24
Me deslicé dentro de la chaqueta, acomodé el cuello y peiné mis cabellos, ahora solo faltaba que Constantinne saliera del baño después de aplicarse el maquillaje.
Me recargué en el marco de la puerta sacando mi teléfono celular para ver si tenía llamadas de Anny o mensajes, no tenía diferentes a los que me había mandado cuando le avisé que llegué con bien. Sin mucho interés abrí la galería y observé las fotos que sacamos con truco a Franco.
Mierda Franco era un gay frustrado por no obtener su libertad en cuanto a su sexualidad. No creí encontrarme con algún estúpido que sabía lo que era, lo disfrutaba y después aparentaba odiarlo, tal vez sí lo odiaba y era realmente hipócrita consigo mismo y con las personas que hablaban con él.
Sentí pena por su pobre alma. No, ojalá se le pudran las bolas.
Constantinne seguía sin decidir cómo proceder respecto a ellas. Base a lo que el idiota mencionó a la hermana de Constantinne, Carolina podría creer lo equivocado, confiando en las palabras de aquel rubio casi albino y teniendo una mala relación con el pelinegro de brillosos ojos. Sabía bien que lo que Constantinne menos quería era perder el amor y respeto de sus hermanas, la única familia que le quedaba.
No conozco lo suficiente a Carolina. No sabría cómo sería su reacción al saber la verdad entre su prometido como ex algo de quien era su hermano y mi actual cliente. No sabía si reaccionaría de la forma más razonable posible terminando su compromiso o directamente creer que es un invento por su hermano menor para arruinar la boda.
Tal vez sería mejor no decirle nada, pero eso sería permitir que se casara con un hombre estúpido y que se atrevería a engañarla por su sexualidad frustrada. Tal vez juzgaba demasiado, tal vez él sí la quería, tal vez no es así, tal vez solo quiere su dinero como Constantinne mencionó. Y, casarse con él, es decisión de ella.
La puerta se escuchó y Constantinne salió de nuestra habitación, espectacularmente arreglado. No sé cómo podría arreglárselas para lucir tan malditamente bien, cada vez más. Cada hora se hacía más bello.
Suspiré y me recordé a mí mismo la situación en la que me encontraba.
─ ¿Nos vamos? ─deslizó el melifluo a mis oídos, asentí y comenzamos a caminar fuera del hotel.
Habíamos dormido suficiente para que estuviera oscureciendo ahora que salíamos del hotel, se suponía que saldríamos a recorrer las calles y visitar lo que pudiéramos para encontrarnos en el antro que Carolina nos indicó. Por mi necesidad de recuperar las horas que desperdicié en la madrugada al observar a Constantinne, ahora solo tendríamos la oportunidad de pasear por algún bonito parque de camino al famoso puente de esta ciudad.
Me sentí culpable por preferir dormir a recorrer la ciudad con su animada voz, sabía lo mucho que el pelinegro quería mostrarme la ciudad donde creció.
El tono morado del sol cayendo y la luna saliendo, nos recibió con entusiasmo corriendo por nuestras venas, de alguna manera ambos teníamos esa energía y extraña sensación de que el día de hoy pasaría algo. Y no es que sea adivino, Constantinne me lo confesó cuando entramos a ducharnos, después de otra buena ronda de sexo en la ducha, él exactamente dijo: "tengo el presentimiento raro sobre este día, es como emoción de saber lo que pasará, pero no sé qué es exactamente". Estoy igual, con esa cosa viajando de la planta de mis pies a mi pecho, algo raro, algo que no sé describir y no planeo hacerlo.
Tomé la botella de agua y la llevé a mis labios mientras él compraba otra cosa. Caminamos por el puente y nos quedamos un largo rato recargados en el barandal, sin decir nada, solo viendo el agua moverse.
Me ha pasado muchas veces, últimamente, que tengo mucho que decir y muy pocas palabras logran introducirse en mi boca. Aunque quiera decirlas, no puedo. Aunque las estudie y practique una y otra vez en mi mente, junto con mi lengua moviéndose como si las hablara, ellas no logran ser afónicas, ni escuchadas por el pelinegro.
─Et han... ─llamó él, sacándome de mi batalla interna, zumbé en respuesta ─. ¿Puedo hacerte una pregunta? Sin que te parezca realmente incómodo, no sé, solo tengo la duda.
─Claro, dime. ¿Te inquieta algo? ─me giré a verle, él continuaba mirando al lago.
