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TERCERA PERSONA IX



VALHALLA: NORTE DEL PALACIO DEL OLIMPO


—¡No sean lentos!

—¡Vayan a sus posiciones!


LOS SOLDADOS SE ALINEAN DE MANERA DISCIPLINADA Y ORDENADA.

LA EUFORIA AUMENTA ANTES DE QUE LA BATALLA EMPIECE.


Mientras decenas y miles de monstruos formaban filas y los gigantes marchaban por los cielos reduciendo a escombros todo a su paso, en el campamento principal de la división norte del ejercito de Gaia, los lideres de la avanzada discutían estrategia, manipulando piezas de madera sobre un amplio tablero cartográfico dispuesto ante ellos.

—Todo el personal está en su sitio, señor—anunció complacido el mismísimo Olimpo, dios de la montaña e hijo de la tierra primordial—. Hasta ahora, todo está procediendo de acuerdo a nuestro plan.

—Gracias...—el gigante Damasén cerró un viejo libro de estrategia militar y centró su atención en el mapa de las tropas en el centro de su carpa.

—Oh... por din está sucediendo—rió Olimpo—. Con el dios de la guerra finalmente fuera de combate, podemos derrotar a los ejércitos olímpicos. Sólo queda aplastar a la nueva general en jefe, esa tal Belona.

Damasén estudio fríamente el campo de batalla, emitiendo un leve gruñido de frustración.

—Esto se parece un poco a...—murmuró para sí mismo—. A la izquierda sólo hay un gran abismo que cae directo hacia Midgard, a la derecha está una llanura bastante estrecha, flanqueada por pantanos que hasta hace unos meses no estaban allí. Tenemos una gran cantidad de hombres y bestias... y... el enemigo es una gran estrategia militar, no otra que Enio, la Destructora de Ciudades.

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras la brisa matutina hacia hondear ligeramente sus cabellos trenzados.

—Si no tengo cuidado, podría terminar realmente mal. La diosa de la guerra Belona no es como su hermano Ares. Será más precavida, menos escrupulosa, y mucho más valiente. Lo que le falte en poder físico, lo compensará con habilidad pura e inigualable genio militar.

—¿Tanto escándalo por una simple diosa menor?—cuestionó Olimpo.

Damasén frunció el ceño.

—A diferencia de la irrefrenable urgencia de mis hermanos por asesinar a sus contrapartes designadas por madre Gaia para esta guerra, yo no persigo la meta de destruir al dios de la guerra Ares—exclamó—. Es un premio carente de significado real para mí. Mi verdadera presa, mi gran enemigo, no debe ser otro que el mayor estratega de entre los olímpicos. Y si nuestras fuentes son correctas, y la afamada Palas Atenea yace en su lecho sufriendo de severos problemas psiquiátricos, es Belona, Enio la Destructora de Ciudades, a quien he de dar caza.

El gigante suspiró con cansancio.

—Aunque, siendo franco, si es posible, me gustaría agregar a esa diosa a nuestros abanderados sin matarla.

Olimpo se volvió para estudiar el mapa de su general.

—Si lo que describes sobre esa diosa es verdad, reconozco, sería una ayuda invaluable en el gran resurgimiento de madre Gaia. Pero, no obstante, veo completa y absolutamente imposible dicha posibilidad.

Damasén exhaló resignado, dejándose caer con aburrimiento sobre su trono.

—De eso, mi hermano, lamentablemente no poseo duda alguna.

Damasén, a quien Belona había impedido invadir el Olimpo en dos ocaciones anteriores hasta el momento, desplegó el mayor número de tropas que jamás habían sido liberadas en los campos de batalla de tan cruenta guerra.

Fueron 130,000 hombres.

Mientras tanto, el ejército del Olimpo se estaba preparando para enfrentarse al gran ejercito de Damasén...

Los oficiales de la división del norte se removían nerviosos en sus tronos de la carpa de comando central, esperando con impaciencia noticia alguna que pudiese serles ya sea de ayuda en la batalla, o tan sólo capaz de subirles el bajo animo que tenían desde que su antiguo comandante en jefe, Ares el dios de la guerra, hubiese sido llevado de regreso al Olimpo para recuperarse de las heridas de su última batalla.

—El enemigo se acerca, ¿dónde está nuestro general?—quizo saber Eris, diosa de la discordia.

Polemos, dios de la guerra, apretó los puños mientras luchaba por sacar brillo a su espada.

—Así que finalmente volvemos a las viejas andadas, ¿eh?

—Tranquilícense todos, pronto estará aquí—aseguró Alala, diosa del grito de guerra—. No podemos empezar la batalla sin ella.

—Sé lo que quieres decir, pero sigo siendo impaciente—siseó Eris.

Una Hismina, un espíritu de la disputa, observaba la reunión en silencio, tratando de evitar hacer demasiadas muecas que revelasen sus emociones.

"Que extraños son..."—pensaba.

Entonces la entrada de la carpa se sacudió con violencia y Belona entró al centro de mando con paso resuelto. Su capa morada de pretor hondeaba tras su espalda, muy a pesar que ya no requería de llevarla por su asenso a un rango superior.

—¡¿Dónde Hades habías estado?!—le espetó Eris, sin ningún decoro por las formalidades propias de la milicia hacia su vieja compañera de batalla.

Belona, sin inmutarse o molestarse en lo más mínimo por el tono de su vieja amiga, se limitó a tomar asiento sobre su trono.

—Fui con un grupo de nuestras Macas a estudiar el campamento enemigo.

