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23


Constantinne se removió una vez más en la silla del balcón en nuestra recámara, un suspiró salió de sus labios, el que me llevó a trazar mí camino hasta el lugar, atreviéndome a entrar en su burbuja intranquila y ocupar la silla justo a su lado.

─ ¿Por qué no entramos? A dormir.

─Carolina me llamó.

Frente a nosotros se encontraba un precioso parque, con varios bonitos árboles localizados estratégicamente para que fuera estético junto a los edificios que le rodeaban. Las farolas iluminaban todo de una forma maravillosa, siendo la noche especialmente tranquila y agradable. Aunque, tal vez no para la serie mirada de Constantinne, postrada no precisamente en el paisaje. Estaba ido, atrapado en sus pensamientos, justo como yo he estado muchas veces.

─Me dijo que Franco nos acusó de intentar un trío con él ─continuó ─. Que él se negó a todo, pero tenía que contarle, algo como "Los gays son así, ellos siempre quieren con todos".

Mi cuerpo se tensó tan pronto termine de escuchar su voz, ida y lejana como sus pensamientos. La posibilidad de tener el rencor de su hermana también creció en gran medida, de una forma descomunal que me hizo estar asustado. Arrepentido era la palabra. Mi intención era darle una lección a Franco, humillarlo como lo hizo con Constantinne.

─Estaba demasiado borracho cuando lo confesó, ella le dijo que tal vez mal entendió las cosas y que nosotros ya no estábamos ahí. "Franco no soporta mucho a las personas homosexuales, por eso entiendo que quisiera que tú y Ethan se fueran de nuestra boda, pero eres mi hermano y yo te amo" ─suspiró y llevó sus manos sobre su rostro ─. También le dijo que tú eras un stripper, no un bailarín.

Su risa celestial lleno el espacio y su mirada conectó con la mía después, mi corazón se congeló porque también lo observaba a través de mis ojos. Aquellos capturaban este momento como uno lleno de magia, pues la luz de la farola lo alumbraban de una preciosa forma y la oscuridad del cielo estrellado le acompañaba a ser más hermoso.

─Me pidió que bailaras en su despedida de soltera si era cierto.

Su carcajada me permitió seguirlo en una suave risa, ambas desapareciendo sutilmente con el pasar de los segundos. Lucia especialmente triste y hermoso. Su postura en la silla cambió al verse incomodo, saliendo de ella después de mover su cabeza a los lados en negativa. Reaccioné con él frente de mí, tomando lugar en mi regazo y recostando su cabeza en mi hombro. Estuvo ahí, quieto, asintiendo cuando pareció estar más cómodo que en la solitaria silla de antes.

─Tus hermanas tomaron muy bien el que tienes novio.

─Ellas fueron las únicas que me apoyaron con mi homosexualidad. A Carolina le costó un poco sentirse cómoda con el hecho de que me gustaban los penes, después de todo era su pequeño hermano, me consentían más ellas que cualquier otra persona en la casa ─rió bajito ─, para Cecilia fue como darle el mejor regalo, ella quería un amigo gay y tuvo un hermano gay. Fue una lástima que no pudiéramos vernos hasta ahora.

En mi cuello empujaba su cálida respiración, invitándome a mover mi mano hasta su cintura, sosteniéndolo físicamente y sentía que, de alguna manera, emocionalmente también. Esta sensación me sentaba bien. Un balcón, en completa tranquilidad, una bella vista, alguien entre mis brazos. Con Constantinne entre mis brazos. E inexplicablemente un largo suspiro que luché por contener, salió de mi cuerpo.

─ ¿Te sientes listo para continuar? ¿Seguro de asistir a lo que resta?

Asintió.

─ Gracias, Ethan.

─Deja de darlas ─dije, palmeé su trasero ─. Me estás pagando por hacer muchas cosas. ¿Qué quieres hacer ahora?

Su sonrisa fue tan clara cuando rozó con mi piel, pude imaginarla. Los pequeños y húmedos besos me avisaron de sus intenciones, removiéndose en mi regazo para menear sus caderas en un tentador vaivén. Y, su pregunta, más una descarada invitación, fue interrumpida por un beso de cuello a mandíbula entre cada palabra.

─ ¿Qué tal sexo al aire libre?

Con una sonrisa apretuje su trasero. «Gustoso para mí el probar y arriesgar cosas contigo, Constantinne.» Obviamente, no lo diría. Porque... ¿Hablaba solo en el sexo?

