30
Últimamente, ya no estaba en casa y estar en ella se sentía extraño.
Ahora que me encontraba sentado sobre mi sofá con los pies extendidos sobre la mesa de centro, mis brazos sosteniendo un bote de helado napolitano y Teen Wolf en la pantalla de plasma frente a mí. Esa sensación de estar fuera de lugar no salía de mi pecho, esto de que mi casa ya no es mi casa; ya no es lo mismo, la siento más grande, más fría, más vacía. Algo, que no sabría describir qué me está faltando.
Es extraño, demasiado, después de tantos años el sentir que esto ya no es tan mío como era o pudo haber sido. No tener esa sensación de autosuficiencia que tuve desde el primer día que me deslicé en las paredes de esta propiedad y comencé a llenarlo poco a poco.
Después de haber hablado con Alexander en su oficina, cumplí con los clientes en Lovers y cancelé todas mis citas. Incluido a Constantinne. Preferí hacer eso a ser increíblemente brusco con mis clientes (aunque algunos lo agradecerían).
La situación se situaba en mi mal estado por las palabras de Alexander, que mientras atendía a mis clientes de Lovers, no fui atento a lo que hacía, parecía ser que me estaba castigando y no solo a mí, sino a aquellos que me estaban eligiendo. No solo fue un meter y sacar, fue un empujar y empujar hasta el fondo; y a pesar que estaba siendo completamente bruto con ellos, era como estar en un desquiciado trance donde no era yo quien estaba controlando mi cuerpo, sino yo era un espectador y otra persona, otra parte de mí que no había vuelto a ver en años había regresado para utilizarme durante ese tiempo.
Yo no quería que Constantinne sufriera aquello.
Me di un descanso de toda esa inestabilidad mental y me excusé con Anny que, gracias a el rey del universo, ella no insistió en hacerme más preguntas. Ella sabía, y no solo porque hablé con Alexander, estoy absolutamente seguro de que en mis ojos se veía, se veía más allá de la desesperación, porque yo lo entendí cuando sus ojos se encontraron con los míos y sus cejas se juntaron para hacerme saber su preocupación. No solo fue su "está bien, tomate un tiempo" lo que me confirmó, sino ese abrazo fuerte que intento darme mientras atendía el teléfono y la sonrisa que trató de regalarme mientras salía del lugar.
Cuando llegué a casa no fue mejor, ese sentimiento de pesadez seguía en mi espalda. Después de darme una ducha y quedarme un largo rato en la tina, las imágenes y recuerdos comenzaron a venir a mi cabeza con la sola sensación del agua cubrir mi cuerpo y mis ojos cerrándose en una oscuridad casi absoluta.
Si yo sentía, si yo decía, si yo juraba, que no había nada que me preocupara y aparentemente tenía una vida tranquila. Claro que no era así.
Todo este problema, en donde yo no había expresado lo mal que me sentía, por el simple hecho de que no había tiempo de desahogos cuando todos estábamos devastados. Guardarme todo esto para mí solo y aparentar que no dolía; era tan llamativo, tan visible, como una flor roja entre un montón de flores blancas, como tinta azul entre tinta amarilla, como la luna en el cielo, como un conejo frente a un lobo.
Salí casi corriendo de la tina, mi mente corría lejos de aquello y yo estaba tratando de empujar los pensamientos, sentimientos e imágenes en flash dentro de mi cerebro, busqué entre mis libros alguno que no haya leído aún y cuando creí todo devastado, sin la oportunidad de ocupar mi mente con algo más.
Constantinne vino a mi mente.
Como otro tormento más.
Su boca, su rostro, su piel, su cuerpo. Si yo estaba completamente consumido por los pensamientos negativos, no impidió que el pensarle provocará una erección casi instantánea, con solo recordar todo lo que hemos hecho, y lo que nos falta por hacer. Entonces, después de tres masturbadas seguidas, me arreglé; adentrándome en un pantalón pans y me dirigí a mi sala de estar para poner alguna serie que me mantuviera ocupado; para no masturbarme de nuevo o terminar con más pensamientos indeseados.
