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14


Yo sabía que no era bueno decidiendo decoración.

Mi buen gusto no es suficiente para que yo adquiera esa magia inata de saber específicamente cómo debe ir y en dónde debe ir un objeto.

En vez de poder estarme moviendo mientras tomaba y acomodaba cosas, estaba tirado contra la pared detrás del mostrador en la recepción, donde el gran letrero neón que dice 'Lovers' se encuentra.

Jugaba uno de los pocos juegos que tengo en el teléfono celular mientras me aburría por no saber exactamente qué hacer. Fui de ayuda, al menos un poco cuando Anny de repente venía con dos tipos de telas o artículos y extendía la pregunta "¿Cuál quedaría mejor?" en sus labios, obviando la elección que ella tenía al levantar más uno que otro; yo le decía uno y ella debatía mentalmente si hacerme o no caso, a veces lo tomaba y a veces no.

─ ¿Ésta o ésta? ─llegó con dos muestras de imitación de madera ─, son para la pared en la que estás recargado.

Despegué la mirada de mi celular pausando el videojuego para verle, mordí mi labio inferior mientras creaba una imagen mental.

─ ¿Neón sobre madera?

─ ¿Crees que lucirá raro?

Me encogí de hombros, la músiquita de plantas vs zombies seguía escuchándose aún con el ruido de otros lados por las remodelaciones.

─Creo que ese quedaría bien, es un tono oscuro y lucirá más el letro.

─Tienes razón, entonces éste ─tomó la muestra y se fue resonando tacones para dar las indicaciones a las personas que estaban remodelando.

Por obviedad, hoy no hubo servicio en el establecimiento. Eso no detuvo a algunos de mis compañeros en cumplir algunas citas, entendía que no era el único elegido por Giesler para salir, pero ahora yo estaba aquí y ellos afuera cuando perfectamente podría estar recostado en mi cama escuchando música me estaba estresando. Por eso me era tan aburrido estar aquí, a tantas horas de la noche porque mi queridísima única mejor amiga tiene tanto estrés y ansiedad porque la remodelación quede perfecta.

Me levanté de donde estaba y caminé en dirección a Anny, quien le decía a un hombre -el cual deducía que era el jefe de obra- qué color de pintura quería para cada pared.

─ ¿Por qué no está Scar ayudándote con esto? ─pregunté recargándome en la pared mientras la veía revisar planos.

─ Él está sufriendo con algo que le ordenó Giesler. Debería estar aquí revisando estas jaladas, pero Giesler lo tiene de mano derecha y, la mano derecha de él soy yo. ¿Por qué me deja esto?, el tiene mucho más gusto.

Asentí en acuerdo con ella y giré mi mirada al ver a un peligris acercarse a nosotros a paso lento mientras soltaba un bostezo. Aún me encontraba enojado por su chismorreo y, por más que quise cobrarme el gusto de soltarle un puñetazo en el rostro, él salió corriendo en cuanto me vio.

─Por lo que oí, Giesler está ligado con alguien con el que no debería estar ligado ─agregó, acostándose en el sillón del pasillo, había subido como un gato cansado. Eso hizo enojar a Anny, la cual se esforzaba en la remodelación, yo no reaccioné porque prácticamente hacia lo mismo que él. Nada.

─Tú, deberías dejar de escuchar conversaciones ajenas y cotillear ─hablé.

─Es mi segunda actividad favorita ─se estiró y reacomodo. Chiste llamando su atención, pero no se movió, solo llenó su cara de pavor.

─Debiste ser periodista ─Anny murmuró.

De pronto, el periodista de esta tarde regresó a mi cabeza nuevamente. Esas quejas que estaba teniendo y cómo es que se recordaba que no tenía de qué preocuparse, eso de "él, no es nada mío" y el "puedo seguir con mi vida", pero sobre todo el "no está jodiendo mi cabeza".

─Tengo una duda ─escuchamos del peligris, mordiendo su uña, llenando su rostro de ese rostro que me indicaba estaría a punto de decir una estupidez. Sus ojos azules se enfocaron en mi mejor amiga ─, no sé si puedas aclarármela.

Mi amiga levantó una sola ceja, demasiado pronunciada, mirando al chico con fastidio y expresando en su rostro que estaba atenta.

─No sé cómo es que tú ─le señaló ─, eres prácticamente la tercera al mano en este lugar ─se encogió de hombros ─. Aun cuando tu madre fue una de las demás mujeres en este lugar ─mencionó, tensando mi cuerpo ─, logró salir sin problemas y tú te mantuviste intacta, fuera del ojo de Rafael Giesler a cumplir con algún contrato. Mientras que, Park no... Por lo que tengo tres teorías.

─Aitor, será mejor que cierres la boca.

─La primera, te acuestas con Alexander. Descartada porque esto lleva más de lo que su liderazgo. La segunda, te acostaste con Rafael. No sé, me suena ─mordió su labio, desafiaba a mi mejor amiga ─. La tercera y última... tu madre se acostaba con Rafael, de ello naciste tú, por lo que serías la hija no reconocida de él y hermana de Alexander. Esa me da más sentido, ¿qué tal?

Mis ojos corrieron a Anny, su rostro estaba inexplicablemente relajado, no tenía su ceja rubia levantada como antes. La analicé.

Ella era más baja que yo por varios centímetros, teniendo uno con sesenta y siete apenas, cabello corto y rizado, rubio cenizo, con labios gruesos, una nariz redondita y mejillas pálidas que fácilmente se coloraban. Ella tenía un rostro que se caracterizaba por bonito, amable, risueño y llegaba a ser la persona con menos paciencia en el mundo a veces, pero sus azulados ojos de la intensidad del mar eran profundamente dulces.

No se parecía a Alexander Giesler, aunque él tuviera los ojos claros, Anny tenía total parecido a su madre, era como ser su joven versión.

─Se nota lo aburrido que estás, Aitor ─dijo finalmente ─. No me interesa estar dentro de tus raros juegos y tampoco voy a darte el gusto de cotillear una mierda sobre mi y el jefe.

─Si escucho algún maldito rumor ─dije yo, bloqueando mi celular ─, voy a partirte la cara. ¿Me escuchaste?

Él asintió, visiblemente asustado.

Despegué mi espalda de la pared, poniéndome derecho para dejar de mirar al cobarde de Aitor y centrar mi vista en el rostro concentrado de Anny, ahora con la vista fija en las remodelaciones, ni un poco afectada por lo que Medina insinuó.

─Debo irme ─acerqué mis labios a la frente de Anny, quien zumbó una afirmación.

─ ¿A mí no me darás beso? ─pronunció Aitor con indignación y burla palpables en su tono de voz.

─Bésame la polla, puta ─contesté aún enojado. Sin embargo, no era una persona agresiva por lo que no caminé hasta él para borrar esa sonrisa burlona de su rostro.

─Te chupo hasta las bolas.

Después de una merecida ducha, una cena deliciosa y muy nutritiva -la cual fue una pizza-, ver unos capítulos de Flash y leer un poco este libro llamado Ciudades de Papel; me metí a la cama para poder dormir como era debido.

Mis músculos dolían por estar siguiendo a Anny como patito a su mamá pato, por sostener cosas aquí y allá mientras ella decidía. Para luego tomar un descanso sentado en el suelo duro de la recepción.

Mi mente andaba vagando por el mundo de los sueños, donde plácidamente mi alma caminaba con lentitud por lo que parecía ser la playa. El brillo en el mar, el burbujeo del agua al chocar con tierra, la arena bajo mis pies, los peñascos a lo lejos, incluso podía llegar a decir que escuchaba el arrullo del mar y las gaviotas volando por ahí. Dejó de haber tranquilidad cuando una horrible alarma comenzó a sonar a lo lejos de donde yo estaba, era fuerte, estrepitosa.

El mar, la arena, el cielo, los edificios, todo lo que componía mi sereno sueño comenzó a hacerse pixelado, a perder color y a materializarse para convertirse en líneas o números, dejando atrás sus anaranjas para convertirse en morados. Como si fuera un plano tridimensional.

Deformándose a un ritmo parecido a Know me de chase atlantic.

Desperté con la cara aún enterrada en la almohada, tanteé con mis dedos sobre mi buro junto a la cama y busqué mi celular con obvios fallidos intentos hasta que lo alcancé entre mis dedos, lo arrastré llevándolo a mi oreja mientras contestaba.

"They don't know me, yeah"

─ ¿Park? ─respondí con mi obvia voz ronca por haber estado durmiendo.

─ Heeey, Ethan ─escuché la voz del castaño en un tono que no podría definir del todo. Había música atrás, se escuchaba el notable bullicio del desastre que podría haber en un bar.