Despertar cuando aún no amanece, tener un cuerpo entre mis brazos y esa rara sensación cubriendo mi cuerpo; no es una de las cosas que habría imaginado tener, ni querer.

Ahora mismo, a las cinco de la mañana, mientras la poca luz entraba por la puerta corrediza sin cortina; Constantinne se encontraba completamente enrollado a mi cuerpo, abrazado a mí como si fuera un koala en la rama de un árbol. Era la segunda vez que amanecíamos juntos, de esta manera y yo no sabía exactamente qué pensar, qué decir, cómo actuar.

Creo, que mi cuerpo es bastante inteligente, despertándome horas de cuando usualmente me despierto. ¿Para qué exactamente? ¿Acaso mi cerebro quiere torturarme con pensar en todo esto? No hay mucho que decir, no hay mucho que aclarar, no puedo permitirme ver más allá de algo que no es.

A pesar de ello, hay mucho que ver. Constantinne me muestra su rostro dormido, con sus finos labios entreabiertos, haciéndolo lucir sumamente tierno por muy calientes que llegaran a ser delineando sus fogosos gemidos. A veces, su nariz se movía, como un pequeño conejito. Su bonita nariz que de vez en cuando se movía como si olfateara un depredador y yo era aquel. Esos lunares que decoraban su piel y yo quería besarlos uno por uno mientras susurraba palabras sucias para obtener su lujuriosa atención. Esas largas pestañas que revoloteaban cuando hablaba de algo que le emocionaba, las cuales decoraban esos brillosos y oscuros ojos, éstos podían fácilmente bañarse en lujuria cuando antes eran los más adorables e inocentes.

Su belleza irradiada fuera de la realidad, picando mis entrañas por crear un mural con su bello rostro para que todos fueran capaces de observar el significado de belleza, la verdadera definición de arte.

Su piel azulada convirtiéndose cada vez en un leve y claro amarillo, sus negruzcos cabellos brillando, su respiración tranquila, sus labios cereza, la iluminación creciendo y él viéndose cada minuto más hermoso a las distintas tonalidades y cantidades de luz. Entonces fue cuando me di cuenta, que había pasado horas en la misma posición, observando descaradamente a Constantinne.

La alarma comenzó a sonar y Constantinne a removerse en mis brazos. Maldije recordando que el propósito de aquella era aprovechar al máximo antes de nuestro siguiente encuentro con su familia. Deseaba poder estar más tiempo, un tanto más, siendo libre de observar a este hermoso hombre. Giré mi cabeza a otro lado cuando vi que sus pestañas empezaron a revolotear para acostumbrarse a la luz. Cerré los ojos.

─Ethan... ─canturreó, con ese tono que aparece en las películas, semejante al cariñoso llamado de una pareja para ir a un magnífico día de caminata en la playa. Solo zumbe en respuesta ─. ¿Estás despierto o soñando que hago algo con tu delicioso pene?

Eso viajó directo a mi ingle.

Seguí haciéndome el dormido y escuché una risita mientras sentía al pelinegro bajar poco a poco por mi cuerpo. Sus palmas descansaron en mis muslos, una de ellas abandonaba esa posición rodeando mi polla, sus finos dedos causando sensaciones en mi ingle, subiendo y bajando con cuidado. Quería ponerme erecto. Realmente no tardó mucho.

─Uy, que buena reacción ─susurró, logrando un ritmo pausado que calentaba mi cuerpo. Dejé salir un gruñido ─. ¿Despierto ahora? ─no respondí, otra risa más.

Jugó un rato descendiendo y ascendiendo, aventurándome, abrí mis ojos encontrando el redondo bulto sobre la zona de mi ingle. Aunque no pude verlo, fue excitante al fundir mi vista en la oscuridad de mis parpados. Sintiendo por completo como tragaba mi polla.

Santa y bendita mierda.

Algo parecido a un gruñido abandonó mi garganta, presionando mis dientes con una intensidad bruta. Llevé mis manos recorriendo la cama por debajo de las sábanas hasta tocar sus cabellos, enterrando mis dígitos entre sus hebras sin ejercer presión aun desesperado por ser consumido. Pero solo sentía humedad y temperatura alrededor de mi pene. No sabía si esperaba acostumbrarse o impregnar mi sabor en su lengua, pero estaba a punto de morir en impaciencia.

Liberó mi eje, lamiéndolo desde la base hasta la punta en una tortuosa lentitud, tomando segundos después mi cabeza entre sus labios. Succionaba y jugaba con la punta de su lengua, delineando mi zona con saliva extra. Estaba volviéndome loco.

