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Capítulo 5

UN PLAN CASI PERFECTO

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Christine

Adler me despertó a las cinco de la mañana, aun no salía el maldito sol. Me quejé mientras me levantaba de la cama, mientras me duchaba y mientras me vestía. Me sorprendió encontrar una bolsa de comida en la cocina, fruncí el ceño y miré a Adler. ¿Había salido antes de despertarme? Porque eso no era comida cualquiera, era de una cafetería, que en realidad me sorprendía el hecho de que hubiera una cafetería abierta a esa hora.

—¿Me dejaste sola?

—Solo fue media hora— acepto con cautela. Lo fulminé con la mirada, pero me senté en él taburete para comenzar a desayunar. Saqué el plato de comida y el vaso de malteada.

Había panqueques, los cuales aún estaban calientes. Les puse miel de maple y un poco de mermelada. Comencé a comer, alcé la mirada y fruncí el ceño al no ver a Adler comer.

—¿Por qué no comes? —le interrogué cubriendo mi boca. Él se recargo en la islita. Aun no olvidaba lo que había pasado anoche y dudaba que él lo haya olvidado.

—Desayune mientras venía, tenía hambre, lo siento— respondió con calma. Asentí sin decir nada, señalé mi plato con la cabeza a modo de ofrecerle. Declino mi oferta y me dejo sola en la cocina diciendo que iba a subir las cosas al auto. No sabía a donde iríamos ahora, bueno sí, se supone qué iríamos a un hangar para buscar la avioneta que Adler menciono. Luego iríamos a Alemania.

Estaba un tanto nerviosa, ya no estaba tan segura de poner en marcha mi plan para escapar, no sabía si iba a tener la fuerza para abandonar a Adler. ¿Qué iba a hacer? ¿En realidad pensaba ir a la embajada? ¿Con algunos locos buscándonos?

Solté un suspiro, pasé mis manos por mi rostro sin saber qué hacer, el hecho de decir algo muy segura y a pocas horas de hacerlo ya no sentirme igual de segura era algo que me caracterizaba.

—¿Pasa algo? —tragué duro al escuchar a Adler detrás de mí. Tome una respiración profunda, guarde los desechables en la bolsa de papel y lo lleve a la basura.

—No— respondí, le di media sonrisa, sentía los latidos de mi corazón golpetear en mí oídos, me obligué a calmar mis latidos, no tenía por qué alterarme. Escudriño mi rostro buscando un rastro de que estaba mintiendo o eso creí ya que los nervios pueden alterar la realidad.

—Okey— murmuró no tan convencido. Salimos de la casa y me apresuré a subir al auto. Él subió unos minutos después.

Comenzó a conducir, ambos íbamos en silencio, voltee a verlo recordando la herida en su abdomen.

—¿Cómo está tu abdomen? —pregunte con curiosidad. Él día estaba nublado, llevaba una sudadera azul marino y un pans del mismo tono, nunca me acostumbraría a verlo vestir de esa forma o mirarlo despeinado como en estos momentos, lucía más relajado menos serio y amargado que cuando se peinaba, aun así, se veía muy guapo cuando se vestía formal o elegante y se peinaba a la perfección.

—Está bien, no ha sangrado mucho— inevitablemente un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar lo que había respondido ayer cuando le pregunte que cuando aprendió a suturar heridas.

Me recordé que no sabía nada de su pasado a excepción de que su madre estaba muerta y ni siquiera sabía si eso fue una mentira o si fue la verdad, seguro su madre también era una agente en la EISS y por esa razón él había aprendido a suturar tan joven.

—¿Quieres que conduzca? —le pregunte recordando que ayer le dolía el abdomen de solo estar sentado y dudaba demasiado que ese tipo de dolor se fuera en unas horas.

—Estoy bien— comentó con calma, entrecerré los ojos, seguro eso era una mentira.

—Unos cortes de ese tamaño no dejan de doler en diez horas— le dije de forma acusadora.

—Chris, estoy bien, no pasa nada—

Nuevamente rodé los ojos, maldito cinismo.

—¿Podrías dejar de hacerte el fuerte una hora? Por lo menos— agregue eso último cruzándome de brazos. Redujo la velocidad, la calle estaba vacía ya que esa casa estaba alejada de la civilización.

—Chris...

—Chris nada, déjame conducir y descansa un rato, sino los puntos se abrirán y empezaras a sangrar— lo interrumpí. Soltó un suspiro, detuvo el auto totalmente, me quite el cinturón de seguridad y ambos salimos del auto para cambiar de lugar. Rodee el auto y subí al asiento del copiloto, me coloque el cinturón y recorrí el asiento hacía delante para estar más cerca del volante.

—¿Feliz? —interrogó mientras encendía el auto, asentí con una leve sonrisa, de reojo observé como reclinaba el asiento para descansar.

—¿Cuántas horas has dormido?

Curiosee comenzando a conducir, no sabía cuántas horas había dormido estos días, pero seguro eran pocas ya que sus ojeras se hacían notar demasiado gracias al tono de su piel. No era muy normal que durmiera, sabía que sufre de insomnio, él cree que no lo noto, pero muchas noches he sentido como se levanta de la cama para ir a la biblioteca o bajar a la cocina, cree que no me doy cuenta, pero tengo el sueño ligero, bueno, depende mi cansancio, puedo dormir diez horas seguidas con mi música favorita reventando mis oídos, pero no puedo dormir bien si hay ruidos molestos de los vecinos.

Además, algunas veces me he levantado de la cama después de que él sale de la habitación para ver a donde va, claro, no hago ruido para que no se dé cuenta, pero lo he visto leyendo o bebiendo vino o té.

—¿Anoche? Dos horas— fruncí el ceño. No sabía cómo es que seguía en pie, yo no podría tener buen humor al dormir solo dos horas, no sé cómo lo hacía.

—Dios, ¿Has pensado tomar algo para dormir? Sueles dormir poco, pero eso es exagerado—solté de repente. Adler nunca me había hablado de sus problemas de insomnio, pero era fácil de deducir al tener un aproximado de horas que duerme a la semana.

—¿Cómo sabes que duermo poco?

