GIGANTOMAQUIA LIV
Sus armas cayeron al suelo. Su corazón latía fuera de control. Cada respiración se hacía más difícil que la anterior. Escirón se miraba impotente, arrinconado en el campo de batalla, observando con el rostro perlado de sudor el imparable avance de su oponente, cuyas copias ya le habían rodeado por completo y seguían acercándose a él, apareciendo más y más a cada segundo.
"La verdadera..."—pensaba con desespero—. "¡¡Debo llegar a ella!! Pero... ¡¿Dónde está...?!"
Hazel le miraba a través de decenas de fríos rostros, múltiples pares de ojos dorados se posaban sobre el bandido, la joven hablaba a travez de un sonoro coro de voces simultaneas:
—Ahora observa el verdadero alcance de mi magia—decían sus dobles al unísono—. Sólo hay una forma de salir de aquí, qué dejes de pensar. Es decir, que mueras.
Una leve sonrisa de cruel regocijo comenzó a dibujarse en los labios de la semidiosa.
—Siendo honesta, no quería hacer esto, pero no me has dejado de otra. Y lo mejor de todo, lo que ven tus ojos ahora, tú situación, entre los que están en las gradas nadie puede verla. Hasta nunca, Escirón.
Una de las apariciones chasqueó los dedos, y el resto se abalanzaron como una jauría de demonios sedientos de sangre sobre su oponente. Escirón hizo aparecer una escopeta en sus manos mientras cargaba contra la horda cegado por la furia.
—¡Maldita!
Le voló los sesos a una aparición tras otra. Vació sus cartuchos y deshechó el arma antes de hacer aparecer una nueva pistola. La sangre cubría el cielo. Cuerpos se amontonaban unos sobre otros, como una ola imparable de muertos vivientes que caían sobre el hijo de Poseidón, y a los que este se resistía a capa y espada hasta las últimas consecuencias.
—¡Es inútil!—advertían las copias de Hazel, cómo las miserables voces de las almas en pena en los ríos del inframundo—. ¡Aunque matases a cientos de ilusiones, miles más seguirán apareciendo! ¡¡Eso significa que soy infinita e inmortal!!
Varios pares de manos se aferraron al cuerpo del bandido, luchando por inmovilizarle. Escirón se retorcía, comenzando a ahogarse en la marea de cuerpos.
—¡Agh! ¡¡Quítense, zorras!!
Se sacudió a sus enemigas de encima a base de puños, patadas y mordidas. Quizo apuntar su pistola, dándose cuenta de que su mano estaba vacía.
"¡¿Mi arma?!"
Se volvió hacia su espalda. Una de las dobles de Hazel le apuntaba con su misma pistola.
"¡¡Mierda!! ¡¡Me la robó sin que me diese cuenta!!"
La mano derecha del bandido comenzó a relucir intensamente mientras esté se lanzaba de frente estirando el brazo y rugiendo salvajemente.
—¡¡No te lo voy a permitir!!
Hazel tiró del gatillo, encontrándose con que sus manos estaban vacías.
Escirón tranquilizó su respiración, habiendo recuperado su arma en menos de un parpadeo antes de hacer aparecer una segunda pistola en su mano libre y ponerse a disparar a diestra y siniestra.
—¿Qué acaba de pasar?—se cuestionó Piper.
Sólo se oían los disparos del bandido. Bala a bala, tiro a tiro. Las pistolas se calentaban, el suelo se cubría de casquillos, los dobles de Hazel se desvanecían y nuevos llegaban para remplazarles.
"¡¡Joder!! ¡¡Esto no tiene fin!!"—maldecía el hijo de Poseidón—. "¡¡Debo encontrar a la verdadera!! ¡¡Debo encontrarla!!"
—Oh, Escirón—se burló Hazel, con tono de falsa compasión—. Ya he descubierto cuál es el poder que te ha dado Gaia.
El bandido frunció el ceño. El cielo seguía retumbando con cada uno de sus disparos.
—Parece que tu habilidad en realidad hace que tus manos atraigan el objeto que desees—teorizó la hija de Hades—. Ideal para un criminal. No es un mal poder, pero contra infinitas ilusiones no hay mucho que puedas hacer...
Escirón respiraba agitadamente. Disparo. Disparo. Disparo. La pistola en su mano izquierda se quedó sin munición. Más dobles seguían apareciendo.
—¡EH! ¡Mierda! ¡¡Vamos, vamos, vamos!! ¡¡Qué pesada eres!!
Jaló el gatillo de su segunda arma. Nada.
