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Capítulo 12

DESAPERCIBIDOS

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Christine

Creo que esos tres días en Arabia fueron la luna de miel que nunca tuvimos.

El segundo día solo pedimos room service, ni siquiera salimos de la habitación y no porque la ciudad fuera aburrida, claro, Adler se había tomado muy a pecho la idea de hacerme un hijo y siendo sincera a mí no me disgustaba para nada, sino todo lo contrario.

En cambio, el tercer día salimos de la cueva. Visitamos el zoológico por la mañana y para medio día nos encontramos con Jérémie. Adler y él hablaron durante algunas horas sobre cosas de las cuales se había enterado Jérémie sobre los movimientos de la EISS después de que huimos de esos locos.

Para la noche del tercer día estábamos volando hacía Tailandia junto con Jérémie.

Hace pocas horas habíamos llegado a Tailandia y a lo que me dijo Adler de aquí iríamos a Indonesia donde por ultimo iríamos directo a las Islas Marshall donde Adler me dijo que pensaba encontrarse con él director general de SISA, con quien hablaría o intentaría hacerlo.

Siendo sincera hubiera preferido mil veces que nos quedáramos en la habitación del hotel en Arabia y sinceramente no tenía que ser en arabia, podía ser cualquier lugar que estuviera lejos del caos en el que nos estábamos sumergiendo.

Algo me decía que esto solo era el comienzo de algo malo, pero no podía detenerlo.

Observe a Adler, él lucía muy tranquilo, me transmitía paz en estos momentos. Aun así, quise romper el silencio.

—Callen— le llame mientras se colocaba una camisa ya que apenas había salido de ducharse.

—Mande.

Dudé unos segundos antes de preguntar, ya que era algo muy personal, aun así, quise hacerlo.

—¿Cómo es que obtuviste esa cicatriz? — le cuestione señalando la cicatriz que bajaba por su cuello.

Al principio se tensó, lo vi en sus hombros y antes que pudiera retractarme se giró y se sentó en el bordó de la cama.

Movió sus hombros un poco y soltó un suspiro pesado.

—Es... una larga historia, la cual haré corta para no hacerte llorar, ¿bien? —asentí levemente, un escalofrío me recorrió el cuerpo de solo pensar en que tan mala podría ser para que él creyera que podría llorar.

» Bueno... mi madre era una alcohólica y drogadicta, lo cual le hace mucho sentido al hecho de que quedara huérfano. En fin, en uno de mis cumpleaños ella me dejo en casa, todo el día, sin comer y sin ninguna nota de regreso más tarde o algo por el estilo, en fin, llegó a casa en la noche y me encontró llorando, la cansé con mis lloriqueos, me golpeo y luego m lanzó contra un espejo el cual se quebró y con uno de los trozos me cortó.

Su voz se quebró al momento en el que pronuncio las últimas palabras, esto de verdad aun le afectaba. La imagen mental era grotesca, no podía creer que una madre le pudiera hacer eso a su hijo.

Mis ojos se aguaron e inmediatamente me acerqué para abrazarlo.

Adler me recibió en sus brazos. Acaricie su cabello y parte de su rostro.

—¿Cuántos años cumplías?

—Siete.

Eso fue lo que termino de romper mi corazón, me tragué mis lágrimas como pude. No podía creer que esa mujer le hiciera eso a su propio hijo, ni siquiera me cabía en la cabeza la idea de un pequeño Adler llorando mientras su propia madre lo lastimaba.

No podía creer lo que me había confesado, estaba un tanto impactada y quería llorar por lo que había pasado.

Tome su rostro entre mis manos obligándolo a verme.

—Lo siento tanto de verdad, Callen— murmuré. Sus ojos se habían cristalizado solo un poco, cosa que nunca creí que vería. Inevitablemente unas lágrimas traicioneras rodaron por mis mejillas. Adler las limpió.

—Bonita, no llores, no pasa nada, fue algo que ocurrió hace muchos años, ya no tiene importancia.

Estaba mintiendo, tus ojos no se cristalizan por algo sin importancia, no bajas la mirada por algo sin importancia mucho menos cuando eres Adler Callen, él maldito agente secreto mitómano.

Tenía demasiada importancia.

—Adler, sé que aun duele, en estos años juntos nunca te había visto tan vulnerable como en este momento, creo que eso es un claro indicio de que es muy importante—

Negué con la cabeza y limpie las lágrimas con furia, respire profundamente y me obligue a ser fuerte.

—Es importante, no tienes que restarle importancia, Adler. No puedo imaginar el dolor que sufriste.

Comencé a hablar nuevamente.

» Eras solo un niño, no merecías ese trato, no merecías nada de lo que pasaste por Dios, esa mujer estaba loca. Para mi mala suerte no puedo borrar todo ese dolor y sufrimiento que te causo esa mujer.

Ahora comprendía porque el reproche hacía su cumpleaños y hacía su apellido. No podía creer que por culpa de esa mujer el no disfrutara muchas cosas.

—Lo sé— respondió apenas en un susurró. También comprendí porque aprendió a suturar tan joven y supuse que algunas de las marcas en su cuerpo eran a causa de su madre.

Le llene el rostro de besos intentando aliviar la tensión. No sabía que podía hacer en este caso, solo deseaba que no sufriera más por eso, pero no sabía que se tenía que hacer en este caso, aun así, lo abracé.

Sus brazos envolvieron mi cintura, inspire profundamente su olor y acaricie su cuello con cuidado, un nudo se había formado en mi garganta, aun así, me dije que no podía llorar, porque, aunque seguramente él era mucho más fuerte que yo en muchos aspectos deseaba dejarle claro que también estaba para él, así como él está para mí cuando lo necesito.

Nunca llegué a pensar que esta fuera la razón por la que no celebraba sus cumpleaños y siendo sincera nunca pregunte ya que papá me había dicho que él hablaría sobre eso cuando se sintiera cómodo para hacerlo.

Nuevamente deje un beso en el costado de su cabeza. Decir que me sentía inútil por no poder ayudarlo era poco.

—Perdón, no sé qué decir, no soy buena con esto de consolar— murmuré con cierta molestia hacía mi persona.

Ojalá dieran algún tipo de capacitación para este tipo de situaciones.

Adler se alejó un poco de mí, pero no me soltó.

—No pidas perdón, Chris, no es tu culpa, no tienes que decir nada. el hecho de que me abraces y me escuches es demasiado—

Es que no podía evitar no sentirme conmovida por él, por sus palabras, sonaba tan... tal vez entre agradecido y un poco triste.

Nuevamente lo abrace con fuerza. Acaricie su cabello y me sentí estúpida por no poder decirle algo que pudiera arreglar tanto dolor, aunque así no funcionaba esto, pero ojalá así lo hiciera.

Algún científico debería de inventar algo para borrar los recuerdos horribles o por lo menos para hacer que estos no afectaran.

Pude sentir como sus lágrimas mojaban mi blusa. Eso solo me hizo sentir aun peor, seguramente no tenía que preguntar.

Acaricie su espalda de arriba abajo y lo abrace con más fuerza, estaba haciendo un gran esfuerzo para no ponerme a llorar como la sentimental que era.

Me aleje un poco de él. Tome su rostro entre mis manos.

Nunca creí que lo vería llorar, ni siquiera sabía si él conocía las lágrimas, pero al final de día es un humano que siente y padece, aunque no se note.

Limpié las lágrimas de su rostro con mis pulgares, inhale profundo y lo mire directo a los ojos, los cuales estaban cristalizados e irritados por el llanto.

La punta de su nariz estaba roja al igual que su cuello.

Él respiro profundamente.

—Respira profundo, amor.

Adler siguió mis indicaciones y respiro profundo. Acaricie su rostro y luego me levante de la cama y fui a buscar algo en mi mochila.

Saqué la barra de chocolate que había comprado hace unos días en Arabia.

—Dicen que el chocolate es bueno para la tristeza— murmuré mientras abría el envoltorio. Una pequeña risa se escapó de sus labios. Partí la barra y acerqué un trozo a su boca. Él lo tomo.

—Siento ser un asco consolando— murmuré mientras él disfrutaba de su trozo de chocolate, tal cual un niño pequeño. Era demasiado tierno.

—Te perdono si me sigues llamando como lo hiciste— contesto mientras recibía el otro trozo de chocolate. Sonreí levemente.

—¿Amor?

Asintió. Sonreí levemente y me acerqué a besar su mejilla. Me dio una pequeña sonrisa, le seguí dando chocolate hasta que este se terminó.

—Gracias por contármelo, Callen— él asintió levemente.

Se recostó entre mis piernas descansando su cabeza en mi vientre. Seguí acariciando su rostro y parte de su cabello.

—Gracias por escucharme.

—Siempre te escuchare, amor.

Alzo un poco la cabeza para observarme. Me sonrió y dejo un beso sobre mi abdomen.

Esa noche no pude dormir. No podía dejar de pensar en lo que Adler me había contado, en lo mal que seguramente lo ha de haber pasado durante tantos años.

Había entrado al ejército para alejarse del orfanato, lo cual seguramente era por alguna mala razón.

Por otro lado, note que Adler si durmió algunas horas, ni siquiera quise moverme para no despertarlo, ya que dormía poco y quería que descansara.

Ahora su insomnio tenía más sentido.

Quería hacer algo para sanar su dolor, pero no sabía qué hacer, nunca llegué a pensar en algo similar, ni siquiera sabía si aún podía aliviar ese dolor por todo el tiempo que llevaba cargando con eso.

Mañana era noche buena, nos iríamos por la mañana a Indonesia. Inevitablemente la ansiedad comenzó a invadirme, aun así, intente tranquilizarme, necesitaba estar más tranquila.

Comencé a pensar en cosas buenas para tranquilizarme.

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Habíamos llegado a Indonesia para medio día. Jérémie había quedado en comunicarse con Adler si llegaba a saber algo sobre la EISS y todo el drama que ahora nos envolvía a nosotros.

Indonesia no era como lo imaginaba o por lo menos lo poco que había visto de la ciudad no era como pensaba, creí que todo se parecía a Bali, pero al parecer no.

Mi mente aun no dejaba de pensar en lo que Adler me había contado anoche, aunque no quería hablar sobre el tema hasta que Adler quisiera volver a hacerlo.

Sabía que aún había más cosas las cuales no sabía, pero no quería que me contara todo de golpe, todo a su tiempo, ahora esperaría a que él me quisiera contar algo más.

—No entiendo cómo es que si amenazaste a Jérémie para que no estuviera en el ojo de la EISS tiene lugares para nada discretos— le dije mientras entrabamos al departamento.

Por Dios estábamos en el treintavo piso y aunque la zona no era tan céntrica no era nada discreta.

—Bueno, hay países en los que SISA no tiene jurisdicción alguna, como Indonesia.

» Tengo entendido que las ciudades o países que no tiene un acuerdo con SISA es por algún mal entendido del pasado o porque en realidad son ciudades que no buscan ser un lugar problemático o ponerse en el ojo del huracán, al parecer Indonesia, Tailandia, Azerbaiyán, Egipto, Dinamarca y Canadá son países que no buscan problemas o que odian a SISA una de dos—

Explico mientras dejaba las cosas sobre el suelo.

Observe el departamento con detenimiento, todo estaba cubierto con plástico como si no se hubiera usado en mucho tiempo, un leve olor a polvo pico mi nariz e hice una pequeña mueca.

Observe la pared de cristal frente a nosotros. Sin duda era algo que no me agradaba demasiado.

—¿Puedes sacudir este lugar? —le pregunte mientras tallaba mi nariz. Tome mi inhalador y lo lleve a mi boca.

—Sí, ve al baño mientras quito el polvo de aquí— indico y asentí mientras iba a una de las puertas esperando a que fuera el baño.

No lo era. Dos puertas después encontré el baño.

Me observé en el espejo un momento, tenía algo de ojeras.

Solté un suspiro y enjuagué mi rostro.

Casi quince minutos después Adler me llamo para decirme que podía salir.

—Ya quedó— dijo Adler cuando abrí la puerta. Asentí levemente y le di media sonrisa.

—Gracias— Adler tomo mi mano y entrelazo nuestros dedos.

—Hoy es veinticuatro— me informó mientras me atraía a su pecho. Asentí dándole la razón.

Pase mis brazos por su cuello dispuesta a besarlo, pero antes de que eso pasara el sonido del cristal quebrándose perforo mis oídos.

—¡Agáchate!

Hice caso omiso y corrí hasta él baño donde me encerré. Escuche una maldición por parte de Adler quien se había resguardado detrás de la pared. Podía verlo desde mi lugar.

Observé como tomaba la mochila, el sonido del cristal quebrándose no paraba. Las balas impactaban en las paredes y quebraban cualquier material frágil a su paso. Tragué duro y mi respiración se hizo mierda, tuve que llevar mi inhalador a mi boca.

Observé como Adler sacó un arma de la mochila, se aseguró de que estuviera cargada, luego tomo otra más grande la cual se aseguró de cargar.

Pateo la mochila hasta que quedó en la entrada del baño.

—Toma una, por si acaso— ordeno. Asentí levemente—Quita él seguro, mantén tus dedos alejados del gatillo y el cañón apuntando al suelo. No la uses a menos que sea necesario— asentí levemente mientras tomaba la mochila con rapidez y sacaba un arma.

—Te voy a indicar cuando vas a salir de aquí, ¿Okey?

Fruncí el ceño confundida y con miedo.

—Yo te voy a cubrir y tú vas a correr.

Las balas cesaron, en ese momento Adler se cruzó hacía donde me encontraba.

—Bien, ponte esto— murmuró acomodando el gorro de mi sudadera, tomo el arma y la puso en la bolsa de la misma—Saldrás de aquí e irás por el elevador, saldrás con toda la gente por la puerta delantera y luego te buscare ¿Okey?

Tragué duro, pero me obligué a asentir.

Las pisadas fuertes se escucharon en el departamento, el crujir de los vidrios quebrados acompañaba las pisadas. Adler beso mi cabeza antes de salir del baño.

—Ahora— indico.

Nuevamente las balas se escucharon, una tras otra, no me detuve a ver quién recibía los impactos. Chillé cuando una bala atravesó la puerta justo veinte centímetros de mí.

Corrí como nunca lo había hecho.

Las personas salían de sus departamentos y se adentraban en el elevador, que si me preguntas no creo que sea lo recomendado, pero las películas de acción me habían enseñado que los malos siempre subían por las escaleras.

Mis manos temblaban sin parar y sudaban, estaba muy nerviosa y tenía mucho miedo, no era la única, ñas personas en la caja de metal también estaban llorando o entrando en pánico.

Los minutos en el elevador fueron eternos.

Cuando este se abrió todos salimos. Seguí a todas las personas que iban a largarse por la entrada.

Caminé con prisa, nuevamente llevé mi inhalador a mi boca. Él miedo y la adrenalina corrían por mis venas mezclándose de una forma rara.

No sabía a donde carajos ir y bajar al estacionamiento a resguardarme en el auto no era una opción.

Caminé durante unos minutos y me obligué a memorizar porque calles iba ya que no quería perderme otra vez.

Camine durante unos minutos más. Solté un suspiro cuando consideré que me había alejado demasiado. En ese momento observé una camioneta de reojo. Era negra y algo dentro de mí me decía que no era nada bueno.

Comencé a caminar nuevamente. La camioneta volvió a ponerse en marcha.

Ay mierda.

Antes de que pudiera echarme a correr la camioneta se cerró delante de mí haciendo que me detuviera y comenzara a correr hacía el lado contrario.

Escuche unos gritos que ignore y sabía que no iba a resistir mucho hasta que un ataque de asma me dejara inconsciente por ir corriendo.

Ni siquiera llegué tan lejos cuando sentí que alguien tiro del gorro de mi sudadera haciendo que inmediatamente este se apretara a mi cuello cortándome la respiración por unos momentos. Solté un chillido, las personas comenzaron a alejarse y decidí que era buen momento para golpear a alguien con la pistola.

Ni siquiera sé de donde saque el valor, pero seguro era mi instinto de supervivencia haciendo acto de presencia.

Saqué la pistola del bolso de mi sudadera, la tome con fuerza y me gire.

Sentí como él arma golpeo algo con fuerza, el agarre en mí sudadera se aflojo y me zafé. No sé de donde saqué valor o rapidez, pero activé el seguro. Observé como mi atacante se sobaba el rostro.

No lo dude. Apunte a donde creí que iba a dar la bala y disparé.

Solté un chillido y solté la pistola por la fuerza del disparo.

Él hombre en cuestión soltó un quejido de dolor y observé como llevaba sus manos a su abdomen. Bien yo había planeado dispararle en la pierna, pero al parecer no tenía puntería. Iba a tomar la pistola cuando otro disparo me hizo chillar.

—No toque eso, señora Callen—

Ay no. Eso no era bueno, que alguien me llamara por el apellido de Adler no era nada bueno. Levante la mirada y observé a la mujer que me llamo.

Era alta, delgada y rubia, su piel era aceitunada y vestía con ropa que parecía cara e iba de negro.

Las gafas oscuras cubrían sus ojos. Había tres hombres detrás de ella y ahora no había una camioneta, sino dos. Uno de los hombres se acercó al que le había disparado y se lo llevó.

No sabía qué hacer.

—¿Son de la EISS? —cuestione, la mujer hizo una mueca de disgusto.

—Claro que no, no me insultes así, niña, no soy una rata rastrera— escupió con odio. Había algo en su voz que no me cuadraba. Les hizo una seña a los hombres con la mano. Ellos se aceraron a mí y considere correr nuevamente.

—Si yo fuera usted, no haría ninguna pendejada y colaboraría, es eso o que le enviemos a su esposo una hielera con sus trozos.

Tragué duro, no dije nada. Ambos hombres me tomaron de los con fuerza y tiraron de mí para llevarme a una de las camionetas. La mujer caminaba al frente.

—¿Quiénes son ustedes?

—Nadie que le interese—

Maldita mujer loca, me rapta y me dice que no me interesa quien sea.

Solté un suspiro. A punto de llegar a la camioneta comencé a removerme con fuerza intentando soltarme del agarre de los hombres.

Patalee y grite por ayuda mientras ellos forcejeaban.

Después sentí un golpe seco en la cabeza.

Todo se volvió oscuro.

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Adler

Golpee a uno de los hombres en el rostro. Recargue mi arma y le dispare al otro que se acercaba. Tome la navaja del hombre al que golpee y la llevé a su garganta mientras aplastaba su caja torácica con mi rodilla.

—Cinco segundos para hablar o te cortó la garganta— le advertí a la vez que escupía a un lado la sangre que se había acumulado en mi boca.

—Uno.

—Dos.

—Tres.

—Cinco.

Sin cuidado o precaución pase con fuerza el filo de su navaja por su cuello. La sangre broto de inmediato.

Me levanté y observé los cuerpos inertes que solo manchaban el suelo con su sangre. Solté un bufido molesto, era increíble como preferían morir antes que hablar.

Aunque sabía que estas personas no eran de la EISS, más bien parecían mercenarios y trabajaban como ellos. Tome la mochila y antes de salir del departamento un teléfono comenzó a sonar. Me gire observando los cuerpos.

Me di cuenta que el sonido provenía del bolsillo del degollado.

Me acerqué a él y saqué el teléfono.

Era un numero sin guardar.

Decidí tomar la llamada, más no hablé.

—Señor Callen— tensé la mandíbula al escuchar que me llamaba directo a mí, era una mujer lo cual no me sorprendió—Sé que está ahí, se la clase de gente a la que mande—

No respondí.

—Bueno, tal vez esto ayude a que se le quite lo tímido—

Escuche unos murmullos.

—¿Callen? ¿Estás ahí? una loca me rapto en medio de la calle— mi corazón se detuvo unos segundos. Maldije por lo bajo. No debí de dejarla sola, maldita sea.

—Aquí estoy, bonita ¿Estás bien?

—Creo que sí, solo me duele la cabeza— murmuró. Nuevamente murmullos.

—Bueno ya la escuchaste, Ghost, parece que no te comió la lengua el ratón, así que ahora tenemos que hablar—

Apreté el teléfono en mi mano y salí del departamento.

—¿Quién eres? — le cuestione mientras me apresuraba a salir del edificio.

—Alguien a quien pronto conocerás. Te enviare las coordenadas del lugar donde nos encontraremos, no hace falta decir que debes de venir solo.

» No te tardes, no queremos que le pase nada malo a la dulce Christine.

Escuche una maldición de fondo y luego colgó la llamada.

Lo que me faltaba, que secuestraran a Chris, maldita sea, no debí de decirle que se fuera, hubiera sido mejor si le hubiera dicho que se quedara en el baño.

Me maldije un par de veces.

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Christine

Dios mío, a estas alturas de mi vida me cuestione que karma estaba pagando para que quisieran matarme y secuestrarme a cada cinco minutos.

No sabía dónde nos encontrábamos. Estaba nerviosa, no podía negarlo. Me cuestione que es lo que Adler le habría hecho a esta gente para que yo me encontrara aquí.

La adrenalina había salido de mi cuerpo hace un par de horas y le había dejado paso al miedo.

¿Iban a matarme? ¿Venderían mis órganos? Aunque eso último no lo creo ya que mis pulmones no eran los mejores.

Tomé una respiración profunda y miré mis muñecas las cuales estaban atadas. Use toda mi fuerza de voluntad para armarme de valor y hablar.

—¿Y bien? ¿Por qué quiere matarme a mí o a mi esposo? —le cuestione a la mujer mientras ella alejaba la mirada de su teléfono. Aun no veía sus ojos gracias a las gafas las cuales no se había quitado.

Era imponente eso no podía negarlo y claro que me daba un poco de miedo porque parecía que podía matarte con un movimiento.

Alzo la mirada de su teléfono, lo dejo sobre su regazo y levanto sus gafas dejándome ver su rostro por completo.

Dios, que hermosos ojos, eran grises casi rozando lo plata con algunas vetas verduzcas apenas perceptibles.

—En realidad no queremos matarlos— respondió con calma. Fruncí el ceño confundida y alcé las manos mostrando las ataduras que las mantenía juntas.

—¡¿Entonces?!

Ella soltó una pequeña risa apenas notoria.

—El que te tenga atada no quiere decir que quiera matarte, solo es un medio de seguridad para todos—

Si claro como si pudiera defenderme estando al lado de dos hombres que vienen armados hasta el culo.

—Entonces, sino quieres matarnos, ¿Por qué estoy aquí?

—Porque necesitamos algo y esta es una buena forma de que Ghost lo haga.

Al parecer soy un medio de extorsión o eso fue lo que me dio a entender.

No sabía si sentirme ofendida o halagada ante ese comentario.

—Ignorare que me usas como un medio para llegar a Callen, pero, ¿Dónde estamos? Digo, si me vas a usar quiero saber a dónde me llevas— le dije un poco más tranquila ya que un poco de mi lógica me dijo que sí hubiera querido matarme lo hubiera hecho desde el principio que pudo hacerlo, aunque la idea de que quisiera torturarme me tensó por completo.

—En el Cairo—

Okey. El vuelo duro demasiadas horas, pero creí que era mi miedo surtiendo efecto.

Solté un suspiro intranquilo. Ya no hice más preguntas ya que mis pensamientos atacaron mi mente. 

Paso aproximadamente media hora, llegamos a las afueras de la ciudad. Desde aquí podía observarse las pirámides lo cual me dejo sorprendida. Desde aquí se veían inmensas, no me imaginaba como sería tenerlas a unos pocos metros.

Las camionetas entraron por unas contrapuertas altas de color dorado, estas mismas se cerraron cuando las camionetas estuvieron dentro.

El jardín era gigante, había flores, pocas, pero había.

Eso solo me hizo pensar que estar personas no eran del gobierno, lo cual era mucho peor.

Las camionetas se detuvieron frente a la mansión. Ella bajo acompañada de los escoltas, luego me indico que bajara.

Me arrepentí de bajar al poner un pie en tierra, el calor era molesto.

Ella me tomo del brazo del brazo y me guio por el pórtico. Había guardias por todas partes y estos bajaban la cabeza cuando ella pasaba.

Ay no estaba segura de que nada de esto era bueno o legal.

Agradecí que hubiera aire acondicionado en la casa ya que el calor era horrible y eso que solo había estado menos de cinco segundos afuera.

Caminamos por los grandes pasillos, estos tenían detalles dorados que no dudaba que fueran de oro, había algunas esculturas y cuadros que parecían caros y exclusivos.

No paso demasiado cuando ella hizo que nos detuviéramos en una de las tantas puertas. Ella la abrió y tiro de mi brazo para que la siguiera.

Entramos en la habitación, me di cuenta que era una oficina, ya que había un escritorio y más cuadros.

En el escritorio había un hombre, cuando este alzo la mirada me quedé sin habla. Sus ojos y cada una de sus facciones las reconocí al instante, pero no porque lo conociera sino porque las había visto en otra persona.

No pude evitar tragar duro al observarlo con atención.

Y cuando pensaba que esto no podía ir de mal en empeorar llegaba para dejarme en claro que sí.

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