Pero, en algún momento entre capítulos, helado terminado, mi cobija calentita y cansancio físico más el mental, terminé hundiéndome en el mundo de los sueños.
Me sentía destruido.
Estaba parado en medio de la calle, el bosque se veía a mis laterales, oscuridad a los extremos de la carretera, mi corazón latiendo intranquilo y mis cejas juntas. ¿Cómo llegué aquí?
Comencé a caminar para encontrar algún auto o persona que pudiera sacarme de aquí, al menos un establecimiento para no pasar la noche en esta oscuridad y frío. Porque hacía frío, hacía mucho frío y la temperatura parecía descender poco a poco, pero era notoria, tanto que comencé abrazarme a mí mismo y seguí dando paso tras paso.
Hasta que apareció el puente.
Entré en pánico y comencé a correr en la dirección contraria, pero apareció de nuevo y quise escapar por las laterales, pero aparecía de nuevo, cada maldito rincón al que iba aparecía de nuevo, una y otra y otra vez, hasta que en la última dirección a la que fui me encontré con él otra vez, rindiéndome y caminando a este.
El frío seguía ascendiendo. Podía ver nubes saliendo de mi respiración y notaba mi cuerpo frío, mi nariz congelándose, mis mejillas igual, mis labios partiéndose.
Estuve cerca del borde y podía asomarme, algo me decía que tenía que, pero no quería. No podía.
─ ¡Ethan!
Y me asomé.
No fue agradable de ver.
Nada está bien ahora.
Mientras mi habitación estaba en plena oscuridad y el único ruido era el de mis lamentos. Yo estaba completamente sumergido en mis pesadillas.
Es cuando mi subconsciente tomaba cartas en el asunto para darme una reprimenda y buenos azotes, algo como "despierta, ve la realidad".
Pero de una manera muy cruel.
En mi mente se repetía una y otra vez como si se regresara en el tiempo, se dejará correr y volviera a regresarse para torturarme. Antes, podía vivir con ésto, con la idea de que todo había pasado, pero no podía permitirme que sucediera nuevamente.
Entonces cuando desperté a mitad de la noche con mi cuerpo cubierto en sudor y las sábanas tiradas en el suelo, me dije que tenía que hacer algo.
No podía seguir aparentando que no estaba ahí.
Las casas, los negocios, las personas, pasaban rápido por mi vista periférica mientras yo miraba el techo del taxi y de vez en cuando, la casi calva del conductor.
No recuerdo cómo era no tener nada en la cabeza, estar completamente inmerso, sumergido en algo que no fuera comprar más cereal o papel higiénico. ¿Cuándo mi cabeza comenzó a ser atacada con múltiples y diarios debates?
─En dos calles a la derecha, por favor.
─Sí, joven.
Giré mi cabeza lentamente hasta dejar caer mi vista en la ventana que tenía del lado derecho. El auto se detuvo en un semáforo y me enfoqué en un grupito de tres personas; un hombre, una mujer y un niño.
Un niño.
Había estado bien, había estado pensando solo en mí, en el presente y sí, está bien pensar en el presente, pero he dejado muy a la ligera mi futuro. ¿No quiero una familia? La quería. ¿La quiero aún?
He llegado a cierto punto donde comparar lo que quería, lo que quiero y lo que puedo tener es realmente difícil. No soy el tipo de personas que puede tener una familia, por más triste que suene, prefiero estar solo a traer al mundo a un bebé en este momento, en este momento donde tengo esta gran carga de deuda. Tener de padre a un prostituto y encima con una deuda no era la mejor de las ideas. Lo sabía por experiencia. De todos modos... ¿Yo podría criar un niño? ¿Podría ser un buen ejemplo para un pequeño?
¿Encontraría a la persona con la que tener un hijo? Porque para tener un hijo se necesitan de dos personas a mi pensar. ¿En verdad quiero una familia porque la deseo o porque estoy comenzando a sentirme solo?
Giré el rumbo de mis pensamientos cuando reconocí las casas por la ventana, suspiré y me incorporé buscando mi cartera mientras daba la indicación de dónde se detendría.
Puse un pie afuera cuando pagué, salí por completo y subí directamente a la banqueta dirigiéndome a las escaleras, el taxi dijo adiós con el motor sonando y su claxon tocándose al encontrarse con un peatón corriendo despavorido frente a él, los girasoles en el ramo que traía la vecina de Constantinne brillaban con el sol mientras ella ponía su mirada en mí y muy amargamente decía "Buenas tardes".
─Buenas tardes.
Ella entró a su apartamento y yo suspiré llevando mi mano a la puerta, toqué un par de veces y di un paso hacía atrás adentrando mis manos a mis bolsillos. Sentí las monedas en mis dedos y decidí jugar con ellas esperando por el chico.
La puerta se abrió y un Constantinne con ropa desalineada me recibió, sus cabellos estaban despeinados, sus mejillas sonrojadas y había sudor en su cuerpo.
Click.
─Oh, Ethan. ¿Qué haces aquí?
─Son las dos ─alcancé a decir.
─Pensé que no vendrías ─ Se recargó en la puerta y pasó su mano por sus cabellos ─. ¿Estás mejor?
Asentí.
─Sí, estoy mejor ─me removí en mi sitio ─. Entonces... ¿Estás ocupado? ¿Debería irme?
Constantinne descruzó sus brazos y me miró con ojos grandes comenzando a negar. Abrió más la puerta y habló.
─No, no, no. Ya estás aquí. Adelante.
Me adentré expectante y observador, tratando de encontrar a alguien más además de nosotros, pero no había nadie, más que muchos papeles regados en la mesa de centro, un café y muchos dulces por todo el sofá. Una sonrisa nació en mis labios.
─Exámenes ─dijo Constantinne ─. Los hice esa semana y pues, resulta que no era suficiente para los directivos. Además, me dieron otro grupo más ─explicó acercándose a mí por detrás, me rodeó y cuando estuvo frente a mí sonrió ─. Es bueno, pero cansado ─se lanzó hasta a mi, rodeando mis caderas con sus piernas, mis manos viajaron hasta sostenerlo del trasero y no pude evitar estrujarlo en mis manos─. Vamos a la cama, por favor.
Con una sonrisa decorando mis labios, lo llevé hasta la cama, posandoló encima de ella conmigo arriba de él. Le quité la ropa lentamente mientras besaba su cuello y otras tantas partes desnudas en el proceso, hasta que ambos estábamos completamente desnudos. Abrió las piernas para mí y me enterré en su cuello mientras movía mis caderas.
Su olor, su maldito olor me volvía loco, era especialmente varonil, elegante y dulce; una extraña combinación que me hacía querer aspirar más y tenerlo impregnado por todos lados. Era sencillamente, glorioso, descomunal, me hacía perder el control de mi fuerza y por eso mismo es que lo abrazaba como si fuese a perderlo. Hubo algo raro dentro de mí.
Click.
Nuestros penes rozaban el uno con el otro al movimiento de mis caderas, Constantinne ya había comenzado a jadear y yo estaba listo para beber sus gemidos. Sentía la deliciosa presión de mi pene contra el ajeno, el sonido de mi cuerpo mezclándose con el suyo en una candente escena para cualquiera que la viera, para él, para mí, para ambos.
Saqué el rostro de su cuello, disfrutando del roce comencé a besarlos, morderlos, saboreaba su boca para no perder nada de lo que significaba tenerla.
Y con un gemido que logré tomar, Constantinne se vino con el roce de nuestras pollas y nuestras bocas.
No sé decir cuál fue el más placentero.
Porque yo me vine casi instantáneamente con él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro