella le descubrió cosas que no le hicieron sentir bien, además de que reveló no amar a Franco como ella decía que lo hacía. El señor Brooks desató tanta furia porque su tratado con los Monterrubio se rompió, pero al ver a su hija tan destruida por las infidelidades de Franco Monterrubio con hombres, se le ablandó el corazón. Sin embargo, sigue sin aceptar la homosexualidad de Constantinne.
─Ve ─palmeé su trasero.
─Voy ─no se movió ni un centímetro.
─ ¿Por qué no vas? ─pregunté sonriendo, toqueteando a mi novio con gusto.
─Tal vez quiero otro beso ─juntó sus labios en un puchero y los elevó un poco, haciéndome sonreír más y achicando mis ojos en finas líneas ─. Ay, tan lindo ─tomó mi mejilla y la pellizcó como si fuera una abuelita.
Rodé los ojos y me acerqué a él, tomando sus labios presos de los míos.
Un beso lento, casto, con la necesidad de extraer su esencia en cada roce, con la textura y sensación grabándose en mi mente, como si fuera nuestro primer beso, porque grababa esta sensación familiar e irreconocible a la vez. Cada beso con él era diferente, exquisito, mágico.
Sentí las cosquillas burbujeando en mi pecho y estómago, revoloteando como miles de luciérnagas dentro de mí, como el pelaje suave de un conejo deslizándose bajo mi piel, como un calor creciendo en mi pecho y expandiéndose, como si de pronto tuviera más energía. Era jodido como me llenaba de vida.
Se separó de mí con una sonrisa y salió de la habitación señalándome con su dedo, advirtiéndome en arreglarme bien y a tiempo.
Suspiré y respiré de forma prolongada, aire entrando con demasiada facilidad en mis pulmones. Miré por la ventana de la habitación y sonreí al notar que pronto el sol se ocultaría. Caminé hasta la silla donde estaban las cosas que se supone Scar usaría en mí, pero dado que no está, las tendría que usar yo mismo, aún si no fuera tan bueno en este tipo de cosas. Me senté en la silla, mirándome al espejo y pensé en cómo había llegado a esto.
Como estaba justo ahora a punto de casarme con el hombre más hermoso del universo, con este hombre que tenía el completo control sobre mí y que hacía revolotear mi corazón tan inmensamente.
Recordé aquel día en donde respiraba con tranquilidad y sin pensamientos importantes más que tomar otro cliente y dar mi cuota de ese día para largarme a casa y dormir hasta la próxima mañana. Recordé como me planté frente a la fila de los que esperaban por mí y me sorprendí al ver al muchacho de cubrebocas, diferente a todos.
¿Quién diría que ese virgen misterioso sería mi alma gemela y el amor de mi vida?
Con quien me iba a casar.
Entonces, nuevamente, como si tuviera años viviendo, recordé cuando le propuse matrimonio. Y aunque no fue de la forma más romántica derramadora de arcoiris, con corazones por todos lados y cupidos volando por ahí, no la cambiaría por nada.
En serio.
Me encontraba sentado en la mesa en el nuevo departamento, la laptop frente a mí y una de las clases de Constantinne en ella, comía uno de sus deliciosos postres que robé del refrigerador, mientras leía atentamente lo que debía entender y estudiar para el examen que Constantinne me haría. Le había pedido enseñarme lo que no sabía para hacer mi examen y obtener papeles que necesitaba en planes futuros.
Escuché llaves entrar en la cerradura, la puerta abrirse y luego cerrarse, despegué la vista de la pantalla para levantarla en dirección a la puerta; Constantinne estaba parado junto al mueble de la entrada con nuestro correo entre sus manos, los miraba atentamente con las cejas juntas, pasando para atrás el que ya no le interesaban. Dejó los sobres y sus llaves en la bandeja, se sacó el abrigo y lo dejó colgado en el perchero, sacó sus zapatos y los botó. Levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos.
