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31


Cansado es una palabra que no describe ni la cuarta parte de cómo me siento cada que Constantinne y yo acabamos nuestras interminables sesiones de sexo. En el momento, la adrenalina, lujuria y otras tantas cosas nos mueven para realizar acciones difíciles de entender, posiciones que no se llegan a ver muy a menudo y velocidades que logran un revoltijo de sensaciones más unos orgasmos azotadores. Exquisito. No todo el sexo siempre es así, a veces es demasiado incomodo y vemos la forma de regresar a lo que está dentro de lo normal.

Moví un poco a Constantinne fuera de mí mientras él se acomodaba en la cama para dormir mejor. Salí de su cama con pasos lentos y me acerqué a mi ropa regada por el suelo, la tomé de a poco y sentí el sudor aún en mi cuerpo. Hice una mueca, ya que, aunque fuera sudor limpio, me era incómodo.

─ ¿Puedo bañarme antes de irme? ─pregunté. Escuché un "Claro que sí " en un murmullo apenas audible y sonreí por el adormecido chico.

Entrando al baño dejé mi ropa en el inodoro, las paredes blancas me recibieron y la tina de baño me esperaba para ducharme y descansar unos cuantos minutos recostado dentro del agua. Mi dolorido cuerpo me presionó a hacerlo antes de partir.

Hundí mi cuerpo con parsimonia a excepción de mi cabeza y cuello, los cuales quedaron recargados en la orilla blanquecina de la tina, me atreví a cerrar mis ojos y perderme en la oscuridad de mis parpados. El agua caliente abrazaba mi cuerpo adolorido y comenzó a hacer de las suyas para ayudarme a descansar.

Había una gota sonando por ahí, se desprendía de la llave y bajaba a su velocidad hasta impactarse con la cerámica y provocar su eco en todo el baño, mis piernas se movieron por comodidad y se escuchó el sonido del agua moverse por mi acción; las olitas llegaron a chocar con mi pecho y alguna otra parte de mi piel.

Un mosquito comenzó a zumbar cerca de mi oído, se movía de aquí para allá. La gota seguía sonando y su eco se hacía cada vez más grande, más grave, más lento y marcado.

Después ya no había gota, solo frío, mucho frío.

Mis ojos se abrieron y el cielo gris me recibió, tintado con algunas irregulares manchas verdosas, las manchas se enfocaron mostrándome su verdadera figura, plantas por todas partes. Me estaba costando recuperar la conciencia mientras observaba poco a poco mi alrededor, quería tratar de recordar cómo era que estaba dormido en el agua. ¿Había estado nadando?

Mi cabeza estaba recostada sobre una roca, mi cuerpo completamente estirado y empapado, hundido por gran cantidad de agua.

"¡Ethan!"

Las imágenes vinieron de golpe y traté de levantarme, con desesperación apenas y pude sentarme, mi cuerpo entero dolía, parecía tener un peso enorme en cada una de mis extremidades y, mi pierna izquierda estaba rota, podía sentir el dolor bajo mi carne. Comencé a gritar y quejarme.

"¡Ethan!"

Me removí sin importar el inmenso dolor en mi extremidad, me levanté como pude e hice esfuerzo por comenzar a entrar al agua. El techo del auto podía verse bajo una pequeña capa de la cristalina.

Estaba gritando su nombre, pero no se oía, no había sonido en mi boca y ésta apenas y se movía, era como si no tuviera permitida la acción de hablar o siquiera de moverla. Algo como parálisis del sueño.

"¡Vamos, Ethan!" "¡Ethan!"

Mi corazón comenzó a bombear de forma irregular y rápida, latía despavorido dentro de mi caja torácica, tan fuerte que rompería mis costillas se rompían, si no es que ya estaban rotas.

Su nombre aún no podía salir de mi boca. Para cuando llegué al capó, intenté hundirme, pero ya no había más profundidad, no había nada más que el capó y mi cuerpo aparentemente demasiado grande para adentrarme al agua. La ansiedad me carcomía.

Comenzó a llover y podía sentir las gotas impactarse contra mí y hacer sonar el capó del auto, el olor a tierra mojada se impregnaba en mi nariz.

"¡Basta!" "¡Ethan!" "¡Por favor!"