─Sí, pero no es con respecto a lo de gigoló. Es contigo. Conmigo. Respecto a mí.
Suspiré tratando de que las sensaciones dentro de mí no se vieran reflejadas en mi rostro o en mi cuerpo. Cualquier cosa que preguntara, sobre mí, no podía mantenerme realmente tranquilo. Sí, mi vida ha sido una rutina aburrida, pero, cosas serias si han pasado, una cosa es que yo no les quiera tomar la importancia.
─Adelante ─dije. Él pareció esperar un momento, algo que yo podría denominar como que trata de encontrar las palabras indicadas.
─No sé mucho sobre ti, solo unas cuantas cosas que has compartido conmigo, cosas muy triviales ─declaró, con su mirada aún en el agua, yo regresé la mía de igual manera ─. Me gustaría saber más de ti, pero hay una pregunta que me pica desde hace mucho. ¿** *** *********?
La pregunta se tornó un chillido ensordecedor, haciéndome tomar unos segundos para que la pregunta se volviera clara. No había podido tomarla bien.
"¿Te has enamorado?"
El teléfono de Constantinne comenzó a sonar para salvarme o condenarme, Constantinne lo rebuscó en el bolso que portaba, teniéndolo entre sus delgadas y largas manos para atender la llamada.
El agua se movía lento hacia arriba, podría ser el aire moviendo ésta y haciendo pequeñas ondas, pero todos sabíamos que no es como parece. No lo mueve el aire y aunque en la superficie luce tranquila, en su profundidad posiblemente hay una guerra. Como dentro de mi ahora mismo.
─Carolina dice que pasará por nosotros en más o menos 30 segundos, así que tenemos que correr.
Constantinne esbozó una sonrisa cuando me retó con la mirada y no iba a negar, que amaba cuando me retaba a algo. Salimos disparados y riendo como niños cada que uno de nosotros esquivaba o tropezaba, riendo solamente por reír de lo estúpidos que nos veíamos.
Al divisar el auto de su hermana y subir en él, Constantinne quedó sentado en mi regazo a falta de espacio. Fue completamente nuevo tenerlo aquí con ropa puesta. Abracé su cintura estando más cómodo, Constantinne se recargó naturalmente en mí, acciones que nos hizo escuchar "awww" de las mujeres. Si tan solo supieran que este mimo se adecuó a nosotros estando desnudos.
La música se puso en el auto mientras las mujeres ya comenzaban a entrar en el calor de la diversión, todas cantando canciones en inglés y otras tantas en español. Constantinne se les unió en algún momento entre risas y me acerqué más a él, solo para prestar atención al melifluo en mi oído. Voz de Dios.
Pronto llegamos al que parecía ser un muy alocado antro, lucía de - ¿cómo era que dijo Anny? - "caché", demasiado de niños ricos y pretenciosos. Me alegraba con todo en mi ser, que Carolina y las demás mujeres no fueran de ese tipo de personas, no al punto de caerte mal, solo al punto de su naturaleza por vivir así. Aunque, muchas veces me he llegado a preguntar ¿Por qué Constantinne no es así? ¿Por qué él no presume su dinero? ¿Por qué no usa cosas más caras? ¿Por qué prefirió una vida tan simple como profesor de universidad, viviendo en un departamento más pequeño que el mío?
Bajamos con paso lento tirando una que otra broma al aire mientras nos acercabamos, la mayor de los Brooks dio su nombre y nos dejaron entrar sin esperar un segundo más. Fuimos gustosamente recibidos por la fuerte música, música con buen ritmo e incluso un poco tentador a mover las caderas pecaminosamente.
Nos dirigimos a una mesa entre el bullicio, todos colocándonos en un espacio del gran sillón que rodeaba la mesa. Pronto las bebidas comenzaron a llegar y las mujeres a embriagarse con animadas pláticas, los únicos que no bebíamos más que un trago de la piña colada éramos Constantinne y yo.
─Carolina, deja de beber tanto ─pidió Constantinne ─. Eres la conductora designada.
─ ¡Y la que se casa! ─gritó con euforia y jaloneó a su hermana para salir de los asientos, luego sus dedos acariciaron arriba de la tela mientras gritaba ─. ¡No espero a tener a Franco entre mis piernas!
Okey. Eso fue demasiado específico, Carolina.
De esa explicita forma nos dimos cuenta de su embriagues, siendo para nada raro al ser la única con la valentía de tomar vodka puro. Como si quisiera forzarse a beber y recordar todo pulcramente divertido, como si tuviera miedo de que no lo fuera o como si quisiera salirse de casillas, de una vida controlada. Y la entendí, la entendí porque es exacto lo que hizo Constantinne.
