15
Sus palabras se ahogaron con una risa cuando el taxista frenó de repente derrapando con el pavimento, un perro se cruzó corriendo frente a nosotros queriendo llegar a donde su pelaje no fuera cubierto por el llanto del cielo, sin fijarse en que el auto seguía en movimiento y de no ser por la agilidad del conductor su sangre ya estaría cubriendo el suelo. Traté de mantenerme al margen. El auto continuó moviéndose cuando el canino se perdió en la oscuridad, Constantinne continuaba riendo.
─Constantinne.
El mencionado dirigió su mirada hacia a mí, aun riendo, sus comisuras se extendían alto mientras sus ojos se achicaban un poco y aparecían arrugas a sus lados. Tenía una risa aguda y estrepitosa, pero no era molesta, era un poco chillona, lo suficiente para quererme hacer reír por la buena vibra que brindaba su carcajada. Comenzó a aplaudir de la nada mientras se movía hacia enfrente, cubriendo su boca después.
─Basta, Constantinne ─tomé una de sus manos para apartarle y así conseguir su atención, pero él seguía riendo y no sabía el motivo. De verdad estaba preocupado de su inconsciencia a este nivel ─. Estoy hablándote, deja de reírte.
─No puedo, no puedo ─pronunció con dificultad a vez que tomaba su estómago ─. Le juro que no puedo.
─Estás haciendo mucho ruido ─señalé, ladeando mi cabeza para buscar su mirada, nuevamente fallé.
Él, paró de reír de un de repente cubriendo su boca con ambas manos, como si hubiera sido descubierto haciendo algo malo. Me miró con sorpresa y temor bañando sus ojos. Ahí entendí, que nadie había escuchado su risa directamente como ahora. ¿Hasta dónde llegaba esa inseguridad suya?
─ ¿Estás bien?
El taxi se detuvo justo enfrente del apartamento de Constantinne, mirando al pelinegro pagué y recibí el cambio. Tiré de su mano para salir del auto y él pareció perder la fuerza, pues sus piernas se vieron temblorosas y sin ganas de caminar. Le tomé mejor de la cintura y casi lo arrastré para poder subir las escaleras. El número que hace dos meses atrás me dio pavor brillaba por la luz de la farola, resplandeciente como si me avisara de mi destino.
La lluvia seguía cayendo sin remordimiento para empaparnos con sus frías gotas. El castaño comenzó a murmurar cosas para después convertirse en un nivel alto de una canción, siendo Paper Hearts de Tori Kelly. Una melodía cantada con ese melifluo que hizo estrujar mi corazón y llenar de aire mi pecho.
─Las llaves ─le indiqué, él levantó sus caderas para mostrarme el lado izquierdo de su trasero. Quería que metiera mi mano por su bolsillo ─. Sácalas ─negó sonriendo mientras seguía cantando ahora con los ojos cerrados.
Me vi en la necesidad de hundir mi mando en su bolsillo buscando las llaves, sintiendo su redondo culo ajustado por su pantalón de cuero. Vibraciones fueron a mi ingle.
─A ver, muchachito ─recibí una risa juguetona, pequeña, como si acabara de hacer una travesura. Abrazando mejor su cuerpo contra el mío me dedique a abrir la puerta, aún con su cálido aliento golpeando mi cuello con palabras llenas de intención.
Poco me costó abrir la cerradura, lo difícil fue meter al cantarín ebrio a la casa. Insistía en querer quedarse bajo la lluvia, porque si no, los unicornios no podrían darle de su magia y perdería la voz para después convertirse en un feo sapo. Lo calmé diciéndole que sería el sapo más bonito y que si no entraba pasaría una semana enfermo por el frío.
─ ¡Ethancito! ─gritó comenzando a reír de nuevo mientras era llevado a su habitación.
Constantinne casi se me cae de las manos cuando intentó saltar sobre una ola imaginaria, de pronto estaba jugando Mario Bross y él era Mario.
─Quieto, quieto ─traté de llevarlo junto a su cama, pero estaba empapado y con la ropa fría, demasiado para dejarlo así ─. Sácate esa ropa, Constantinne.
─ ¡Wuuu! ─estalló con las manos al aire ─. ¡Vamos a tener sexo!
Iba sacándose con dificultad la ropa a la par en la que yo caminaba al baño por una toalla. Regresé con aquella entre mis dedos, él aún trataba de bailar y sacar la delgada tela sobre sus hombros.
─Mucha ropa, mucha ropa, baile sexy, baile sexy ─canturreaba en un susurro.
