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37


Constantinne diría que no, claro que diría que no, no se dejaría arrastrar por lo tentador que pudiera escucharse el ser un gigoló o un stripper. Él tiene una vida y sabe lo que es necesario para él.

Constantinne aún no está listo para aceptar estar con otros hombres y menos para estar con otros hombres de esta manera. Él aún no está listo para tomar el sí o el seguir adelante con aquellos actos sexuales. Dirá que no.

─Claro, tomaré la prueba.

¿Qué?

Llevé mi mirada estupefacta sobre él, cerré mi boca cuando me di cuenta de que la tenía abierta y bajé a mirar mis manos sobre mi muslo, el brillante anillo en mi dedo anular.

─Perfecto. Entonces, puedes ir con la señorita Ackerman, ella te dará toda la información que necesites.

Sentí cómo la mirada de Constantinne se posaba en mí mientras se levantaba, se movía de entre Giesler a mí y yo levanté mi cabeza para verle.

─Anda, ve con Anny ─le dije, una sonrisa tímida salió de sus labios, asintió y se fue después de hacer una reverencia a Giesler. La puerta se cerró y posé mi mirada sobre el hombre de traje ─. ¿Qué mierda estás planeando?

─Lo tienes muy bien domesticado ─su mirada seguía sobre la puerta. Sus penetrantes ojos cayeron sobre mí ─. Cuida tu maldito tono.

Me levanté de donde estaba, bruscamente.

─No. Eres el hijo de Giesler, no Rafael Giesler.

─Mi maldito padre está muerto ─intervino casi al instante en que mis palabras fueron dichas ─. Murió por tu culpa y me dejó todo, podré no ser mi padre, pero soy igual o más peligroso que él.

No me importó su todo o advertencias, seguí siendo mordaz.

─ ¿Qué tratas de hacer?

─No tengo porqué darte estúpidas explicaciones ─lo vi levantarse, arreglar su saco y acomodar su fino reloj, presenciando la hora en la que marcaba sus pasos hasta estar detrás de su lujoso escritorio ─. Y si tuviera que hacerlo, diría algo como; "busco algo lucrativo en lo que has estado gastando mi tiempo y dinero".

─ ¡¿Tu tiempo y dinero?!

─ ¡Sí! ─golpeó su palma en el escritorio. Me miró con determinación ─. Tu maldita polla es de propiedad de los Giesler ─confirmado, mi pene tiene etiqueta de propiedad, sentí mi sangre hervir ─. Tu cuerpo y todo lo que hagas con él en horas de trabajo es nuestro, la mierda que hiciste con Brooks Constantinne, es nuestro, es mío. Eres mío, Ethan y más vale que te comportes, aún no saldas tu puta deuda. Por lo tanto, tu vida me pertenece. Y voy a encargarme que sea tan miserable como lo ha sido la mía desde que mataste a mi padre.

Con mis dientes presionado entre sí, él sonrió ladino sacando el arma de su cajón y metiéndola en su pantalón. Me fui de ahí pensando cosas inhumanas.

¿Cómo fue exactamente que terminé en el suelo de mi sala, con cajetillas de cigarros por ahí, con una botella de alcohol cerca -y sin beber- y con una erección jodidamente dolorosa a las tres am de la mañana?

Ahora atacaban "problemas más reales" en mi cabeza, primero estaba lo de mi deuda con Giesler, que parecía ser había recuperado el interés por hacerme pagarla. Luego, estaba la amenaza de Mierda Franco, que por más que irme a la cárcel no me importara, la reputación de Constantinne y su vida como maestro-bailarín se fuera al caño por esta cosa que tenemos sí llegaba a afectarme. Tercero, estaba ésto de que Constantinne había aceptado probar ser gigoló y yo jodidamente no entendía por qué me molestaba tanto la idea de que fuera reclamado por otros hombres.

Porque estaría con hombres, porque es gay y porque él mismo me lo dijo, prefiere sin lugar a duda tomar que meter. Y eso me estaba desquiciando un poco, no debía hacerlo, pero lo hacía.

Entonces, ¿Qué era lo que me molestaba? ¿Era que Constantinne les daría placer a otros? ¿Era que otros le darían placer a Constantinne? ¿Era que ésto posiblemente le diría que está listo para tener una relación y me dejaría en el olvido?

