27
Hoy era el último día que pasaríamos en el centro del país; la boda y la cena de celebración en el gran salón que se haría después. Constantinne no estaba muy relajado.
Habíamos llegado casi muertos al hotel, él con su cruda por la borrachera de vodka que se había dado. Sabía ocultarla muy bien, siendo que no decía que dolía y estaba demasiado concentrado en que pasaría cuando se encontrará con sus padres. Sin embargo, él me había contado solo así, que cuando tenía cruda, quería beberse el mar de la sed que tenía y mimos por el dolor. Literalmente trepó sobre mí en la cama y se abrazó de mi cuerpo con brazos y piernas.
Ahora nos encontrábamos arreglando nuestros trajes ya que la boda sería a la una de la tarde y llevábamos unos cuantos minutos de retraso -30 minutos-, porque nos fue más placentero tener sexo desenfrenado sobre la cama de hotel, que arreglarnos desde antes y salir a tiempo.
Constantinne estaba frente al espejo tratando de arreglar su moño y su cabello, con el ceño fruncido bajó sus manos a sus costados y resopló con enojo al fallar nuevamente. Sonreí y me acerqué a él, colando mis brazos a su alrededor para tomar los extremos de la cinta y atar un buen nudo en el moño; era cuando agradecía a la señorita de la tienda a enseñarme hacer un moño mientras Constantinne estaba entretenido en elegir uno bonito y de color para su traje (aunque terminó eligiendo uno negro).
Constantinne soltó un suspiró cuando terminé con su moño y lo giré para arreglar su cabello. Sabía que él estaba estresado, con ansiedad, con temor; encontrarse a sus padres controladores y homofóbicos después de años, siendo gay, no es cualquier cosa.
─Todo saldrá bien ─apoyé mi mano en su hombro y recibí un asentimiento ─. Te prometo que todo estará bien.
─Gracias por estar aquí.
Negué. Comenzamos a tomar nuestras cosas para salir del hotel y poder llegar al menos al "que hable ahora o calle para siempre". Llegamos a la iglesia con las respiraciones aceleradas por correr cuando el auto se había quedado en un tráfico abarrotado que parecía no tener fin e ir sumamente lento a pesar de haber verde en vez de rojo. Afortunadamente habíamos llegado a tiempo y caminamos a uno de los asientos traseros, aunque Constantinne comenzó a quejarse de no poder ver por todos los camarógrafos que transmitían la boda de una de las más importantes hijas de los magnates Brooks.
¿Cómo nunca supe de ellos? Ah sí. Me la paso viendo Netflix y teniendo sexo.
Carolina portaba un hermoso vestido blanca con corte sirena y escote de corazón, la larga seguía estirada por el camino de pétalos regados en el suelo, su cabello se encontraba recogido en una cola y cayendo con ondulaciones. Lucía preciosa.
Constantinne tomó mi mano con fuerza cuando el padre preguntó; "Tú, Brooks Carolina, ¿aceptas a Franco Monterrubio como tu estúpido y feo mono albino por toda la eternidad hasta que se muera de una enfermedad de transmisión sexual en su ano?", o al menos eso entendí, estaba demasiado consumido por la rabia de estar permitiendo que una buena mujer se casará con una mierda. Además de que el dolor me nublaba un poco, soportaba que Constantinne enterrara sus uñas en mi espalda ya que teníamos sexo, pero ahora no estaba mi polla dentro de él al mismo tiempo que despedazaba mi mano.
─Acepto ─dijo ella sonriendo con ilusión, mientras sostenía su ramo entre sus nerviosas manos.
─Y tú, Franco Monterrubio. ¿Aceptas a esta mujer, aunque sea demasiado para ti y deberías estarte pudriendo junto a la mierda del canal?
─Acepto.
Miré a Constantinne, que tenía las cejas juntas y su mandíbula tensa. No podíamos entrometernos, estaba siendo difícil pero no era nuestra decisión.
Me levanté tirando de Constantinne cuando percibí sus intenciones, sus ojos iban en suplica y mis susurros le explicaban en el oído todo lo que necesitaba saber sobre este encuentro. No tuve más opción ya que seguía insistiendo y tratando de soltarse, había llamado la atención de unas cuantas personas con el ruido.
Así que cuando se escuchó el "que hable ahora o calle para siempre". Yo ya lo tenía contra la pared, besando sus labios.
No sabía si él recordaba el beso en la playa, ya que no habíamos hablado del asunto, pero esperaba que lo recordara, para que este no fuera nuestro primer beso en su cabeza. De ser así, algo atacaría mi interior, un beso desesperado por distraerlo para que no armara un escándalo y fuera en contra de todo lo que su familia planeaba, de su hermana, de la unión de ese asqueroso albino con una mujer tan valiosa. Podíamos hacer algo, pero habría muchos contras. El rechazo de su propia hermana estaba en posibilidad.
Aun así, el castaño se relajó por completo y posó sus manos en mis caderas mientras yo seguía sosteniendo su rostro y chocaba nuestros labios en un lento beso.
─Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.
Y mientras los aplausos se alzaban con alevosía, yo me separé de Constantinne para ver sus ojos con lágrimas y desesperación.
─Lo siento ─susurré. Él negó entre mis manos y dejó escapar pequeños sollozos. Lo abracé.
Llegamos frente al gran salón, donde la música clásica ya podía oírse y las personas de lujosos trajes y vestidos de gala entraban por encima de la alfombra roja para estar dentro del que parecía ser, por segunda vez, un palacio. Malditas enormes propiedades.
Salí de la lujosa limusina, estiré mi mano y él tomó la misma. Los flash llegaron y agradecía el que Constantinne me advirtiera ponerme el lujoso antifaz como parte de mi traje, de lo contrario, estoy seguro de que aparecería en primera plana "El hijo prodigio de la familia Brooks, Brooks Constantinne, es gay y sale con Park Ethan, que es un jodido y pobre prostituto".
Entramos por la alfombra roja hasta estar dentro del lugar donde se daba la fiesta, habían mesas con manteles dorados, que hacían juego con las decoraciones en paredes y techo, el interior del salón era blanco cual nieve, se extendía hasta el techo donde grandes ventanales se acoplaban a él; en el centro se hallaba un enorme candelabro dorado, con cristales tornasol, luciendo elegante y bonito.
En las mesas parejas conversaban entre sí, pero había una central, una más grande y rectangular en medio del salón, de donde a sus laterales, las mesas redondas y más pequeñas se colocaban cuidadosamente alrededor de la pista de baile. Una vez más, la rabia pico en mí, era la familia Brooks; sus padres, Cecilia y Carolina, sin espacio para Constantinne y del otro lado estaba la familia completa de Mierda Franco.
Hijos de...
─Nuestra mesa está ahí, la que está cerca del balcón por si queremos salir a descansar del perfume caro ─señaló Constantinne tomando mi mano y tirando de mí hasta llegar a la dichosa mesa, la cual no estaba ni cerca de la grande.
Suerte tuvimos cuando algunas de las primas de Constantinne estaban ahí, no fue tan aburrido como creí que sería, platicábamos animadamente entre la comida y reíamos un poco de las locuras que habíamos hecho el día anterior.
De un momento a otro Constantinne posó su mano sobre la mía, la cual estaba en mi muslo, debajo de la mesa, entrelacé cuidadosamente nuestras manos y le miré. Su mirada estaba puesta en sus padres, aquellos estaban sonriendo para una foto familiar. Toda esta situación estaba llenándome de ira.
Lo peor aquí no era que sus hermanas no le invitaban a la foto, sino que sus propios padres eran quienes daban esa orden. Parecían tan pulcros, tan felices, tan asquerosamente ricos y malditamente estúpidos por hacer esto con su hijo.
Pero no dejé que la rabia se apoderara de mí al grado de hundirme en ella, giré mi rostro para prestar atención en Constantinne. Tomé su mano más fuerte y tiré de él para salir del salón en dirección al balcón, mientras tanto, la voz de un hombre comenzaba a oírse en los altavoces.
"Querida Brooks Carolina, nuestra
primera y hermosa hija..."
Posé a Constantinne cerca del barandal, noté como pequeñas y delgadas lágrimas bajaban de sus ojos mientras sus labios le temblaban. Estaba entrando en pánico, no sabía cómo consolarlo y que no se pasara de la raya.
"felicitamos muy alegres
la unión de Carolina y Franco
de esta manera y nos
sentimos realmente
orgullosos de ti..."
Llevé mi dedo a sus mejillas para apartar las lágrimas mientras sonreía observándole.
─Te diría que lloraras para sacar todo lo malo ─comencé, notando como apretaba sus ojos y enseñaba sus dientes igual de apretados. Arrugas nacieron en las esquinas de sus ojos y sus cejas se juntaron un poco ─. Pero si lloras ahora, correrás el bonito delineado que te has hecho.
"también aprovechó para
dar un brindis por la unión
de las empresas Monterrubio con
las empresas Brooks.."
Tomé sus manos y besé cada una mientras miraba sus ojos, aún corrían lágrimas, así que volví a limpiarlas y lo atraje a mi cuerpo, abrazándolo dulcemente mientras la voz de hombre aún sonaba.
"Felicidades, Franco Monterrubio y
ahora Carolina Monterrubio."
La música se posó después de los aplausos y pude notar como las parejas caminaban a la pista de baile para dar paso a meneos y vaivenes a ritmo de la melodía. Constantinne estaba calmándose, salió de mi hombro y sonrió mientras apartaba rastros de lágrimas.
─ ¿Quieres ir a bailar? ─tomé su mano.
Asintió y entrelazó nuestros dedos mientras nos hacíamos paso a la pista de baile.
En este momento, en mi cabeza solo estaban las frases; "tiene que ser perfecto", "hazlo sonreír", "dile lo bonito e inteligente que es", "es necesario tirar comentarios graciosos mientras bailan ". Tan concentrado, que apenas noté como las parejas se hacían a un lado para dejarnos pasar y cómo de repente Constantinne tiraba de mi mano.
Nos paramos en medio de la pista de baile, lo acerqué a mí y tomé sus caderas, levanté su mano y comencé a menearme con él al ritmo de la música. Sus ojos tímidos estaban clavados en los míos, sé que no quería ver a otra dirección.
─Cálmate ─susurré.
Pareció acatar muy bien mi orden cuando se meneó con más tranquilidad, moldeándose a mi cuerpo y soltando su rigidez. Pero, de un momento a otro, una sonrisa nació en sus labios y comenzó a cerrar sus ojos mientras poco a poco se acercaba. Hasta que algo se movió en mi vista periférica, jalaron a Constantinne lejos de mí de un tirón.
─ ¿Qué mierda crees que estás haciendo? ─acusó el hombre, suponía era el padre de Constantinne ─. No puedes venir aquí a avergonzarnos.
Algo pico en mí, y no pico quedito, el picor comenzó a subir desde mi estómago por toda su extensión hasta subir a mi garganta. Di un paso adelante para ser notado por el hombre que aún tenía sujeta la muñeca de Constantinne, el pelinegro pareció notar mi ira así que se soltó y caminó hacía a mí, aún sin saber qué decir.
El hombre en traje tenía una mirada de absoluta rabia entorno a nosotros, detrás de él estaba su esposa, mirando a Constantinne con decepción y detrás de ellos, Cecilia y Carolina con expresión asustada y apenada, la familia Monterrubio incrédula y Franco burlón.
─Lárguense, malditos maricones. Hasta que entres en razón, volverás a algún evento de los Brooks. Mientras tanto, tú no eres un Brooks, eres un bastardo.
Constantinne fue consumido por la ira y la tristeza.
─ ¡¿Qué es lo que te hice?!
─ ¿Qué? ─preguntó el hombre incrédulo ─. Eres un raro, gustar de los hombres ─me miró de pies a cabeza ─ y ni para hombres tienes gusto, pobretón trajiste ─regresó su mirada sobre Constantinne ─. No eres un Brooks.
Constantinne le miró dolido, sus ojos comenzando a hacerse agua, su mirada asustada viendo a todas direcciones. Lo estaban humillando.
Miré a mi alrededor, miradas de asco, miradas con vergüenza, desprecio, algunas apenadas, otras como si fuéramos una nueva curiosidad de circo.
─Papá, no puedes hacer esto ─dijo Cecilia ─. Es mi hermano, tu hijo.
El hombre miró a Constantinne.
─Él no es mi hijo, es un marica. ¡Largo de aquí!
Fue suficiente.
El hombre cayó al suelo y los jadeos sorprendidos se escucharon, mis nudillos ardían y mis dientes estaban apretados con fuerza. Bajé mi mirada poco a poco mientras me incorporaba y me preparé para decir:
─ único marica aquí, es usted. Y no porque le gusten los hombres, sino porque es un completo cobarde ─arreglé mi traje fingiendo desinterés y sonreí zancarrón ─. ¿Tiene miedo de lo "diferente"? ¿Hmm? O ¿Todo esto es por las apariencias? Si es de esa forma, que patético. Prefiere la miseria de su familia por el qué dirán. ¿Me dirá que usted y su esposa son felices? ─miré a la mujer, quien tenía una muy fea expresión ─. ¿Están en regocijo? Si ustedes creen que tener dinero por montón es felicidad, eso es realmente muy triste. Me compadezco ─tomé la mano de Constantinne, entrelazando nuestros dedos.
Estaba cansado, cansado del viaje. Nunca había tenido que definirme como algo; gay, lesbiana, bisexual. ¿Realmente importaban esas etiquetas? Este viaje estuvo lleno de esos comentarios y miradas. Nunca las había recibido hasta estar en esto con Constantinne, no había salido con un hombre en esta forma y creí que el desprecio sería menos obvio. Pero aquí estamos, frente a las personas que se supone procurarían la felicidad de sus hijos, en vez de eso, prefieren la miseria para mantener la imagen.
─Constantinne ─miré al castaño y besé sus nudillos ─, ¿Ya no es un Brooks? ─dirigí mi retadora mirada a la pareja ─. Pues yo estaré gustoso que sea un Park.
Las personas no decían nada, sabía que no llamaban a los guardias por no hacer más alboroto, y de alguna manera agradecí, para así poder terminar mi discurso. El hombre en el suelo se levantó por fin y su esposa limpió su boca.
─Perdón por el alboroto, Carolina.
─No, no te preocupes. No fue su culpa, Ethan.
─Ahora nos vamos, pero no porque nos corran, sino porque no queremos estar aquí. Tenemos muchos besos que darnos.
Tomando la barbilla de Constantinne, junté nuestros labios en un beso lento, nuevamente el hombre quiso acercarse y levanté un dedo. Separé nuestros labios y seguí mirando al pelinegro.
─Ni se le ocurra volver a tocar a Constantinne, porque para la próxima, no cuidare el no tumbarle los dientes.
Entonces, nos fuimos de ahí con nuestras manos entrelazadas, esquivando las miradas de asco y repudio, preparándonos para encontrarnos con los corazones latiendo por la adrenalina. Escapamos de ese lugar lleno de cobardes mentes cerradas.
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