─ ¿Cómo estás? Espero que bien... ─continuó ─ ¿Sabes? no sé dónde estoy, necesito que vengas por mí... ─rió diciendo lo último.

Ahora que lo escuchaba hablar más, noté como arrastraba las palabras y no pronunciaba bien las sílabas. Estaba ebrio. Brooks Constantinne estaba ebrio en algún lugar.

─ ¿Yo? ─pregunté, sin poder analizar por completo lo que me contaba. Saqué mi cara de la almohada pescando parte importante de lo que su arrastrada voz reveló para mí; "no sé dónde estoy".

─Así es, Park ─canturreó ─. Usted es la única persona de confianza que conozco en esta ciudad.

─ ¿No tienes ni tantita idea de dónde estás?

─Nop ─contestó sencillamente, eructando después y riendo por esa misma acción ─. Lo siento. Hay muchas galletas y muñecas de porcelana bailando en la caja de donas ─volvió a reír ─. ¡Hey, la galleta con bigote! ─lo escuché gritar preocupándome por lo que sea que la bebida tuviera para hacerlo alucinar así─. ¡Necesito otra de estas cosas! ─volvió a reír ─. La cara de galleta no me da mi vaso con juego de arcoiris ─me susurró.

Jadeé desesperado y me senté en la cama comenzando a ponerme las botas.

─ Escúchame bien, Constantinne ─solté ganando un "Sí, mi capitán" ─ trata de enviarme tu ubicación por WhatsApp, ¿te acuerdas cómo? ─ pregunté deslizando mi camiseta sobre mi cabeza.

Caminé tomando mis llaves y otros artículos junto a mi chaqueta para dirigirme a la puerta de salida de mi apartamento, mis pasos apresurados marcaron el silencio de mi hogar, con la creciente desesperación por el perdido muchacho.

─Uhm, sí. No... Sí. Posiblemente... ¡Ah! sí, sí, sí.

─ Eish, trata de enviarla. Voy por ti. No bebas ni una gota más.

Colgué escuchando un leve susurro sin poder entenderlo del todo y bajé corriendo por las escaleras, el ascensor era demasiado lento para mi despavorido corazón. Salí con brusquedad del edificio tratando de correr a la avenida más cercana y así encontrar un taxi.

Las calles estaban solas, la luna estaba en lo alto, no fue hasta que llegué a la avenida que noté la hora en el reloj gigantesco que estaba sobre una pantalla llena de anuncios de comida. Eran las cuatro de la mañana.

Mi celular comenzó a vibrar con varios mensajes justo cuando paré un taxi, subí en el mismo y abrí rápidamente el chat entre Constantinne y yo.

Constantinne

¡Lo descubrí! 😙😙
4:24 a.m.

[Mapa google]
⊹ Ubicación en tiempo real
compartiendo hasta las 5:24 a.m.
4:25 a.m.

La senora sta quere llevame a
su cama
Ya le dije que no
4:26 a.m.

No te pongas celoso 😙
4:27 a.m.

Park, me abburooololoo
4:28 a.m.

Bebré un pco mas en lo qe vbienes
4:46 a.m.

Bajé del taxi insistiendo en que me esperara un momento, el bar al que Constantinne se encontraba no estaba cerca de alguno de nuestros apartamentos. La lluvia estaba presente a temprana hora y me fue difícil poder entrar al bar mientras las gotas frías impactaron contra mi cara.

La música resonaba fuerte, haciendo vibrar los vidrios y paredes, provocando el descontrol en la multitud junto con el alcohol que ingerían de a poco para impregnarse en su sistema, donde se perdía la razón al tomar más de lo que se debería. Personajes anonadados con la adrenalina a tope, teniendo de repente la valentía para cometer actos explícitos sin una pizca de arrepentimiento, mar del mismo caerá al día siguiente, si es que lo recuerdan.

Pasé mi mirada por todas las personas en el lugar, tratando de encontrar a Constantinne. Mi corazón latía atemorizado, sabía del tiempo que tarde debido a la lluvia, así fuera de madrugada. No podía encontrar la silueta de Constantinne, hasta que lo divisé recargado en una pared con una bebida en su mano levantada, gritaba, pero no podía oírle por la música. Caminé apresurado hasta él.

─ ¡Viva la juventud!

