
Capítulo LII
Bellatrix soltó una risa malévola y se acercó a Draco, diciendo:
—Bien hecho, Draco. ¡Ahora largo! ¡No tenemos tiempo que perder!
Draco tragó saliva y salió de la sala a toda prisa en dirección hacia la Torre de Astronomía. Amy lo seguía flotando hasta que se detuvieron junto a una ventana al darse cuenta de que había un brillo verde esmeralda en el cielo nocturno, y ella chilló horrorizada al ver que la Marca Tenebrosa había aparecido encima de la Torre de Astronomía.
—Tranquila, Amy. Nadie murió. Es una trampa para atraer a Dumbledore a la Torre de Astronomía —dijo Draco, pero podía ver el terror en los ojos de su amada—. Sé que estás muy asustada, hermosa, y yo también lo estoy. Amy, amor, regresa a mi dormitorio y espérame allí. Volveré en cuanto pueda, lo prometo.
—No —Amy negó con la cabeza—. De ninguna manera te dejaré solo, Draco. Iré contigo hasta el fin del mundo, mi amor.
Amy se paró de puntitas y le dio un eléctrico beso en los labios, haciéndolo estremecer. Una media sonrisa se dibujó en el rostro de Draco y se armó de valor para seguir adelante.
Cuando llegaron a la cima de la Torre de Astronomía, escucharon la voz de Dumbledore, quien al parecer hablaba con alguien. Era Harry, pero se había escondido antes de que Draco o Amy alcanzaran a verlo.
El profesor Dumbledore le había pedido a Harry que lo acompañara a un pequeño viaje de búsqueda de un Horrocrux cuya ubicación había descubierto recientemente, y gracias al recuerdo del profesor Slughorn, Harry pudo comprender el significado y la importancia de la búsqueda.
Encontrar ese Horrocrux había implicado muchos sacrificios que debilitaron a Dumbledore, pero aún así, había acudido a la Torre de Astronomía al ver la Marca.
—Buenas noches, Draco. ¿Qué te trae por aquí esta noche? —Dijo el director calmadamente. Draco dio un respingo y se dejó ver.
—¿Quién más está aquí? Estaba hablando con alguien —preguntó Draco mientras lo apuntaba con su varita.
—Podría hacerte la misma pregunta, Draco. ¿O has venido solo?
—No. No he venido solo. Esta noche hay mortífagos en Hogwarts, por si no lo sabía.
—Muy astuto, Draco. Hallaste una forma de introducirlos al castillo.
—Así es. ¡Y en sus propias narices!
En ese momento se escuchó un grito que provenía del castillo y Draco se tensó.
—Parece que alguien está defendiéndose con uñas y dientes —dijo Dumbledore con tono despreocupado—. Esta noche también hay miembros de la Orden del Fénix en el castillo, Draco —añadió, y Amy jadeó y se cubrió la boca con sus manos—. Tal vez mi guardia haya desbaratado los planes de tus refuerzos.
—Estoy seguro de que los mortífagos no tardarán en llegar —afirmó Draco, y la mano que sostenía la varita comenzó a temblar—. Yo me he adelantado. Tengo... tengo un trabajo que hacer.
—Entonces debes hacerlo, muchacho. Te lo facilitaré —Dumbledore sacó su varita pero no le apuntó.
—¡Expelliarmus! —Chilló Draco y la varita de Dumbledore salió volando hacia un costado.
Dumbledore se había dado cuenta de que Draco dudaba y había sentido su miedo, entonces dijo con voz serena:
—No eres un asesino, Draco.
—¿Cómo sabe lo que soy? ¡Usted no sabe de lo que soy capaz, ni sabe lo que ya he hecho! —Bramó Draco con nerviosismo.
—Claro que lo sé —respondió Dumbledore—. Estuviste a punto de matar a Katie Bell y a Ronald Weasley, y llevas todo el curso intentando matarme —afirmó y Amy ahogó un grito, reprimiendo sus ganas de llorar—. Ya no sabías qué hacer.
—¡Él confía en mí! ¡Fui elegido! —Chilló Draco y reveló la Marca Oscura que tenía en el antebrazo izquierdo.
Amy no aguantó más y rompió a llorar, y en ese momento se escuchó otro grito, mucho más fuerte que el anterior. Esta vez provenía de la torre y Draco volvió a tensarse.
—Tienes miedo, Draco —dijo Dumbledore calmadamente.
—¡No tengo miedo! ¡Es usted quien debería tener miedo! —Espetó Draco y volvió a apuntarlo con su varita. La mano le seguía temblando.
—¿Por qué habría de tenerlo? Me he quedado sin varita y no puedo defenderme, y aún así no has hecho nada. No creo que vayas a matarme, Draco. Matar no es tan fácil como creen los inocentes, ¿sabes? Pero mientras esperamos a tus refuerzos, ¿por qué no me dices cómo lograste traerlos al castillo?
—El armario evanescente que estaba escondido en la Sala de Menesteres. Lo he estado reparando.
—¡Ah! —Exclamó Dumbledore—. Muy ingenioso, Draco. Déjame adivinar. ¿Tiene un gemelo?
—En Borgin y Burkes. Ambos forman un pasaje.
El profesor Dumbledore suspiró y le dedicó una sonrisa triste.
—¿Sabes, Draco? Hace tiempo conocí a un muchacho que tomó todas las decisiones equivocadas. Todavía no has cometido ningún crimen, ni le has causado un daño irreparable a nadie, aunque has tenido suerte de que tus víctimas indirectas hayan sobrevivido. Por favor, déjame ayudarte —le dijo con dulzura.
—¡No quiero su ayuda! ¿No lo entiende? —Escupió Draco. Sus hermosos ojos grises se llenaron de lágrimas y la mano le temblaba cada vez más—. ¡Tengo que hacer esto! ¡Tengo que matarlo o él me matará! ¡Matará a mi familia!
Amy no dejaba de llorar, pero una expresión muy dulce se dibujó en el rostro de Dumbledore.
—Pásate a nuestro bando, Draco, y nosotros nos encargaremos de esconderte —aseveró el director—. Esta misma noche puedo enviar miembros de la Orden a la mansión Malfoy a buscar a tu madre. Podemos esconderla a ella también. Por ahora, tu padre está a salvo en Azkaban, pero podemos sacarlo de allí y protegerlo a él también... Pásate a nuestro bando, Draco. No eres un asesino.
Las lágrimas de Draco comenzaron a rodar incontrolablemente por su mejillas, su barbilla comenzó a temblar y los gritos se escuchaban cada vez más cerca.
—Ha sido un plan muy ingenioso traer a los mortífagos a través de ese viejo armario evanescente, Draco. Y en mis propias narices, como tú lo has dicho —admitió Dumbledore—. Pero hubo momentos en los que dudaste que lograrías reparar el armario, ¿cierto? Por eso recurriste a métodos tan rudimentarios como enviarme un collar maldito que bien podría ir a parar a otras manos, o envenenar una botella de hidromiel que probablemente yo nunca llegaría a catar.
Draco se quedó perplejo, porque todo lo que decía Dumbledore era cierto.
—Cualquier otro en tu lugar habría enloquecido, o tal vez habría muerto en el intento —prosiguió el director—. ¿Sabes por qué lograste llegar hasta aquí, Draco? Porque tuviste ayuda de alguien muy especial que siempre estuvo cuidándote, y ese alguien está aquí con nosotros ahora.
Draco y Amy ahogaron un grito porque sabían que Dumbledore se refería ella.
—¿Us... usted... puede verme, profesor Dumbledore? —Preguntó Amy sorprendida.
—Y escucharte también, querida Amy —respondió él amablemente—. No necesito una capa de invisibilidad para verte. Los ojos de este anciano pueden ver más de lo que todos creen —añadió mirando a Draco y a Amy por encima de sus anteojos de media luna, y Harry ahogó un grito en sus escondite—. Amy, ¿alguna vez te has preguntado por qué tu cabello es verde, por qué las puntas de repente cambiaron de color, o por qué unos días se veía más largo y otros más corto?
—Pues... Siempre creí que la pigmentación de mi cabello era una extraña mutación genética, y las puntas cambiaron de color cuando recibí mi carta de Hogwarts y me enteré de que era una bruja. Nunca le presté tanta atención a eso ni al hecho de que crecía y decrecía porque creí que era una de esas cosas mágicas que le sucede a las niñas brujas.
Al escuchar aquella declaración, el profesor Dumbledore veía en ella a una tierna e inocente Amy de 11 años, y le dedicó la más tierna de las sonrisas. Luego respondió:
—Eres una metamorfomaga, Amy.
—¿Soy una qué? —Preguntó Amy, abriendo los ojos como platos.
—Busca a Tonks. Ella te lo explicará todo.
—¿Pero cómo...?
—Muchachos, se nos acaba el tiempo —la interrumpió el profesor—. Escuchen con cuidado. El alma de Amy se quedó penando en la mansión Malfoy después de su muerte, ¿y saben por qué nunca se fue?
—¿Porque tenía una misión que cumplir? —Preguntó Amy.
—Exacto. Amy, tú sacabas lo mejor de Lucius. Tu repentina muerte lo dejó devastado y terminó convirtiéndose en el fiel reflejo de su padre. Pero aún quedaba bondad en él, y ésta se transfirió a su hijo cuando nació, por eso sólo Draco puede verte. Amy, él se apegó a ti y te amó desde que era un bebé. Heredó muchos de los rasgos físicos de Lucius, y al parecer también su atracción por ti.
Draco y Amy se quedaron boquiabiertos y se miraron sorprendidos. Draco estaba como petrificado, pues no había dejado de apuntar a Dumbledore con su varita pero la mano ya no le temblaba.
—Sí, los he visto muchas veces siendo cariñosos por los rincones oscuros del castillo —afirmó Dumbledore, y Draco y Amy se ruborizaron, cada uno a su manera.
—¿Entonces mi misión es cuidar a Draco? —Preguntó Amy.
—Sí... y no —respondió el director—. Has hecho un gran trabajo cuidándolo, Amy, y no esperaba menos de un miembro de la Orden, pero tu misión es mucho más grande de lo que te imaginas.
—Aguarden, ¿Amy era miembro de la Orden? —Preguntó Draco confundido y comenzó a bajar la varita.
En ese momento se escucharon pasos que subían las escaleras atropelladamente, y un grupo de personas vestidas con túnicas negras irrumpió por la puerta de la azotea.
Los refuerzos de Draco habían llegado.
Al parecer, los mortífagos habían ganado la pelea que se libró en la torre y los ojos de Amy volvieron a llenarse de lágrimas. Draco se asustó y volvió a apuntar a Dumbledore con su varita.
—¡Ha acorralado a Dumbledore! —Exclamó uno de los mortífagos—. ¡Lo ha desarmado! ¡Dumbledore está solo! —Chilló eufórico.
—Bien hecho, Draco. Te felicito —dijo Bellatrix mientras caminaba haciendo eco con sus tacones.
—Buenas noches, Bellatrix —dijo Dumbledore amablemente, como si la recibiera en su casa para tomar el té—. Veo que también has traído a Greyback. Qué bien.
—¡No tenemos tiempo para tus bromitas, anciano! —Bramo Bellatrix furibunda—. ¡Hazlo, Draco! ¡Es tu momento!
Draco cerró los ojos y se mordió los labios desde adentro. La mano le volvió a temblar y Amy lo abrazó desde atrás.
—No eres un asesino, Draco —le susurró al oído—. Déjalo ayudarte.
En ese momento, el profesor Dumbledore se desplomó contra la barandilla por lo débil que estaba, y volvieron a escucharse pasos en las escaleras junto con una voz que gritaba:
—¡La puerta está bloqueada! ¡Reducto! ¡Reducto!
Los mortífagos no habían eliminado a la guardia, sino que se las habían arreglado para llegar a lo alto de la torre y levantar una barrera para bloquear la puerta de la azotea. Segundos después, ésta se abrió con una explosión y apareció el profesor Snape con su varita en la mano.
—Severus... —dijo el profesor Dumbledore con tono suplicante, y a Amy y a Harry se les rompió el corazón—. Por favor... Severus...
Snape apuntó a Dumbledore con su varita y conjuró:
—¡Avada Kedavra!
Una luz verde salió de la punta de su varita y golpeó al director en el pecho. Amy soltó un grito de horror que sólo Draco escuchó y rompió a llorar, y Harry gritó en silencio en su escondite mientras Dumbledore se precipitaba lentamente sobre la barandilla detrás de él, y caía de la torre como un gran muñeco de trapo.
Draco estaba en shock, totalmente paralizado y con una expresión de horror en el rostro. Dumbledore estaba muerto.
—¡Sí! —Chilló Bellatrix eufórica y soltó una horrible y malévola carcajada—. ¡Morsmordre! —Conjuró desde la barandilla y una segunda Marca Tenebrosa apareció en el cielo.
Pero nadie esperaba que una bola de niebla negra apareciera justo allí, en la azotea. Mientras la niebla se disipaba, una figura más o menos humana se dejaba ver. Amy chilló horrorizada al reconocer aquella figura. Era Lord Voldemort y parecía enfadado, y a la vez parecía estar feliz de estar enfadado.
—Me fallaste, Draco —dijo con su horrible voz ronca y siseante.
—¡No! Dumbledore está muerto —se defendió Draco.
—Pero eras tú quien debía matarlo, muchacho. ¡Me fallaste y ahora vas a morir! —Bramó el Señor Tenebroso y lo apuntó con su varita.
—¡No! Tenga piedad de mi, por favor, se lo suplico —suplicó Draco con la voz quebrada y lágrimas de terror rodando por sus mejillas.
Pero Voldemort no tuvo piedad.
—¡Avada Kedavra! —Conjuró y un rayo de luz verde salió de la punta de su varita.
—¡Noooooo! —Chilló Amy y su agudo grito hizo eco en toda la torre, causando que los presentes dieran un respingo.
Todos la habían escuchado.
Amy se convirtió en una bola de luz blanca que se atravesó en el camino del rayo de luz verde y, como en cámara lenta, ambos impactaron en el pecho de Draco y su cuerpo inerte cayó de espaldas en el suelo, como otro gran muñeco de trapo.
😱😱😱
A que nadie esperaba esto, ¿eh?
¿Qué opinan de las revelaciones de este capítulo?
Voldy mató a nuestro Draco, señoras y señores 😱
¿O será una pesadilla?
Comenten sus teorías de conspiración y no olviden dejarme sus opiniones y sugerencias en los comentarios.
¡Nos leemos el próximo miércoles!
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