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Capítulo 2

NUESTRA VIDA PERFECTA

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Marruecos, 11/Dic/2019.

Adler

Miré por encima de mi hombro supervisando que el objetivo siguiera en su lugar, vi su vestimenta para no confundirme entre tantas personas. Camisa roja y pantalón beige.

El tipo se estaba probando unas gafas, mientras que cada quince segundos volteaba a sus lados disimuladamente para inspeccionar que nadie lo siguiera o reconociera. Lo cual era caso perdido porque ya lo tenía en la mira. Acomode sutilmente mis gafas de sol y saque mi billetera para pagar la manzana que tenía en la mano. Pague haciendo un ademan de que se podía quedar con él cambio.

Me gire con calma, como si fuera un turista más conociendo uno de los mercados marroquíes. Lleve mi mano a mis bolsillos mientras caminaba lentamente hacía el objetivo. Pase al lado de un par de personas y este giró. Su mirada recayó en mí.

El pareció darse cuenta que me dirigía hacia él, ya que en cuanto me vio acercarme soltó los lentes y comenzó a caminar con prisa chocando con la gente a su paso. Solté una maldición al sentirme al descubierto. ¿Cómo carajo lo supo? Solté un gruñido molesto.

De igual forma lo iba a encontrar y lo iba a entregar, vivo o muerto. Aunque de preferencia lo Elle lo quería vivo. Camine un poco más rápido evitando chocar con algunos residentes que se atravesaban en mi camino como que si no observaran que llevó prisa.

Bastaron unos cuantos segundos de ventaja, unos cuantos residentes revoltosos que no se movían y unos empujones bruscos bastaron para que lo perdiera de mi vista en un santiamén. 

Maldije mentalmente mientras empujaba a alguien para pasar.

—¿Qué pasa, Ghost? —Elle habló por el auricular. Seguramente ella había llegado a la oficina y al darse cuenta de que no he tenido ningún resultado había querido presionarme ella personalmente. Que novedad.

—Voy por el objetivo—hablé en tono seco y cortante como normalmente le habló. Mientras eso pasaba pude distinguir la cabellera rubia entrando por un callejón. Apresure el paso sin verme desesperado. Entre en el callejón. No tenía salida, frente a mí se encontraba un contenedor de basura y una pared grafiteada y sucia. Supuse que se escondía ahí. Lentamente lleve mi mano al arma que tenía en mi costado. Camine con lentitud hacia el contenedor de basura, no quería hacer ruido.

El bullicio del mercado con suerte me permitiría matarlo de forma rápida, sin que la gente se diera cuenta y llamaran a la policía.

No obstante, mis planes se vieron truncados.

Sentí como un cable de metal enredo mi cuello, le dio un tirón con fuerza cortándome la respiración mientras mi arma caía al suelo y una bala salía directo a la pared de enfrente. Intenté forcejear para zafarme, recordé que entre la información del objetivo había experiencia militar y ahora mismo me lo estaba demostrando.

—¿Quién te envía? —siseo una voz ansiosa mientras tiraba del cable. Este no era el objetivo central de mi misión, se suponía que quien debía matarlo era yo, no él a mí. Tire del cable con mis manos con fuerza mientras intentaba reponer un poco el aire que había perdido. En un movimiento rápido en el que él se descuidó lance mi codo hacia atrás. Sentí el duro golpe de mi codo contra su rostro lo que ocasiono que soltara el cable y pudiera librarme.

Tome el cable antes de que cayera al suelo. Él muy bastardo de mi objetivo me quería matar, tal vez por seguirlo. Antes de que pudiera tomar una ventaja patee sus piernas derribándolo sobre el suelo.

Hizo una mueca de dolor al sentir el impacto contra el suelo.

—¡¿Quién te envió?! —grito con la ansiedad desgarrando su voz. Llevé uno de mis dedos a mi boca haciendo una señal de silencio.

—Shhh cállate, las preguntas las hago yo— respondí agachándome junto a él. Antes de que quisiera hacer cualquier movimiento estúpido puse mi rodilla sobre su pecho sin molestarme si lastimaba su tórax o no. Envolví su cuello con el cable de forma rápida.

Ahora yo comencé a cortarle la respiración.

—¿Dónde está Gulasch? —pregunte aflojando muy poco el cable, solo lo suficiente para que pudiera hablar. El tomo una gran bocana de aire. No habló.

Pude ver sus pupilas dilatadas y sus ojos inyectados en sangre, estaba drogado. Apreté más el cable. Su cuerpo se tensó por completo. Comenzó a patalear mientras rasguñaba mis brazos para que lo soltara. La vida comenzaba a irse de sus ojos y su piel cambiaba de tono por la falta de oxígeno.

—No lo mates aun, Ghost, quiero información, no otro muerto a la lista—

La voz de Elle me hizo rodar los ojos. Afloje un poco el cable.

—Ven y has el puto trabajo si quieres, no sirve de nada— gruñí molesto y di un fuerte y brusco tirón en su cuello y luego lo liberé nuevamente.

—Cuida tu maldito tono conmigo, Ghost, no le hablas a tu esposa—

—Claro que no, a ella le habló mucho mejor—respondí con recelo. El objetivo me miró confundido.

—Te lo preguntaré una vez más. ¿Dónde está Gulasch? —cuestione.

Su pecho subía y bajaba con una rapidez extrema. Antes de que respondiera pateo mis costillas con su rodilla dejándome sin aire. Solté el cable por inercia. Él se levantó del suelo y sin esperarlo pateo mi rostro. Solté una maldición mientras caía al suelo. El dolor punzante en mi ceja y mi boca era incesante.

Pude sentir la sangre resbalar por mi ojo junto con el sabor metálico de la sangre acumulándose en mi boca. Gruñí e hice un amago de levantarme. El objetivo iba a patearme otra vez, pero fui más rápido y tomé su pie. Lo jale tirándolo al suelo. Aun con mi cabeza punzando de dolor me acerqué a su cuerpo y golpeé su rostro con mi puño directamente en su nariz. La sangre comenzó a salir de su nariz inmediatamente, pero no se percató tanto del dolor debido a todos los químicos que corrían por sus venas.

—Te dije que solo te preguntaría una vez— murmuré y escupí a un lado la sangre que se había acumulado en mi boca. Nuevamente golpee su rostro reventando su ceja al momento, nuevamente la sangre mancho su rostro. Mi puño se llenó de sangre y el abrió la boca mientras intentaba parar mis golpes.

—¡Te lo diré! —grito al no tener más opción. Su rostro era un desastre lleno de heridas abiertas de las cuales no paraba de salir la sangre.

—Él está en...— las palabras quedaron en el aire ya que antes de que pudiera responderme su cabeza exploto frente a mí. Así sin más, exploto como una botella de soda batida. Lleno mi rostro de sangre y tal vez algunos trozos de lo que era su estúpido cerebro. Escupí en ese instante asqueado. Me levante del suelo, limpie un poco mi rostro y escupí nuevamente.  