─Ah, Constantinne... ─dije ─. Despiértame más veces así.

Estaba completamente consumido por la no repentina lujuria en mi sistema, lo suficiente para no filtrar lo que decía.

Jadeé cuando posicionó su lengua sobre mi cabeza y la giró. Sintiéndola verticalmente, experimenté una perfecta exploración de mi glande. Al mismo tiempo en que se entretuvo jugando con mis testículos, acariciándolos suavemente, dejando mi polla para recorrerla con lentos besos hasta prestar atención a mis duras bolas. «Oh dios, fue una jodida buena idea enseñarle hacer eso.»

─No puedo ver lo que haces ─me quejé, sus labios besaron apenas mis testículos.

─Soy un desastre por las mañanas.

─Tonterías ─gruñí y él, volvió a consumir la punta de mi polla.

Mis manos abandonaron sus cabellos, botando brutamente las sábanas que me impedían presenciar las acciones del pelinegro. Tiré de ellas sin mucho esfuerzo y con una anticipación descomunal.

Cabello revuelto, ojos brillosos, labios rojos comiéndome, mejillas sonrojadas por el calor de la prisión que fueron el juego de cama, sus manos sosteniendo mi erección y él ahí, amando mi eje con cada una de sus succiones. Fue increíblemente erótico.

Creó un perfecto ritmo nuevamente, sin mucho trabajo. Al subir succionaba la punta en un juego que hacía mi mundo girar. Creaba múltiples sensaciones creciendo en mi vientre, avisando su llegada con un hormigueo ansioso en dirección a mi pene. No importaba nada más para él, porque estaba tomándome como si fuera natural el permanecer con una polla entre sus labios. No sabía lo caliente que a mis ojos era tenerlo de esta jodida forma.

Brooks Constantinne es un afrodisíaco. Lo que es irónico, siendo que no sabía nada de sexo.

─Muévete, muévete ─ordené, gruñendo alarmado. Mi acción de escape fue recorrer mis caderas hacia atrás, no logrando separarme al tenerlo sosteniéndome de los costados, con su bruta fuerza de hombre. Succionó con más insistencia, con más intensidad. Se folló la boca.

Sentí cómo la temperatura dominaba mi cuerpo, mis ojos se perdían en mis cuencas, solo era consciente del calor alrededor de mi pene y las corrientes eléctricas rodeando, deslizando, atacando, amolando, derritiendo toda mi extensión. Pude ver en la oscuridad de mis ojos el color azul de las ráfagas eléctricas en mi polla, como si las múltiples venas se volvieran redes y se iluminarán en brillante azul neón.

Abrí los ojos cuando sentí cómo se deslizaba hacia arriba y tragaba mi semilla, después comenzó a lamer mi pene quitando el resto, volví a cerrarlos y me quedé así por largos minutos.

─ ¿Tienes erección? ─pregunté ─. Puedo ayudarte.

─No, gracias ─respondió ─. Me corrí cuando lo hiciste.

Abrí mis ojos, él subió a mi regazo y comenzó a limpiar su vientre con una toalla que sacó del baño, tenía una sonrisa de labios aplastados mientras estaba concentrado en su aseo.

─ ¿Iremos a la despedida de mi hermana? ─preguntó acostándose encima mío, volví a toparnos con la sabana.

─ ¿Y por qué me preguntas? Si quieres ir, iremos. Por eso me estás pagando ─respondí de forma apacible ─. Además, ir a la de Mierda Franco no es una opción.

Me gané una risa.

─Tal vez no te cayeron bien y no quiero que estés incómodo. Además, te ofreciste a esto, en serio quiero que no lo veas como una obligación o carga.

Sonreí, Constantinne preocupándose por mi comodidad. Si él supiera todo lo que he vivido, sería una pregunta un tanto inválida, de hecho, lo es, siendo que él me paga por hacer esto y yo acepté, así que no tiene mucho lugar.

─No, no te preocupes. Tus hermanas, primas y sus amigas me han caído muy bien. Son buenas mujeres.

─Entonces, podemos ir a recorrer El centro del país e ir a su despedida. Oye, no te duermas. ¿A qué hora dormiste?

─Más bien, a qué hora desperté. Podemos dormir un poco más e ir a hacer todo lo que quieras ─arrastré y me dejé ir por el sueño ─. Buenos días.

Sentí cómo se acomodaba en mi pecho y susurraba un "Buenos días, Ethancito".


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