En el olvido.

¿Cuándo comencé a preocuparme si Constantinne me dejaba atrás? Claro, hemos pasado muchos buenos momentos y pude encontrar una persona con la cual hablar de mucha variedad de temas, hasta los más triviales sin que sonara aburrido, me vi en un punto de confianza tal que pude decirle sobre mis tres mujeres. Él hacía esta cosa que me permitía entender lo que decía de una forma más interesante, había encontrado que, si veíamos un documental del pasto crecer, no iba aburrirme si él me contaba cómo crecía.

Creo que había encontrado un amigo.

Alguien igual de solo que yo, que estaba interesado en conversar de distintas cosas y que tenía el tiempo para hacerlo. Ya que, Anny no tiene tiempo con eso de que tiene a su novia, Aitor no es una jodida buena opción para cotillear porque decir chismes es su actividad favorita y Scar, siendo una persona con la que me empecé a llevar no es alguien que tenga mucho tiempo por ser la mano derecha de Alexander. ¿Algunos de los prostitutos? Puedo bromear, pero sé que la mayoría tiene este rencor conmigo por ser el gigoló estrella y el más pedido de Lovers.

Entonces, estaba Constantinne, dispuesto a hablar de todo mientras estuviéramos juntos, para no estar solos.

Creo que posiblemente ésto era lo que me estaba estrenando, ésto debía ser lo que me estaba estresando y la erección, fue porque volví a cancelarle a Constantinne y no quise llamarlo de nuevo. Entonces, estaba yo, con esta erección, que a pesar de haberse bajado cuando me metí en la de agua helado, había vuelto a inflarse nada más regresar los jugosos glúteos de Constantinne a mi mente. Jodidos pensamientos hormonales.

Las cajetillas de cigarros, el estrés y la ansiedad, esa es la respuesta y apesto a todo esto. La botella, la había tenido guardada desde hace mucho en alguna gaveta de la cocina, más por la idea de que algún día Anny me exigiría venir y tomar algo -cuando estuvo mal con su amorío con Núria-, pero no fue así y ahora estaba aquí, cerca de mí. ¿Por qué no está abierta? Soy demasiado cobarde para perder el control con ésto.

Cobarde.

Me levanté de donde estaba, tomando la cajetilla de cigarros de la cual saqué uno, mientras lo sostenía en mis labios para encenderlo y dirigir mis pasos hasta el sillón integrado en la ventana, la que no perdí el tiempo de abrir y dejar escapar el humo en una danza meneante por el viento que se lo llevaba urgente. Suspiré segundos después de la primera calada y recargué mi espalda en el mástil que separaba el ventanal.

Algo, algo dentro de mi pecho, algo incrustado muy adentro, me decía que ésto no era la peor parte de todo; que esto que estaba "sufriendo" ahora no era nada.

Era de ese tipo de sentimientos, de ese tipo de días, en los que se siente como me ahogo, no es solo los problemas grandes o chicos que tengo en la vida y en ese momento de mi vida. No se trata de las circunstancias solamente, sino de mí, yo mismo soy quien se está ahogando en esta agonía y no sé cómo salir. No sé cómo me hayo aquí en primer lugar.

Llevé el cigarrillo a mis labios nuevamente, tomándolo de manera inclinada entre mis belfos. Comencé a jugar con el encendedor, viendo la llama delgada del fuego ardiente y sus colores, yendo de azul hasta el amarillo. Mi mirada se deslizó hasta llegar a la ventana, donde pequeñas gotas del rocío de las nubes comenzaba a caer y ahí, en la acera frente a mi edificio -siendo que yo estaba en el tercer piso- se encontraba una persona encapuchada, no podía verse su rostro, solo un desliz de cabellos rojos. ¿Caperucito?

Algo me decía, que estaba tan ido, que mi mente estaba haciendo la creación perfecta, transformándola en una silueta que curiosamente me mira. Era como estarme burlando de mí mismo.

─Buenos días. Lovers, ¿En qué podemos ayudarle?

Acomodé mis gafas de sol y entré con pasos ligeros aparentemente tambaleantes, más bien, siendo una danza. Me recargué en el mostrador con mi brazo derecho y crucé mi pie izquierdo detrás del derecho. Miré a las personas esperando.

─Hola, Ethan ─dijo Anny. Gruñí en respuesta ─. Alguien viene de mal humor.

Rodé los ojos bajo mis gafas de sol y miré el rostro de mi mejor amiga. Se había tintado el cabello de un rosa pastel, le hacía lucir bien. Se veía más resplandeciente que otros días.

Saqué la cajetilla de cigarrillos que tenía en mi bolsillo, dejé de mirarle y encendí uno, dejándolo en mi boca mientras escuchaba la queja de Anny.

─ ¿Quién viene por Ethan Park? ─llamé a mi rutina, mirando a las personas que levantaban la mano y se formaban en fila después ─. Tú ─señalé a una mujer de mediana estatura y cabello marrón ─. Ve por el pasillo de aquí y espérame en la habitación del fondo.

Ella asintió, se separó de la fila para comenzar a caminar cabizbaja y con una sonrisa nerviosa; los demás rompieron la fila y volvieron a sus asientos. Volví mi vista a Anny.

─ ¿A qué hora vendrá Constantinne? ─mi pregunta se coló entre el jugueteo de los anillos de mis manos.

─Estás tirando tu ceniza sobre los papeles ─se quejó ─. ¿Y no deberías saber eso tú? ─tomó una servilleta y sacudió los papeles, alejé el cigarrillo de mi boca y tiré la ceniza para volverlo a poner entre mis labios. Lejos de los papeles para que no se quejara.

─Si lo supiera, no estaría preguntándote.

─Eish, a las cinco. Vendrá a las cinco.

Con un asentimiento, busqué sacar mi cigarrillo de entre mis labios, soplando el humo en su dirección y yéndome de ahí con sus gritos resonando en el lugar por la maldad que cometí. Cuando llegué a mi habitación, la mujer de cabellos marrones me esperaba sentada en la cama, con sus manos sobre sus rodillas y su mirada recorriendo el erótico lugar.

─Haremos esto fácil. Posición que te guste más, dila, algo que quieras intentar, dilo. Tienes fetiches, dilos ahora y podremos hacerlos; siempre y cuando no te dañen o me dañen a mí de forma catastrófica.

Saqué el cigarrillo, lo apagué contra la pared y lo tiré al bote de basura junto a la cama mientras comenzaba a desvestirme.

─Conoces las jodidas reglas, cariño ─marqué, poniéndome entre sus piernas ─. Yo no beso, no me cuentes tu vida, no busques saber de la mía.

Me dejé caer en la almohada después de ducharme y vestirme, miré el techo morado por el tinte de las luces neón y formé una trompa con mis labios.

Otro día como cualquier otro, eso debía ser, pero no lo era. Llevo notando constantes cambios en muchos aspectos de mi vida y dolorosamente, sé que esto se debió a Constantinne. Todos estos cambios, de cómo siento las cosas, de cómo reacciono, todo esto que es diferente desde hace unos meses.

Llevé mi mirada al reloj en el buro junto a la cama, hice una fina línea mis anchos labios y suspiré. Faltaban unos cuantos minutos para que el castaño llegara a hacer lo que tenía que hacer, ver si existe la posibilidad de superar esto de que no podía tener relaciones sexuales con nadie. Excepto conmigo.

Pero esto no lo hace especial, él no me conocía, él me eligió por la lectura de los "curriculum". Él vino aquí y pudo haber elegido estar con cualquier otro tipo que no fuera yo, con alguien más y superar esto con otro prostituto.

Aunque, sinceramente, dudo que alguien fuera a hacer todo lo que hice con y por Constantinne.

Me levanté de la cama, tomé mis cosas, encendí otro cigarrillo y salí de mi habitación, poniéndole llave. Caminé por el pasillo con parsimonia mientras apretaba el cigarrillo entre mis labios, podía escuchar a Anny atendiendo llamadas de jugosos peces gordos para hacer cita con alguna prostituta o prostituto del lugar.

Me planté junto al mostrador, miré alrededor, la puerta se abrió y el rostro de un confiado Constantinne se asomó.

Lo observé detenidamente bajo las gafas de sol.

Caminaba lento, pero seductor, tenía elegancia a pesar de estar vestido de forma «ruda»; esos pantalones rasgados de las piernas, la playera con logo de una banda de rock, su chaqueta de cuero y esas pesadas botas color negro. Jodidamente caliente.

Me dio un poco de rabia.


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