Fondo...
Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego de por vida.
Eso digo siempre, pero este sujeto está a punto de darle otro significado.
— ¡Dije que te quedarás donde estás!— gritó desesperado.
Ese hombre, no estaba loco, apuntaba un arma muy bien, pero el pánico que era leve en su vida lo estaba jodiendo.
— Llama a la CIA, diles que estaremos en el edificio X a las 3— ordenó a mi madre.
Mi madre y mi padre están con las altas de matarlo, ellos no dudan en eliminar a alguien, por algo son agentes élites. Sin embargo yo, fui quién trajo a este sujeto a casa y que no tiene ni putas ideas de cómo ayudar estando atado y medio drogado.
Eran las 2:50 pm según el reloj de mi casa. El hombre buscó el auto de mi padre y lo metió al garaje, donde nos sacó y ya estábamos de camino al lugar que él había decidido.
No entienden ni madres, ¿cierto?
Bien... les explicaré.
Hace una semana, agosto 4. La CIA ordenó un ataque a la casa de los Verse, la misión: Matar al líder de la familia... quién es, era, el padre de este sujeto.
La parte de mis padres era distraer a la mujer del señor y los 3 hijos... la mía, atacar desde la sombra. Horas luego de que el sol cayera y faltando 3 para el amanecer, el objetivo exhausto de tanta pachanga fue a su cuarto con el deseo de dormir.
Estaba borracho, había tenido sexo con 5 mujeres prostitutas distintas, golpeó a 3 de ellas, desgraciado. Uno más del montón...
Apenas entrara y cerrara la puerta, mi señal de cargar el arma fue dictada. Rígidamente, entre la oscuridad de la habitación, sigilé mis pasos hasta dar con el cuello del hombre y fui subiendo hasta buscar el punto letal; "últimas palabras", no fui cruel. Acabé con todo apenas la boca de mi fría arma tocó su cálida cien.
Tomé el casquillo –Malditamente caliente por cierto- y me largué a correr apenas el humo de la calibre se deshiciera en el aire y el cuerpo hiciera ruido sordo al desvanecerse contra el suelo.
Fuimos limpios y el caos en la casa fue nuestra entrada a la celebración de un líder de la mafia menos...
Todo fue común y corriente, igual que en las misiones y recados pasados...
Pero este imbécil logró atraparme al salir de la escuela hasta mi casa. ¿Qué cómo? Sabrá este hijo del diablo.
No suelta el arma y esposó a mis padres. Estamos en azotea del edificio, 22 pisos hacia abajo y al infierno. Las sirenas de las ambulancias y las patrullas hacen un coro débil hasta aquí arriba. Se escuchan casi como si ya estuviese en otro mundo.
Mi mamá lleva los ojos llorosos y furiosos, mi padre no baja la guardia ante nada. Y ya puedo moverme mejor, y el filo de esta cosa chatarrosa me va a sacar de aquí.
Solté la cuerda de mis manos, alivio de que no ató mis pies, puedo ponerme de pie y quitarle el arma, eso, o fallar y que al menos me mate a mí... yo maté a su padre y estoy claro en sistema de que este tipo viene por el mío.
Recordando un poco como mi madre fue golpeada y mi padre apuntado, tomé valor para levantarme y joderle un poco la paciencia, algo divertido en los criminales improvisados, es que odian perder el control de sus rehenes.
Mamá mírame...
Espero me sigas el plan.
Comencé a toser de forma exagerada, se me da mal el teatro... lo admito, pero se lo está tragando.
— ¿Por qué el mocoso tose?— miró a mi mamá, furioso y desesperado.
Mamá seguía manteniendo su papel de ama de casa indefensa. Este prejuicioso criminal novato subestima el poder de una mujer, ni mi papá puede contar las cabezas que esa mujer ha hecho rodar...
— ¿Qué por qué tose joder!— desesperó.
— Es asmático, hace una hora que debía nebulizarse— lloriqueó perfecta.
Grandiosa madre.
— ¡Llévalo abajo, déjalo cerca de ascensor, que alguien lo vea, sálvalo!— rogó ella.
El tipo vaciló un momento y se acercó a mí guardando el arma. Estaba tumbado de lado cuando el estúpido me tomó en brazos, me enderecé y pateé su nariz, cuando bajó la guardia fue una patada tras otra en el estómago, tiré las llaves de las esposas hasta donde mamá y papá. Cuando iba a tomar el arma sacó una pequeña cuchilla e intentó apuñalarme, pero falló rozando mi mejilla. Me apuntó solo a mí una vez tomó de nuevo la 45* (*calibre).
Tenía su mano en su estómago, las ganas de vomitar y el revoltijo que debía sentir debían ser soberanas ganas de matarme. Me estaba acorralando hasta el borde, no estaba vacilando...
Cuando choqué con la orilla del bajo muro, me ordenó que subiera. Me negué sin darle señal de movimiento o respuesta de obediencia y gritó que lo hiciera mientras disparó al aire. La CIA ya estaba detrás de la puerta y al oír el disparo la derribaron apuntando al que estaba a punto de manchar sus manos.
Mi estimado criminal improvisado, si vas a manchar tus manos, no serás bienvenido en el reino de los cielos. Espero tu mamá te lo haya advertido o lo hayas escuchado el domingo en misa junto a tu familia...
— ¡Arriba las manos!— gritó el que sostenía el escudo.
Un punto rojo se iluminó en la cien del sujeto, un francotirador desde la ventada del piso 23 del edificio vecino.
Ya no tenía escapatoria. Será el novato más imbécil de la cárcel, es seguro. Ya lo doy por hecho.
Se subió junto a mí y me sujetó con fuerza mientras la boquilla del arma estaba besando a muerte mi pálido cuello.
Si no hacía nada, probablemente dispararía a uno de mis padres, para que le disparen a él y me vaya derechito al infierno una vez su pesado cuerpo me arrastre al vacío.
No estaba concentrado en mí, estaba concentrado en que el jefe Galvin (no puedo creer que haya venido personalmente su equipo) diera una orden o hiciera un trato con él. Eso jamás iba a pasar...
Me dejó mientras caminaba lentamente hasta donde estaban mis padres, con la cuchilla amenazó a mi padre de cortarlo si alguien disparaba, retó a toda la CIA de matarlo en ese momento cuando hundió la daga completa en el cuello.
Mi piernas comenzaron a flaquear cuando la sangre de mi viejo comenzó a correr.
Sonrió satisfecho y se volvió a acercar a mí.
Necesitábamos a este hombre vivo. Si había alguien que pudiese encontrar a un agente de la CIA, este tipo lo sabía, y debía ser ejecutado rápidamente... un secreto nunca se lleva fielmente a la tumba, la CIA sabe, pero esto era asunto grave de indagar.
Cuando se acercó, tomé la boquilla del arma y la coloqué a un lado de mi cabeza. Cuando disparó a esa distancia la bala esquivó por centímetros mi costado y torturó unos segundos mi oído; giré el arma y disparé: un punto rojo se dibujó de forma repentina en su pecho luego de un aturdido sonido.
Pensé que lo había hecho bien, pero apenas tomé el arma, mi mamá corrió hasta donde estábamos el objetivo y yo pensando en lo peor...
En que caería...
Y ¿A qué no adivinan?
Caí...
La cara de terror de esa mujer se dibujó al rojo vivo, como la sangre de mi viejo corriendo por su pecho.
Horrible. Espantoso. Dolido.
Cuando el hombre se desequilibró, en lugar de caer hacia atrás, cayó hacia adelante, haciéndome resbalar por el rocío de la ligera neblina del congelado día y mandándome derechito al infierno.
Galvin echó a correr junto con su equipo: Colton, las Mirlas y mi buen amigo Dashell, faltaba Ray y Hung. Estaban justo detrás de los pasos de mi madre con la esperanza de poder tomarme la mano y salvarnos de esta...
Y no, yo ya llevaba 1 piso abajo cuando pude ver sus rostros asomarse.
La caída, fue rápida. Acepté mi vida en ese instante; crecí en este mundo y moriré en él..., se siente bien morir al lado de lo que has hecho toda tu vida, durante una corta y breve vida: muy, muy... corta...
En fin...
La congelada brisa bajo mi espalda estaba dándome como un sentimiento de emoción, mi ropa ondeaba descontroladamente por el viento, y sentía mi cabello salirse de control también; en este momento todo mi cuerpo gritaba una alerta, mientras yo me concentraba en mi redención.
¿Qué se sentiría morir atrapado bajo las leyes de Isaac Newton? No me interesaba, quería acabar.
Ya había hecho mucho y al menos acabé con el desgraciado ese, gracias a Dios en algún lugar en el cielo al menos no cayó conmigo.
Luego de que la breve espera acabara; las sirenas sonaban más cerca y sobre un gigantesco colchón blanco escuchaba moverse dos personas desde dos direcciones contrarias.
— ¡Jefe!— gritaba... bastardo, mis oídos—. ¡Lo atrapamos, lo tenemos!— Informó.
Su voz, se escuchaba como si hablara de lejos, mis parpados pesaban, sentía mi cuerpo entumecido y mi cerebro de seguro quedó igual o peor que el estómago del muerto infeliz aquel.
Su voz... era Hung Thaí Viet, el asiático del cuartel.
— Pulso lento... Hung, no tiene buen pulso— balbuceó aterrado Ray. Ellos si habían venido, pero estaban aquí abajo en caso de alguna otra catástrofe.
— ¡Necesito una jodida ambulancia!— gritó.
Me dijeron algo, pero ya yo sentía que la muerte estaba riéndose de mí. Ni siquiera un colchón proporcionalmente gigante debía haberme salvado la vida. ¿Diosito, no me quieres arriba?
Sentí con esa pregunta, que era tan miserable, que jugaron ping pon conmigo.
*Diosito: Para arriba no, para abajo.
*Satanás: Para abajo no, para arriba...
Ni siquiera me querían en un bando.
No pude sostener más mi alma. La emoción de la caída la sentía clara en mí, pero no sentía mi cuerpo. Un toque ligero se sintió en alguna parte de mi cuerpo y se colocó frente a mi borrosa mirada.
Sus ojos eran negros como los míos, su cabello amarillo, era rubio... su piel se veía clara también, tenía un lunar...
Esa persona...
Su toque...
Mi vida...
Ayud...
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¿Qué tal el inicio? ¿Te animas a seguir?
¡Saludos!
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