Hijo de puta.

—Ghost ¿Qué paso? —nuevamente la voz de Elle resonó por mi auricular. Escupí unas cuantas veces más, nunca me asqueaban este tipo de cosas, por lo menos no cuando residuo cerebral descansaba en mi rostro. 

—Le exploto la puta cabeza— pause quitándome la camisa que tenía encima de la playera blanca que ahora tenía restos de material craneal. —Eso paso— repuse. Me quite la playera, con esa limpie mi rostro y cualquier rastro de sangre o carne.

—¡Maldita sea! —grito Elle por el auricular aturdiéndome a su paso. Hice una mueca de disgusto mientras movía mi cuello para intentar liberar un poco de tensión. Deposite la playera blanca en el contenedor de basura. Procedí a ponerme la camisa de botones y a abrocharla. Tome mi arma del suelo y la acomode en la parte trasera de mi pantalón cubriéndola con mi camisa. Saqué mi teléfono y verifiqué que no hubiera algún rastro de sangre en mi rostro.

Mientras caminaba de regreso al hotel donde me estaba quedando mi mente divago al motivo de la explosión de su cabeza. Era raro. Debía de ser algún implante o algo que haya puesto su jefe, o sea Gulasch. Sí, seguro él había estado escuchando lo que paso o algo por el estilo y por eso asesino al objetivo eso quiere decir que sabe que voy por él.

Maldije muchas veces, en todo el tiempo que llevo trabajando aquí nunca me había explotado la cabeza de alguien en la cara.

Hijo de puta.

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Londres

Mire la marca rojiza que rodeaba mi cuello. Era demasiado notoria al igual que el corte que atravesaba mi ceja derecha. Ahora tendría que buscar alguna buena explicación para la línea rojiza que atravesaba todo mi cuello y las cuatro puntadas que atravesaban mi ceja.

Siempre procuraba llegar bien a casa para no preocupar ni recibir tantas preguntas por parte de Christine.

—¿Qué hora es? Me tengo que ir antes de las siete— le dije a Elle quien estaba sentada frente a mí. El color blanco en su oficina resaltaba todo tanto que lucía como una habitación de un manicomio. Su escritorio también era blanco con las carpetas grises resaltando y una horrible estatua de decoración de una estrella color gris. Es horrenda, a decir verdad, pero ella lo ama y no es mi oficina.

—¿Qué? ¿Acaso debes de ir a alguna fiesta en tu nuevo vecindario? — rodé los ojos por el tono de sarcasmo que teñía su voz, aunque su comentario fue algo exacto no dije nada.

—Es exactamente lo que tengo que hacer— afirme con ese mismo sarcasmo, aunque era cierto. Ella suspiro. Asintió una sola vez.

—Bien vete, te haré saber si te necesitamos— asentí y me levante de la silla. Salí de su oficina sin decir nada. Camine por los pasillos blancos de la sede principal de EISS. La subsede y donde paso el mayor de tiempo estaba en Alemania. Todo el edificio tenía un color blanco. A veces era molesto ya que me hacía sentir como si estuviera en un sanatorio mental o algo por el estilo.

Llegué al estacionamiento y me subí a mí Aston Martín db11 color gris oscuro. Maneje durante cuarenta minutos por las ajetreadas calles de Londres hasta llegar a mí casa.

Antes de bajar del auto me quite el collar que colgaba de mi cuello y saque el anillo para luego ponerlo en mi dedo anular. Abroche nuevamente el collar a mi cuello. Me di un vistazo en el retrovisor. Aun no se iba la marca roja y seguramente no se iría en algunos días. Todavía no sabía qué le iba a decir a Christine.

Deje el auto en el garaje y baje mi maleta del auto. Entre a la casa por la puerta del garaje. El exquisito olor de chocolate llegó a mis fosas nasales y no pude evitar suspirar del exquisito olor dulzón.

Entre a la cocina en absoluto silencio.

Christine se encontraba de espaldas con su cabello castaño atado en un moño alto. Llevaba el mandil de repostería que le regale en su cumpleaños. Estaba lavando frambuesas tan concentradamente mientras escuchaba alguna de sus canciones favoritas con sus audífonos.

Creo que, aunque hiciera ruido ni siquiera me escucharía, ya que podía escuchar un poco de la tonada de su música debido a lo alto que la tenía.

Me acerqué a la encimera y me senté. Me quedé unos minutos esperando a que volteara y se diera cuenta de que su esposo estaba en casa. No paso hasta tres minutos después.

Pegó un grito al verme y casi se le cae el bol con las frambuesas. Se quitó los audífonos dejándolos sobre la encimera junto con el bol.

—Erik— Sonrió mientras dejaba el bol en la encimera —Casi me matas de un infarto— gruño mientras se secaba las manos para luego acercarse a mí.

—No era mi intención, lo siento— respondí recibiéndola en mis brazos y dejando un beso en su mejilla. Ella sonrió levemente, se puso de puntillas y me devolvió un casto beso en los labios, apenas un rocé.

—Ya comenzaba a sentir tu ausencia— alcé una ceja con cierta diversión. A pesar de no ser una pareja como normalmente se espera habíamos aprendido a llevarnos bastante bien, ni siquiera podíamos definir si esto era una relación.

—¿Una semana después? —pregunte con diversión, se encogió restándole importancia. Ni siquiera había dejado de abrazarla, en realidad yo sí la había extrañado.

—Eres muy callado, por eso— repuso sin prestarme atención. Se separó un poco de mí y por fin me vio perfectamente —Por dios Erik, ¿Qué te paso en el cuello? —interrogó preocupada tomándome de la barbilla para ver mejor el área enrojecida de mi cuello, luego vio mi ceja —Dios mío, Erik—

—Tranquila, no es nada de qué preocuparse— respondí alejado un poco su mano. Ella me miró frunciendo el ceño y con cierta molestia en sus ojos color chocolate.

—¿No es nada de qué preocuparse? —se cruzó de brazos y nuestros cuatro años de casados me da la experiencia de saber que está molesta porque sabe que le oculto algo, es inocente, más no estúpida.

—Hubo un pequeño altercado en el trabajo, quisieron entrar a las oficinas y yo estaba en el lugar equivocado, por suerte llegó la policía— mentí descaradamente. Ella pareció relajarse muy poco al darse cuenta de "lo que paso".  Aun así, no parecía estar tan contenta del todo y estaba seguro de que sabía que no le iba a dar más información.

—Todo está bien— pause— mejor vamos a arreglarnos, me ayudas a cubrir esto y nos vamos— comente acercándome a ella. Acaricie sus brazos de arriba abajo. Ella asintió no muy convencida. Termino acercándose al horno, sacó dos bandejas y las dejo sobre la encimera para que se enfriaran.

