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𝟖

Fiel a su palabra, Lisa regresó unas horas después, cargando una bolsa con comida que había comprado para las dos. La tensión que Jennie había sentido mientras esperaba comenzó a disiparse al ver la sonrisa cálida de Lisa. Ella había elegido unas quesadillas llenas de queso, con carne y vegetales frescos. El aroma que emanaba de ellas era tentador, y cuando Jennie dio el primer bocado, sintió cómo su estómago se llenaba de una calidez reconfortante.

Pero lo que más la emocionó fue el postre que Lisa había traído: un pedazo de pastel de chocolate. El simple hecho de ver el pastel la llenó de alegría, hacía tanto tiempo que no disfrutaba de algo tan indulgente. Al probarlo, cerró los ojos, saboreando cada mordisco, como si quisiera que ese momento durara para siempre.

Comieron juntas en silencio, disfrutando de la comida y de la compañía. A pesar de que ambas sabían que la conversación pendiente era inevitable, ninguna parecía dispuesta a apresurar el momento. Jennie estaba agradecida por el respiro, por la oportunidad de disfrutar de una comida sin preocupaciones, sin sentir la urgencia de tomar una decisión inmediata.

Después de un rato, Jennie decidió compartir un pequeño gesto de agradecimiento. Le ofreció a Lisa unas galletas que su vecina le había regalado el día anterior. "Son de mantequilla, la señora Campbell las hace ella misma", comentó mientras extendía la caja. Lisa tomó una y le dio un mordisco, asintiendo con aprobación. "Están deliciosas", dijo, sonriendo.

Ese simple intercambio de comida, de momentos compartidos, hizo que Jennie se sintiera un poco más tranquila, un poco más capaz de enfrentar lo que estaba por venir. Aunque el tema de las llaves y la propuesta de Lisa aún colgaba en el aire, por un breve instante, todo parecía más manejable.

Luego de terminar la comida, Jennie se ofreció a preparar un café, y Lisa aceptó con una sonrisa agradecida. Mientras el aroma del café fresco llenaba la pequeña cocina, ambas sabían que la conversación pendiente no podía posponerse más.

Jennie colocó dos tazas de café en la mesa, y Lisa tomó un sorbo, aprovechando el momento de calma antes de decir lo que tenía en mente. Luego, dejó la taza en la mesa y miró a Jennie directamente a los ojos, su expresión era seria, pero llena de sinceridad.

"Mira, Jennie. Yo sé que todo esto que te estoy proponiendo quizás es mucho, pero te lo pongo de la siguiente manera: si decides seguir aquí, yo nunca te voy a dejar de dar dinero para comida. Me carcome saber qué pasaste hambre. Por otro lado, creo que todo ser humano es digno de tener un baño propio, y este lugar ni siquiera eso posee".

Jennie sintió un nudo en la garganta, queriendo interrumpir, pero Lisa levantó una mano suavemente para que la dejara continuar.

"No quiero que pienses que querré algo a cambio", continuó Lisa con una voz firme pero suave. "No quiero nada de ti, no quiero que hagas nada ni que me des nada. Ni siquiera tienes que pasar tiempo conmigo si no lo deseas. Esto es única y exclusivamente para tu bienestar".

La castaña bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Lisa. El nudo en su garganta se hacía más grande, y las lágrimas amenazaban con desbordarse nuevamente. Era difícil procesar la idea de que alguien pudiera ofrecerle tanto sin esperar nada a cambio. La gratitud y la duda se mezclaban en su mente, dejando un torbellino de emociones difíciles de ordenar.

Lisa, notando la lucha interna de Jennie, se inclinó un poco hacia adelante y tomó sus manos. "Solo quiero que tengas una vida mejor, Jennie. Eso es todo lo que quiero. Porque nadie merece vivir así, mucho menos alguien tan joven y con tanto potencial como tú. Te mereces una oportunidad, y quiero ayudarte a encontrarla".

Asintió lentamente, incapaz de articular una respuesta coherente, pero sabiendo que Lisa realmente hablaba en serio. La calidez de sus manos y la firmeza de su voz le dieron una especie de paz que no había sentido en mucho tiempo. A pesar de las dudas y los miedos, una parte de ella comenzaba a creer que quizás, solo quizás, merecía esa oportunidad que Lisa le estaba ofreciendo.