Interrogó. Me encogí de hombros restándole importancia.

—Dormimos juntos. Algunas veces despierto en la madrugada y pues tu no estas y te he visto en la cocina— respondí con tranquilidad, como si fuera de lo más normal, esperaba que si fuera normal darte cuenta de esas cosas.

—No lo he intentado—confeso—Y no puedo mezclar medicamentos, sería un coctel de fármacos— fruncí el ceño confundida ante las palabras.

Esperen, ¿me perdí de algo? ¿desde cuándo consume medicamentos? ¿Por qué consume medicamentos?

—Espera, espera, espera ¿de qué medicamentos hablas? —le cuestione confusa. Adler soltó un suspiro cansado, en algunos momentos parecía no querer hablar de ciertas cosas o parecían costarle.

—Son pastillas— claro que son pastillas. Guardo silenció un momento, de reojo observe como movía los dedos de su mano derecha sobre su rodilla, como si tecleara —Es medicación para él TEPT—confeso en voz baja, como si fuera algo de lo que no le gustara hablar.

En cambio, yo estaba sorprendida, era algo que no sabía y que ni siquiera había notado. Según yo el estrés post traumático era generado por situaciones traumáticas, ¿entonces eso quería decir que... Adler sufrió algo traumático a lo largo de los años? Mi mente nuevamente saco a flote la edad a la que aprendió a suturar, la loca idea de que su madre fuera una agente y por esa razón él hubiera aprendido a suturar se esfumo tan rápido como llegó.

—¿Tú...? ¿Fue en SAS o en EISS? —pregunte en voz baja esperando que dijera que fue en alguno de esos lugares.

—No— tragué duro, ya no era capaz de seguir preguntando sobre eso y no sabía si lo incomodaba o lo molestaba. Mi cabeza comenzó a cuestionarse sobre él, sobre lo que pudo haber pasado para que le generara ese trauma y así terminara con TEPT. Quise tomar su mano, pero no era perfecta conduciendo y la idea de manejar con una sola mano solo me agradaba cuando Adler era el que conducía.

—No quieres seguir hablando sobre esto, ¿Verdad?

—No—

Asentí levemente y ya no pregunté más. Tuve que morder mi lengua para no hacer más preguntas. Él ya no dijo nada y se acomodó de en asiento volteando hacía la calle en una señal de su incomodidad. Reduje la velocidad y volteé rápidamente para observarlo, tenía la mirada perdida en la nada y creí observar que sus ojos se cristalizaron, pero no estaba segura si había visto bien o si fue solo un reflejo.

Creo que ese fue el momento más vulnerable en él que lo había visto, nunca creí llegar a verlo de esa forma y no me gustaba, no era la forma en la que quería verlo vulnerable. De esa forma no lucía tan intimidante como normalmente lucía. En realidad, lucía roto, lucía como una persona común y corriente, no como un tempano de hielo.

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Estuve conduciendo durante casi tres horas. Adler me guio durante casi todo el trayecto. Ninguno hablo más, no quería seguir molestándolo y él parecía no querer entablar conversación. Otra media hora después llegamos a un hangar, estaba alejado de la ciudad, solo había pastizales y muchos árboles, en realidad el hangar parecía abandonado.

Adler se bajó del auto cuando las puertas nos impidieron la entrada, estas estaban cerradas. No logre ver lo que hizo Adler ya que su cuerpo me lo impedía, pero finalmente vi como empujo las puertas hacia adelante para que estas se abrieran, se hizo a un lado dejándome pasar. Conduje el auto hacía adentro, conduje por la pista hasta llegar al hangar donde estacioné el auto justo frente a la puerta del mismo. Tome mi abrigo y saque las llaves antes de bajar del auto.

Me coloque mi abrigo y me abrace a mí misma, el aire frío me hacía temblar, el cielo estaba nublado y él aire alborotaba mi cabello. Adler termino de acercarse, me cuestione si no sentía tanto frío o si iba a tomar su abrigo, ya que esa sudadera no lo abrigaba mucho, en mi caso tenía una bufanda envolviéndome el cuello para que él aire frío no llegara de lleno a mi cuello y pecho.

Antes de que Adler dijera algo me acerqué y lo abrace sin llegar a acercar mi brazo a la herida de su abdomen, murmuró algo, pero no le preste atención, lo había tomado sorprendido, pero finalmente envolvió sus brazos en mis hombros.

—No sé qué fue lo que pasaste— murmuré pegando mi cabeza a su pecho— pero los recuerdos malos no duran para siempre— Adler tomo mi rostro entre sus manos, acaricio mis mejillas con sus pulgares y sus ojos me miraron con cierta tristeza, otra nueva emoción que veía en su mirada.

—Eres increíble— susurró en voz baja sin despegar sus ojos de mí. mi corazón latió pidiendo a gritos salir de mi pecho y entregárselo—¿Cómo es que alguien tan dulce y pura como tú puede sentir empatía por alguien como yo? —susurró sin dejar de acariciarme,

Mi corazón paró durante unos segundos, trague duro al tener su cercanía, creo que esto es mucho más acercamiento de lo que hemos tenido en un año sin tener que aparentar frente a otras personas. Ciertamente Adler no era malo, su trabajo no era lo mejor del mundo, pero él no era malo, al final del día era el hombre con él que compartía parte de mi vida y vivir con él durante cuatro años me hizo aprender a lidiar con él, con su humor el cual cambiaba veinte veces en una semana.

Posiblemente para las personas que no convivían con él era un hombre complicado, malhumorado y amargado, y si lo era, no voy a mentir, pero a veces tenía un humor negro tan gracioso o cuestionable que aun así te hacía reír, había acciones las cuales podías catalogar como amables o cariñosas, tal vez tenía veinte cambios de humor en un minuto, pero era un ser humano que sentía, que intentaba vivir día con día.

Y al que en unas horas iba a abandonar. Tragué duro. Miré sus ojos y me sentí más culpable.