—Son cup cakes de chocolate sin gluten, poco endulzante y sin chocolate— fruncí el ceño cuando dijo eso. —La mayoría de personas aquí no consume eso, algunas de las vecinas me lo han dicho, quiero caerles bien— repuso mientras se quitaba el mandil. Solté un suspiro. Sé que Chris quiere agradarles a todas las vecinas y se esfuerza de más, eso fue lo que paso cuando vivíamos en el departamento, pero no todas son agradables con ella.

—¿Sabes que no debes de esforzarte tanto por personas que no lo valen? —cuestione. Ella soltó un suspiro y se encogió de hombros restándole importancia. Evito mi mirada.

—Y mírame aquí estoy— respondió dejando el mandil y salió de la cocina dejándome con las palabras en la boca.

Buena respuesta, Chris.

Una hora y media después ya estábamos en la casa de los Butler si no me equivocaba. Christine es quien socializa, no yo, así que no me sabía los nombres ni los apellidos de los vecinos, tampoco me interesaba aprenderlos.

Chris le dio la bandeja con muffins a una mujer rubia que venía acompañada de un hombre tal vez igual de alto que yo.

—Muchas gracias, Tine— sonrió la mujer recibiendo los muffins. Chris le dio media sonrisa. Ella odia que le llamen Tine. —Supongo que él es tu esposo— habló la mujer nuevamente. Chris le dio una sonrisa fingida que conozco muy bien. Solo aparenta que somos el matrimonio más perfecto del mundo y que le agrada que le llamen Tine.

—Él es Erik, mi esposo, amor ellos son Luciana y Hank Butler— les di media sonrisa igualmente fingida mientras estrechaba su mano en un gesto cordial, podría hacerles una mala cara o hacer que no me importa, lo cual no lo fingiría, pero Chris se molestaría y sentiría mal por mi culpa, así que tenía que fingir que estoy cómodo estando aquí. 

—El famoso Erik Sadler, Tine habla mucho de ti— sonrió levemente Luciana a la vez que nos dábamos la mano, voltee a ver a Chris con una ceja alzada y media sonrisa real al darme cuenta que hablaba de mí. Lo cual me hizo desear saber qué es lo que decía de mí a las demás personas.

—He escuchado que eres un empresario muy exitoso— comento Hank y asentí levemente dándole la razón.

Yo no había escuchado nada de ellos en realidad, Chris y yo rara vez hablábamos durante más de una hora seguida, bueno hay excepciones como cuando no podemos dormir y me cuenta cosas de su vida o algunas anécdotas.

—Si bueno, ya sabes cómo son las esposas— respondí tajante mientras le daba una ojeada a todo él lugar, las luces tenues y las mesas llenas de comida y bebidas.

A veces la vida de casados era tediosa o cansada, más en momentos como este en los que debes fingir ser el matrimonio más perfecto del mundo solo para caerle bien a las personas.

—Compórtate como un esposo, por favor— murmuró por lo bajo, apenas audible para ambos, al tiempo que me tomaba del brazo con un leve apretón. Le di media sonrisa forzada.

—Por supuesto mi amor— respondí con la última frase cargada de sarcasmo. Ella rodó los ojos y comenzamos a ir con otros vecinos.

La noche paso más lenta de lo que deseaba, saludamos a muchas personas de las cuales no quise recordar el nombre el cual en realidad no me interesa, solo estaba mintiendo "por convivir".

Ahora estábamos con una pareja mientras escuchábamos como alardeaban sobre su vida, sus vacaciones en las Bahamas, sus hijos con sus perfectas calificaciones y los negocios de él. Cosa que no nos interesaba a ninguno. 

—¿Y ustedes planean tener hijos? —cuestiono la mujer rubia mirándonos de forma expectante. Chris se quedó en blanco, me miró, me dispuse a hablar en mi papel de esposo ejemplar o algo similar.

—Si— respondí antes de pasar mi brazo por su cintura de una forma amorosa. Es un tema que siempre nos toma por sorpresa a ambos, no es como que nos sentemos y tengamos charlas como las parejas normales.

—Oh ¿Cuántos? — interrogó la mujer claramente interesada en nuestra vida, vida de la cual por lo menos yo no quería contar nada.

—Uno—

—Tres— respondimos al unísono. Una parte de mí siempre supo que ella quería hijos y aun así a pesar de estos años y nada entre nosotros no había huido, aunque dudo que no quiera hacerlo. Siempre me he preguntado porque nunca se había ido, si siempre ha tenido la oportunidad de hacerlo.

—Sí, uno, tres, los que sea son perfectos— respondió Chris algo nerviosa por mi respuesta, no esperaba que dijera que queríamos tres niños. 

De reojo observe como el esposo de la rubia miraba más de la cuenta hacia el escote de mí linda esposa. Ella se removió incomoda consiente de la mirada del esposo de la rubia.

—Iré por un vaso de agua— murmuró zafándose de mi agarre, pero lo impedí y pasé mi brazo por su cintura nuevamente.

—¿Me puedes traer un cup cake por favor? —pedí y ella me dio un leve asentimiento, antes de que se soltara de mi agarré nuevamente le di un corto beso en los labios y pude sentir un leve sabor de fresa de su lapstick. Para mi suerte la rubia se fue junto con Chris. Vi como su pequeña figura se acercaba a la mesa donde estaba todos los aperitivos y bebidas.

—Solo lo dire una vez—le comenté severo al sujeto —alejas tu mirada de mi esposa o te quiebro un brazo o aun peor el cuello— murmuré mientras veía como Chris se acercaba. Él se quedó en silencio y luego se marchó acercándose a su esposa. Chris miró la acción y me miró a mí con el ceño fruncido. Le di una media sonrisa tranquila casi inocente.

—¿Qué le dijiste, Erik? —interrogó mientras le daba un mordisco a mi cup cake hizo una mueca de asco y lo escupió a un lado cuidando de no ser vista por nadie. No pude evitar reír y ella me miró por unos segundos de más esperando mi respuesta.

—Que asquerosidad son los cups cakes sin azúcar— agrego a la vez que me lo entregaba, no borró su mueca de disgusto.

—Son comestibles— respondí mientras le daba un leve mordisco al cup cake de chocolate. Ella negó la cabeza con una sonrisa. Sabía perfectamente que nunca podría decirle que no me gustan sus cup cakes y no es que no me gusten, si me gustan, pero los prefiero con gluten, azúcar y todo lo a la gente normal que no es estúpida le gusta, en fin de algo moriré, da igual si es por el gluten o por una bala. 

—¿Qué le dijiste? — interrogó nuevamente enganchándose a mi brazo. Se acomodó a mi lado y ella le dio un trago a su vaso color rojo.

—Que alejara sus ojos de ti o le quebraría un brazo— le di media sonrisa y ella negó con diversión. Tomé su vaso y le di un trago para amortiguar el sabor, la miré cuando me di cuenta del contenido del vaso.

—Oh Jesús convertiste el agua en vino— me burle al sentir el sabor de su vino. Ella rio y negó con la cabeza. Ya no le regrese el vaso, ya que no podía beber vino, eran pocas las veces en las que lo hacía y normalmente yo trataba de evitar que lo hiciera para no empeorar su asma, pero ella es una terca.

—Oh mi héroe me has defendido de los estúpidos— reí negando con la cabeza ante su sarcasmo. Esta era una parte que disfruto con ella, el poder escucharla reír o incluso el hecho de que me sacara una sonrisa por sus ocurrencias era algo maravilloso.

—Estabas incomoda y querías que actuara como tu esposo— respondí envolviendo mi brazo en sus hombros. Ella se pegó a mi torso, después de un tiempo esto de fingir mucho amor entre nosotros se sentía como si en realidad fuéramos una pareja feliz, hasta que llegamos a casa y lo olvidamos.

Cuando llegamos a casa cada uno se sume en sus pensamientos, ambos tenemos cosas diferentes que hacer y son muy raras las veces en las que vemos una película juntos o tenemos una "cita".

—¿Cómo sabías que estaba incomoda? —cuestiono alzando la cabeza para mirarme. Sus ojos color chocolate me miraron expectantes.

—Chris hemos vivido cuatro años juntos, dormimos en la misma cama y salimos juntos. Sé cuándo mi esposa esta incomoda— respondí tajante mientras observaba el lugar nuevamente. Las luces tenues que decoraban el jardín trasero de la familia anfitriona, las mesas con comida, bocadillos y bebidas, los hijos de algunos vecinos correteando a deshoras de la noche sin que a sus padres les importe un bledo, todo tan normal y tranquilo.

—Tome vino a escondidas de las mujeres, tenían una botella abierta y aproveché, según ellas, las mujeres no beben cuando sus esposos beben— nuevamente reí al escucharla y ella río junto conmigo. Nos parecía absurdo a ambos, claro.

—Por eso tu puedes beber hasta perder la conciencia y estar tranquila porque tu esposo te llevara a tu casa cuando vea que ya no puedes ni hablar—ella sonrió.

—Sabes, he pensado cosas— comentó mientras seguíamos caminando lentamente por el espacioso jardín.

—¿Qué cosas? —pregunte esperando su respuesta.

—Podríamos adoptar un gatito— volteo a verme con una dulce sonrisa en sus labios. Arrugue la nariz. No me gustaban los gatos y ella lo sabía.

—Un perro— hizo un puchero.

—Los gatos son bonitos, solo piénsalo un poco, piensa en lo feliz que harás a tu esposa— sonrió a la vez que se ponía frente a mí y batía sus pestañas. Sonreí levemente.

—Lo pensaré, te doy mi respuesta mañana— ella asintió y beso mi mejilla.

Tal vez podría dejar mi odio hacia los gatos por ella, además, no paso mucho tiempo en casa, lo que quiere decir que no conviviré por mucho tiempo con él felino.

Un rato después de acercamos a un grupo que charlaba sobre la importancia de cuidar la buena alimentación y de lo poco favorable que es el gluten y más blah, blah, blah.

—¿Qué opinas Erik? has estado muy callado—dijo una mujer del grupo. Yo pestañee dos veces. El gluten, ¿En serio a quien le importa? Porque sinceramente a mí no me importa ni un poco.

—A mí me gustan los cup cakes tal y como son, a mi ver sin gluten son apenas comestibles— una pequeña risita por parte de Chris me hizo ladear la cabeza. Antes de que pudiera decirle algo más el timbre de mi teléfono me hizo sacarlo inmediatamente de mi bolsillo. Observe la E anunciando quien era. Por Dios mi hora laboral termino hace horas.

—Debo de contestar— murmuré a Chris, no espere a que respondiera, simplemente me aleje para tomar la llamada.

—Nunca llamas para algo que no sea trabajo y mi turno termino hace cuatro horas— murmuré mientras me recargaba en uno de los árboles. Era cierto, debía de ser algo muy importante, de lo contrario Shadow hubiera hecho el trabajo y no yo.

Así que espere lo peor.

—Ghost, Ozkard ha escapado, tenemos un topo que lo ayudo— maldije mientras pasaba mi mano desocupada por mi rostro. —Debes evacuar tu casa, han jaqueado la base de datos de EISS no sabemos cómo paso, pero el archivo que robaron fue el tuyo, tienen tu información y tú fuiste quien lo detuvo, estoy segura de que ira por ti, hay un jet esperándote en el aeródromo— asentí lentamente, aunque no pudiera verme.

Maldita sea, esta es la razón por la que nunca desee involucrar mi vida del trabajo con mi vida privada. Se supone que por esta misma razón la EISS tenía la mejor base de datos impenetrable, pero al parecer no es tan impenetrable como todos dicen y aseguran.

—Iré para allá, espero llegar en media hora, no iré solo, si Ozkard me está buscando ya debe saber quién soy y vendrá por mi esposa— murmuré mientras regresaba a circulo de personas. Ignore la charla sobre lo malo que era la grasa de la comida y toda esa mierda.

—Bien, cuando estén fuera del radar te mandare la información—

—Bien— colgué el teléfono y pasé mi brazo por el tórax de Chris, se sobresaltó un poco, pero antes de girar cayó en cuenta que era yo. La atraje hacía mí pegándola a mi cuerpo para poder hablarle al oído. 

—Tenemos que irnos—susurré cerca de su oído. Ella movió la cabeza hacía a un lado para poder mirarme. Frunció el ceño con la confusión marcando sus facciones.

—¿Por qué? —interrogó girándose hacía mí sin reparar en la cercanía que había entre nosotros, las voces de los demás vecinos quedaron en el limbo en el momento en el que la sentí tan cerca. Forme una línea con mis labios. Lo menos que necesitaba era darle explicaciones en este preciso momento o sentirme distraído por su causa.

—Trabajo— murmuré en voz baja, esperando a que no dijera algo en contra —Despídete para irnos— repuse. Ella entrecerró los ojos de manera retadora y como pudo cruzo sus brazos sobre su pecho tuve que bajar la cabeza para mirarla gracias a los veinte centímetros de diferencia que había entre su altura y la mía.

—Puedes irte tu solo, es tu trabajo— recalco en lo último con cierto recelo. Solté un suspiro y puse mi mejor sonrisa tranquila para prácticamente intentar rogarle y poder irnos sin hacer tanto escándalo.

—Sabes que no me gusta que estés sola en la noche, o que uses taxis a estas horas, es peligroso y esto es tiene que ver con ambos— respondí. Claramente no iba a dejarla sola cuando alguien tiene todo mi archivo personal donde dice claramente cuál es mi nombre real y quien es mi esposa.

Ella iba a rebatir, pero tome su mano y entrelace nuestros dedos en un intento de manipulación.

—Christine, por favor— susurré, aunque más bien sonó como una súplica. Ella apretó la mandíbula y me dio un leve asentimiento rindiéndose ante mi petición.

Nos despedimos rápidamente de los vecinos. 

Me apresure a comenzar a conducir, solo me tomaría unos minutos en tomar algunas cosas y luego la llevaría a la EISS donde podría estar a salvo.

—Vas demasiado rápido— habló desde el asiento del copiloto. Subió sus piernas al asiento y las abrazo pegándolas a su pecho. Llevaba puesto el cinturón de seguridad, me había asegurado de que se lo pusiera cuando subimos al auto.

Reduje un poco la velocidad al darme cuenta que era cierto.

—Llegaremos a casa y escúchame por ningún motivo vas a bajar de este auto, traeré algunas cosas y nos iremos— escuche su bufido de frustración. Claro, no estaba de acuerdo, no le gustan las ordenes y menos cuando yo soy quien las da a menos que las cosas le convengan, así es nuestro matrimonio, debe de haber algo de conveniencia para que el otro haga algo o por lo menos es lo que le dejo creer.

—Erik ¿Qué está pasando? Estoy acostumbrada a tu seriedad y rareza, pero esto es extremista, estas más raro de lo normal— murmuró. Sentí su mirada sobre mí perfil.

No respondí me quedé en absoluto silencio, buscando que le diría cuando llegáramos a Alemania, estaba preparado para seguirle mintiendo, pero para mí mala fortuna cuando convives seis años con una persona le tomas cariño y lo que yo siento por Christine escalo más allá del cariño y no podía seguir mintiéndole, me causaba cierta culpa y solo me dejaba saber que en realidad ella no sabía nada de mí.

—¡Erik! — gritó molesta y me alarme al instante. Odio que las personas me griten, me molestan los gritos y los ruidos bastante fuertes cuando desconozco de donde provienen, sé que en mi trabajo es complicado no obtener ese tipo de sonidos desconocidos y escandalosos, pero es lo mejor que hay.

—¡Christine! —

Bufó claramente molesta y evite reír al ver su rostro bastante molesto. En mis ratos libres me gusta molestarla, pero ahora sin duda no era el momento de hacerlo. 

—Haz esto por mí, ¿quieres? Por favor, nunca te pido nada— tomé su silencio como un sí, lo cual agradecí internamente. Aunque estuve dándole demasiadas vueltas al asunto de que podría tener un ataque de ansiedad, lo cual desataría un ataque de asma.

Desconocía la razón del asma de Christine, pero había presenciado sus ataques y se lo mal que puede llegar a ponerse.

Llegando aparque el auto fuera de la casa. Le di una mirada antes de salir del auto para entrar a la casa. Mire a los lados en busca de algo sospechoso, todo parecía bastante tranquilo, tanto que era incómodo.

Alcé la mirada y me encontré con una de las cámaras de seguridad. Estaba rota. 

Me acerqué a la puerta y la encontré entreabierta. Murmuré una maldición y la empuje levemente. No encendí la luz cuando entre, me force a acostumbrar mis ojos a la oscuridad. La puerta no estaba forzada, por algo las alarmas de seguridad no se habían activado. Camine despacio por el pasillo hasta llegar a la sala principal. No me agradaba la oscuridad, pero por ahora podía sobrellevarlo.

Tome jarrón decorativo el cual Chris cree que tiene las cenizas de mi madre, lo cual es mentira, no tengo madre, esa mujer murió cuando yo tenía diez años, gracias a Dios.

Tomé los cargadores, el arma y el USB que había en el jarrón cargué la pistola y guardé los otros dos cargadores en mi bolsillo. Camine con cuidado hacia la cocina, inspeccionando cada aspecto de la misma, la alacena, los compartimentos e incluso el horno, nunca se sabe. Cuando terminé con la planta baja subí. Revisé habitaciones de invitados, la biblioteca, la sala de descanso de Chris y luego llegué a nuestra habitación. Todo se encontraba vacío. Tome un USB de mi cajón y pase los videos de seguridad para verlos después. También la información de quien accedió al servidor.

Todo en orden. Aunque nada me daba buena espina.

Me acerqué al armario, guardé la pistola en la parte trasera de mi pantalón. Tome una maleta y busque un poco de ropa en el armario que compartimos y saque un poco de ropa para ambos. Luego fui a la biblioteca, el lugar donde Christine nunca ha puesto un pie y donde puedo guardar armas.

Saqué varias pistolas, unas navajas y unas granadas por si las dudad, las guardé en el mismo lugar que la ropa.

—¡Erik! —el horror en la voz de Christine me erizo la piel haciéndome estremecer. Nunca la escuche gritar así. Tome las cosas y me apresure a bajar.

Saque la pistola de mi pantalón y tome la maleta.

—¿Erik? ¿De verdad esta mujer no sabe nada de ti? Por favor Ghost, que nefasto eres—la voz masculina con un acento molesto resonó por toda la casa, los lamentos de Chris de fondo. Maldije al reconocer esa puta voz y me maldije por no haberlo matado cuando pude. 

No se supone que esto debería de estar pasando, se supone que ahora tendríamos que estar a punto de dormir o tener una discusión por el poco tiempo que comparto con ella, no que un estúpido que debe de estar tres metros bajo tierra la tenga de rehén.

No respondí. Baje en silencio por las escaleras siguiendo el sonido de su voz que provenía de la cocina.

—¿Sabes cuál es el verdadero nombre de tu esposo? —interrogó Ozkard con un tono burlón.

Un lloriqueo. Nota mental jubilarme de la EISS antes de que algún otro idiota sienta la necesidad de matar a mi esposa.

—¡Responde! —gritó. Iba a matarlo, claro que sí. Tal vez no ahora, pero lo haría cuando lograra poner a salvo a Chris.

—E-erik— joder. Ozkard hizo un sonido negativo con su boca.

—No linda, su verdadero nombre es Adler, Adler Callen Morou— solté un gruñido por lo bajo, esta no era la manera en la que pensaba decírselo a Chris, mierda, ni siquiera creí que tuviera que enterarse.

No sé cómo se lo iba a tomar y siendo sincero si me importaba, porque en estos precisos momentos yo soy el único en el que puede confiar.

—Tú problema es conmigo Ozkard, a ella déjala en paz— hablé detrás de la pared que da a la cocina mientras buscaba una granada de humo en la maleta donde había metido algunas. Le quite la espoleta y espere.

—Destruiste todo mi imperio, Adler y ¿Quieres que deje todo en el pasado? —se carcajeo. Recurrí a mi segunda opción, entre Christine y yo siempre he habido un tipo de código entre nosotros. Algunas frases algo idiotas o sin sentido, pero nosotros lo comprendemos.

—Chris— la llame mientras miraba el reloj de mi muñeca para contar los segundos que tenía —odio tu comida parece de esa comida instantánea que metes al microondas por tres segundos —me quejé mientras volvía a mirar el reloj de mi muñeca como que si de eso dependiera mi vida.

—S-si lo sé, es que es comida de tres segundos— tartamudeo y escuche un chillido de dolor de su parte. Había entendido. También note ese tono molesto en su voz, ese tono que es bastante familiar para mí.

—¿Ya se resignaron a morir? ¿Tan pronto? —cuestiono Ozkard sin comprender que era lo que estábamos diciendo.