Una sonrisa nació en sus labios y sus cejas se separaron, supe que había sido un día cansado cuando ladeó su cabeza y mostró un puchero.
─Hola, gigoló ─soltó mientras venía con pasos torturados hasta a mí.
─Hola, virgen ─saludé con una sonrisa mientras hacía mi silla para atrás.
Constantinne me observó y levantó su ceja mientras cruzaba sus brazos, me dio una mirada como regaño por estar semidesnudo, solo con los calcetines y boxers. Sonreí sacando una risa nasal, tomé su brazo y la jalé hasta que estuvo sentado a horcadas sobre mí. Posó sus brazos alrededor de mi cuello y lo acerqué lo más posible para olfatear su delicioso perfume, cuando fue así, su cuerpo se relajó considerablemente sobre mí.
─ ¿Estudiando? ─preguntó separándose lo suficiente para vernos el rostro. Asentí ─. ¿Y si te hago el examen justo ahora?
─ ¿Por qué tanta crueldad? ─dije rápidamente, mis dedos masajeaban su cintura ─. Yo no hice nada hoy. No he estudiado lo suficiente.
Una sonrisa bien conocida para mí se expandió en su rostro, sus manos pasearon de mi cuello hasta mi pecho, masajeando mis músculos mientras miraba sus manos.
─No sé ─murmuró con voz ronca de repente ─. Yo pensaba que, como buen maestro, puedo ayudarte con lo que se te dificulta ─sus ojos subieron nuevamente a un encuentro con los míos. Ahora oscuros, llenos de lujuria, deseo, promesa y diversión ─. ¿Quiere que lo ayude, Park?
Solté un gimoteo cuando asentí y él meneó sus caderas sobre mi polla, bajó de mi regazo y se hizo espacio entre mis piernas, se sentó sobre las suyas y posó sus manos sobre mis muslos. Me miró desde abajo, sus pestañas revoloteando dulcemente.
Sus manos subieron por mis muslos, tomó mi boxer y lo bajó para liberar mi polla, la tomó entre sus manos y comenzó a jugar con ella a la vez que daba exhalaciones cerca. Estaba despertándolo y cuando comenzó a restregar su mejilla con mi polla mientras chupaba uno de mis testículos, yo ya estaba enterrando las uñas en la madera de la mesa.
"Pop".
─Te haré preguntas ─lamió desde la base hasta la punta, me hizo jadear ─. Si respondes mal pararé, ¿ok?
Asentí rápidamente y volvió a pasar su lengua desde la base hasta la punta con ritmo lento. Mi polla ya estaba dura cuando se acomodó mejor y me hizo mirarle.
─ ¿Qué fue primero?, ¿huevo o gallina? ─exhalé como queja y el rió, dio una larga lamida a mi pene ─. Ya, ya, lo siento.
─Huevo ─contesté aun así. Sus ojos brillaron.
─Definición de literatura ─dijo, arrastró su lengua nuevamente por toda mi polla, comenzó a hacerlo mientras yo enterraba mis uñas más a fondo, jadeando por lo bien que se sentía.
─Proviene del término latino litterae, que hace referencia a la acumulación de saberes para escribir y leer de modo correcto ─respondí, ganando que atrapara y chupara la punta de mi pene.
La puta madre.
Las preguntas referentes a las materias que había estado estudiando fluyeron como una tortura, porque su lengua era lenta y sus succiones poderosas. Cuando trataba de mover mis caderas, él hacía fuerza, cuando quería ritmo rápido, él iba más lento, cuando me tardaba, él hacía sus movimientos cada vez más letargicos y despegaba poco a poco su boca hasta que terminaba por contestar bien.
Yo necesitaba rapidez, acabar, llenar su boca, pero él solo estaba torturándome y a sí mismo, pues una evidente erección ya podía verse bajo sus pantalones de mezclilla.
─No puedo más ─respondí roncamente y lo hice dejar de chupar mi polla.