—Tal vez porque no eres lo que crees— murmuré. Adler sonrió levemente, no había felicidad en su mirada, ya ni siquiera había tristeza. Todo esto era contradecirme a mí misma, en un momento le decía que estaba loco de remate y que era un trastornado y al otro le día que era bueno, Dios esto era demasiado confuso, no sabía qué tenía que hacer, si debía dejarlo o si debía quedarme.

Mientras más lo pensaba más complicado se volvía, no podía dejarlo, así como así, él no había hecho eso conmigo y sí, estaba demasiado agradecida con él por no dejarme cuando lo necesite y aunque no sabía si él me necesitaba me gustaba aferrarme a la fantasiosa idea de que me necesitaba en su vida.

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —cuestiono nuevamente, acaricio mis mejillas y no pase desapercibido el cambio en el tema. Nuevamente mi corazón latió muy rápido. Tome una respiración profunda. Sentía que mientras más tiempo pasaba cerca de él más cerca estaba de que el averiguara mis planes.

—Nada— murmuré nuevamente. Me observo durante unos minutos. No parecía convencido. Sus pulgares hacían movimientos circulares sobre mis mejillas los cuales se sentía tan bien y sin duda me gustaba, no podía describir lo que sentía eran mil cosas posiblemente, había mariposas revoloteando en mi estómago, decidí que si seguía haciendo eso no podría alejarme de sus brazos.

—Te conozco lo suficiente para percibir que hay algo que te angustia— comentó en voz baja, su cálido aliento mentolado choco contra mi rostro, mordí el interior de mi mejilla, no dije nada—pero no te obligare a decirme que es lo que tanto te inquieta si no quieres hacerlo. Supongo que tus motivos tendrás.

Acepto finalmente. Asentí brevemente, en realidad si contaba las veces en las que técnicamente me había obligado a decirle lo que me pasaba en realidad eran tres, la primera fue en "la noche de bodas", estaba tan cansada, estresa y triste que casi tuve un ataque de asma por aguantarme todas las cosas que tenía que decir, la segunda fue después de la muerte de papá luego de haberme encerrado en la habitación durante días y la última fue en una discusión que tuvimos hace unos meses después de que varias noches seguidas olvidara que habíamos quedado de cenar juntos y me dejara plantada.

No dije nada más, él se separó de mí rompiendo ese momento, lo cual agradecí ya que sentía que en cualquier momento lograría sacarme la verdad, aunque en el fondo quería seguir cerca de él mientras acariciaba mis mejillas.

—Hay que entrar, está helando aquí afuera— comentó acercándose al auto para sacar las dos mochilas. De una de ellas sacó una pistola, la cual cargo y volteo a verme, yo lo miré como si estuviera loco. ¿Qué pensaba hacer?

—Cúbrete los oídos— pidió. No lo pensé dos veces, cubrí mis oídos y me alejé. Él apunto hacía la cadena que mantenía cerrada la puerta. No lo pensó dos veces, tiro del gatillo y el sonido estruendoso provoco que las aves se levantaran y dejaran sus árboles. La bala quebró la cadena y atravesó la puerta de madera. Adler guardo el arma en la mochila y simplemente desengancho la cadena lanzándola a un lado junto con el candado aun cerrado.

Mi corazón golpeteaba muy rápido. Despegué la palma de mis manos de mis orejas, tomé aire y lo retuve en mis pulmones durante tres segundos y luego solté el aire, repetí esa acción cinco veces más. Finalmente, entre detrás de Adler. El lugar olía a humedad y la única iluminación era la que entraba por los traga luz.

Frente a nosotros había una avioneta, Cessna 172. Lo sabía porque cuando era pequeña tuve una obsesión por los aviones y una vez mis padres me llevaron al museo del aire en Seattle, estudie durante semanas los aviones y mi padre me explico muchas cosas sobre ellos hasta que finalmente termino el encanto y deje de investigar.

—¿Quién va a pilotar? —pregunte acercándome a la avioneta y observando hacía la cabina por la ventanilla. Observe los monitores, los interruptores, los indicadores y los cuernos.  

Me gire para observar a Adler, quien me observo como si le hubiera dicho el peor insulto de su vida, casi ofendido.

—Fui un soldado de SAS, Chris, puedo pilotar una avioneta— respondió con cierto tono ofendido. Rodé los ojos, si me dieran un euro por las veces que he escuchado las siglas SAS en las últimas setenta y dos horas seguro ya tendría cincuenta euros.

—Ya cállate con lo de SAS, ya me quedó claro que tienes mucha experiencia, por algo estas a un paso de la tumba— murmuré eso último girándome para seguir indagando en la avioneta.

En realidad, nunca me cansaba de recordarle que era un abuelo, me gustaba jugar con eso y sabía que le divertía a él también. A pesar de eso la diferencia de edad nunca me ha molestado, tengo bastante claro que él nivel de pensamiento de cada uno era diferente. Él ya había vivido muchos años más que yo, por lo cual era más amargado, más serio y tranquilo —si dejamos de lado su trabajo — en cambio yo, era lo contrario, normalmente soy muy alegre o bueno eso depende de cuantas horas duerma y mi estado de ánimo y todas esas cosas, pero no soy una amargada o no como él.

Me gusta pasear, ir al cine o quedarme en casa para ver películas de terror o ver toda la saga de Crepúsculo, me gusta ir a los eventos tranquilos y familiares o escuchar música muy fuerte.

—Seguramente yo soy él que tiene asma— bromeo y no pude evitar reír, esa era una de las bromas recurrentes entre ambos, ya que es gracioso y eso nació gracias a una fiesta en la playa a la cual tuvimos que asistir, fue por una boda de la prima de mamá así que tuvimos que asistir, ese día tuve que correr detrás del perro de mi tía y así no tirara el pastel, después de eso casi me da un ataque de asma y comencé a respirar como un perro pug y cuando a Adler se le paso la preocupación se burló de eso y no pude evitar burlarme yo misma de eso, porque en efecto, tener asma era ser un perro pug en la vida real.

Y desde ahí cuando le hacía bromas sobre su edad él bromeaba sobre mi asma y ninguno se molestaba por eso.

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Casi dos horas después ya estábamos a nada de despegar, estaba nerviosa. Nunca había estado en una avioneta, Adler intento tranquilizarme diciendo que era como volar en un avión con la diferencia de que iba al frente como copiloto y no como pasajera.

En cierto punto era emocionante y en otro tanto era alarmante. A lo largo de mi vida he escuchado sobre muchos accidentes aéreos y eso me ponía en alerta.

Adler emprendió la marcha, sentí un cosquilleo conforme la avioneta se elevaba, estaba nerviosa y esos nervios me generaban ganas de reír. Observé como el suelo iba quedando cada vez más lejos de nosotros, el cosquilleo no ceso.

—Esto es... raro— murmuré aun sintiendo esa extraña sensación de diversión y nerviosismo. Gire la cabeza para obsérvalo, lucía muy tranquilo. Antes de decir algo estabilizo la avioneta y encendió el piloto automático.

—Es la emoción que siente al hacerlo por primera vez— respondió. Asentí levemente y giré otra vez para ver por la ventanilla. En cuestión de minutos logramos elevarnos tanto. La espesa capa de nubes no me dejaba ver hacía abajo.

Era increíble, ni siquiera las veces que he volado en un avión comercial me sentí tan cerca de las nubes como ahora.

—Es impresionante— susurré otra vez. Nuevamente gire para ver a Adler quien estaba viendo un mapa.

Adler. No terminaba de acostumbrarme a ese nombre, en algunos momentos aun me mordía la lengua cuando le hablaba para no decirle Erik, prefería llamarlo Callen, creo que era más sencillo que me dirigiera a él como Callen ya que era más fácil a que me acostumbrara a llamarlo así, solo le decía Adler en mi mente y algunas pocas veces Erik. Conforme más pasaban las horas y los días mi mente abandonaba su antigua identidad.

Los nervios me abordaron nuevamente al darme cuenta que un poco más de media hora estaríamos en Berlín y necesitaba tomar una decisión.

¿Iba a dejar a Adler?

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Una hora después aterrizamos en un hangar. Bajamos de la avioneta y vi un auto a lo lejos, me sorprendía como es que conseguía los autos o quien era la persona que se los brindaba. Ambos llegamos al auto, ahora yo subí al asiento del copiloto. Adler dejo la mochila en el auto y tomo una caja que había en el asiento del conductor, reconocí al instante que era. Era un teléfono desechable.

—Haré una llamada— comentó. No espero a que respondiera, se recargo en el auto dándome la espalda. Mi corazón latió con fuerza, era ahora o nunca.

Abrí la mochila con cuidado y sin hacer ruido.

—Ya estoy en Alemania— escuche la voz de Adler, no sabía con quien hablaba. Me apresure y tome dos inhaladores —Supongo que llegaré en cuatro horas— busqué mi cartera, la cual había guardado en esa mochila cuando llegamos a la casa de seguridad —Ella va conmigo, sí, yo me haré cargo cuando este seguro de que estará bien— tome mi cartera y cerré la mochila. Guarde los inhaladores en los bolsillos de mi pans y mi cartera en mi abrigo—Okey, en media hora estaré en Berlín. Bien, ahí estaré—

Termino la llamada, intenté calmar mi corazón.

—Veremos a uno de los agentes en Berlín para volar a Hamburgo— comentó cuando estuvo dentro del auto.

—Okey— murmuré mientras me acomodaba en mi asiento. Metí mis manos a mis bolsillos para que no notara el temblor de mis manos. Estaba nerviosa, no sabía qué hacer. Tome aire varias veces.

Adler condujo, mientras más se acercaba el momento el miedo amenazaba con quitarme la poca valentía que me quedaba.

—Tengo hambre— mentí. Mi nerviosismo no me permitía tener hambre más que solo un nudo en mi estómago.

—Nos encontraremos con él en una cafetería. Podemos comer algo allá.

Asentí brevemente.

Paso la hora estimada de camino. Adler entro en un estacionamiento subterráneo. Antes de bajar se encargó de traspasar las cosas a una sola mochila, espere que no notara la ausencia de mis inhaladores. Vi como paso tres pistolas con cartuchos a su mochila, miró con un poco de sorpresa un fajo de euros, no dijo nada y yo menos. Finalmente saco un pequeño botiquín médico.

Levanto su sudadera junto con la playera que llevaba debajo. Observe como retiro la gasa de su abdomen la cual tenía algo de sangre, no creía que eso era algo normal, pero supuse que cuando llegara a la EISS iría a que lo revisaran, que se yo, seguro el no tenerme cerca significaría una carga menos.

—¿Te ayudo? —ofrecí. Negó con la cabeza.

—Tranquila, puedo solo.

Sí, ya sabía y tenía claro que podía solo, pero a nadie le hacía mal la ayuda, pero es un idiota muy "independiente". No le volví a ofrecer ayuda, solo me crucé de brazo mientras observaba como limpiaba la sangre seca, estaba segura de que eso lo había causado el no descansar como debe e ir de allá para acá.

Termino de limpiar su abdomen, puso una nueva gasa y la fijo con la cinta. Luego de eso ambos bajamos del auto. Lo seguí hasta la salida. Cuando llegamos a la superficie Adler me guio hasta una cafetería que estaba a solo unos metros de aquí. No había mucha gente en el establecimiento al que llegamos.

En el momento en el que entramos busque con la mirada los baños. Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho. Con suerte vi un letrero que decía "salida de emergencia" que apuntaba hacía el pasillo de los baños. Terminamos de acercarnos a una mesa que ya estaba ocupada, estaba alejada de las ventanas en un rincón. Había un hombre ahí, lucía muy tranquilo. Era rubio oscuro casi rozando lo castaño y algunos mechones claros, sus ojos eran de un tono azul hielo parecía no tener alma ya que no mostraba ninguna emoción, llevaba un traje azul marino.

—Por fin llegas— comentó el hombre, tenía muy marcado acento español. Adler movió una silla para que yo me sentara, le agradecí con una leve sonrisa, luego él se sentó dejando la mochila en el suelo.

—Es que en esta ciudad no hay mucho tráfico, ¿verdad? — respondió con el sarcasmo tiñendo su voz, quise reír al escucharlo, pero aguanté las ganas de hacerlo. Adler no me presentó al hombre con él que nos habíamos sentado y él tampoco se presentó, así que me imagine que era un agente. ¿Es un requisito no tener emociones y ser amargado?