—Tal vez— respondí. Nuevamente miré el reloj, agradecí ya haber desactivado el seguro de mi arma.

Uno. Dos. Tres.

Lance la granada de humo. Una espesa nube de humo cubrió la habitación. Entre el humo vi como Ozkard se removió.

—¡Abajo! —le grite mientras entraba a la cocina. Escuché un gemido de dolor y pronto vi su sombra agacharse. Dispare el arma y solo escuche un quejido. Voltee al suelo para buscar a Chris, pero el humo no me dejaba ver muy bien.

—¿Dónde carajos estás? —grite mientras salía de la cocina. Un golpe seco en el abdomen me dejo sin aire.

Ahí está. Después de todo esa es mi chica.

—Estás loco— grito Chris y sentí como alguien me tomaba del cuello con fuerza. Maldita sea, ni siquiera sabía que Chris era tan fuerte como para casi asfixiarme. Forcejee durante unos segundos intentando zafarme de su agarre y entre que no quería lastimarla y que no aflojaba su agarre.

Espera, es más probable que Chris quisiera golpear con un sartén que asfixiarme. Levante un poco la vista confirmando mi duda, no era ella. Ozkard tiro de mi hasta llegar a la cocina donde me impulse hacía atrás y su cuerpo se estrelló contra la alacena donde Chris guardaba sus sartenes favoritas causando un estruendo demasiado molesto para mis oídos.

Su agarre se aflojo un poco y antes de que pudiera golpearlo el sonido del metal haciendo impacto contra algo llamo mi atención, lo comprendí unos segundos después cuando el agarre en mi cuello se aflojo y el cuerpo de Ozkard cayo detrás de mí.

—Eran mis sartenes favoritas— gruño una muy molesta Chris. Tome un poco de aire y me gire para verla. Alzó la sartén contra mí.

—No, no, no, yo soy el menor de tus problemas, Chris, no soy tu enemigo— hablé alejándome un poco. Ella me miro inspeccionándome, sus manos temblaron. Sus ojos se cristalizaron y tomo una profunda respiración. Me recordé que lo último que necesitaba era causarle un ataque.

—Me has mentido toda la puta vida—grito aun con las manos temblorosas levantando el sartén para protegerse o para golpearme, cualquiera de las dos—¡Seis años, Erik! ¡Seis años me has mentido! —grito con fuerza desgarrando su garganta. Sus manos flaquearon.

Estaba dolida por mis mentiras y si me golpeaba lo merecía.

—Lo sé, lo sé y puedo explicarlo, pero hay que irnos antes de que despierte y nos siga—No pensaba matarlo frente a ella. Tomo una respiración profunda, pero termino accediendo. Le tendí la mano esperando a que tomara la mía. Me miró con cierto miedo, cambio el sartén de mano y me la tendió.

—Suelta tu sartén, bonita, no te hare nada, soy el mismo hombre con el que has dormido durante cuatro años, si quisiera hacerte algo desde la noche de bodas lo hubiera hecho, ¿no crees? —asintió lentamente.

Soltó el sartén sobre la mesa y se acercó a mí. La acerqué un poco a mí y la guíe hasta la entrada. Estaba temblando entre mis brazos. Antes tomé la maleta y nos dirigí al auto. Su respiración era intranquila y supuse que tal vez en el jet iba a tener que darle algo para que pudiera descansar. Conozco a Chris lo suficiente como para saber que si no duerme bien me arrancaría la cabeza por la mañana.

No prendí las luces del auto para no llamar la atención. No estaba muy seguro de que Ozkard hubiera venido solo.

—Tú teléfono— le pedí a Chris tranquilamente. 

—¿Qué está pasando? Erik, Adler, como te llames— grito angustiada mientras se acomodaba en el asiento de copiloto, se ajustó el cinturón de seguridad. Seguro que por su cabeza estaban pasando mil cosas las cuales no podría explicar en una sola noche.

—El teléfono Chris, por favor— pedí nuevamente extendiendo mi mano.

—¡Dime que carajos pasa! ¡Dime con quien carajos me case porque no lo sé! —estallo en histeria. Escuche como su respiración se agito. Comenzó a hiperventilar. Tomé su mano, ella quiso alejarla, pero se lo impedí.

Sé que hay cosas que hacen que su ansiedad se detone y esto era una de esas, así que necesitaba sentir algo de calidez, no quería que evolucionara a uno de sus ataques de asma.

—Primero respira o te dará un ataque de asma, Chris—pedí sin soltar su mano mientras seguía conduciendo.

—Dame tu teléfono y te explicare, si nos llegan a rastrear vamos a tener más problemas— ella asintió rápidamente, me dio su teléfono y saque él mío. Ambos teléfonos los lance por la ventanilla —Bien, Erik Sadler no es mi nombre, mi nombre si es Adler Callen y trabajo para la EISS y ese hombre que estaba en la casa lo arreste hace un año, pero hoy escapo y obtuvo mi archivo personal— comente lo suficiente como para que se callara un rato o eso creí.

Escuché como soltó un gran suspiro cansado, no pude imaginar que es lo que estaba pasando por su cabeza en estos momentos.

—¿Qué es la EISS? —cuestiono confusa.

England's International Secret service

—Oh dios mío, ¿Me estás diciendo que me case con un agente secreto? —cuestiono muy sorprendida. Asentí lentamente. —Me has mentido desde que nos conocimos, Erik, oh dios mío, ya no sé cómo llamarte ¿Erik? ¿Callen? ¿Adler? Ay dios mío— susurró frustrada. Miré por el espejo retrovisor como una camioneta venía detrás de nosotros, cada vez acercándose más.

Carajo.

—Callen, Adler, como sea— murmuré sin prestarle mucha atención a la vez que aceleraba —Escucha, vamos a entrar al estacionamiento que está a unas calles del aeropuerto, ahí cambiaremos de auto e iremos al aeródromo— explique girando inesperadamente en una calle.

Estuve girando en calles innecesarias durante unos minutos hasta que llegamos al estacionamiento. Durante ese tiempo mantuve el contacto físico para intentar calmar su ansiedad.

Siempre llevo un inhalador en mi auto o en mi mochila por si acaso, no me gusta salir con ella sin llevar ningún repuesto.

—Eri... Callen, tengo miedo hace un momento me apuntaron con una pistola y ahora estamos aquí huyendo de un loco y Dios ni si quiera sé si puedo confiar en ti—gruño frustrada soltando mi mano mientras caminábamos por la oscuridad del estacionamiento. Me acerqué a ella y tomé sus manos entre las mías.

—Christine, soy yo, Erik, Callen, como quieras llamarme bonita, pero soy yo, el mismo hombre que conoció a tu padre, a tu familia. Tu padre confiaba en mí, el me conocía así que confía en mí porque él lo hacía— murmuré tranquilo mientras intentaba calmarla, comencé a acariciar su cabello y tomé una de sus manos llevándola a mi rostro.