Él gimió en desacuerdo cuando detuve su juego, lo levanté del suelo sin dejarlo decir nada más y logré que rodeara mi cintura con sus piernas. Me lo llevé hasta la habitación y lo tiré en la cama, comencé a desvestirlo rápidamente, rasgando sus prendas en el proceso.
─Joder, me comprarás otra camisa de estás, era mi favorita ─se quejó, sonreí y cuando estuvo completamente desnudo me abrí paso entre sus piernas.
Gloria.
Junté nuestros labios con brusquedad, tomando su boca mientras tomaba mi polla y me deslizaba dentro de él, sabiendo que no necesitaba preparación porque era reciente que hiciéramos el amor. Me hundí con lentitud bebiendo sus gemidos y sintiendo sus uñas enterrarse en mi espalda.
Una vez adentro, no me detuve, no fui lento, fui rápido, muy rápido.
Ataqué su punto dulce mientras devoraba sus labios, cada vez siendo más difícil el degustar sus carnosos debido al movimiento errático de mis caderas chocando con él, de mi polla entrando en su ano, de mi tomándolo a él y reclamándolo como mío una vez más.
Porque era mío.
Claro que era mío.
Cada rincón de Brooks Constantinne es de mi propiedad.
Y de pronto sentí una gran necesidad de hacerlo saber al mundo. Porque ya era mío; en mente, cuerpo y alma. Aun así, quería hacérselo saber a todos, quien sea que le mirase. Cualquiera tenía que saber que Constantinne Brooks es de Ethan Park y Ethan Park de Constantinne Brooks.
Entonces, mientras atacaba su punto dulce con rapidez y profundidad, tomé sus manos y entrelacé nuestros dedos mientras las subía sobre su cabeza. Sus ojos entrecerrados por demasiado placer, sus piernas abrazando mi cintura para sentirme más, mis labios picando, los suyos llamándome.
Permití que estas sensaciones se apoderaran de mi cuerpo, de mi mente, que el placer me ahogara y su perfume me llenara.
─Cásate conmigo ─gemí, dando en su punto dulce una vez más ─. Cásate conmigo.
─Ujum... ¡ah!, sí ─gimoteó.
Constantinne preparó el desayuno mientras yo le llenaba de besos la nuca, las mejillas y le abrazaba por detrás. Preparé la mesa y nos sentamos, él a mi lado derecho mientras tomaba su mano. Llevó un durazno a su boca y yo le miré.
Demasiado hermoso en la mañana, demasiado hermoso siempre, haciéndome suspirar por tenerlo a mi lado justo ahora, por tenerlo con una camiseta larga de los Avengers mientras degustaba muy feliz su desayuno.
─Cásate conmigo ─dije y casi se atraganta, comencé a reír mientras sobaba su espalda y él tomaba agua.
─ ¿Qué?
─Cásate conmigo.
Sonrió. Asintió.
Constantinne estaba entre mis brazos, los espasmos lo atacaban y grandes lágrimas bajaban por sus ojos. Él estaba triste, muy triste, saber que su amada mascota murió lejos de él lo dejó completamente abatido, más sabiendo que sus padres no le permitieron llevarselo.
Lo consolé por horas, abrazándolo y entregándole múltiples besos por lo que alcanzaba de su rostro. Mi corazón se sentía estrujado por escucharle en este estado, aunque sabía que poco podía hacer él estaría mejor.
─Tranquilo, mi amor ─susurré, se giró y subió a mí, poniendo su barbilla en mi hombro ─. Oye ─el zumbó "hmm" ─. Cásate conmigo ─asintió.
Constantinne es indescriptible.
Él tiene un carácter... Grande.
Sabía que vivir juntos iba a traer problemas, no todo es color de rosa, lo difícil vale la pena.
─ ¡¿Pero qué mierda te pasa?! ─gritó tomándose de los cabellos.
─ ¡Constantinne, ya te dije que no es como lo estás pensando!
Ambos estábamos enojados, discutiendo por un tema que era una estupidez. Pero así son las parejas, todo se puede tratar. Estábamos por mudarnos, cajas regadas por todos lados y papel periódico también, haciendo juego con su camiseta vieja y las pantuflas de conejo.