Se hizo un momento de silencio en la tienda.

—¡¿Campamento enemigo?! ¡¿Estás loca?!—chilló Eris—. Ahora eres nuestra general, ya sabes... si te atrapan te decapitarán en el acto y perdemos la guerra.

La diosa del derramamiento de sangre la descartó con un gesto de la mano.

—Me temo que no puedo estar de acuerdo contigo, necesitaba verlo con mis propios ojos.

Alala se cruzó de brazos.

—Entonces... ¿conseguiste algo?

Un sonrisa fría, cruel y calculadora se dibujó en los labios  de la diosa al mando.

—Ese gigante es engreído, pero ha sabido ponerse serio—anunció.

—¿Qué... quieres decir con que se ha puesto serio?—inquirió Eris.

Belona se llevó un puño al mentón y contempló pensativa la nada mientras buscaba organizar sus ideas.

—Parece que es bastante cauteloso. Las batallas anteriores fueron para estudiarnos, entendernos. Cuando ganaba territorios, forzaba avances a sus tropas para no dejarnos más opción que volver a luchar. Cuando intentaba que cayésemos en una trampa, y así ganar con la menor cantidad de bajas posibles, se retiraba tan pronto veía que no seguíamos su juego.

Apretó los puños alrededor del mango de su gladius de Oro Imperial.

—Una vez Lord Ares fue evacuado de regreso al Olimpo, se volvió aún más precavido. Las batallas en las últimas semanas no han sido más que él pinchándonos con un palo, tocando y retrayéndose para ver de que manera reaccionamos.

Alala hizo memoria.

—Es cierto... incluso derrotando al enemigo en aquellas escaramuzas, el daño al grueso de su ejercito fue mínimo, sino es que nulo.

Belona asintió.

—Y sobre todo, ninguno de los generales enemigos es un dios gigante, además del propio Damasén—murmuró—. Es como me temía, la verdadera batalla no puede ganarse aquí en los cielos, sino que tendrá que ser en Midgard.

—El mismo Midgard en el cual nuestras únicas fuerzas disponibles, esos inconstantes semidioses, ahora se encuentran al borde de una guerra civil—señaló Eris—. ¿Y ahora qué? ¡No podemos rendirnos!

La destructora de ciudades alzó un dedo para hacer callar a su compañera.

—Hay una cosa más.

—¿Otra más?—murmuró Alala, alzando una ceja.

Una nueva y cruel sonrisa se apoderó del rostro de Belona.

—Ese monstruo me estuvo investigando—rió—. Mis templos, mis festivales, mis cultos y tradiciones. Comparó el conocimiento de los romanos con lo que se sabe de mí en el Valhalla. Estaba evaluando si yo sería una amenaza para su campaña.

Alala le miró con nerviosismo.

—Entonces... ¿qué decidió el enemigo?

Belona se cruzó de bazos.

—Acabo de ver la alineación enemiga, era perfecta, sin un sólo defecto. Tienen más del doble de hombres que antes—su mirada se ensombreció—. Aparentemente... parece ya haberme aceptado como rival.

Eris dio un fuerte pisotón, haciendo temblar toda la carpa.

—Mierda, no sé que clase de tipo sea ese tal Damasén, pero no hay duda de que es un bastardo repugnante.

Alala y Polemos compartieron una mirada de inquietud mientras contemplaban a su líder meditar ensimismada por segundos varios.

—Luché en muchas batalla... y siempre que creo haber visto la última, una nueva crisis surge. Primero los gigantes, luego los titanes, luego los gigantes otra vez...—sus ojos refulgieron—. ¡Esto es lo que vamos a hacer! Un talento deslumbrante, concebido para superar al mismo Lord Ares, me acaba de desafiar directa y seriamente. No tengo más remedio que aceptar. Estoy... entusiasmada.

Polemos alzó el puño en actitud desafiante.

—Mis brazos están temblando.

—¡Sí! ¡De eso estaba hablando!—celebró Eris.

Belona tomó una lanza que adornaba su pared y la arrojó al suelo con violencia.

—Pequeño hijo de Gaia... vayamos al fondo de todo este asunto.

Aquí, en el norte del monte Olimpo, hay un total de 200,000 soldados de ambos ejércitos que se enfrentan.

Un genio militar que persigue la aniquilación total de los dioses: Damasén, la perdición de Ares.

Una genio artista de la guerra: Belona, la destructora de ciudades.


AMBOS CONTRINCANTES SE PREPARABAN PARA ALCANZAR HORIZONTES POCO COMUNES.


Damasén posicionó a su ejercito dividido en seis posiciones. Atrás, en el centro, se encontraba él mismo junto a 10,000 gigantes de caballería. A ambos costados suyos, otros dos ejércitos de caballería de 5,000 soldados cada uno aguardaban en la retaguardia.

En el frente, dos destacamentos de 35,000 guerreros marchaban en cada uno de los flancos y uno más de 40,000 gigantes por el centro.

Los olímpicos estaban posicionados en una simple formación con forma de T, con tres grupos de 20,000 soldados cada uno en el frente, liderados por Alala, Eris y Polemos respectivamente, y atrás, en el centro, el campamento principal de Belona compuesto por 10,000 ángeles.


LA BATALLA DEL NORTE POR LA SUPERVIVENCIA MISMA DE LOS DIOSES...

¡HA COMENZADO!


...

La batalla entre Belona y Damasen estará basada en el combate entre Aníbal Barca y Napoleón Bonaparte del manga de Tengen Hero Wars.

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