Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

HAZEL V


Hazel se sentía como si acabara de presentar a dos bombas nucleares. Estaba esperando a ver cuál explotaba antes.

Hasta esa mañana, su hermano Nico había sido el semidiós más poderoso que conocía. En el Campamento Júpiter, los demás lo veían como a un bicho raro que siempre estaba viajando, prácticamente tan inofensivo como los faunos. Sin embargo, Hazel sabía la verdad. Ella no había crecido con Nico y ni siquiera lo había conocido durante mucho tiempo, pero sabía que Nico era más peligroso que Reyna o que Octavio o incluso que Jason.


Entonces había conocido a Percy.

Al principio, cuando lo vio dando traspiés por la autopista con la vieja en brazos, Hazel pensó que podía tratarse de un dios disfrazado. Pese a estar castigado, sucio y encorvado del agotamiento, tenía un aura de poder. Poseía la belleza de un dios romano, con unos ojos azul claro y un cabello rubio ondulado.

Había ordenado a Frank que no atacara. Había pensado que los dioses podían estar poniéndolos a prueba. Había oído mitos parecidos: un chico con una vieja implora refugio, y cuando los groseros mortales se niegan a dárselo, zas, se convierten en babosas.

Luego Percy había controlado el río y había destruido a las gorgonas. Había convertido un bolígrafo en un tridente de bronce. Había revolucionado todo el campamento con los rumores sobre el graecus.

Un hijo del dios del mar...

Hacía mucho, a Hazel le habían dicho que un descendiente de Poseidón la salvaría. Pero ¿podía realmente Percy anular la maldición que pesaba sobre ella? Parecía una esperanza vana.

Percy y Nico se estrecharon las manos. Se observaron con recelo, y Hazel contuvo el deseo de escapar. Si los dos sacaban sus lanzas mágicas, las cosas podían ponerse feas.

Nico no parecía asustado. Era musculoso y tenía un aspecto digno de la realeza con su ropa blanca. Eso sí, estaba tan despeinado que parecía que acabara de salir de la cama.

Hazel recordaba el día en que lo conoció. La primera vez que lo había visto invocar su lanza negra había tenido miedo. Su forma de llamarla "Hierro Estigio", todo serio, le hacía parecer un ángel de la muerte. Aquel elegante chico blanco no podía ser ningún luchador. Desde luego ella no había creído que fueran parientes.

No había tardado en cambiar de opinión.

Percy frunció el entrecejo.

—Te... te conozco.

Nico arqueó las cejas.

—Ah, ¿sí?

Miró a Hazel en busca de una explicación.

Hazel vaciló. Había algo extraño en la reacción de su hermano. Estaba intentando hacerse el despreocupado, pero la primera vez que había visto a Percy, Hazel se había fijado en su momentánea expresión de pánico. Nico ya conocía a Percy. Estaba segura. ¿Por qué fingía lo contrario?

Hazel hizo un esfuerzo por hablar.

—Esto... Percy ha perdido la memoria.

Le contó a su hermano lo que había ocurrido desde que Percy había llegado a la puerta del campamento.

—Así que, Nico...—continuó con cautela—, he pensado... que como tú viajas por todas partes, a lo mejor has conocido a semidioses como Percy o...

La expresión de Nico se volvió tan sombría como el Helheim. Hazel no entendió por qué, pero captó el mensaje: "Déjalo".

—Esa historia sobre el ejército de Gaia—dijo Nico—. ¿Has avisado a Reyna?

Percy asintió con la cabeza. Se estaba mostrando más respetuoso y cordial que con ningún otro hasta el momento. Hazel se preguntaba por qué.

—¿Quién es esa tal Gaia?—quiso saber el hijo de Poseidón.

A Hazel se le secó la boca. Sólo con oír aquel nombre tenía que hacer esfuerzos para que no le flaquearan las rodillas. Recordaba una voz suave y soñolienta de mujer, una cueva brillante y la sensación de que los pulmones se le llenaban de petróleo.

—Es la Diosa Primordial—Nico miró al suelo como si pudiera estar escuchando—. La diosa romana más antigua de todas. La mayoría del tiempo está sumida en un profundo sueño, pero odia a los dioses y a sus hijos.

—¿Es peligrosa?—preguntó Percy.

—Mucho—contestó Nico con voz seria—. Convenció a su hijo, Cronos, el guardián del tiempo y el espacio, para que matara a su padre, Urano, y conquistara el mundo. Los titanes gobernaron sobre el panteón romano durante mucho tiempo. Entonces el hijo menor de Cronos, Zeus, lo derrotó en un torneo conocido como la Titanomaquia y se convirtió en el Dios Padre del Cosmos.

—Esa historia me suena—Percy parecía sorprendido, como si un viejo recuerdo hubiera aflorado parcialmente—. Pero creo que no había oído la parte de Gaia.

Nico se encogió de hombros.

—Se enfadó cuando los dioses se hicieron con el control. Convocó a la raza más poderosa de los cielos, sus hijos, los gigantes. Trataron de destruir el monte Olimpo, pero al final los dioses los vencieron. Al menos... la primera vez.

—¿La primera vez?—repitió Percy.

Nico lanzó una mirada furtiva a Hazel. Probablemente él no pretendía hacerla sentir culpable, pero ella no pudo evitarlo. Si Percy supiera la verdad acerca de ella y las cosas horribles que había hecho...

—El verano pasado Cronos intentó volver—prosiguió Nico—. Hubo una gran guerra de los titanes. Los legionarios del Campamento Júpiter asaltaron su cuartel general en el monte Otris, al otro lado de la bahía, y destruyeron su trono. Cronos desapareció...

Vaciló observando el rostro de Percy. Hazel tenía la impresión de que a su hermano le ponía nervioso la idea de que Percy recordara más cosas.

—De todas formas—continuó Nico—, probablemente Cronos se disolvió en el Nifhel, convertido en polvo por el cosmos. Todos creíamos que la guerra había terminado. Ahora parece que la derrota de los titanes ha provocado a Gaia. Está empezando a despertar. He oído rumores sobre gigantes que están renaciendo. Si pretenden volver a desafiar a los dioses, probablemente empezarán destruyendo a los semidioses...

—¿Se lo has contado a Reyna?—preguntó Percy.

—Por supuesto—la mandíbula de Nico se puso tensa—. Los romanos no confían en mí. Por eso esperaba que Reyna te escuchara a ti. Para ellos, los hijos de Hades somos todavía peores que los hijos de Poseidón, sin ánimo de ofender. Traemos mala suerte.

—Pero dejan a Hazel quedarse aquí—comentó Percy.

—Es distinto—dijo Nico.

—¿Por qué?

—Mira, Percy, los gigantes no son nuestro mayor problema—intervino Hazel—. Ni... ni siquiera Gaia. Lo que observaste sobre las gorgonas, que no se morían, es nuestra mayor preocupación.

Miró a Nico. Se estaba acercando peligrosamente a su secreto, pero por algún motivo Hazel confiaba en Percy. Tal vez se debía a que era un forastero, o tal vez a que había salvado a Frank en el río. Se merecía saber a qué se enfrentaban.

—Nico y yo—dijo con cuidado—creemos que lo que está pasando es... La Muerte no está...

Antes de que pudiera terminar, un grito sonó en la colina.

Como cada vez que veía a Frank, a Hazel le dio un vuelco el corazón, cosa que le fastidiaba mucho. Vale, era un buen amigo, una de las pocas personas en el campamento que no la trataba como si tuviera una enfermedad contagiosa. Pero no le gustaba de esa forma.

Él era tres años mayor que ella, y no era precisamente un príncipe azul. Siempre tenía el rostro cubierto por aquella venda, según decía, porque tenía una enfermedad hereditaria que hacía sus ojos hipersensibles a la luz. Su mentón marcado y enorme cuerpo musculoso no hacían más que contrastar con su personalidad amable. Parecía un koala adorable con esteroides. El hecho de que todo el mundo los emparejara siempre—"¡Los dos rechazados del campamento! Sois perfectos el uno para el otro"— no hacía más que reforzar la determinación de Hazel a no tomarle cariño.

Sin embargo, su corazón no atendía a razones y se volvía loco cada vez que Frank andaba cerca. Hazel no se había sentido así desde... desde lo de Sammy.

"Basta"—pensó—. "Estás aquí por un motivo... y no es para echarte un nuevo novio".

Además, Frank no conocía su secreto. Si lo conociera, no se portaría tan bien con ella.

Frank llegó al templo.

—Hola, Nico...

—Frank.

Nico sonrió. Parecía que Frank le resultara divertido, tal vez porque era el único campista que no se inquietaba en presencia de los hijos de Hades.

—Reyna me ha mandado a buscar a Percy—dijo Frank—. ¿Octavio te ha aceptado?

—Sí—contestó Percy—. Ha sacrificado un oso panda.

—¿Que él ha...? Ah. ¿El augurio? Sí, los osos de peluche deben de tener pesadillas con él. ¡Pero has entrado! Hay que lavarte antes de la revista de esta noche.

Hazel se dio cuenta de que el sol se estaba poniendo sobre las colinas. ¿Cómo había pasado tan rápido el día?

—Tienes razón—dijo—. Será mejor que...

—Frank—la interrumpió Nico—, ¿por qué no te llevas a Percy? Hazel y yo iremos dentro de un momento.

"Oh, no"—pensó Hazel. Trató de no parecer inquieta.

—Es... es una buena idea—logró decir—. Adelante, chicos. Ya os alcanzaremos.

Percy miró a Nico una vez más, como si todavía estuviera intentando hacer memoria.

—Me gustaría hablar contigo un poco más. No me quito de encima la sensación...

—Claro—convino Nico—. Me quedaré a pasar la noche.

—¿De verdad?—dejó escapar Hazel.

A los campistas les iba a encantar: el hijo de Poseidón y el hijo de Hades habían llegado el mismo día. Ahora sólo necesitaban unos gatos negros y unos espejos rotos.