—No menciones a mi padre ahora, tengo miedo... Callen— su mano permaneció en mi rostro y descendió por mi cuello buscando la calidez de mi cuerpo.  

—Lo sé, lo sé, pero siempre te he cuidado, ¿hace unas horas no amenacé a un hombre por verte los pechos? —una pequeña risa temblorosa broto de sus labios la acerqué más a mí para poder observarla ya que había una escaza luz que entraba por una pequeña ventana. Note como algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas

—Eso es diferente— murmuró con la voz a punto de quebrarse. Acaricie una última vez su cabello.

—Sí, pero te defendí ¿no? No lo dejare de hacer ahora y menos cuando estás aquí por mi culpa— Acune su rostro en mis manos. Ella asintió lentamente. Limpie sus lágrimas nuevamente y bese su cabeza.

De verdad que iba a jubilarme después de esto, no quería meter a Chris en más líos.

—Ahora vámonos, tenemos que irnos— murmuré. Afirmo con la cabeza y tome su mano entrelazándola con la mía. Vi el auto que siempre estaba ahí esperando por cualquier cosa. Cortesía de la EISS y su protocolo de desalojo inmediato.

Antes de que termináramos de acercarnos un pitido lastimo mis oídos. El auto exploto en llamas. El sonido ensordecedor y el de las alarmas de otros autos me lastimaron los oídos y causaron que mi cabeza doliera. No me di cuenta en que momento la explosión nos lanzó al suelo. Abrí los ojos lentamente mientras que intentaba enfocar mi mirada.

Todo el ruido causaba que imágenes que había tardado años en sepultar volvieran a mi mente, manteniéndome frescos los recuerdos que no deseaba. Solté un gruñido molesto, sentía como mi cabeza daba vueltas.

El olor a pólvora y tierra mojada se hizo presente. Abrí los ojos encontrándome con él auto encendido en llamas y las luces rojas de los coches parpadeando. Cerré los ojos nuevamente transportándome a algún lugar en el que estuve, la arena y los pequeños cráteres formados por las bombas, la sangre manchando la tierra y el olor a muerte.

Abrí los ojos de golpe y me force a hablar. 

—Chris, ¿Dónde estás? —murmuré levantándome del suelo, la vi a unos metros. Ella se levantó lentamente.

—Aquí—murmuró tallándose los ojos.

Me acerqué, la tomé del brazo y comencé a ayudarle a caminar.

—¿Esta lastimada? —interrogué mientras nos dirigía a las escaleras. Negó con la cabeza repetidas veces para luego comenzar a caminar un poco más rápido.

—Si muero mi colección de sartenes color pastel queda a tu cargo, úsalos con sabiduría— murmuró mientras la sacaba de aquel estacionamiento. Negué con la cabeza, aunque ella lo dijera a modo de broma yo no quería que le pasara nada.

—Dios mío cállate, tu usaras esos sartenes— me dio media sonrisa antes de desmayarse en mis brazos.

Solté una maldición. La levanté en mis brazos con facilidad mientras bajaba las escaleras del estacionamiento. Bendito sea el entrenamiento físico que nos dan en el ejército y en la agencia, de no ser por eso estaría muy cansado para este punto, aunque el dolor no se disipo.

Lo peor es que los recuerdos tampoco se fueron.

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Christine

Abrí los ojos lentamente acostumbrándome a la escasa luz que había. Talle mis ojos para aclarar mi visión de una forma más rápida y estire los brazos buscando comodidad, aunque estos chocaron con algo.

Levante la cabeza mirando el techo de un auto. Fruncí el ceño y los recuerdos de las últimas horas me llegaron a la mente de golpe y quise gritar. El aire se fue de mis pulmones, gire la cabeza a un lado encontrándome con Erik o Adler, como sea que se llame ahora. El dolor en mi pecho se hizo presente y tome varias bocanadas de aire.

No sabía qué hacer, no sabía si podía confiar en él. Mis manos comenzaron a temblar inevitablemente.

—¿A-a dónde vamos? —cuestione mirando por la ventana. No sabía a donde nos dirigíamos, pero él conducía. La opresión en mi pecho cada vez se agrandaba, la falta de aire comenzaba a hacerse presente.

Lleve inevitablemente mi mano hacía mi pecho. Mí visón se volvió borrosa y cada vez mis ojos pesaban más. Escuche un movimiento, el cual no le preste atención.

—Oye, oye, abre los ojos, ten, tómalo— su voz fue algo lejana, pero audible para mis oídos. Tantee su mano en busca de mi inhalador. Mi mano entro en contacto con la suya, pero me apresure a solo tomar el inhalador y lo lleve a mi boca. Di tres pufs. El medicamento mojo mi boca y saboree el amargo sabor del medicamento, el cual en cuestión de minutos comenzó a hacer efecto. Intente relajarme en el asiento de cuero.

Me repetí una y otra vez que debía de tranquilizarme porque él no me haría nada malo, solo estaba intentando cuidarme, a base de mentiras y secretos. 

—¿A dónde vamos? ¿De quién este auto? —cuestione cuando por fin mi respiración se pudo calmar. Sentí como tomo mi mano entre la suya y quise retirarla, pero la verdad es que no pude hacerlo ya que necesitaba sentir su calor un poco más para poder calmarme y mantenerme tranquila.

No soltó mi mano, no fue extraño, ya que él sabe que lo necesito. Siempre está ahí tomando mi mano o brindándome el calor de sus brazos.

Lo miré unos segundos, era el mismo Erik con el que me había casado, pero al mismo tiempo era un completo desconocido, es difícil verlo a la cara y confiar en él cuando por cuatro años de mi vida me estuvo mintiendo a la cara sin ningún remordimiento.

El pánico comenzó a embargarme mientras caía en cuenta de que todo lo que habíamos construido durante años pendía de un hilo. Incluso nuestra relación.

—Respira— murmuró Adler a mi lado. Tome una respiración profunda.

—¿Qué va a pasar con todo? ¿Qué es lo que está pasando y porque estoy involucrada? — interrogué mirando el camino. Reconocí estas calles, conozco todo Londres, aun así, no sé a dónde nos dirigíamos, pero los nervios comenzaban a apoderarse de mí formando una bola de nervios que no me dejaba pensar en claro.

—Solo puedo decirte que va a terminar— me quedé perpleja. ¿Eso es lo único que diría? ¿De verdad? Después de que un loco se metió a nuestra casa a intentar asesinarnos.

—No me jodas— murmuré y solté su mano inmediatamente—Me quieren matar junto contigo y ahora solo me dices esto— solté molesta. Vi cómo se encogió de hombros restándole importancia, como si estuviéramos hablando de un tema común y corriente.

—Es lo que necesitas saber, mientras menos comprendas, menos involucrada estarás— solté un gruñido frustrada y me crucé de brazos mirando al frente. Me dije que tenía que relajarme para que el asma no me atacara, normalmente manejo muy bien este tipo de emociones, pero ahora, es diferente, ahora quieren matarme.

—Perfecto, quiero el divorcio cuando esto acabe—

—No— respondió con firmeza, de reojo vi como apretó el volante. Ignore esa acción.

—Claro que sí, ¿Cómo carajos quieres que vuelva a confiar en ti? —le lance. Se quedó en absoluto silencio. Ninguno dijo nada por un rato.

Yo intentaba calmarme, no quería comenzar a hiperventilar, no necesitaba un ataque de asma.

Me quedé en silencio, necesitaba hacer algo, alejarme ahora que podía hacerlo. Podría ir con mi madre y quedarme con ella, pero ¿Qué pasa si las personas que quieren vengarse de él me buscan a mí? ¿O mi madre? ¿Qué pasa si nada vuelve a hacer como antes? Claramente nada será como antes.

—Hace cuatro años hubo una misión, el director de ese entonces la llamo operación Rey rojo, duramos años logrando dar con él hombre que entro a la casa.

» Pero después de tanto tiempo salió bien y se supone que estaba en una subsede de máxima seguridad en Islandia, y cuando estábamos en esa boba fiesta me llamo la directora y me informo que se escapó y que robaron mi archivo personal de la base de datos—

Las dudas surgieron ante la información a medias que me proporciono, pero no podía soltar todas las dudas de una o no me contestaría ninguna, a pesar de sus mentiras he conocido algunas pequeñas partes de él y esa es una, así que solo necesito soltar de preguntas pequeñas de vez en cuando. Aun así, no sabía qué hacer ni cómo actuar.

Dios, me case con un sociópata.

—¿Y quién es él? — cuestione volteando a verlo. Sus facciones se relajaron solo un poco.

Adler dudo si decirme, pero al final termino accediendo.

—Ozkard Almstedt, era el jefe de la mafia sueca, él y sus seguidores querían lanzar una bomba a Noruega para así comenzar una guerra e intentar fortalecer una alianza con Rusia.

» No obstante la agencia de Rusia se enteró y pidió refuerzos a nuestra agencia para poder terminar con eso, se aliaron durante años y luego me reclutaron para la operación ya que se sospechaba que deseaba atacar la EISS Y RISS—

Me quedé en silencio, analicé lo que me dijo, supuse que RISS era alguna otra sede o algo similar a la EISS. Dios mío, ¿Cómo es que pasa ese tipo de cosas y nadie se da cuenta?

Aun así, me mintió todos estos años, pudo habérmelo dicho desde un principio y posiblemente lo hubiera aceptado.

Probablemente. La otra parte de mí me dice que hubiera huido como la cobarde que soy.

—Si sabes que, aunque me cuentes todas esas cosas aun así quiero el divorcio—comente mientras el bajaba la velocidad. Habíamos llegado a un hangar que lucía abandonado. Viejo y abandonado.

—Siempre te he dado un sí en todo— pauso y apago el auto—Pero al divorcio no— lo mire perpleja. ¿Por qué no? estoy segura de que ni siquiera siente el más mínimo amor por mí.

Tal vez algo de afecto sí, pero no amor, no me ama.

Me casé con él por idiota y porque a mi padre le parecía un buen hombre y quería que estuviera con alguien que pudiera cuidarme, no importaba si me amaba o no. Y cumplí su deseo, ahora cuatro años después tenía un "muy hermoso y envidiable" matrimonio no tan feliz.

—¿Por qué? ¿Por qué quieres tenerme atada a ti si no sientes nada por mí? —cuestione. Adler no respondió más bien bajo del auto e hizo una seña con la mano para que lo siguiera. Llevaba una mochila sobre su hombro. Bajé del auto y por mis nervios no cerré la puerta.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza y un nudo se formó en mi estómago, no se sentía bien nada de esto.

Él tomo mi mano y vi como debajo de su camisa azul claro había un arma. Tragué duro. Estoy segura de que nada estaba bien. había más camionetas alrededor, negras, polarizadas y posiblemente blindadas.

—Hay alguien más aquí— murmuró señalando las camionetas sin número de serie.

Y un foco de alerta en mi cabeza se encendió.

—Mi inhalador—susurre mientras intentaba soltarme de él para regresar al auto. No me soltó la mano, todo lo contrario, tiro un poco de mí.

—No, yo tengo extras en la mochila— murmuró. Trague duro, quería huir. Nos acercamos a una de las camionetas —No la toques— murmuró cuando estuvimos cerca. Se asomó por la ventanilla, copee su acción, aunque en realidad no se veía mucho, pero lo poco que se podía apreciar eran las armas que descansaban en los asientos. Muchas armas, de diferentes tamaños y calibres.

Nunca había visto tantas armas de cerca, Dios ni siquiera había visto un arma.

—Oh por Dios— susurre. Adler soltó mi mano un minuto y se acercó y los neumáticos traseros. Busco algo en los guardafangos, en todos y luego vi como extrajo algo de uno. Era un dispositivo cuadrado y tenía una pequeña luz verde encendida.

—Escucha, vamos a subir a la camioneta, no importa lo que pase quédate dentro y agacha la cabeza ¿Okey? —lo miré como si tuviera cuatro cabezas.

Oh no. Ay no.

—Ya sube—ambos nos apresuramos a subir a la camioneta, por suerte estaba abierta. Cerré la puerta al instante. Vi como saco el botón de encendido con facilidad y comenzó a unir unos cables hasta que el auto encendió.

Nunca había visto esto en vivo y en directo, solo había visto a los ladronzuelos de las películas hacerlo. Mi corazón subió a mi garganta y pronto vimos como hombres armados acercándose.

—El cinturón— advirtió Adler subiendo la voz. Me apresuré a ponerme el cinturón y sentí un tirón hacia a atrás por la fuerza en la que arranco, pero comenzó a avanzar en reversa. Mis manos temblaban y cuando escuché el clic del cinturón miré al frente.

Los hombres alzaron las armas contra nosotros. Solté un grito cuando las balas comenzaron a impactar en el parabrisas. Mi corazón latió tan fuerte que pensé que se había salido de mi pecho. Las balas no lograban atravesar el cristal por el blindaje, pero sí que lo astillaban.

Sentí como el asiento se movió hacía atrás y vi como Adler había sido el causante de reclinarlo.

—Tranquila— pauso y siguió conduciendo en reversa mientras las balas comenzaban a agrietar el cristal cada vez más—Inhalador, bolsa pequeña de la derecha— informo mientras giraba la camioneta bruscamente y aceleraba. Tomé el inhalador y jugué con él entre mis dedos esperando a no necesitarlo.

—¿Quiénes son esos? —cuestione mientras giraba la cabeza hacía atrás.

—No mires hacía atrás Chris— regaño Adler.

No miré atrás y solo estuve tomando bocanadas de aire. Dios por favor, ya suéltame, no quiero ser tu mejor guerrera.

—Es la mafia sueca— comentó de lo más tranquilo de la vida.

Maldita. Sea. Adler.

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