3 - Acechado
El ruido de las bocinas y las sirenas hacen estruendo en mis oídos, trato de llevar mis manos hacia mis orejas para cubrirlas, pero entonces me veo atrapado en lo que parecen ser cinturones, mucho de ellos. No puedo respirar, comienzo a temblar y a sudar de los nervios, puedo sentir el vómito atorado en mi garganta y me obligo a tragar.
Es ahí cuando mi rostro empieza a arder, como si miles de diminutas agujas se clavaran con velocidad en mi cara. Suelto gruñidos, forcejeo sin parar, aun cuando me falta el aliento. Las sirenas siguen sonando, no paran, por favor, quiero que ya se detengan, me duele la cabeza. Me duele todo.
Mi brazo derecho arde con intensidad, como si lo estuviesen cortando a profundidad. Grito, grito tan fuerte que mi garganta arde demasiado. Estoy desesperado por abrir mis ojos, pero la fuerte briza llena de vidrios me lo impide. Ya no lo resisto.
“Luke”
Escuchar mi nombre en un lamento hace que de inmediato abra los ojos, entonces me doy cuenta de todo. El ardor en mi brazo derecho es cada vez más fuerte, pero la mirada azulada llena de pánico que me está dando Jack hace que me quede petrificado. En este momento todo se torna oscuro y frío. Logro oírle decir mi nombre de nuevo, para ya no estoy ahí, me he ido.
— ¡Jack! —sollozo en un gruñido a la vez que me reincorporo de golpe en mi cama, en seguida me invade el mareo, haciéndome ver turbio por unos segundos. Llevo mi mano hacia mi brazo derecho, ejerciendo presión para verificar que todo está bien, que realmente el dolor fue parte de la pesadilla. Siento la cicatriz vertical en toda la piel debajo de la tela de mi camisa y me calmo un poco.
Estoy sudando. Me llevo ambas manos hacia mi cara y comienzo a frotar para despertarme más, llevo algunos mechones cortos que están mojados por el sudor hacia atrás.
Me quedo quieto, viendo hacia la nada, intentando recobrar mi respiración y tranquilidad. Consigo ver por la ventana que está amaneciendo; me dejo caer de nuevo en la suavidad del colchón. Mi cabeza duele.
Siempre es la misma pesadilla: el día del accidente. He perdido la cuenta ya de las veces que he pasado por esto.
No tarda mucho para que sienta un líquido espeso y caliente arriba de mi labio. Maldigo en un susurro; el aturdimiento haciéndose cada vez más fuerte. Me levanto para ir hacia el baño, caminando a pasos torpes.
En el reflejo del espejo pañoso y sucio puede ver mi aspecto demacrado por culpa del insomnio. Tomo algo de papel y me lo llevo a la nariz para limpiar el leve sangrado que he tenido, inclino mi cabeza hacia atrás y presiono mi nariz contando hasta diez.
— ¿Luke? —escucho la voz de mi madre en un eco lejano. Presiono mis ojos, sabiendo que ella vendrá a verme y notará que he sangrado—. ¿Estás ahí?
—Uhm, sí, yo- uhm, estoy en el baño —balbuceo. No escucho nada más y creo que se ha ido, pero la puerta siendo abierta me hace sobresaltar. Ella me ve con un semblante serio desde el otro lado— ¿No sabes tocar? —digo a modo de broma para aliviar el ambiente, pero al parecer a ella no le causa gracia.
— ¿Te sientes bien? ¿Por qué no me llamaste?
—Porque no es nada grave, solamente me sangró la nariz, algo de mareo y nada más, lo juro.
Sus ojos azules igual que los míos me ven con cierta tristeza, y no la culpo. De hecho, yo soy el único responsable de todo, de absolutamente todo.
—Estoy bien —susurro, de repente cohibido.
—Está bien, estaré en la sala si me necesitas.
Después de eso observo cómo se da la vuelta con algo de duda y no puedo evitar sentirme como un completo imbécil.
Me dejo caer en el piso, con la espalda recta contra la pared de cerámica fría. Apoyo mi cabeza en esta, aun sintiendo mi nariz arder y mi cabeza punzar.
Estúpido accidente.
Aun con algo de mareo me esfuerzo para tomar una ducha helada y me quedo debajo de la regadera por bastante tiempo, salgo de ahí cuando siento la punta de mis dedos arrugadas como pasas. Llevo algunos mechones de cabellos que están pegados en mi frente hacia atrás y tomo la toalla, secándome y luego envolviéndola alrededor de mi cintura.
Cuando visualizo mi reflejo en el espejo se me es inevitable no girar un poco para verme la cicatriz en mi brazo derecho. Suspiro y me obligo a vestirme para salir de casa.
A unas cuadras se encuentra un parque, personas que viven en el mismo edificio que yo suelen ir también a pasar el rato, algunos llevan a sus mascotas o hijos.
Todos los días voy ahí a sentarme en una de las bancas a hacer nada, a gastar gran parte de mi tonto día, simplemente a estar quieto y en silencio observando a los demás. A veces traigo mis audífonos, pero hoy no los encontré. Supongo que mi vida es así ahora, aburrida y monótona.
Frunzo el ceño a la vez que me llevo mi botella de agua a mis labios para beber, observo a mi alrededor, cómo algunos niños van corriendo mientras siguen una pelota, chicos sentados en el césped; algunos leyendo o conversando. Interacción social en su máximo esplendor.
Después del episodio de la mañana, el cual no duró mucho tiempo de dolor de cabeza, he estado mejor, creo que la ducha me hizo bien.
El día está algo soleado, parecería un día normal para cualquiera, pero estos días siempre son pesados para mí; apenas una semana del aniversario de la muerte de Jack. Sé que mamá está más triste que de costumbre en estos días, pero trata de no mostrarlo.
Me llevo la botella a mis labios nuevamente, entrecierro mis ojos, viendo a lo lejos cómo una chica en un vestido floreado está caminando hacia mi dirección. Trato de no escupir el agua cuando me doy cuenta quién es.
—La loca que ve fantasmas —me encuentro susurrando, asombrado. Mis ojos no se despegan de su figura larguirucha. Qué diablos.
Miro al alrededor, a la pareja que está sentada en la banca al lado mío, para ver si ellos pueden observar a la pálida que cada vez está más cerca, pero ellos están en lo suyo, ni siquiera me prestan atención. Estoy dispuesto a levantarme y largarme, pero me veo interrumpido cuando ella se posiciona justo enfrente de mí. Trago duro, fastidiado.
— ¿Me estás acechando? —escupo molesto, sin darle la oportunidad de hablar. Ella frunce su ceño y por alguna razón suelto una risa, incrédulo—. No puede ser, pensé que jamás te volvería a ver, que me había librado de ti, pero veo que tengo que buscar una orden de alejamiento, ¿No?
—El mismo irritante de siempre —suelta, cruzándose de brazos. Inspecciono su aspecto y arrugo mi nariz al verle usar ese feo vestido flojo y largo junto a unas botas militares negras. Sus brazos pálidos van descubiertos y su cabello negro lo lleva suelto. Me estoy preguntando si es una hippie o algo por el estilo.
— ¿Irritante yo? Estarías igual si una chica loca te acosara.
—No te acoso.
Alzo mis cejas, divertido ante sus palabras.
Estoy tratando de recordar su nombre, pero nada viene a mí.
—Sí, bueno, acepto que quizás te haya venido a buscar acá, pero es porque necesito hablar contigo, ya estoy cansada de sentir a Jack alrededor siempre, me persigue a todos lados y la única manera de hacer que él esté en paz es hablar contigo, pero tú eres un zopenco malcriado y grosero.
Abro mi boca, estupefacto por su mini discurso. Me levanto de una vez de la banca, para ponerme justo en frente de ella. Esta chica es alta, por lo tanto mi altura no le intimida tanto, pero me alegra cuando veo que retrocede un paso.
— ¿De qué diablos estás hablando, loca? —Cuestiono, confundido y luego caigo en cuenta de sus insultos—. Zopenco malcriado, ¿En serio?
—Es Solange no loca, zopenco —me corrige, irritada. Mis comisuras se levantan al notar su cambio repentino de humor.
—Es Luke no zopenco —le imito.
—En serio, me pones mal, jamás nadie me hacía querer vomitar por su actitud —me dice, cruzándose de brazos. Sus cejas gruesas y oscuras están fruncidas.
—Entonces vete —espeto en un susurro, harto de esto. Esta chica, Solange, niega lentamente para luego acortar la distancia, quedando a pocos centímetros de mí.
—Habla conmigo y me iré.
Inclino mi cabeza hacia atrás, viendo hacia el resplandor por un instante, provocando un repentino dolor de cabeza. Suelto un largo suspiro a la vez que devuelvo mi mirada a los ojos de ella y asiento. No tengo otra alternativa que escuchar sus locuras, maldición.
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