—Tengo que ir al baño— murmuré levantándome de la silla. Adler me miró y asintió, el otro hombre me miró dudoso, le reste importancia y me apresure a desaparecer por el pasillo, me quedé unos segundos ahí, dudosa. Al final tomé aire y asentí decidida.

—¿Quieres escapar? —ese espeso acento español helo mi sangre. Me gire en su dirección, sus manos estaban dentro de su traje y era tal vez igual de alto que Adler, pero más delgado. Mis nervios se hicieron presente.

—N-no— no sé porque tartamudee, bueno sí, él es intimidante aún más que Adler, este hombre no parecía tener el más mínimo de cuidado, lucía como alguien que puede matarte con un solo movimiento. Letal. Esa era la palabra que lo describía, no lucía amable y mucho menos empático, tal vez estaba juzgándolo mal, pero no quería saberlo.

—¿Entonces? ¿Por qué miras esa puerta como si quisieras salir corriendo?

Por todos los cielos, estaba jodida.

—Yo no...

—No mientas, yo no soy Adler que se deja llevar por unos ojos bonitos, tampoco voy a detenerte o a contarle. No eres mi responsabilidad y no me gustan los líos amorosos ni los problemas que estas ocasionan— me interrumpió. Su voz era fría, tosca e indiferente, ese tipo de voz que te hace preguntarte porque diablos habla contigo porque parece que él cree que el mundo no lo merece.

Exacto, eso era lo que transmitía, narcisismo.

—Entonces, ¿Qué haces aquí? —le cuestione alzando una ceja sin saber de dónde había sacado valentía para hablarle así cuando claramente podría matarme de forma silenciosa en menos de cuarenta segundos.

Se encogió de hombros restándole importancia.

—Solo quería confirmar mi sospecha, ahora anda huye como una cobarde que no te detenga esto— me dio una sonrisa claramente fingida y se giró para irse. Tragué duro. No lo pensé demasiado. Tome una respiración profunda.

Era ahora o nunca.

Empuje la puerta y esta accedió fácilmente. Mi corazón latió con fuerza, pero ignoré eso y comencé a hacer mi técnica de respiración. El aire frio me recibió, cerré la puerta detrás de mí. Trague duro y me obligue a caminar rápidamente.

Esto no se sentía nada bien, me sentí culpable, pero ya no podía dejar de caminar.

Gire en una calle sin siquiera saber dónde estaba. No sabía qué hacer, no sabía que locura había hecho ¿Por qué hui? Ya no estaba tan segura de seguir, pero cuando alcé la cabeza para ver donde estaba no reconocí la calle, ni siquiera supe en qué sentido venía ¿Era de la derecha? No ¿Tal vez de la izquierda?

Mis latidos resonaron en mis oídos, se me seco la boca y mi respiración se trabo. Negué con la cabeza. No, no, estaba sola, no podía dejar que me diera un ataque de asma. Comencé a practicar mi respiración, no iba a llegar a ningún lado si no pensaba con la cabeza fría. Ni siquiera estaba segura si Adler iba a buscarme. Retuve mi respiración por última vez y solté el aire tres segundos después.

Observe a ambos lados. Me dije que no iba a dejar que los nervios se apoderaran de mí, estaba sola en medio de una gran ciudad y tenía que mantener la calma, ya no era una niña de diez años, tenía veintiséis, era una adulta y podía valerme por mi misma, siempre he podido hacerlo que sean circunstancias diferentes no quiere decir que no pueda.

Comencé a caminar hacía la calle de la derecha. Había muchas personas, Alemania era un lugar muy concurrido. No sé durante cuánto tiempo camine, solo sabía que él sol ya estaba por esconderse y que mis pies me dolían de tanto caminar. No sabía dónde estaba, pero alcance a observar un letrero con letras azules que decía "Hotel" así que apresure el paso.

Entre en el lugar, el calor del lugar me hizo relajarme un poco, solo un poco. No era un hotel cinco estrellas, pero no era desagradable no creo que en este lugar hayan asesinado a alguien o no lo sé no iba a ponerme a sobre pensar eso o indagar. Detrás de la recepción había una mujer de tal vez treinta años. No lucía muy amable.

—Buenas noches, ¿Tiene habitaciones disponibles? —salude y pregunte amablemente. Me miro inspeccionándome de arriba abajo. Seguro era raro que llegara sin ni una maleta ni nada.

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Una hora más tarde ya había comprado dos cambios de ropa en una tienda cercana, por suerte la mujer de la recepción me había dicho de una tienda cercana al hotel, ya me había duchado y había pedido algo de comer, aunque en realidad no tenía hambre, mi estómago estaba revuelto. Abrace mis piernas mientras observaba por la ventana, afuera estaba lloviendo y estaba haciendo demasiado frío.

Los golpes a la puerta me sacaron de mi ensoñación. Me levanté de la cama y fui a abrir la puerta. Era mi comida, pagué y agradecí, cerré la puerta con seguro, aun me debatía si llamar a mamá era una buena idea o no. Abrí el plato de comida y lo cerré de inmediato, no tenía nada de apetito. Me sentía mal por haber dejado a Adler, no se sentía correcto, sentía culpa. ¿Me estaría buscando? ¿O le hice un favor en huir? Mordí mi labio inferior y solté un suspiro candado. Tome mi inhalador y me tumbe sobre la cama.

No estaba bien.

Huye como una cobarde.

Esas dos frases resonaron en mi mente.

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EISS, subsede Hamburgo.

Adler

Mi cabeza era todo un lío, sentía que en cualquier momento iba a explotar. No sé qué estaba haciendo aquí cuando podía estar batiendo cada maldito lugar de Berlín.

—Si huyo como una cobarde su razón tuvo ¿no? —cuestiono Shadow recargado en el marco de la oficina, alce la mirada de la computadora y lo mire deseando asesinarlo.