Las ilusiones se seguían acercando. Escirón podía sentir el viento a su alrededor, su cuerpo en caída libre, las fauces de su tortuga. Estaba pasando otra vez, estaba muriendo por tercera ocasión.
Se dejó caer, impotente, tembloroso.
—¡¡E-ESCIRÓN HA CAÍDO DE RODILLAS!!
—Ya está... lo admito... es como tú dices...—murmuró el semidiós, mientras era rodeado una vez más por su oponente—. Tú y yo realmente estamos un nivel distinto... La elegida de Hécate contra un simple criminal... Creí que podría ganar con mis habilidades... fui ingenuo. Ahora lo entiendo, eres demasiado fuerte... Yo sólo quería venganza... contra ti, contra Teseo, pero ahora no voy a poder ganar, ¿verdad?
—Escirón...—murmuró Hazel—. Tú... ¡No me vas a engañar! ¡Detrás de esas palabras vacías estás pensando en otra cosa diferente! ¡No soy tan idiota como para creer en tus mentiras!
Las manos del bandido refulgieron.
—¡No es mentira!—un pesado cofre apareció frente al semidiós—. ¡¡Si no puedo ganarte, haré que se quede en un empate!!
Hazel abrió los ojos como platos, el público comenzó a retroceder mientras lanzaba un grito de pánico colectivo, el propio Hipólito sintió el impulso de huir.
—¿EH...? ¡¿ESO ES...?! ¡¿F-FU-FUEGO GRIEGO?!
—¡Un momento!—saltó Frank—. ¿El atrajo el fuego griego con su magia? ¡¿De dónde lo sacó?!
Escirón se arrancó el pañuelo que cubría su rostro para mostrar una terrible sonrisa de indecible crueldad.
—Has acertado, pececillo. Gaia le permite a mis manos robar todo lo que desee—se explicó—. Y todas las armas que he sacado estaban aquí mismo, en el Partenón, ¡ocultas bajo tierra, en mi sala de espera! ¡¡Porque ahí nunca me voy a equivocar de lugar ni de dirección!! ¡¡Preparé todas mis armas favoritas!!
Hazel comenzó a sudar con cierto nerviosismo.
—Puedes incluso atravesar paredes y roca... ¡Pero no me parece bien que explotes todo aleatoriamente al no tener posibilidades de ganar! ¡Ten un poco de dignidad!
—¡¡Cállate!!—espetó el bandido—. ¡¡¡Pensar que alguien va a lograr el éxito ganándome a mí me molesta!!! Para tu desgracia...
Tomó el cofre y lo alzó con violencia por sobre su cabeza.
—¡¡¡Pa... Para!!!—gritó Hazel.
Escirón hizo caso omiso.
—Yo soy... ¡¡Un simple criminal!!
El semidiós arrojó el cofre con todas sus fuerzas. Decenas de pequeños frascos de fuego griego se esparcieron por el cielo, volando en todas direcciones antes de caer al suelo, convirtiendo el campo de batalla en un infierno en vida.
—Vamos a volar juntos por los aires, pececillo—sonrió el bandido con orgullo.
Una nube de fuego se tragó el escenario, las llamas rugían y el humo se elevaba hasta los cielos. Escombros llovieron sobre los espectadores y cenizas cubrieron cada rincón de la acrópolis.
Lentamente, Hazel recuperó contacto con la realidad. Había sufrido graves quemaduras, su piel y ropas estaban chamuscadas, el cabello le humeaba y había respirado humo en peligrosas cantidades, pero estaba viva.
"Eso... eso estuvo cerca..."—se dijo a sí misma, mientras luchaba por calmar su respiración.
—¿Lo hice?—preguntó en voz alta, tras ponerse en pie con dificultad—. ¿Es mi victoria?
Una corriente de viento despejó las nubes de humo y polvo. Escirón, a su espalda, le miraba fijamente, con la mano derecha extendida hacia ella.
—Al final... no estabas pensando en el empate—comprendió Hazel—. ¿Sólo usaste esa bomba para hacer desaparecer mis ilusiones...?
Se giró sobre sí misma a toda velocidad. La mano del bandido comenzó a brillar con fuerza. El campo de batalla al completo fue cubierto por duplicados de la hija de Hades que hablaban al unísono:
—Hacer desaparecer ilusiones no tiene sentido—espetaron—. ¡¡Las ilusiones son inmortales!! Además, mi magia se activará en el momento en que me mires. ¡¡Eso significa que mientras quieras matarme no vas a poder escapar de mi ilusión!!