Pude hundirme, pude hacerlo, pero ya era demasiado tarde. Estaba ahí, su cuerpo, sus ojos abiertos y su boca igual, flotando dentro del auto.

"¡Ethan, despierta!"

Mis ojos se abrieron encontrándome con el borroso techo del baño más una borrosa silueta. La imagen intentó aclararse y Constantinne estaba frente a mí o más bien, yo arriba de él, su rostro estaba asustado y tenía pocas gotas bajando por sus mejillas. Me había sacado del agua y ahora estábamos tirados en el azulejo del baño.

─ ¿Estás bien? ¿Recuerdas todo? ¿Qué pasó?

Intenté hablar, pero tenía miedo de que no sonara nada, así que esperé a que la sensación de realidad me bañara por completo. Sentí su familiar olor en mi nariz, sus manos aferrándose con fuerza en mi rostro, le miré y noté cada detalle de su hermosa cara, hasta el más minúsculo vello o poro.

─Abrázame ─susurré.

Inmediatamente vi el rostro confundido de Constantinne, pero se acercó poco a poco a mi cuerpo para rodearme con sus brazos. Posó sus labios sobre mis húmedos cabellos.

─Necesito que me digas lo que sucede, Ethan. Has estado muy raro, puedo ayudarte. Debes contarme ─aseguró besando mi frente ─. ¿Lo harás?

Asentí detenidamente.

─ ¿Puedes levantarte y vestirte o necesitas ayuda?

Negué rápidamente.

─Puedo hacerlo solo ─murmuré.

Me levanté poco a poco con la ayuda de un preocupado Constantinne, sentía mi cuerpo frío, muy frío. Observé mis dedos y éstos estaban arrugados, como si hubiera estado demasiado tiempo en el agua, lo cual no fue más de unos minutos en los que me quedé dormido.

Constantinne salió del baño con ojos bañados en preocupación y yo le sonreí tratando de obtener calma en él, en mí.

No iba a mentir, me sentía derrotado, aún tenía este peso en mis hombros y una extraña cama de angustia en mi cuerpo. No quería moverme mucho, expectante de que un dolor inimaginable llegará en cualquier momento, aún dudoso de la realidad.

Porque. ¿Cuál es mi realidad?, el aquí y el ahora, no es del todo mi realidad. No hay más que una simple vista, no se ve profundidad de todo esto que me ocurre, y realmente si me lo pongo a pensar, una vida como tal no tengo. No hay.

Sí, mi trabajo es excitante, pero fuera de eso, fuera de recibir tantos elogios por mi forma de trabajo, fuera de tener mucho jugoso sexo diariamente, fuera de todo ello no tengo nada.

Soy el propio esculpidor de mi templo, el único que puede verlo de perfecta forma, que sabe relacionar lo que vivió, lo que sintió, lo que quiere y quiso. Y sé, que desgraciadamente, dejé perder mi vida, dejé que se fuera sin rumbo o timón, dejé que tuviera monotonía, no intenté hacer algo más. Me quedé estancado con la excusa de la deuda.

Y cuando había intentado hacer algo, lo hice todo mal, fue un error, fue una cosa que marcó algo en mí para toda mi vida y eso mismo es lo que me atormenta ahora.

Salí del baño ya vestido y caminé con lentitud a donde se escuchaba ruido, Constantinne estaba haciendo un café en su nueva máquina de cafés. Moví mi vista hasta el reloj del pasillo ya que se me hacía muy temprano para un café; pero no, resulta que había pasado cuatro horas en el baño, eran las ocho de la noche.

Me senté en una de las sillas observando la espalda del pelinegro, su cuerpo moviéndose mientras preparaba un plato con varias galletas; de vainilla, ya que él sabía que eran mis favoritas. Vestía un pantalón negro ceñido al cuerpo y una camiseta gris con estampado de mickey mouse en versión zombie, la cual aún estaba empapada por mi culpa.

─Listo, café y galletas de vainilla ─dijo trayendo las tazas y el plato con galletas.

Sonreí tomando mi taza y acariciándola mientras con la otra mano buscaba una galleta y la llevaba a mi boca. Sentí como mi boca se entumía por no haber comido esta delicia hace tiempo (cinco días es mucho).

Sus ojos curiosos me examinaban mientras mordía la deliciosa galleta, me removí incómodo por sus redondos y negros ojos puestos con tanta atención en mí. Sabía lo que se venía.