─ ¿Qué nunca le dijiste?, viene aquí como si fuera dueña y te mete dinero en el pantalón para luego tomar tu playera y arrastrarte. La puta madre, no una mierda, no voy a permitir que hagas este tipo de cosas. ¡Tú sabes lo que viví!
─Constantinne, es ilógico que mis antiguos clientes reciban mi llamado uno por uno para saber que mis servicios ya no están disponibles, di por hecho que lo sabían tras la noticia del arresto en Lovers hace unas semanas. Amor, si ellos vienen les aclaro. Pero no te soy infiel.
─ ¡Pero esa vieja!
Constantinne chilló en coraje, pasó sus manos por sus cabellos repetidas veces, juntó sus labios y luego vi como su lengua se posicionaba en su mejilla, sus ojos llenos de furia, observándome mientras su pecho crecía y bajaba con fuerza.
─Eres tan hermoso ─dije, Constantinne juntó sus cejas e iba a titubear algo, pero lo interrumpí ─. Cásate conmigo.
Constantinne se cruzó de brazos y formó un puchero, respiró más calmadamente y me acerqué poco a poco, tomé sus mejillas y le sonreí.
─No soy gay, no soy bisexual, no soy pansexual, no soy nada de eso ─comencé, frunció su ceño ─. Solo soy tuyo, solo eres mío, soy cocosexual.
Él no alcanzó a reírse porque lo interrumpí con mis labios.
Llegué a casa, súper emocionado, pasé todo el día con Anny tratando de escoger el indicado y cuando por fin lo encontré, no pude sacar esa sonrisa de mi rostro.
Constantinne aún no llegaba de la universidad, por lo que tomé frituras, mantas y la laptop, subí con pasos letárgicos por las escaleras ya que el ascensor estaba descompuesto. Al llegar a la azotea, que tenía varias plantas y bonitos espacios, caminé hasta un lugar techado. Preparé las mantas, acomodé las frituras y la laptop, puse música y esperé, con la vista en el horizonte y una que otra vez en la cajita de terciopelo.
Mi celular vibró unos minutos después y sonreí al escuchar Bloom de Troye Sivan como mi tono de llamada. Llevé el teléfono a mi oreja y suspiré.
─Caperucitoooo ─canté.
─ ¿Dónde estás? ─preguntó rápidamente.
─Sí, estoy bien, mi amor. ¿Cómo te fue? ─un quejido de Constantinne fue audible ─. En la azotea, ven.
Colgué y miré nuevamente la cajita de terciopelo. Pronto la puerta que crucé se abrió dejándome ver a mi castaño, su sonrisa me saludó y sus pasos trazaron su camino a donde yo estaba, se dejó caer entre mis piernas y recostó su espalda en mi pecho.
─Hola, precioso ─murmuré en su oreja mientras lo abrazaba más a mí.
─Hola, galán. ¿Qué haces aquí?
─No sé, pensaba pasar tiempo aquí con la luz de mis ojos ─restregué mi mejilla con él y suspiré enamorado.
─Así que el domador es un mounstro cariñoso ─Constantinne me hizo reír bajo.
─Extiende tus manos ─dije. Constantinne levantó sus manos mostrándome sus pálidas palmas y mi corazón golpeó fuerte contra mi pecho.
La cajita entre mis dedos fue puesta entre sus manos y frente a sus ojos, sentí como su respiración se cortaba. Abrí la caja y un hermoso anillo de oro con decoraciones en oro blanco brillaba haciendo lucir las flores enredadas, dentro de él la frase "Yo soy tan de ti, tú eres tan de mí." Se encontraba grabada como una promesa. Mis dedos sostuvieron el anillo, tomando su mano para adentrarla en el dedo indicado, dejando la cajita en mi bolsillo después y admirando la pieza en su digito.
Sentí los espasmos por el llanto.
─ ¿Estás llorando? ─cuestioné, aunque ya fuera obvio.