—Cierra la maldita boca antes de que me levante y lo haga yo— le amenace, podríamos ser compañeros de trabajo y hacernos favores de vez en cuando, pero era bastante irritante y estaba seguro que él pensaba lo mismo de mí. Alzo ambas cejas con diversión.

—Por Dios, ya, no son unos niños— se interpuso Elle en mi campo de visión—Nuestra prioridad ahora es encontrar a esa mujer— comentó ella en tono frío y demandante. Había algo raro, Elle no era el tipo de persona que hiciera esto, comúnmente dejaría morir ahí afuera a quien sea solo para no entorpecer su trabajo. Aun así, ignore eso, no me importaba indagar en eso ahora, solo quería encontrar a Christine y ya.

Iba a encontrarla, me importaba un carajo si quería que lo hiciera o no. ¿Era obsesivo? Si ¿Sin duda era algo tóxico? También ¿Me importaba? Ni un poco.

Estaba comenzando a desesperarme, el sistema era demasiado lento para rastrear el maldito chip. Maldije mientras pasaba mis manos por mi cabello. Podría estar en Berlín buscándola y no perdiendo mi tiempo.

—Me largo— murmuré mientras me levantaba de la silla, tomé mi abrigo dispuesto a salir de aquí. Elle se interpuso en mi camino, tuve que bajar un poco la cabeza para observarla. Lucía muy tranquila, aunque irradiaba seriedad.

—No puedes irte, puedo poner a todo mundo a trabajar para que la busquen, pero te necesito en otras cosas— miré a Shadow, quien no lucía convencido de lo que ella decía, pero él era desconfiado de todo mundo.

—Escucha, las cosas son así, Elle, esta no es una de tus misiones, estamos hablando de la vida de mi esposa y soy yo quien va encontrarla

—Como quiere estar cerca de ti— fulmine a Shadow con la mirada.

—Eso es cierto, ¿Cómo estas tan seguro de que querrá venir contigo? —cuestiono Elle cruzándose de brazos. Tome una respiración profunda.

—¿Quién dijo que iba a preguntarle si quería?

Pase por un lado de ella para acercarme a la puerta.

—Shadow— habló ella a mis espaldas. Él como si fuera un perro con su amo se atravesó en mi camino interponiéndome la salida. Alce ambas cejas al ver que impidió mi paso.

—Rhys muévete de mi camino— la amenaza en mi voz era notoria, pero a él no le importaba, le gustaba él caos y aún más cuando él lo provocaba.

—¿O qué? —retó con una media sonrisa. Bien, ya podía agregarme a la gran lista de personas que buscaban asesinarlo y ya eran demasiadas.

—Ya basta— gruño Elle, no grito, pero su voz fue lo suficientemente agresiva para hacernos girar para mirarla. Ambos nos quedamos en silencio. La puerta se abrió llamando nuestra atención y causando que Shadow casi se estampara en mí ya que él estaba recargado en la puerta. Yo me hice a un lado haciendo que este se fuera de frente y casi cayera el suelo. Nos fulmino con la mirada mientras se recomponía y acomodaba su traje como si eso no hubiera pasado.

Observamos al causante de lanzar a Shadow. Era Benjamín, él hijo de Elle y uno de los agentes de inteligencia de la EISS.

—¿Qué pasa Benjamín? —cuestiono Elle esperando una buena respuesta para la abrupta interrupción.

—Creo que hay algo sobre ella— bien eso atrajo toda mi atención.

—¿Cómo que "crees"? —cuestione haciendo comillas con mis dedos.

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Berlín

Christine

Bien, esto definitivamente no estaba bien, no se sentía bien, era de madrugada, ya faltaba poco para que amaneciera. Definitivamente tenía que buscar la forma de regresar o de encontrar a Adler. Pensando con más claridad creo que regresar a Londres no era la mejor idea, ya que si los locos esos que nos buscaban ya conocían mi rostro podrían estar por cualquier lugar, decidí que hoy saldría de este hotel, no quería estar mucho tiempo aquí, ya que él pasar estos últimos días con Adler me hizo volverme un poco más paranoica.

Así que antes de que amaneciera tome la mochila que había comprado, él dinero que había retirado del banco de la cuenta de ahorros que dejo papá a mi nombre y la ropa que había comprado ayer. Guarde todo en la mochila. Siendo sincera me sentía en una película de James Bond donde yo era una de las chicas Bond y no tenía un final tan bonito. Me coloque mi abrigo y al final ajuste la gorra de béisbol sobre mi cabeza.

Díganme loca, pero si a Clark Kent le funcionaron unos simples lentes para ocultar que era Superman a mi podría servirme una simple gorra que con la visera solo lograba cubrir mis ojos. Salí de la habitación del hotel, aun no amanecía, otra de las cosas que aprendí de Adler. Para mi suerte la mujer de la recepción ya estaba ahí. Le entregué la llave y le agradecí. Murmuró un "qué mujer tan más rara" en su idioma que gracias a las clases de idiomas que tome cuando iba en la secundaría logre comprender a la perfección. No le hice caso y salí del hotel. Hacía mucho frío, no sabía que haría, aun buscaba una solución y luego un foco se encendió en mi mente.

Mamá había dejado pasar a Adler a la casa aun después de que le conté lo que había pasado ¿Había posibilidad de que él le hubiera llamado? Tal vez si, tal vez no. Aun así, no perdía nada llamando a mamá para preguntarle, pero si él había llamado o volvería a llamar ¿Dónde se suponía que íbamos a vernos? Yo no conocía Berlín ni un poco. Mire la hora en el reloj que había comprado, si era peligroso tener un teléfono podría tener un reloj de los que parecen de niños pequeños, esos que solo marcan la hora, la correa es de platico y tienen colores bonitos. Eran las cinco y media, si encontraba un lugar en el que vendieran periódicos o alguna tienda o que se yo podría encontrar un mapa lo cual creo que no es tan complicado usar uno.

Casi media hora después había encontrado un maldito mapa, pero era más complicado de usar de lo que creí. Solté un suspiro rendida después de media hora. Doble el mapa y comencé a buscar un teléfono público con la mirada. Encontré uno al final de la calle, sonreí y me acerqué. Deposite unas monedas y llame a mamá.

Respondió al primer tono.

—Mamá— fue lo primero que dije.

—Chrissy por fin llamas ¿Qué ha pasado? —mi corazón retumbo con alegría contra mi pecho al escucharla, pero me apresure a interrumpirla.

—Una tontería que no debí hacer, ¿Callen te ha llamado o se ha comunicado? — cuestioné con curiosidad. Respire varias veces.

—Claro que sí, me llamo una hora después de que desaparecieras—una llama de esperanza se encendió en mi interior tanto que quise llorar.

—Necesito que me hagas un favor, yo... —no creí que iba a decir esto, pero no me importaba mi dignidad, quería regresar—Necesito que si llama le digas que estoy bien y que... en realidad no sé cómo encontrarlo—

—¿Quieres regresar con él? —cuestiono mamá un tanto confundida y sorprendida. Sentí, aunque no pudiera verme.

—Si— confirme. Otro foco se encendió en mi mente—El departamento en Ginebra ¿Aun es tuyo? —pregunte curiosa. Nunca había ido a ese departamento siempre había escuchado de él en las conversaciones de mis padres, lo poco que sabía es que un tiempo vivieron ahí antes de que naciera.

—Sí, tu padre lo dejo a tu nombre—

Grandioso. Todo esto comenzaba a hacerme sentir mejor, él hecho de idear una manera de que pudiera encontrarme con Adler me hacía sentir mejor, además, Alemania no me hacía sentir muy segura.

—Necesito la dirección y... yo veré como entro y si él vuelve a llamar dile que donde lo estaré esperando por favor—

—Bien, anota la dirección— dijo y tomé el plumón que había comprado junto con el mapa y en mi brazo escribí la dirección que me dicto—Yo se lo dire si vuelve a llamar y Chrissy, cuídate demasiado por favor, llámame cuando llegues a Ginebra—

—Si mamá, gracias, te amo— murmuré mirando el suelo.

—Te amo Chrissy— murmuró y no di más tiempo, colgué el teléfono. Tome una respiración profunda.

Comencé a caminar y nuevamente tome el mapa, tome una respiración profunda. Podía hacerlo, no era tan difícil. Gire el mapa repetidas veces y busque algún señalamiento con él nombre de la calle. Finalmente descubrí donde estaba y me di cuenta que estaba cercas de una línea del metro, la cual según el mapa podía llevarme hasta una estación de tren.

Seguramente era raro ver a alguien usando un mapa hoy en día, pero para ser sinceros, prefería eso antes que ponerme en riesgo por mi propia estupidez. Si definitivamente Adler me contagio su paranoia.

Camine unas cuantas calles, solo dos para ser exactos. Ya había amanecido, las personas iban y venían a sus trabajos había demasiadas personas en este lugar, demasiadas para ser exactas.

Entre en la línea del metro, esta era subterránea. Había personas, no tantas como en la superficie, pero ya comenzaba a haber mucho movimiento. Compre mi billete y fui a esperar a que el metro llegara a la estación. No podía evitar sentirme nerviosa, pero había algo que me reconfortaba.

Veinte minutos más tarde el metro por fin llegó. Me apresure a adentrarme en la cabina. Me senté en un asiento individual. Unos pocos minutos más tarde empezó el recorrido. Según la mujer que me vendió el billete dijo que me dejaría en la estación más cercana a la estación de trenes los cuales van hasta Ginebra.

Para mi sorpresa la cabina se llenó en la segunda estación en la que se detuvo. Solo faltaba una estación más. Pasaron los minutos y anunciaron que estábamos a menos de cinco minutos de llegar. Alce la mirada hacía el vagón de enfrente, aquel iba más vacío y me pregunte porque si aquel iba casi vacío todas las personas estaban aquí como sardinas de lata.

Un hombre y una mujer atrajeron mi atención. Parecían venir del otro vagón, parecía que buscaban algo. Su mirada recayó en mi vagón. Mi corazón se aceleró. Algo no estaba bien y seguro tenía que ver con ellos.

La mirada de la mujer se encontró con la mía, ella sonrió al verme, no fue una sonrisa amable, todo lo contrario, fue retorcida. Se giró un poco hacía su compañero, su chaquea se alzó y logre ver la empuñadura de un arma. Trague duro.

No espere a que se girara. Me levante de mi lugar y pase entre las personas para llegar al vagón de enseguida. Entre en este y el corazón parecía que se me iba a salir, saqué mi inhalador y le di unos pufs. Vi como las puertas del vagón del que había salido se abrían. Me abrí paso entre las personas otra vez y llegué al próximo vagón. El metro se detuvo y la puerta de salida se abrió. Me apresure a salir.

Me quite la gorra y la tire en el primer contenedor de basura que vi. Vi como un grupo de personas se dirigía hacia el elevado y no dude en acercarme a ellos y caminar a su lado para que sus alturas me cubrieran. Entre con ellos al elevador. Rápidamente me quite el abrigo y lo guarde en mi mochila, me quite la sudadera quedándome con una blusa de manga larga, las personas me miraban en algunos momentos como si fuera un bicho raro. Ate mi cabello en un moño y tome una chamarra más abrigadora que había comprado anoche y me la puse. Al final tomé mi bufanda y la extendí, cubrí mi cabello y envolví mi cuello de tal manera que parecía que usaba un hijab. Miré al hombre a mi lado él cual llevaba un abrigo color negro bastante grande y unas gafas de sol.

—Le doy cien euros por su abrigo y las gafas— murmuré. Él me miro como si tuviera cuatro cabezas—Doscientos— su rostro cambió. Aceptó y rodé los ojos, maldita gente. Le di los doscientos euros y él me dio él abrigo y las gafas. Me coloqué las gafas las cuales cubrían mis ojos ya que eran muy oscuros, me puse el abrigo el cual me quedaba bastante grande, pero cubría la mochila que llevaba en la espalda y rozaba mis talones.

De algo habían servido las películas de acción.

Las puertas del elevador se abrieron. Salí junto al grupo de personas mientras buscaba disimuladamente con la mirada a la mujer del vagón. La vi a unos cuantos metros discutiendo con él hombre. Me apresure a caminar más rápido para que él hombre a mi lado me cubriera con su cuerpo. Cuando logre estar fuera de la estación de tren camine apresuradamente. Camine dos calles y llegué a la estación de tren, mire a todos lados para asegurarme de que nadie me seguía y parecía que no.

Me acerque a la ventanilla.

—Buenos días, quiero un billete a Ginebra— pedí amablemente. La mujer me miró y asintió.

—Bien, ¿a qué nombre pongo el billete?

Abrí la boca para hablar, pero la cerré inmediatamente al verla lista para teclear en su computadora. ¿Y si esas personas sabían mi nombre? ¿Y si venían a buscarme? Por unos cuantos euros esa mujer podía decir cualquier cosa ¿O si podían hackear cualquier sistema?

—Celina Datson— tecleo en su computadora, me indico mi asiento y también me dijo que estaba a punto de salir el tren. Me apresuré y casi corrí para adentrarme y buscar mi lugar. Me quite el abrigo y la mochila, cuando me quite la mochila me volví a colocar el abrigo. Hice un poco hacia delante la bufanda para que cubriera un poco más mi rostro.

El miedo corría por mis venas sin control, tuve que darle unos cuantos muchos pufs a mi inhalador para poder calmarme. Iba a ser un viaje muy largo así que esperaba no tener ningun contratiempo.

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EISS, subsede Hamburgo.

Adler

Lance mi arma contra el escritorio de Benjamín, este entre sorprendido y asustado por el estruendo que cause levanto la mirada para observarme. Ese maldito me había hecho desperdiciar más de doce horas en una búsqueda que no dio nada de resultados y comenzaba a colmar mi paciencia.

—No sé si fui claro— hablé mientras sentía la mirada de Elle, Shadow y otros ojos curiosos observar lo que estaba pasando —Esa mujer a la que estas intentando rastrear es mi esposa, si a esa mujer le pasa algo no me importa quién sea el causante tú serás uno de los que pagara las consecuencias— comente con severidad, ni siquiera medí el tono amenazante con el que salió, él no hizo movimiento alguno.

—La señal es muy incierta, hay momentos en los que está falla y pierdo la señal por completo, como ahora no hay nada, desapareció de la faz.

—Parece que ella es la nueva Ghost— inmediatamente me gire hacía Shadow. Me acerque a él.

—Vuelve a abrir la puta boca para hacer tus chistecitos y será lo último que hagas—  lo amenace. No mostro ningún signo de que mis palabras le hayan afectado, no me importaba, Shadow comenzaba a colmar mi paciencia y si volvía a hablar iba a meterla una bala por la boca, aunque él es difícil de matar, bien dicen que hierba mala nunca muere.

—¿Puedes dejar de comportarte como un loco? —cuestiono Elle.

Me gire hacía ella, estaba seria, parecía cansada y no me interesaba si se estaban muriendo de cansancio iba a poner la maldita SISA de cabeza si no encontraba a Christine en las próximas horas. No sabía nada de ella, no sabía si estaba bien, si había tenido un ataque de asma o si estaba vagando por ahí y conforme más tiempo que pasaba sin saber de ella sentía que iba cayendo a la locura.

—No hasta que encuentre a mi esposa. Quieres que mate a Ozkard quiero a todo mundo buscándola y hasta que no esté seguro de que ella está bien o fuera de cualquier peligro no haré lo que necesitas.

Ella tensó la mandíbula claramente molesta, pero no me importaba, ella deseaba que hiciera el puto trabajo, pues yo quería a Christine, me valía mierda si tenían que poner al maldito mundo de cabeza.

Creo que nunca me había sentido tan preocupado por alguien, pero Chris por Dios iba a poner el mundo de cabeza por ella y no iba a dejar que le pasara nada malo, iba bajar al mismo infierno si es que era necesario.

—Sabes que hay muchos agentes buscándola.

—Cinco no bastan y sabes que cinco son demasiados para ti, no eres capaz de mandar a todo un jodido equipo porque no te interesa, solo quieres que haga el maldito trabajo y ¿Sabes? Da igual, la encontrare yo solo— comenté y me giré. Fui a la habitación en la que había dejado mis cosas.

Las subsedes normalmente contaban con un complejo de habitaciones para algunos de los agentes que necesitaban quedarse si venían de otras agencias.

No sé cómo, pero iba a encontrar a Christine, aunque no sabía por dónde comenzar, pero el primer paso sería salir de aquí. Los golpes a mi puerta me hicieron voltear hasta la puerta. Me acerqué hasta ella y la abrí.

Shadow entro sin decir nada e hizo una seña con la cabeza para que cerrara la puerta.

Hay algo mal aquí— comenzó a hablar en español. Abrió su mochila—No sé si es mi percepción, pero llevan unas semanas pasando cosas raras, no sé si estoy terminando de volverme loco, seguro que sí, pero ten, necesitarás esto— fruncí el ceño confundido por sus palabras. Él es alguien muy observador, aun así, no lo sé él también es extremadamente paranoico.

Sacó una laptop y unas llaves.

Nadie puede rastrear esta laptop, te lo aseguro yo mismo me encargue de eso—muy pocas personas sabían que él era un genio con la tecnología ya que según él era una de sus "cualidades" ocultas y el hecho de que no quería ser considerado como un nerd tecnológico también hacía que casi nadie conociera eso—Una de estas llaves es de un auto que está en el estacionamiento, conoces las placas y también están las llaves de una casa en España por si las dudas, toda la información que necesitas está en la laptop, me comunicaré cuando pueda— termino de hablar. No estaba nervioso, ni siquiera demostraba emoción, simplemente parecía estar haciendo su acto bueno del año o la cosa más paranoica que ha hecho en toda su vida.

Gracias— respondí en español. Simplemente asintió mientras guardaba la laptop y las llaves.

Sé que cuando habla en español es porque sabe que nadie en esta central es lo suficientemente inteligente para hablar español ya que la mayoría cree que es el idioma menos utilizado y más ridículo cuando no es así.

Bien ahora solo necesitaba alejarme de aquí y rastrear a Chris por mi cuenta.

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