Escirón sonrió petulante.
—Hey, pececillo, ¿conoces la técnica para robar de los carteristas?—preguntó divertido—. Antes de robar, se "marca". Se debe verificar el objeto tocándolo por encima del bolsillo. Esa es la forma de poder localizarlo. Sólo con saber eso, te aseguras de que será un robo exitoso.
Los duplicados de Hazel se abalanzaron sobre él a toda velocidad. El bandido hizo una mueca de concentración.
—Yo... ¡¡Robaré todo lo que tengas para dar!!
Las ilusiones de la hija de Hades rugieron a todo pulmón, incapaces de nunca llagar a su objetivo. Una a una, las copias fueron desapareciendo, y gotas de sangre cayeron al suelo.
Hazel miraba a la nada con aire perdido, sangrando a chorros por la boca. Perdió fuerza en las extremidades, cayó al suelo impotente, cubierta en sudor frío, luchando por respirar.
—No... no puede ser... ¡¿Eso es...?!
El hijo de Poseidón se alzó victorioso sobre ella, sosteniendo entre su férreo puño el corazón de su oponente.
—Me voy a quedar con esto—celebró el bandido, guiñando un ojo—. Estar encerrado en una ilusión que aumenta siempre hizo que perdiese de vista a la verdadera tú, por eso, para encontrarte hice un camino de escape con las explosiones. Sólo con un segundo en el que yo supiese donde estaba la verdadera fue suficiente para "marcar". Cuando extendí la mano, lo sentí con toda seguridad. El caliente latido que no existe en las ilusiones, tu corazón.
La mirada de Hazel era débil, llena de lágrimas y rebosante de miedo.
—Nos... ¿nos envolviste en una explosión sólo para eso?—murmuró débilmente—. Eres una horrible persona...
Su cabeza golpeó el suelo, sintiendo ya el esperado toque de Thanatos sobre su piel.
—P-prométeme... prométeme una cosa...—imploró con genuino desespero—. A-ayúdalo... ayuda a... Alabaster...
Escirón se rió a carcajadas.
—¿Con quién putas crees que estás hablando, pececillo?
Una voz respondió con firmeza a su espalda.
—Conmigo.
Una antorcha ardiente atravesó el corazón de Escirón desde su espalda, carbonizando sus entrañas en medio de un desgarrador bramido de agonía.
Hazel miró al bandido consumirse ante sus ojos, mientras que a sus pies, desprovista de su corazón, muriendo sin posible salvación alguna, la diosa Hécate se ahogaba en su propia sangre.
—Se... ¡¿Se cambiaron de lugares desde el principio?!—se asombró Ares.
Piper se llevó una mano a la boca.
"¿Hazel venció a Encélado por sí misma?"—se preguntaba, cuándo de repente las piezas cayeron en su lugar dentro de su cabeza.
—Las antorchas—comprendió—. Hazel luchó usando las antorchas de Hécate mientras ella se enfrentaba a Escirón. Fue el engaño definitivo...
La diosa de la magia hizo un último esfuerzo por hablar, por comunicar lo que más pesaba en su corazón.
—Ayuda a mi hijo... Alabaster... consigue su perdón por favor, Hazel...—rogó.
Hazel se arrodilló al lado de quién podría llamarse su madrina, su diosa patrona, y asintió seriamente con la cabeza.
—Lo juro por el Río Estigio, ayudaré a su hijo.
Hécate asintió una última vez en agradecimiento antes de exhalar un último aliento lleno de dolor.
—TANTO EL GIGANTE ENCÉLADO... COMO LA DIOSA HÉCATE Y EL SEMIDIÓS ESCIRÓN HAN MUERTO—anunció Hipólito, casi mudo de la impresión—. ¡¡POR LO TANTO, LA GANADORA DE LA PRIMERA RONDA DE LA GIGANTOMAQUIA ES HAZEL LEVESQUE!! ¡¡LOS DIOSES OBTIENEN UNA PRIMERA VICTORIA!!
...
Como muchos ya habrán notado, Escirón se basó en el personaje de Bonnie Parker de Majo Taisen, mientras que Hécate y Hazel en Himiko y la Mona Lisa.
A modo de curiosidad, originalmente estaba pensando en poder al Rey Midas aquí, ya que sus poderes poseen cierto nivel de similaridad con los de Cleopatra, con eso de poder vencer a su oponente con un sólo toque, pero al final me pareció que un duelo entre Hazel y Escirón sería mucho más personal, incluso si en realidad se trató de Hécate todo el tiempo.
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