─ ¿Qué significa ésto? ─se giró, grandes lágrimas bajando por sus bellos orbes castaños me recibieron. ¿Cómo podía ser bonito incluso llorando?, con esa nariz roja y sus ojos lagrimeantes.
Tomé su rostro y besé sus parpados, sacando el rastro de lágrimas que me hicieron tener un sabor salado, pero dulce a la vez por la calidad de este momento. Junté mis cejas con confusión después y miré el anillo.
─Te pedí que te casaras conmigo muchas veces. Para mí sea como sea que estés, donde estés, cuando sea, eres y serás el hombre perfecto para mí. Mi alma gemela. Tú me dijiste que sí.
─Creí que era broma.
─ ¿No querías casarte conmigo?
─ ¡¿Es broma?! ─me besó repetidas veces, lágrimas bajando y una sonrisa subiendo ─. Claro que sí.
─Pues está hecho. Ahora, deja de llorar, bonito prometido.
─Es imposible, hermoso prometido.
Y ahora estaba aquí, adentrándome en el traje que Scar trajó con dificultad, tratando de lucir lo mejor posible para mi hermoso futuro esposo.
─ ¿Por qué siempre tengo que hacer tu trabajo?
─Porque eres un estupendo amigo, Scar ─sonreí.
─Ay, lo sé, lo sé. Soy genial.
El traje era blanco, como el que usé en la boda de Carolina, éste tenía textura de olitas como el de Constantinne. Conservaba un moño negro en mi cuello y mis cabellos negros con una división en medio, formando olas a sus laterales. Me miré al gran espejo frente a mí y sonreí a la vez que suspiraba enamorado.
Era el hombre más feliz... Del universo.
Arreglé una vez más mi moño, revisé mi reloj y me giré en dirección a la puerta, mi prometido me esperaba y yo quería llegar ya. Sin embargo, la puerta se abrió y un rápido conejito se deslizó, me miró y sonrió, pero sus ojos estaban llenos de algo.
Algo como lujuria.
Atrancó la puerta tomándome por sorpresa, me hizo juntar las cejas y me tiró en el sofá de la habitación en un movimiento brusco, subiendo sobre mí y meneando sus caderas justo arriba de mi regazo, su culo restregándose contra mi dormido eje. Noté que él ya tenía una erección y estaba disfrutando por completo la sensación entre nosotros. Jadeé en sus labios y llevé mis manos a sus glúteos, apretándolos a mi gusto sobre el traje. Su cuerpo musculoso sobre el mío, sus fuertes piernas a mi alrededor, su traje reluciendo su formado cuerpo, su culo rozando con mi polla.
─A-mor los trajes ─me preocupé.
Se levantó rápidamente, interrumpiendo nuestra fricción y descubriendo un sobre azul que salía de su bolsillo para. Con un movimiento de mano me indico debía levantarme, por lo que obedecí, mis zapatos lustrados relucieron sobre el tapete de peluche y mi erección se notó. Él procedió a abrir el sobre, sacando su erección y deslizando el látex por su eje.
─ ¿Qué haces? ─habíamos abandonado los condones desde esa noche en donde le revele estar enamorado de él. Además, él nunca era quien usaba el condón─. ¿Amor?
Bajó lo suficiente su traje para dejarme ver su culo y mi boca se hizo agua. Rosada entrada esperando por tener mi polla dentro. Subió al sofá y movió sus caderas de una forma en la que dejó empinado su culo y en espera de ser penetrado.
─Rápido... ─gimió él.
Desabroché fugaz mi pantalón, bajé lo suficiente mi bóxer y saqué mi erección, restregué la punta con su entrada varias veces, disfrutando de lo caliente que se sentía su carne con la mía, específicamente, su entrada con mi polla. Hundí solo la punta, lento, me hice hacia atrás y adelante, metiendo solo la punta en esto llamado infierno y paraíso al mismo tiempo.
Constantinne me vuelve loco. Es mi paraíso.