—Vete, Percy—dijo Nico—. Instálate—se volvió hacia Hazel, y a ella le dio la impresión de que lo peor todavía estaba por llegar—. Mi hermana y yo tenemos que hablar.







—Lo conoces, ¿verdad?—dijo Hazel.

Estaban sentados en el tejado del templo de Hades, cubierto de huesos y diamantes. Que Hazel supiera, los huesos siempre habían estado allí. Los diamantes eran responsabilidad suya. Si se quedaba sentada demasiado rato en cualquier lugar, o si se ponía nerviosa, empezaban a salir por todas partes, como hongos después de la lluvia. Piedras por valor de varios millones de dólares relucían sobre el tejado, pero afortunadamente los demás campistas no los tocarían. Sabían que no debían robar en los templos—sobre todo en el de Plutón—, y los faunos nunca subían allí.

Hazel se estremeció al recordar lo cerca que había estado Don esa tarde. Si ella no hubiera reaccionado rápido y no hubiera recogido el diamante del camino... No quería pensarlo. No necesitaba otra muerte sobre su conciencia.

Nico balanceaba los pies como un niño. Tenía la lanza recargada al hombro y silbaba una vieja canción. Miraba al otro lado del valle, donde cuadrillas de obreros trabajaban en la edificación del Campo de Marte, construyendo fortalezas para los juegos de esa noche.

—Percy Jackson—pronunció el nombre como si fuera un encantamiento—. Hazel, tengo que tener cuidado con lo que digo. Hay cosas importantes en juego. Algunos secretos deben seguir siéndolo. Tú más que nadie... deberías entenderlo.

Hazel notó que se le encendían las mejillas.

—Pero ¿él no es como... como yo?

—No—respondió Nico—. Siento no poder decirte más. No puedo interferir. Percy tiene que encontrar su camino en el campamento.

—¿Es peligroso?—preguntó ella.

Nico forzó una sonrisa irónica.

—Mucho. Para sus enemigos. Él es más noble que cualquier otro semidiós, más firme que cualquiera... el más digno del título de rey.

—"Rey..."—repitió Hazel—. Antes mencionó serlo, aunque no dijo de qué. ¿Al igual que tú tiene dominios divinos, a pesar de ser sólo un semidiós?

—Eso no me corresponde a mí decirlo—suspiró Nico—. Lo único que necesitas saber es que no supone una amenaza en el Campamento Júpiter. Puedes confiar en él.

—Como confío en ti—dijo Hazel amargamente.

Nico se quitó su monóculo y jugueteó con el distraídamente. A su alrededor, los huesos empezaron a temblar como si estuvieran intentando formar un nuevo esqueleto. Cada vez que se ponía de mal humor, Nico ejercía ese efecto sobre los muertos, algo parecido a la maldición de Hazel. Ambos representaban las dos esferas de control principales de Hades: la muerte y la riqueza. A veces Hazel pensaba que Nico se había llevado la mejor parte.

—Mira, ya sé que es duro—dijo Nico—. Pero tienes una segunda oportunidad. Puedes arreglarlo.

—No tiene arreglo—repuso Hazel—. Si descubren la verdad sobre mí...

—No la descubrirán—le prometió Nico—. Dentro de poco convocarán una misión. Tienen que hacerlo. Me harás sentir orgulloso. Confía en mi, Bi...

Se contuvo, pero Hazel sabía lo que había estado a punto de decir. Bianca, el nombre de la hermana real de Nico, con la que había crecido. Nico podía preocuparse por Hazel, pero ella nunca sería Bianca. Hazel simplemente era una segundona para Nico: un premio de consolación del Valhalla.

—Lo siento—dijo él.

Hazel notó un sabor metálico en la boca, como si estuvieran empezando a salirle pepitas de oro debajo de la lengua.

—Entonces ¿es cierto lo de la Muerte? ¿Es culpa de Alcioneo?

—Creo que sí—respondió Nico—. En el Helheim las cosas se están poniendo feas. Papá se está volviendo loco intentando mantenerlo todo bajo control. Por lo que ha dicho Percy de las gorgonas, las cosas también están empeorando aquí arriba. Pero por eso mismo estás aquí. Puedes sacar algo bueno de todo lo malo de tu pasado. Tu sitio está en el Campamento Júpiter.

Sonaba tan ridículo que Hazel estuvo a punto de echarse a reír. Su sitio no estaba en aquel lugar. Ni siquiera estaba en el siglo en el que le había tocado vivir.

Debería haber evitado centrarse en el pasado, pero se acordó del día que su antigua vida se había hecho añicos. Se desmayó tan repentinamente que ni siquiera le dio tiempo a decir: "Oh, no". Retrocedió en el tiempo. No era un sueño ni una visión. El recuerdo la invadió con una claridad tan absoluta que sintió que realmente estaba allí.

Su cumpleaños más reciente. Acababa de cumplir trece años. Pero no había sido en diciembre del año anterior, sino el 17 de diciembre de 1941, el último día que había vivido en Nueva Orleans.

...

Imagen de referencia más o menos de Percy:


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro