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Capítulo IV

—¡Oh, por Merlín! ¡Puedes verme, peludito! —Dijo Amy con alegría, arrodillándose a la altura de Fang y comenzó a acariciar su enorme cabeza, aunque el perro no podía sentir sus caricias—. Cuánto tiempo sin verte, ¿eh? Mira cómo has crecido.

Fang seguía meneando el rabo y dando saltitos, y los demás seguían sin entender por qué lo hacía. Entonces Draco carraspeó y Amy se puso de pie.

—Anda Fang, ve con Hagrid —dijo ella y el enorme perro le hizo caso, sentándose al lado del semigigante.

—Te ves triste, Hagrid —añadió Hermione.

—Es que a Norbert lo enviaron a una colonia de dragones en Rumania —respondió él. Norbert era el nombre que le había puesto al dragón bebé.

—¡Anímate Hagrid! Norbert convivirá con otros dragones —afirmó Ron.

—¿Y qué tal si no le gusta el lugar? Es sólo un bebé.

—¡Bah! —Filch rodó los ojos—. ¡Deja de lloriquear y compórtate como se debe, Hagrid! —Espetó.

—Bien, esta noche me acompañarán al Bosque Prohibido —repuso Hagrid.

—¿Qué? ¿Está loco? —Preguntó Amy—. Tiene que ser una broma.

—¿Es una broma, cierto? —Preguntó Draco—. Los estudiantes tienen prohibido ir allí. Además hay... ¡hombres lobo!

—No sólo hay hombres lobo allí, muchacho, te lo puedo asegurar —respondió Filch y Draco tragó saliva—. ¿Ir al Bosque Prohibido? Antes los colgaban de los pulgares. Cómo extraño esos gritos —murmuró el celador mientras regresaba al castillo.

—De acuerdo, nos dividiremos en dos —advirtió Hagrid—. Hermione y Ron, ustedes vendrán conmigo, y tú, Harry, irás con Malfoy.

Draco hizo una mueca de desagrado y espetó:

—¡Ajá! Entonces llevaré a Fang.

—Como quieras —asintió Hagrid—, pero debo advertirte que es un maldito cobarde.

Fang ahogó un gemido y Amy frunció el ceño. Se arrodilló a su altura y, acariciándole la cabeza, le dijo:

—No lo escuches, Fang. Es un grosero.

—Bien, síganme —dijo Hagrid y todos se adentraron en el bosque.

—¿Y qué se supone que haremos? —Preguntó Draco.

—Estamos buscando a una criatura que ha estado atacando unicornios —respondió Hagrid—. Esperen.

Hagrid se agachó frente a un líquido espeso y plateado, tomó un poco entre sus dedos y comenzó a sentir su textura.

—¿Qué es eso, Hagrid? —Preguntó Harry.

—Es sangre de unicornio —respondió el semigigante—. Encontré uno muerto hace unos días, y parece que algo hirió gravemente a este.

Amy jadeó y se cubrió la boca con las manos, y sacudió la cabeza, negándose a creer lo que acababa de escuchar. Draco la miró con tristeza, pues sabía cuánto amaba a los unicornios, pero no había nada que pudiera hacer. Al menos no allí. No delante de todos.

—Es hora de dividirnos. Tenemos que encontrar a ese unicornio —repuso Hagrid.

Hagrid, Ron y Hermione se adentraron más en el bosque, y Amy continuó avanzando en dirección contraria junto a Draco, Harry y Fang, y el pequeño Malfoy comenzó a despotricar:

—¡Mi padre se enterará de esto! ¡Nos tratan como sirvientes!

—¡Cálmate, Draco! —Exclamó Amy.

—Si no te conociera, Malfoy, diría que tienes miedo —respondió Harry.

—¡No tengo miedo, Potter!

En ese momento se escuchó un aullido y Amy jadeó de susto y se apegó más a Draco.

—¿Oíste eso? —Draco y Amy preguntaron al unísono. Estaban asustados pero siguieron avanzando.

—Miedo yo, cómo no —murmuró Draco, fingiendo que no tenía miedo.

Los cuatro se detuvieron en un punto donde Fang comenzó a gruñir.

—¿Qué sucede, Fang? —Preguntó Harry y Fang comenzó a gruñir más fuerte.

Amy soltó un agudo chillido que le puso los nervios de punta a Draco, y rompió a llorar. Había un unicornio muerto en el suelo y algo o alguien envuelto en una harapienta túnica negra bebía su sangre.

Fang lanzó un fuerte aullido y aquel siniestro ser miró a los niños. Tenía colmillos y ojos rojos como las llamas del infierno, y su boca estaba embarrada con la sangre del unicornio.

Harry jadeó de dolor y comenzó a sobarse la cicatriz, pues había comenzado a dolerle. Draco gritó de susto y huyó, corriendo tan rápido como pudo.

—¡Ayúdenme! ¡Sálvenme! —Chillaba el pequeño Malfoy mientras corría a buscar ayuda, y Fang ladraba y corría tras él.

Amy se quedó paralizada, sin poder hacer nada mientras veía cómo aquel ser intentaba atacar a Harry. Entonces entró en una especie de trance en el que se escuchó a sí misma lanzando un horrible y agudo grito que parecía sacado de una película de terror.

La muchacha cayó de rodillas y las lágrimas no paraban de rodar por sus mejillas. Fang lloraba sentado a su lado, Draco la miraba con tristeza sin poder acercarse a ella, Harry estaba tirado en el suelo, Ron y Hermione asomaban la cabeza escondidos detrás de Hagrid, e incluso había alguien más: Firenze el centauro.

"¿Pero qué acaba de pasar?", Amy se preguntó a sí misma.

Aquel trance no sólo la había aislado completamente de lo que pasaba a su alrededor, sino también del tiempo y el espacio.

Harry se había caído al suelo al intentar esquivar el ataque de aquel siniestro ser. Afortunadamente, Firenze estaba cerca y advirtió el peligro, entonces salvó a Harry atacando a ese individuo, quien huyó rápidamente. Draco había vuelto con ayuda, y Fang se había puesto a llorar al ver llorando a Amy.

—Hola Firenze. Veo que ya conoces a Potter —dijo Hagrid.

—Le explicaba a Harry Potter que beber sangre de unicornio te da una vida maldita —respondió el centauro.

Amy se acercó al unicornio muerto y, arrodillándose a su lado, comenzó a acariciarle la crin de su cuello sin dejar de llorar.

—Ya estás a salvo, Harry Potter. Tus amigos están aquí. Es hora de que me vaya —añadió Firenze y se fue.

—También es hora de irnos, niños. Regresemos al castillo —dictaminó Hagrid y todos regresaron al castillo.

Todos menos Amy.



Más tarde, Draco estaba intranquilo en su dormitorio, pues Amy aún no había regresado, así que escapó del castillo nuevamente y fue a buscarla al Bosque Prohibido, determinado a no regresar sin ella.

Cuando la encontró, Amy no se había movido de aquel lugar. Seguía llorando mientras acariciaba la crin del unicornio muerto.

—¿Amy? —Dijo Draco mientras caminaba lentamente hacia ella. Amy jadeó de susto y lo miró.

—¿Draco? ¿Qué haces aquí? Es muy peligroso.

—Lo sé, pero estaba preocupado por ti, Amy. No voy a regresar si no vienes conmigo.

Amy asintió y una sonrisa triste se dibujó en su rostro, entonces Draco comenzó a acariciar su cabello con ternura, aunque su mano sólo lo atravesaba.

—Lo siento mucho, Amy —dijo Draco son tristeza e inclinó su mano hacia ella.

Amy se limpió las lágrimas y la tomó, para luego ponerse de pie. Aunque ninguno podía sentir el agarre, regresaron al castillo en silencio tomados de la mano, o algo así.

—¿Quién podría hacerle algo tan horrible a una criatura tan pura e inocente? —Preguntó Amy, rompiendo el silencio cuando Draco ya estaba acostado en su cama—. Beber sangre de unicornio te extiende la vida aunque estés agonizando, pero a un precio muy alto. Apenas tus labios tocan la sangre, tienes una larga vida y una maldición.

Aquellos ojos rojos nunca los olvidaría, pues ya los había visto antes. Eran los ojos del ser más cruel y despiadado del Mundo Mágico: Voldemort. Pero se negaba a creer que el Señor Tenebroso estaba intentando volver.

—¿No se te ocurre nadie? —Preguntó Draco.

—No, Draco. Eso es imposible —Amy negó con la cabeza—. ¡Él no está intentando volver! —Exclamó con nerviosismo—. Lo siento. No quise...

—Lo sé —respondió Draco con serenidad—. Sé cuánto te duele lo que pasó, Amy, porque sé cuánto amas a los unicornios. Yo... te compraré uno.

—Los unicornios no pueden comprarse, Draco.

—¿Ah no? Entonces... regresaré al Bosque Prohibido y traeré uno para ti.

Una hermosa sonrisa floreció en el rostro de Amy al escuchar esa respuesta.

—No tienes que hacerlo, Draco. Pero el hecho de que lo harías me hace muy feliz. Sí que sabes cómo hacer que una chica se sienta especial y amada —le dijo con dulzura y Draco sintió que sus mejillas comenzaban a arder—. Cuando tengas novia, apuesto a que será la chica más afortunada del mundo.

—Eso no va a pasar hasta dentro de diez años luz, ¿sabes?

Draco y Amy comenzaron a reír, y él apagó la luz.

—Buenas noches, Amy.

—Buenas noches, Draco.

Draco se durmió y a Amy le llegó a la mente un recuerdo de cuando él era bebé:

El bebé Draco de ocho meses bebía leche de su biberón sentado en su cuna mientras Narcissa ordenaba sus juguetes.

Amy se aferró a la baranda de la cuna y le sonrió.

—Hola bebé —le dijo con dulzura.

Draco le devolvió la sonrisa y estiró su manito, tratando de alcanzar la de ella. Amy intentó juntar la palma de su mano con la de Draco, pero su pequeña manito sólo atravesó la de ella. Entonces Draco soltó una risita picarona.

—¿Qué sucede, pequeñín? —Preguntó Narcissa, acerándose a la cuna.

—Da —balbuceó el pequeñito, señalando a Amy.

—Yo no veo nada allí.

El bebé volteó a ver a Amy y ella le guiñó un ojo. Entonces él sonrió y balbuceó algo que ninguna de las dos entendió, y soltó otra risita picarona antes de continuar bebiendo su leche, con sus grandes y hermosos ojos grises fijos en Amy.

—No entendí nada de lo que dijiste, cariño, pero sea lo que sea, parece que te hace muy feliz —añadió Narcissa y continuó ordenando los juguetes.

Para Narcissa sólo fueron adorables balbuceos, pero para Amy fue la forma más dulce y hermosa de decir "te quiero"...

Draco estaba profundamente dormido y Amy velaba su sueño.

—Dulces sueños, mi ángel.




A pesar de que Draco es grosero a veces, Amy le importa mucho, ¿eh? ❤️

¿No es adorable Draco bebito? 😍

¿Ustedes qué creen que dijo con sus balbuceos?

¿Qué opinan acerca del pequeño trance de Amy? 😱

No olviden dejarme sus opiniones y sugerencias en los comentarios x

¡Nos leemos el próximo miércoles!


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