Comencé a hundir más mi pene, hasta que mis bolas estaban presas entre nosotros, escuché placenteros jadeos y gemidos roncos. Tomé sus caderas y comencé a moverme dentro a una velocidad lenta. Abrumandome con la sensación de estar dentro de él una vez más, ya que debido a los preparativos el tiempo se nos fue volando.
─Jodida mierda, ¿ésto te gusta no?, que llegaremos tarde porque no puedes estar sin mi polla, ¿ah? ─murmuré entre siseos ─. Yo sé cuánto amas mi polla dentro de ti, ¿no es así?
─Ujum... Ah... Ethan...
─Vamos, dilo ─ordené, el ritmo aumento y la profundidad me hizo rodar los ojos. Estaba quedándome sin aire ─. Di que amas mi polla.
─Ah... Joder, Ethan ─se quejó.
Mi mano abofeteo su nalga derecha y su grito dio pie a su autopenetración, pues sus caderas se movían en mi encuentro, hasta que mi polla tocaba su punto dulce y abusaba de él.
─Dilo, puta ─volví a dar una palmada, apresé sus glúteos en mis manos y comencé a amasarlos, más gemidos salidos de su bonita boquita.
─Mira... Ah, mira a la izquierda ─murmuró con dificultad.
Giré mi cabeza en esa dirección. Jodida mierda. El espejo estaba justo a un lado del sofá, nuestros cuerpos dentro de los trajes, mi polla entrando en él a pesar de las ropas cubriendo todo a excepción de mi polla, su polla y su culo. Se veía jodidamente caliente.
─No me cambies el tema ─volví a nalguear. Éxtasis cubriendo sus ojos, jadeando y sonriendo por mi atrevimiento ─. ¿No eres mi puta?, ahora dilo. Dilo, krolik.
─A-amo tu po-lla...
Su voz combinó con el temblar de su cuerpo, el cual estaba en sincronía con el mío. Ambos a punto de llegar.
─ ¿Po-or qué viniste?, ¿por qué ha-joder-rás que llegue-mierda-mos tarde a nuestra propia boda?
─Porque no podía estar sin tu polla.
Volví a dar una palmada en sus glúteos, soltó un gritito más, estaba entrando con demasiada rapidez. El sillón rechinaba y amenazaba con enterrar sus patas en el suelo de madera. El atardecer mirándose por la ventana y yo reclamando a Constantinne como mío una vez más antes de anunciarle al mundo que me pertenece.
─ ¿Por qué? ─pregunté ronco.
─Amo sentir tu polla dentro de mí. Porque soy tuyo, porque eres mío. ─jadeó, su voz ronca transmitiendome su excitación ─. Porque soy completamente tuyo.
Y eso bastó para que algo primitivo se apoderara de mí y comenzara a atacar su punto dulce a un ritmo bestial, amaba sentir su cuerpo en este estado, temblando y dejando salir aquellos jadeos y gruñidos. Sus gemidos eran música para mis oídos al delinear mi nombre. Su cuerpo desnudo tomándome la perfecta imagen para noches enteras de calor, la perfección absoluta en las caderas de este hombre y su rostro de cejas juntas y labios entreabiertos. Amaba a Constantinne y los toquidos de la puerta no podrían impedirlo.
─ ¿Ethan? ─preguntó Anny ─. ¿Ya terminaste?, es tarde, todos se preguntan dónde están.
─Constantinne no está en la habitación que le dimos y en ningún otro lado ─ese fue Scar.
─Espera... se escucha mucho ruido...
Una sonrisa maliciosa decoró mi rostro, mi mano abofeteó su glúteo y su mano cubriendo sus labios se vió inútil al tratar de impedir su ruido.
─ ¡ETHAN PARK Y CONSTANTINNE BROOKS! ─gritó mi mejor amiga, Anny estaba sin duda enojada.
Sin embargo, no me iba a detener ahora. No podía detenerme cuando estábamos tan cerca de llegar, al mismo tan lejos de terminar. Pero sentí el abrazador éxtasis en mi cuerpo, la adrenalina incrementando su poder, mi cabeza yendo hacia atrás y sus manos aferrándose al respaldo del sillón.
─Joder... ─murmuré.
─Joder ─concluyó.
Ese fue un buen orgasmo.
Salí de su interior, moviéndome rápidamente a limpiar donde sea que mi esencia haya caído, su mano tomó el condón que albergaba la suya, tirándolo al bote de basura. Tratamos ambos de arreglar lo mejor posible nuestro aspecto, aunque su cara estuviera roja y mis venas saltadas, un beso entre nosotros fue el culmine de nuestra hazaña justo antes de abrir la puerta. Anny y Scar nos esperaban afuera con grandes caras de enojo.
─Felicidades, Park Ethan ─dijo ella con sus brazos cruzados ─. Es la primera vez que llegas tarde a algo.
La playa se abrió paso ante mis ojos cuando salí de la cabaña, los invitados sobre sillas de madera, la alfombra extendiéndose entre los invitados, el lugar donde Constantinne y yo nos pararíamos para firmar y adorar nuestros dedos con sortijas por el resto de nuestras vidas.
La música comenzó a sonar, yo seguía con mi mano entrelazando la de Constantinne y con una sonrisa comenzamos a caminar por la alfombra.
Sentía algo recorriendo todo mi cuerpo, algo que ya sabía que era. Alegría, amor, entusiasmo y estas enormes ganas de pasar el resto de mi vida con una persona que me complementaba en lo absoluto. Sentí cómo pasaba todo en cámara lenta, pero a la vez tan rápido. Su sonrisa, sus ojos, su mano firmando, la mía igual, deslizando nuestros anillos en nuestras manos mientras nuestros labios se movían dictando las palabras que decidimos decir.
─Tal vez no tengamos una historia de amor como cualquier otra, pero no cambiaría nada en ella ─dijo él ─. Todo lo ocurrido era necesario para saber que eres mi alma gemela, la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida... Y el sexo era buenisímo. Te amo, te amo, te amo y quiero pasar una eternidad a tu lado. Elegiría ser inmortal, solo si tú lo serás mientras tomas mi mano.
Todos rieron.
─Constantinne Brooks, bueno, Constantinne Park. Sabía que me ahogaría cuando miré tus ojos, sabía que me perdería al ver tu sonrisa, sabía que me volvería adicto al tocar tu piel y besar tus labios. Sufrí mucho al no tenerte entre mis brazos, al no sentir tu cuerpo junto al mío, al no oír tu voz, al pensar que no te tendría nunca más. Y ahora que estás a mi lado, aquí y ahora, planeo que sea así durante mucho tiempo. Oh, mon amour, estaremos juntos una eternidad. Seré feliz solo si es contigo. Porque ahora me tienes no solo en cuerpo, sino que eres dueño de mi alma, mente y corazón.
Y con un beso, celebramos nuestra unión, recibimos aplausos de los invitados y nos sonreímos. Todo mientras el sol se ocultaba y los naranjas nos bañaban junto con el sonido del mar, las lilas moradas brillaban, la arena era empujada con al viento en pequeñas motas y mis ojos se encontraban directamente con los suyos en esta promesa de amarnos por siempre.
La música era lenta, provocando un lindo ritmo entre nosotros, su espalda en mi pecho, mis brazos a su alrededor, mi barbilla en su hombro y sonrisas decorando nuestros rostros. Los invitados bailaban adentro y nosotros observábamos la playa, la luna en lo alto dándonos de su luz, brillando junto a sus hermanas las estrellas.
Paz. Felicidad. Amor.
─Te amo, Ethan Park.
─Te amo, Constantinne Park.
Soy Park Ethan, no soy un gigoló, no soy un alma en pena, no soy un triste hombre y ya no estoy preso en la monotonía. Soy Ethan de Constantinne y soy el hombre más feliz del universo, creo fielmente en que el climax de mi vida es junto a este hombre.
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