─ ¿Qué fue lo que pasó? ─pregunté.

─Yo debería preguntar eso ─respondió suspirando ─. Desperté, creí que ya te habías ido, no había rastro de ti y me había quedado dormido. Me vestí con ropa cómoda porque iba a comenzar mi trabajo, fui al baño para lavarme la cara y quitarme lo dormido ─explicó detenidamente ─. Y estabas ahí, te vi por el espejo, tu nariz era lo único que estaba fuera del agua y entré en pánico. Te saqué y traté de despertarte, pero estabas frío, pálido, labios morados y me desesperé mucho. Creí que te habías golpeado o algo, te revisé y no había rastro de contusiones o aberturas, pero no respondías y tu pulso era mínimo, no podía medirlo con lo nervioso que estaba.

Lo sucedido le había afectado, le había afectado mucho como para estar de esta manera y me sentía como un villano, un villano que no merecía estar junto a esa bella persona y que la hizo sufrir. Quería castigarme por hacerle pasar esta situación traumante.

Ethan Park, dijiste que no serías un problema más en su cabeza. Cumple tus promesas, estúpido.

─Lo lamento ─busqué tomar su mano ─. No volverá a pasar.

─Con un "lo lamento" no me quitarás la preocupación. ¿Qué es lo que te pasa? ─él tomó mi mano entre las suyas y jugando con los anillos que decoraban mis dedos continúo hablando ─. Yo te conté todo lo que pasaba conmigo. ¿Tú no puedes hacer eso?

Volví a removerme incómodo y con mi otra mano acomodé mis cabellos negros. Suspiré pesadamente y posé mi mirada sobre las suya. Había un poco de confusión, preocupación, decepción, varias emociones transmitidas por sus ojos y estaba mareándome. Asentí.

─Te contaré.

Tomé mi taza y la llevé mis labios mientras tentativamente seleccionaba las palabras correctas y en orden dentro de mi cabeza. No es que antes hubiera sido un misterio, pero ahora mismo, me sentía como uno, lo cual lo veo ridículo, porque técnicamente, soy un libro abierto.

Creí que demostraba todo.

No demostraba nada.

Lo que hay dentro de mi cabeza es un cielo lleno de nubes para la mayoría de las personas a mi alrededor, no se llega a ver el azul, el sol, la luna o las estrellas. Solo son nubes grises y palabras calculadas.

Rafael Giesler le heredó su fortuna a Giesler Alexander, todo lo que poseía y con ello Lovers comencé . Rafael Giesler compró el lugar para hacerlo una especie de teatro o algo así, pero terminó teniendo otro tipo de espectáculo. Mujeres y hombres comenzaron a trabajar en este lugar por necesidad, gozo, no lo sé, les era satisfactorio. Una mujer de entre ellas, Alejandra Park, se embarazó en un punto de su carrera y tuvo un hijo: yo.

Los prostitutos firmamos un contrato de no reclamar por un embarazo, entonces mi madre no dijo nada al cliente, por lo tanto no tengo papá. Mi mamá, vivía en Lovers, entonces vivo ahí o viví ahí durante mucho tiempo. No es como que me permitiera andar entre desnudos y la perversión, promiscuidad o todo esto, era un niño. Mi habitación era el ático. Me quedaba ahí con música a todo volumen en la grabadora con audífonos o salía a recorrer las calles, caminaba tanto para evitar llegar a Lovers que me aprendí de memoria todo.

Alejandra nunca fue una madre como tal, directamente decía algo como que había arruinado su escultura el cuerpo. Pero era mi madre y no me hizo tanta falta como debería, por la misma razón de que había otra mujer ahí que casi me adoptó como su hijo, se llamaba Grecia y era rusa. Ellas, ambas, podría decirse que me criaron, Alejandra con sus altas y bajas. Grecia era un poco... Era genial, pero tenía una adicción, por eso terminó en el país tras ir detrás de un hombre con... ─me interrumpí ─. Larga historia.

Ok, entonces como decía. Mi madre no fue mala todo el tiempo, incluso me regaló un conejo de felpa a mis ocho años, me dijo que, de ser otra situación, ella y yo nos habríamos llevado muy bien.

La quería mucho a pesar de que ella no a mí.


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