Suspiré caminando hasta su armario para sacar su pijama, busqué entre las prendas hasta encontrar un mameluco cuidadosamente doblado, era de la figura de un zorro donde las orejas y pequeña colita sobresalían, eso me hizo sonreír con los labios sellados. Pasé a buscar su ropa interior, hasta que encontré el cajón donde las guardaba.
Me tomó por sorpresa.
Diferentes tipos de prendas interiores, unas holgadas, otras ajustables, unas muy ajustables y cortas, eran boxer y terminaban en tangas, algunas tenían un poco de encaje y me vi en la costosa necesidad de imaginarme a Constantinne vistiendo alguna de esas. Tomé la primera que agarré, regresándola a su lugar cuando era una tanga y opté por llevar una con más tela.
Regresé a su presencia encontrándome con un pelinegro sobre la cama con las rodillas separadas, sacó una botella de lubricante que había en su cajón y la dejó en la cama para girar a verme. Negué con la cabeza tratando de apaciguar la inminente erección que nacía en mis pantalones.
─Ven, voy a secarte.
─ ¿Para qué? ─ arrastrándose por la cama hasta la orilla llegó a mi ─. De todos modos, vas a mojarme, ¿no? ─paseó su mano sobre mi semi-erecto pene y relamió su lengua. Bajó mi pantalón y tomé su muñeca impidiéndole seguir.
─No, no habrá sexo hoy ─aclaré, llevando la toalla sobre su cabeza para secar sus cabellos.
Él la sacó de un tirón y me miró con indignación antes de exclamar con una voz llena de reproche.
─ ¡¿Por qué?!, ¡Para eso te llamé! ─sus ojos estaban puestos en los míos y comenzaban a brillar en ira ─ ¿El problema es el dinero? ─preguntó con algo que no sabía descifrar en su voz ─. Tengo suficiente para pagarte toda una semana, cariño.
Gruñendo -o al menos algo parecido a eso-, volvió a pegar su mano sobre mi pene, lo presionó duro haciéndome jadear.
Resiste, Park.
─No, no es el dinero.
─ ¿Entonces?, ¿cuál es el puto problema? ─luchó con querer bajar mis pantalones nuevamente.
Es un hombre ebrio y parecía despechado, es obvio que tiene fuerza, estuvimos forcejeando ambos hasta que lo tiré contra la cama y me subí encima de él.
─ ¡Basta, Constantinne!, ¡No voy a tener sexo cuando estás ebrio!
El grito, el empujón, mi coraje, no sé qué fue lo que hice, mi movimiento brusco o el que, aunque está borracho entró un poco en razón. Comenzó a achicar sus ojos donde lágrimas se juntaban para escurrir, estirando sus labios temblorinos dejando escapar pequeños sollozos.
Suspiré bajando de él, no tenía nada que decir, no sabía qué decir, así que solo me limité a vestirlo mientras él lloraba. Partía mi corazón con cada sollozo. Tuve las ganas de besar sus lágrimas y que así parara, pero eso sería demasiado.
Subí la prenda interior por sus piernas, adentré su cuerpo en el mameluco, lo abroché y acomodé la cama para que se hundiera bajo las mantas, lo cubrí hasta el hombro con un calor meticuloso. Tomé las prendas húmedas y las tiré al cesto de ropa que tenía por ahí, solo faltaba dejar sus llaves sobre el mueble junto a su cama. Antes de irme sentí sus largos y delgados dedos sujetar mi muñeca.
─Lo siento ─susurró con hipidos ─. ¿Puedes quedarte conmigo?, aquí en la cama. No quiero estar solo.
Llevé mi labio inferior entre mis dientes.
Quedarme con él. Estaba pidiendo que me quedará con él. Quería rechazar y marcharme, decirle que era demasiado para nuestra relación puramente de trabajo, pero sus ojos brillaron en tristeza y las lágrimas le decoraban de una forma hermosa, pero dolorosa.
─Me quitaré las ropas mojadas ─respondí a sus plegarias de forma lenta, sacando su mano de mi muñeca. Él asintió ─. ¿Me prestas ropa? ─otro asentimiento.
Estaba entrando en un terreno peligroso, peligroso para él, peligroso para mí. Nunca en mi vida había compartido cama con nadie, ni en el ámbito sexual (después del sexo al dormir), ni en el ámbito de dormir con alguien por puro placer de tener alguien con quien acurrucarse y cuchichear. No soy exactamente una persona que acepté los acurrucos porque no lo viví, tampoco soy exactamente el hombre con ideales de pijamadas de amigos mientras alguna serie de Netflix se encuentra en la televisión. Porque, no hubo la oportunidad en mi etapa adolescente y ahora éramos demasiado grandes. Entonces, si lo más cercano era Anny, una pareja romántica que se acurrucara en mi calor dentro de mis sabanas...
Tal vez solo no me nacía, no me era necesario, no estuvo en mi cabeza y nunca se dio el momento en el que tuviera que compartir la cama con alguien. Nunca hubo oportunidad para nosotros en eso entonces, porque ambos éramos jóvenes.
Hasta ahora.
Posiblemente estoy haciendo mucho drama para una situación que sería completamente normal, de no ser porque yo soy un gigoló y quien está en la cama en mi espera es mi cliente; el cual permanecía soltando sollozos dolorosos.
Caminé con lentitud una vez ya estaba vestido con prendas lo suficientemente cómodas de Constantinne. Su ropa olía delicioso, una fragancia dulce a lavanda, un olor que podría dar calidad a mi corazón con tal de seguirlo respirando.
Constantinne estaba acurrucado en el lado derecho de la cama, sus manos las tenía bajo su mejilla y tomando su pecho. Lloraba audiblemente y yo no era exactamente un experto consolando a las personas. Tengo la paciencia de escuchar y el razonamiento para obtener palabras de aliento, pero una persona llorando para mí es tan difícil como completar un estúpido sudoku, mientras con la otra mano voy armando un cubo rubik y me dan a pronunciar palabras de forma invertida.
Entré a la cama, tomando la orilla como mi espacio, pero poco a poco me acomodé con la intención de; 1. No hacer ver que estaba nervioso, 2. No hacerle creer que tenía algo encontra de él, 3. No caer de la cama y besar el suelo.
Suspiré pasando a cruzar mis brazos bajo mi cabeza y mirar el techo, acerqué mi mano al interruptor de luz para apagarla. Cerré los ojos y traté con toda la fuerza de mis plegarias a los Dioses el poder dormir rápido.
Podría ser la suerte, el destino, tal vez una fuerza mayor, como aquel equilibrio que depende de todo en esta vida. Hay situaciones en las que de verdad me pongo a pensar que es demasiada suerte; por ejemplo, el primer día que suplanté a Daniel y terminé en los baños de Lovers con un castaño de rodillas. Y, otras veces no tengo nada de suerte; como ahora, que justo cuando quiero dormir, es cuando tantas imágenes y palabras aparecen en mi cabeza para hacer eco de sus estrepitosos y ensordecedores gritos.
Palabras como; peligro, sollozos, dolor, alcohol, culo, erección, miedo y otras tantas de las cuales quisiera elegir mis menos favoritas para desecharlas lejos. Ojalá tuviera control de mi mente algunas veces, pero exactamente, el único control que tengo en mi vida justo ahora es el de mis ojos paseándose por la oscuridad de mis párpados.
Pronto, algo que me sacó ligeramente de mi deambulante recorrido mental, fue la sensación de cómo el colchón se hundía y algo caliente se acercaba a mí. Sentí como los sollozos eran más audibles, sentí como se giraba, sentí como ponía su cabeza sobre mi pecho y pasaba su mano por mi cintura, hasta terminar acurrucado conmigo. Me abrazaba con fuerza, como si fuera un niño de cinco años abrazando a su padre a culpa del monstruo del armario.
Mi lado sobre protector salió. No pude hacer nada más que ordenar a mi respiración y corazón continuar con sus funciones y ritmos normales. El corazón no respira, los pulmones no laten; me recordé.
No me moví durante un largo tiempo en que sus sollozos se escuchaban, tampoco cuando eran casi inaudibles, no me moví cuando éstos dejaron de sonar y su anatomía pareció entrar en absoluta relajación moldeándose a mi cuerpo. Aunque, la idea de al principio era aguantar e irme cuando durmiera, no lo hice. Se consumió ese plan cuando se abrazó a mí con tanta fuerza; no podría hacerle eso, no cuando había tardado tanto en dejar de llorar, no cuando había una posibilidad de que al despertar tuviera vergüenza y miedo por lo ocurrido. Si ya tenía cosas atormentando su cabeza, no haría que una más se uniera a ello, no dejaría que yo entrara a eso. Estaba pensando en ayudarlo.
Quería curar su corazón con el poco calor que había en mi cuerpo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro