TERCERA PERSONA XXIX
Piper estaba en guardia, sosteniendo seis cuchillos al mismo tiempo y mirando a su enemiga con una intención asesina palpable a kilómetros.
Medea sólo la miraba con un completo desdén, sin mostrarse amenazada en lo más mínimo y sin siquiera alzar su guardia.
La hija de Afrodita atacó primero, lanzándose a la carga mientras arrojaba sus armas con todas sus fuerzas. La inhumana puntería de la que había hecho gala cuando cayeron en el almacén no la abandonó, y la andanada de cuchillos se precipitaron sobre la antigua princesa.
Medea se limitó a trazar un leve arco con su arma, desviando cada uno de los proyectiles sin problema alguno.
Sin embargo, eso había sido solamente una distracción, pues ahora Piper se encontraba sobre ella con un nuevo cuchillo en mano.
La semidiosa lanzó un corte directo a la yugular con todas sus fuerzas. Medea, con aburrimiento en su rostro, alzó su brazo izquierdo para detener el ataque.
La hoja de del cuchillo se rompió en mil pedazos al golpear de tal manera la armadura de Bronce Celestial.
—Idiota—bufó Medea.
Piper retrocedió torpemente mirando el mango inservible de aquel cuchillo.
—Es cómo dijo Annabeth...
—¿Qué más esperabas?—gruñó Medea—. Ningún arma humana podrá competir nunca contra un arma divina. El único destino que te espera... es la muerte.
Su rostro ensombrecido se cernió sobre la hija de Afrodita mientras alzaba su martillo y lo balanceaba a dos manos.
Lo siguiente que Piper supo era que sentía dolor. Había sido mandada a volar de costado hasta la otra punta del almacén y se retorcía en el suelo, luchando por ponerse nuevamente en pie mientras jadeaba trabajosamente.
Medea la miró despectivamente mientras se acercaba lentamente hasta donde ella, sólo para darle un puñetazo bajo, un golpe al hígado con tanta fuerza que la semidiosa fue mandada nuevamente por los aires.
Antes de que pudiese aterrizar de nueva cuenta, el martillo de la hechicera se estrelló contra su cuerpo en un golpe ascendente, haciéndola vomitar un chorro de sangre y abrir los ojos desmesuradamente.
Cuando Piper volvió a caer, quedó inmóvil en el suelo. Medea sonrió satisfecha y se recargó el arma sobre el hombro.
—Bien, ahora deberías entenderlo. Podrás ser muy aterradora en las calles, pero estas son las ligas mayores. No es lugar para una matona de barrio con enfermedades mentales—rió—. Pero aún así, estúpidamente me confrontase, no como una supuesta asesina, sino como una heroína. Te lo aplaudo.
Le dio la espalda al cuerpo y comenzó a alejarse resueltamente.
—Como sea, ya se ha completado tu sentencia de muerte. Quédate así como estás y púdrete.
La hechicera intentó dar un paso, pero algo se lo impidió. Piper se aferraba a ella a duras penas con su mano derecha, su rostro estaba perlado de sudor.
—"Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte solo una vez"—logró pronunciar—. Julio César, acto dos, escena dos.
La voz de Medea se tornó dura como el acero.
—Suelta mi pierna... ¡Maldito fenómeno!
Una ráfaga de vientos sopló con violencia mientras Piper luchaba por recomponerse. Todos los artículos del almacén comenzaron a desprenderse de sus estantes y percheros mientras un tornado se formaba alrededor de Medea.
—No permitiré que intentes arrastrarme a tú patético nivel, pequeña rara—gruñó la hechicera—. No haré de tu muerte una tortura sin sentido. ¡Te aplastaré de forma rápida y dolorosa!
El ojo rojizo de Piper refulgió con más fuerza.
"Cuánto odio..."—pensó—. "Tanto resentimiento... ¿de dónde nace esa violencia tan abrumadora? Es tan hermoso... no tengo palabras"
Su respiración se agitó aún más mientras observaba a su enemiga alzar su martillo sobre su cabeza, con los vientos huracanados rugiendo a su alrededor. Su corazón palpitaba con tanta fuerza que parecía que se le saldría del pecho.
Se le escapó un gemido de excitación. ¿Qué había dicho Medea?: "Me confrontase, no como una asesina, sino como una heroína"
Ella no era una heroína, tenía que entenderlo, aceptarlo, abrazarlo. Ella estaba loca, deseaba provocar terror. Deseaba limpiar los impuros colores que habían inundado el alma de su enemigo.
—¡¡Desaparece, Piper McLean!!—rugió Medea.
Los vientos se concentraron alrededor de la cabeza de su martillo mientras esta lanzaba su golpe final.
¡¡¡DOMINIO APLASTANTE: FAUCES DEL DRAGÓN ASCENDENTE!!!
Una explosión de viento sacudió por completo el almacén convertido en campo de batalla. Artículos volaron en todas direcciones y los cuerpos de Jason y Leo se estrellaron contra las paredes.
Medea gruñó furiosa, sabiendo que no había hecho más que destrozar el suelo.
Muy por encima de ella, sujeta al techo por medio de su arma de gancho, Piper le sonreía con locura, sosteniendo un nuevo puñado de cuchillos en su mano libre.
—Me pregunto... ¿de qué color te teñirás cuando te asesine?
La joven volvió a aterrizar sobre el suelo, sus reflejos eran buenos, también sus instintos. Con algo de entrenamiento, su letalidad se vería infinitamente multiplicada.
Medea se llevó un dedo a la barbilla mientras observaba a la joven.
—Mmh... ¡¡Nada mal!!—sonrió—. Parece que después de todo, tienes más trucos de lo que predije.
Piper sonrió de forma inquietante.
—A pesar de la maldad que invade mi corazón... mis principios siempre se mantienen firmes, my fair lady. Este es tan sólo mi primer combate real... y ya estoy a la par con usted.
Medea gruñó furiosa.
—¿"A la par"?—repitió—. ¡¿A la par?! ¡¿Tú crees, niña insensata, estar a la par conmigo?!
Un nuevo tornado engulló el campo de batalla, soplando alrededor de la hechicera mientras esta alzaba su martillo una vez más.
El viento rodeo a Piper, bloqueando su visión, atrapándola en una jaula de aire puro. Su gancho sería inútil allí dentro, la fuerza de la tempestad detendría su disparo en seco de inmediato.
Mientras la semidiosa pensaba en ello, fue flanqueada por Medea, quien rompió el viento a un costado suyo y lanzó un devastador golpe de su martillo. Era rápida para tratarse de una señora de tres mil años.
Piper reaccionó instintivamente, retrocedió con un salto y sacó dos piezas desde sus bolsos. La desventaja del artefacto era que no podía crear ningún arma mayor a su propio tamaño, ¿no era así? En ese caso, nada decía que no pudiese sacar componentes que pudieran ser ensamblados más tarde.
Con un movimiento de sus manos, la joven unió ambas piezas y desplegó un elegante paraguas frente a ella como un escudo. Sus radios eran de metal sólido y la lona sobre ellos de filamentos de hierro tejidos, en lugar de los materiales tradicionales.
Aún así, cuando el martillo de su oponente se estrelló sobre él, Piper fue obligada a flexionar las rodillas y retroceder aún más mientras veía a su nueva herramienta ser demolida en el acto.
Medea siguió balanceando su pesado martillo e intentó atacar desde el lado opuesto de la hija de Afrodita, quien tuvo que dar un salto por sobre el arma y girar en el aire impulsándose con sus manos antes de caer a espaldas de su enemiga.
La hechicera siguió lanzando golpes y haciendo girar su arma, mientras Piper ponía todo su esfuerzo en esquivar saltando de un lado a otro. Con cada movimiento de Medea, esta ganaba velocidad y fuerza impulsada por la siempre creciente potencia de los vientos a su alrededor.
Utilizaba el aire alrededor de sí misma para darse poder. Piper comprendió que sólo sería cuestión de tiempo antes de que la velocidad fuese tal que no habría forma de poder seguir esquivando los embates.
A sabiendas de ello, cuando el siguiente golpe de Medea se dirigió a su cráneo, la hija de Afrodita se agachó por debajo de él, sólo para de inmediato lanzarse en un ataque ascendente que la hechicera se vio obligada a bloquear alzando su brazo izquierdo.
El primer cuchillo de Piper se hizo añicos, pero ella contaba con una infinidad más. Lanzó una puñalada al cuello de su rival, la cual fue detenida por Medea nuevamente al interponer su propia arma.
Ambas enemigas se aferraron a la lanza-martillo y comenzaron a forcejear contra la otra.
—He conocido a mucha gente... observado incontables colores... pero jamás había conocido un odio tan profundo como el suyo—rió Piper—. Dígame, por favor, que esto no es todo lo que tiene. ¡Quiero más, señora Medea!
La hechicera sonrió con salvajismo y con un bramido hizo creo una explosión de viento a su alrededor que mandó por los aires a Piper.
La hija de Afrodita se las arregló para caer nuevamente en pie y mirar a su oponente. La vista resultaba casi segadora.
—Esa ira... ¡Esa ira es casi contagiosa! ¡Es simplemente espléndido!
El rostro de Medea brillaba como el sol, apretaba los dientes y temblaba de forma incontrolable mientras se aferraba a su arma. Emitía un gruñido animal mientras luchaba por controlar su respiración, pero estaba resultándole inútil.
—¡¡Silenció!!—exigió.
Volviendo a alzar su arma, cargó frontalmente mientras balanceaba su martillo con una devastadora potencia.
Piper retrocedió con un salto, esquivando el golpe. Sin embargo, cuando quizo volver a encarar a su oponente, esta había desaparecido.
—¿Cómo es que...?
El viento comenzó a girar a su alrededor. La hija de Afrodita miró hacia arriba. En las alturas, apuntándole con la cuchilla en el segundo extremo de su arma, estaba su enemiga.
—¿Dijiste que querías más?—gruñó—. ¡¡Entonces alimenta tu asqueroso ojo con todo el poder de mi ira!!
¡¡¡SOBERANO BRILLANTE: ABATIMIENTO DEL DRAGÓN!!!
Piper tuvo una idea estúpida a raíz del anterior paraguas que había ensamblado. Recordó aquella vieja película, Mary Poppins, y sin ver más opciones armó un segundo paraguas sacando las piezas desde sus bolsos.
Su idea funcionó.
Los salvajes vientos tiraron de ella hacía arriba en cuanto extendió la herramienta, lanzándose a toda velocidad en un curso de colisión directa con Medea, quién descendía a toda velocidad apuntándole con su lanza.
—¡¡Yo soy Medea, la nieta del sol!!—rugió la hechicera—. ¡¡Desaparece de mi vista, Piper McLean!!
La hija de Afrodita sintió aquella furia a travez de su piel como un fuego abrazador. Aquel ardiente color no hacía más que aumentar su intensidad hasta extremos que la joven creía imposibles.
Se imaginó que no podía existir algo más hermoso en todo el universo que aquella energía siendo removida y eliminada por el terror absoluto.
—Vamos...
Cuando llegó el último segundo, Piper se lanzó hacia un lado, soltando su paraguas. Medea atravesó el mismo con su lanza a toda velocidad, quedando desprotegida para que Piper abriese un terrible corte en su costado izquierdo con un veloz movimiento de cuchillo.
—Muéstrame que más tienes.
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