Un muchacho aparentemente apuesto y con intenciones de invitarle un trago se acercó a él. Estaba observando todo mientras me acercaba, me sentí molesto porque obviamente el pelinegro no quería interacción con aquel. Caperucito era listo.

─Ya te dije que no ─arrastró las palabras ─mi novio vendrá y te dará una paliza si no dejas de molestar ─balbuceó tomando de su vaso mientras recostaba más su cuerpo en la pared, su mirada se levantó de la bebida al verme a través del vaso ─. ¡Novio, llegaste!

Con las fosas nasales agrandándose y achicándose a cada paso quedé frente a Constantinne, le miré de arriba hacia abajo con lentitud para verificar que no tuviera ningún solo rasguño. No fue así, estaba completo.

Dirigí mi mirada al hombre que aún tenía los dos tragos en sus manos y levanté mi mentón para volverlo a bajar en un corto asentimiento que indicaba un amenazante "fuera de aquí". Constantinne saltó abrazándome una vez se fue.

─Hola, mi príncipe ─balbuceó nuevamente ─. ¿Viniste a rescatarme del imperio malvado del señor Claus? ─dejó caer su bebida mientras le tomaba de la cintura, pasé su brazo por mis hombros y comencé a caminar sosteniéndolo para salir del bar ─. Algo le pasó a Claus, está creando muñecas muy feas... ─llegó a decir, riendo después al señalar un grupo de mujeres con minifalda y escote pronunciado. Estaba seriamente preocupado de lo que sea que Constantinne haya tomado para terminar en este estado, si era así con un hombre de su edad, no podía imaginar a las señoritas en este lugar.

─A mi sobrina no le gustarían ─afirmó y, aunque estaba muy seguro de sus palabras no llegué a prestar atención a las señoritas.

Al salir del establecimiento las gotas de lluvia eran más espesas, empapando nuestros cuerpos considerablemente, obligando al pelinegro a moverse más cerca en busca de calor, no traía mucho con que cubrirse del frío; vistiendo un pantalón de cuero negro torneado a sus fornidas piernas, una camisa negra que, aunque cómoda, su tela era lo suficientemente delgada para adherirse a su cuerpo cual segunda piel.

─Cuack, cuack, cuack ─Constantinne pisaba los charcos infantilmente ─. Señor Park, estoy mojándome.

Entramos al taxi donde la calefacción del auto comenzó a cubrirnos al cerrar la puerta. Saqué mi chaqueta con rapidez mientras decía la siguiente dirección y la extendí sobre los hombros de Constantinne, quien pasó a recostarse sobre mi muslo con total confianza, no había siquiera decencia en él.

Los cabellos del pelinegro estaban mojados, pequeñas gotas de agua resbalaban por su piel para perderse en sus curvas de belleza. Tenía los ojos cerrados y la respiración serena. Olía alcohol, tenía un olor muy fuerte, algo como whisky, vodka y piña colada.

Mi cabeza comenzó a trabajar en las posibles teorías del porqué el hombre más racional y listo que conozco, vino hasta un bar muy lejano de su casa y se puso hasta las chanclas con la bebida. ¿Qué hecho habrá atormentado tanto a este bello hombre para hacer que perdiera la conciencia en alcohol y soledad?, yo sabía que Constantinne bebía, lo suficiente como un antojo de cerveza o una pequeña cantidad de algo más, según tenía entendido no le era agradable el beber seguido y menos beber demasiado.

Yo no bebo. Me trae malos recuerdos. Precisamente esta situación me hace rememorarlos como la letra de una canción, de una llena de sufrimiento donde los sollozos de mi corazón cantaban a acapella. Sin embargo, por más amargo que fuera el sabor de mis labios, permanecí serio ante lo que sucedía, ya que debía caber la cordura en alguno de los dos y, el castaño estaba inconsciente derramando baba y agua de lluvia sobre mi muslo.

Estaba demasiado consumido en saber por qué el pequeño hombre se encontraba dentro de ese apestoso lugar a hormona joven y alcohol.

Observando el camino a través de mi ventana, viéndose borroso por las gotas de lluvia, me tomó por sorpresa cuando deslizó su mano sobre mi ingle. Comenzó a acariciar de arriba hacia abajo y luego arrastró sus labios para besar por arriba de la tela.

─Constantinne, no ─ordené mirando al conductor del taxi. Un quejido salió de los labios de Constantinne ─. No ─volví a negar.

─ Pero quiero... ─murmuró ─. Necesito sentirme amado.





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