Lisa apretó suavemente la mano de Jennie, transmitiéndole confianza. "Deja que yo me encargue de eso", respondió con calma. "Tu padre no tiene por qué enterarse de nada si no quieres. Esta es tu vida, Jennie, y puedes tomar el control de ella. Lo más importante es que estés segura y cómoda. Si en algún momento decides hablar con él o resolver las cosas, yo estaré aquí para apoyarte. Pero no permitas que su sombra siga afectando tu presente y tu futuro".

Jennie la miró con una mezcla de admiración y confusión, aun tratando de procesar la magnitud de lo que Lisa estaba ofreciéndole. La idea de dejar todo atrás, de mudarse a un lugar nuevo, parecía irreal, casi como un sueño. Lisa no sabía las cosas que ella había pasado y aun así le estaba dando una oportunidad de vida difícil entre muchas.

"Es que... no estoy acostumbrada a que alguien se preocupe tanto por mí", admitió Jennie en voz baja, sus palabras cargadas de una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

Lisa sonrió con ternura, tomando el rostro de Jennie entre sus manos. "Entonces es hora de que empieces a acostumbrarte. Te mereces todo lo bueno que pueda llegarte. Y no voy a dejar que sigas pensando lo contrario".

Jennie sintió una ola de emociones inundarla, pero en el fondo, también sintió una chispa de esperanza. Aceptar la ayuda de Lisa significaba abrirse a la posibilidad de una vida mejor, algo que nunca había creído posible. Dudaba, pero también anhelaba escapar de la miseria y encontrar un lugar donde pudiera sentirse segura y querida.

Finalmente, suspiró y asintió. "Está bien", dijo con un tono de determinación renovada. "Voy a confiar en ti, Lisa. Vamos a hacerlo".

Ese simple gesto, el de empacar juntas, convirtió el momento en algo íntimo y significativo. Cada objeto que Jennie guardaba en las cajas era un pedazo de su vida, una historia, un recuerdo de días más difíciles. Lisa, siempre paciente, la ayudaba en silencio, respetando el proceso. La noche cayó sobre ellas, envolviendo el pequeño espacio en una sensación de despedida y nuevos comienzos.

A pesar de la sobriedad del momento, hubo pequeños destellos de humor que aligeraban la atmósfera. Jennie se reía de algunas de sus pertenencias antiguas, sacando un vestido que había usado en su adolescencia y que ya no le quedaba. Lisa se unía a las risas, ofreciendo bromas suaves que hacían que el ambiente fuera más ligero.

"Creo que este vestido ha visto mejores días", comentó Jennie, levantando una prenda descolorida. "Definitivamente, pero ¿sabes? Lo guardaré como un recuerdo", añadió, doblándolo con cariño antes de meterlo en una de las cajas.

El proceso duró hasta bien entrada la noche, pero para Jennie no fue agotador, sino liberador. Con cada cosa que guardaba, se sentía más liviana, como si estuviera soltando el peso de los años difíciles. Lisa, siempre observando, lo notaba. Sabía que ese momento era más que una simple mudanza. Era un nuevo comienzo para alguien que no tenía

Cuando terminaron, se sentaron en el suelo, rodeadas de las cajas llenas. Jennie dejó escapar un suspiro, mirando todo a su alrededor, el lugar que había sido su hogar por tanto tiempo, a pesar de las dificultades. Pero ahora, ya no lo veía con tristeza, sino con la anticipación de lo que venía.

"Es raro", dijo Jennie, rompiendo el silencio. "Nunca pensé que dejaría este lugar. Siempre pensé que estaría atrapada aquí".

La más joven la miró con ternura y dijo: "A veces, lo único que necesitamos es una mano que nos ayude a dar el primer paso. Tú hiciste el resto, Jennie. Lo estás haciendo".

Jennie se recostó contra una de las cajas y sonrió. "Me parece que todo esto es un sueño. Pero si lo es, no quiero despertar nunca", dijo con tal amargura, pero a la vez ilusión en la voz.

Aunque por dentro sentía una mezcla de emociones. Sabía que le estaba dando a Jennie algo invaluable, pero también sentía una creciente responsabilidad. No era solo ayudarla a mudarse; era ser parte de su proceso de sanación y crecimiento. Sabía que su papel en la vida de Jennie no se detendría aquí, no luego de lo que ella tenía en sus más sanas intenciones.

"¿Listas para mudarte mañana?", preguntó Lisa suavemente.

Jennie asintió, sintiendo cómo la emoción empezaba a crecer en su pecho. "Más que lista", respondió. "Mañana será el día en que todo cambie".

Así transcurrió la noche, con Lisa atenta a cada detalle, asegurándose de que Jennie tomara todas sus pertenencias de ese mugroso lugar. Mientras ambas empacaban, Lisa no podía evitar sentir una mezcla de emociones intensas. No era que viera a Jennie como alguien de poca clase o menospreciara su situación, pero le resultaba profundamente injusto e indignante que una chica tan joven, tan llena de potencial, hubiera tenido que vivir en condiciones tan precarias.

Cada rincón de ese lugar parecía gritarle lo difícil que había sido la vida de Jennie hasta ese punto. Las paredes, desgastadas por el tiempo, y los pocos muebles, apenas funcionales, eran testigos silenciosos de los días de lucha. Lisa sentía que era inaceptable que Jennie viviera un segundo más en ese entorno, y eso la llenaba de una furia silenciosa.

Incluso, Lisa no solo se preocupaba, sino que también decidió quedarse con Jennie esa noche. Había algo en el ambiente, una especie de calma compartida, que la hacía querer asegurarse de que Jennie no pasara ni una sola noche más en ese lugar, sola y vulnerable. Así que, sin pensarlo demasiado, le propuso quedarse, y Jennie no pudo decir que no.

Lisa, con su temple amable y cálido, volvió a encargarse de la cena. Preparó algo sencillo, pero delicioso: una pasta cremosa con pollo y champiñones, un plato que llenó de aromas reconfortantes el pequeño espacio. La conversación fluía ligera entre ambas, pero en el fondo, Jennie no podía evitar sentir cómo esa sensación de calidez, que ahora experimentaba con Lisa, se sentía nueva y extraña. No estaba acostumbrada a ser cuidada, a recibir tanta atención y cariño sin sentir que debía dar algo a cambio.

Lisa, por su parte, también parecía más relajada, como si, a pesar de todo el caos, hubiera encontrado un pequeño refugio en la presencia de Jennie. Después de la cena, las dos se sentaron juntas en el sofá improvisado de Jennie. No había televisión, pero compartieron momentos en silencio, tomando café y charlando sobre temas ligeros, cosas sin demasiada importancia, como si ambas supieran que ya habían hablado lo suficiente de lo serio y lo difícil por un día.

"Me gusta que estés aquí", confesó Jennie en un momento, sorprendida de sí misma por decirlo en voz alta. "Hace mucho que no me siento tan... cómoda con alguien".

Lisa le sonrió y le apretó suavemente la mano. "Estoy aquí para ti, Jennie. Y no me iré hasta que estés bien. Me quedo esta noche para asegurarme de que te sientas segura, y mañana... mañana empezaremos de nuevo".

Jennie sintió cómo su corazón se llenaba de gratitud, pero también de algo más, una sensación de bienestar que no había experimentado en mucho tiempo. Tener a Lisa a su lado, cocinando para ella, quedándose a pasar la noche, brindándole esa compañía que tanto necesitaba, era más reconfortante de lo que podría haber imaginado.

Y así, tal como había ocurrido la vez anterior, Lisa se convirtió en su consuelo. Después de todo lo que había pasado en las últimas horas, Jennie se sentía más tranquila, como si la presencia de Lisa a su lado borrara las preocupaciones que solían invadir sus pensamientos antes de dormir. La oscuridad de la noche ya no parecía tan amenazante, y el frío del ambiente no la incomodaba como antes, porque Lisa estaba allí.

Ambas se acomodaron en el pequeño colchón de Jennie, que no era ni de lejos lo más cómodo, pero Lisa no parecía preocuparse por eso. Le ofreció su abrazo, un gesto cálido y protector, que Jennie aceptó sin dudar. A medida que los minutos pasaban, Jennie sintió cómo su cuerpo, tenso por todo lo que había vivido, comenzaba a relajarse.

La noche transcurrió en una calma absoluta. No hubo ruidos perturbadores ni incomodidades, solo la paz que Lisa le brindaba al estar a su lado. Como la vez anterior, su sola presencia parecía llenar el espacio con una sensación de seguridad y cuidado. No era simplemente que Lisa estuviera físicamente allí, sino que su energía la envolvía, haciéndole sentir que, por fin, no tenía que enfrentarse a todo sola.



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