Las mujeres abandonaron la mesa para mover sus cuerpos al ritmo del éxtasis que la música les provocaba. Dejándome solo con un Constantinne de expresión dolida. Me hacía pensar en que tal vez, lo que Carolina dijo respecto al que fue su primer amor, le llego a afectar en cierta medida. Y, tratando disipar ese pensamiento, alojé uno nuevo con sus padres como protagonistas. Sea lo que sea que estuviera pensando, me animé a sacarle la botella, acción que no llegó a cumplirse cuando después de empinarla de golpe me la entregó con la mirada clavada en la mesa.
─No soy alcohólico ─aclaró ─. Pero de pronto, el estar tan cerca de mi familia, me hace querer beber todo el tiempo ─me miró suplicante ─. Aléjala de mí, no quiero terminar como la última─arrastró las palabras.
Miré la botella y suspiré agitado.
─Demasiado tarde, amigo.
Me gané una risa de Constantinne, quien se acercó a mí y posó su cabeza sobre mi hombro, observando a las ebrias mujeres bailar.
─ ¿Constantinne?
─Brooksito para ti ─volvió arrastrar las palabras.
Sonreí incrédulo y burlón.
─ ¿Estás borracho?
Él subió su mirada y sonrió, después subió a mi regazo entre risas.
─ ¿Estoy borracho?
─ ¿Lo estás?
─ ¿Lo estoy?
─Oh, rayos. Lo estás ─confirmé y él comenzó a reír. Movió sus caderas, le detuve ─. No, Constantinne.
─ ¡¿Qué mierda hacen?! ─gritó alguien asustándonos. ─ ¡Asquerosos!, ¡largo de aquí!, ¡aquí no se puede hacer esa mierda!
Miramos al hombre hecho furia frente a nosotros. Algo se coló en mi mirada, Constantinne estaba solo sentado en mi regazo, con obvia intención de lograr algo más, pero no hacíamos nada más. En cambio, a nuestro alrededor, ya había parejas casi por completo desnudas, haciendo de las suyas en rincones.
─ ¡Largo, malditos maricones!
Caí en cuenta.
Aquel hombre, homofóbico, se acercó con la intención de jalar a Constantinne, antes de que pudiera suceder empujé al pelinegro a mi lado y me levanté de golpe. El hombre era un poco más bajo que yo y tenía una expresión entre enojada entre asqueada, me miraba a mí y a Constantinne intercaladamente.
─ ¡Largo! ─gritó con intención de intimidarme y poco logró aquello. Jaló a Constantinne que estaba a mi lado, y trató de empujarlo fuera.
Vi rojo y sentí algo recorrer mi cuerpo. Había tirado un puñetazo al hombre.
Antes de que todo pasara a mayores, Constantinne ya estaba entre él y yo, gritando hacia sus hermanas. Las mujeres corrieron en nuestra dirección y comenzaron a llevarnos fuera entre empujones. Carolina al darse cuenta de que nos habían corrido por ser gays, comenzó a gritar que demandaría al club y los haría caer al fondo.
Lo cual fue un poco raro, ilógico podría decirse, siendo que sus padres son homofóbicos.
Llegamos al auto y Carolina intentó adentrarse al mismo, Constantinne le quitó las llaves, las mujeres subían de a poco riendo.
─Oh, no, no, no. Tú, estás muy ebria para conducir, lo haré yo ─arrastró las palabras.
─ ¡Tú igual! ─gritó ella cayendo al asiento de atrás, en las piernas de su hermana.
─Oh, es cierto ─se burló de su propia condición. Me entregó las llaves y caminó al asiento del copiloto ─. Vamos, Ethan. Eres el único sobrio.
Me quedé de pie junto al auto, mi corazón comenzando a latir más rápido, las risas de las mujeres ebrias, mirada fija en los metales sobre mi mano. Los recuerdos viniendo a mí y yo entrando en pánico.
─ ¡Vamos, Ethan! ─gritó una de ellas.
Yo no podía moverme.
─ ¡Ahí!, ¡son ellos los maricones y las viejas que los apoyan!
La adrenalina se unió a mí cuando vi al tipo del club con más hombres a sus costados, viniendo a nosotros.
Tomé una decisión, entré al auto y lo encendí.
Ahora era cuando rezaba porque la fuerza que controla la existencia no me dejara revivir el pasado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro