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Al día siguiente, Lisa apareció de nuevo en la puerta de Jennie. Cuando Jennie abrió la puerta, casi se tambaleó de sorpresa. Lisa estaba vestida con un traje formal, elegante y perfectamente ajustado, algo que contrastaba con la ropa casual que Jennie estaba acostumbrada a ver en ella. Fue en ese momento cuando Jennie comprendió plenamente el tipo de trabajo que Lisa realizaba, y la razón por la que siempre irradiaba esa confianza y seguridad.
Lisa entró en la casa, y Jennie no podía apartar la mirada de ella. El traje la hacía ver increíblemente atractiva, como un pastelito recién horneado, imposible de resistir. Cada detalle de su atuendo, desde el corte impecable de la chaqueta hasta los zapatos brillantes, hablaba de su éxito y profesionalismo. Era un contraste marcado con el entorno humilde en el que Jennie vivía, pero en lugar de hacerla sentir incómoda, la presencia de Lisa le daba una sensación de esperanza, como si, por un momento, su mundo también pudiera ser un poco más brillante.
Cuando se sentaron en el pequeño espacio que Jennie llamaba cocina, Lisa rompió el silencio con un cumplido.
"Te ves radiante", comentó Lisa, su voz suave mientras sus ojos se encontraban con los de Jennie.
Jennie sintió que su rostro se calentaba con el halago, y una sonrisa genuina se dibujó en sus labios. "Gracias, Lisa", respondió, tratando de mantener la calma, aunque por dentro su corazón latía con fuerza. La cercanía de Lisa siempre la ponía nerviosa, pero era un nerviosismo que disfrutaba.
Lisa la miró con atención, como si estuviera evaluando cada expresión en su rostro. "¿Has estado comiendo bien?", comenzó con un tono suave pero lleno de genuina preocupación.
Le dedicó una sonrisa sincera, esa que rara vez mostraba, pero que con Lisa parecía salir con naturalidad. "Claro, he tenido tres comidas al día, me siento realmente bien y es gracias a ti", respondió, sintiendo una calidez en su pecho al decirlo. No era solo la comida; era el hecho de que alguien se preocupara lo suficiente como para asegurarse de que ella estuviera bien.
Lisa asintió, aliviada, y sus ojos se suavizaron. "No sabes lo mucho que me alegra saber eso", comentó, y aunque sus palabras eran simples, el tono era profundo, casi como si se hubiera quitado un peso de encima.
Jennie se quedó en silencio por un momento, mirando a Lisa, sintiendo una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar del todo. Había una parte de ella que se preguntaba por qué Lisa estaba allí, qué la había impulsado a regresar después de todo lo que había hecho ya. Pero más allá de esa duda, estaba la alegría de tenerla cerca nuevamente. No importaba la razón, lo que importaba era que Lisa estaba allí, en su pequeña y humilde casa, compartiendo un momento que, para Jennie, significaba mucho más de lo que podría expresar con palabras.
Finalmente, Lisa rompió el silencio. "Esperaba ansiosamente verte hoy", admitió con una leve risa nerviosa, que hizo que la tensión en el ambiente se disipara un poco.
"Oh, eso es muy dulce de tu parte", alabó Jennie, sintiendo que su corazón se aceleraba ante la confesión. Había algo tan genuino en las palabras de Lisa, en su manera de ser, que la hacía sentirse especial, algo que no experimentaba a menudo.
Lisa bajó la mirada por un instante, como si estuviera buscando las palabras correctas. Luego, con suavidad, tomó las manos de Jennie entre las suyas, sus dedos envolviéndolos con una calidez que transmitía más que palabras. Jennie notó el cambio en el rostro de Lisa, un matiz de seriedad que la hizo prestar aún más atención.
"Mira, Jennie...", comenzó Lisa, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de la castaña, su voz firme pero al mismo tiempo cargada de ternura. "Quiero que sepas que lo que estoy a punto de decirte no lo hago para hacerte sentir menos, ni lo hago esperando nada de ti", continuó, su tono sincero, asegurándose de que cada palabra fuera entendida sin malinterpretaciones.
Jennie la miró con un destello de confusión en sus ojos, su mente corriendo para intentar anticipar lo que venía a continuación. Sin embargo, decidió mantenerse en silencio, sabiendo que Lisa necesitaba expresarse. La conexión entre ellas en ese momento era palpable, y Jennie sabía que, fuera lo que fuera, debía escucharlo.
Lisa apretó suavemente las manos de Jennie, como buscando un punto de apoyo, antes de continuar. "Desde que te conocí, desde la primera vez que hablamos, he sentido una conexión contigo que no puedo ignorar. Y cuando vi cómo vivías, lo que estabas pasando... me afectó profundamente. No puedo simplemente quedarme de brazos cruzados sabiendo que estás luchando sola".
Jennie abrió la boca para decir algo, pero Lisa levantó una mano para detenerla con delicadeza. "Por favor, déjame terminar", dijo, su voz manteniendo esa misma mezcla de preocupación y cariño. "Quiero ayudarte, Jennie. No porque sienta lástima por ti, sino porque me importas. Y si eso significa ayudarte a encontrar un lugar mejor, o incluso simplemente estar aquí para ti cuando lo necesites, entonces quiero hacerlo".
Jennie sintió que el mundo se detenía por un momento cuando las palabras de Lisa hicieron eco en su mente. "No entiendo qué quieres decir", contestó, su voz apenas un susurro mientras trataba de procesar lo que estaba ocurriendo.
Con una mezcla de paciencia y determinación, Lisa la miró fijamente. "Lo que quiero decir es que quiero cambiar tu vida, pero quiero hacerlo ahora", declaró, con una firmeza que dejaba claro que no estaba bromeando.
El eco de esas palabras la dejó incrédula, intentando comprender el alcance de lo que Lisa le estaba proponiendo. "¿Ahora? ¿Y cómo?", preguntó, con el corazón latiendo con fuerza, una mezcla de emoción y miedo invadiendo su ser.
Lisa se tomó un momento, buscando algo en su bolsillo. Con cuidado, sacó dos cajitas pequeñas de cartón y las colocó en las manos de Jennie. Al abrirlas, encontró dos llaves: una que parecía de una puerta y otra claramente de un auto.
El peso emocional de lo que estaba viendo comenzó a abrumarla. Los hombros se le pusieron pesados y los ojos empezaron a llenarse de lágrimas, a punto de desbordarse. El temblor en sus manos delataba lo que estaba sintiendo, la realidad de lo que Lisa estaba ofreciéndole la golpeó con fuerza.
Con expresión tranquila, pero decidida, Lisa señaló una de las llaves en las manos temblorosas de Jennie. "Esa es la llave de tu nuevo hogar", dijo simplemente, como si fuera lo más natural del mundo.
En shock, negó con la cabeza repetidamente, sintiendo que esto era demasiado para procesar, demasiado para aceptar. Con manos temblorosas, intentó devolver las llaves a Lisa, incapaz de creer que merecía tanto.
Pero Lisa no se dejó llevar por las negaciones. Tomando suavemente la otra llave, su mirada reflejaba una mezcla de seriedad y cariño. "Esta llave es de tu nuevo vehículo", añadió con voz firme pero cálida, ignorando las negativas de Jennie. "Necesito que aceptes esto. Haré lo que sea que me pidas para dejarle algo a tu padre o como tú lo desees aunque esto no es para su beneficio".
La incredulidad en el rostro de Jennie era palpable. "No puedes simplemente ofrecerme todo esto, Lisa."
"Claro que puedo," recalcó Lisa, con una determinación que no dejaba lugar a dudas. "Tienes que saber que esto no me quita nada ni es un gasto significativo para mí. Quiero que vivas bien, que tengas una vida digna."
"Lisa," intentó protestar nuevamente, pero fue interrumpida.
"Lisa, nada," respondió con firmeza. "Tendrás un nuevo hogar con todo lo necesario, y estoy gestionando para que te den un empleo en una oficina cerca de tu nuevo departamento. Quiero que tengas la oportunidad de empezar de nuevo, con las condiciones que mereces."
Jennie bajó la mirada, la confusión y la incredulidad se mezclaban en su mente. "Pero apenas terminé la secundaria, no sé si estoy preparada para algo así."
Lisa la miró con suavidad, entendiendo sus miedos. "No te preocupes, Jennie. Te darán capacitación y te pagarán bien. Quiero que tengas la oportunidad de aprender, de crecer, y de construir una vida mejor para ti."
La castaña se quedó en silencio, mirando hacia abajo, perdida en sus pensamientos. No sabía qué decir, no sabía cómo procesar todo lo que estaba ocurriendo.
Lisa continuó, su tono bajo y lleno de preocupación. "Nadie merece vivir en estas condiciones, Jennie, mucho menos una chica como tú, tan joven y con todo un futuro por delante. Quiero que entiendas que esto no es normal, que no debería ser tu realidad. Mereces algo mejor, y quiero ayudarte a conseguirlo."
Las palabras de Lisa calaron hondo en Jennie. El peso de su situación, que había aceptado como su realidad, comenzaba a desmoronarse ante la posibilidad de una vida diferente, una vida mejor. Sentía miedo, pero también una chispa de esperanza que no podía ignorar.
"Me hace sentir culpable que me hagas aceptar esto, Lisa", murmuró Jennie, sus ojos aún fijos en las llaves, pesadas con el peso de lo que representaban.
Lisa le agarró las manos dulcemente de nuevo, sus dedos cálidos transmitiendo una sensación de seguridad. "Nunca te sientas culpable por querer una mejor vida, cariño," respondió con suavidad, su voz firme, pero llena de cariño. "Mereces más de lo que has tenido hasta ahora, y no hay nada malo en aceptarlo."
Jennie se quedó mirando las dos llaves, sintiendo el conflicto interno entre su gratitud y el miedo a lo desconocido. Luego de un rato de silencio, levantó la mirada y preguntó, "¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?"
Lisa le sonrió con ternura y se puso de pie, alisando su traje con elegancia. "Por ahora, no tienes que hacer nada," respondió. "Yo me tengo que ir ahora a una reunión. Entonces, cuando salga, volveré para que podamos hablar más tranquilas y así te doy tiempo para que pienses las cosas."
Jennie asintió lentamente, agradecida por el espacio que Lisa le estaba dando. Pero también sentía una mezcla de ansiedad y anticipación por lo que estaba por venir. Lisa se inclinó ligeramente y le dio un suave beso en la frente, como un gesto de tranquilidad antes de partir.
"Quiero que te tomes tu tiempo para procesar todo esto, Jennie. No hay presión, solo piensa en lo que realmente quieres y lo que te haría feliz," dijo Lisa mientras se dirigía a la puerta.
"Gracias, Lisa," susurró Jennie, viendo cómo la figura de Lisa se desvanecía al salir. Sabía que el día de hoy marcaría un antes y un después en su vida, y aunque sentía miedo, también había una parte de ella que estaba lista para abrazar el cambio.
Se sentó en el borde de su cama, las llaves aún en su mano, contemplando lo que significaban. Realmente se puso a pensar en lo que debía hacer con esta decisión que una persona que conoció hace poco le estaba poniendo en sus manos. Las dudas comenzaron a agolparse en su mente, llenando el silencio de su pequeño apartamento.
Se preguntó cuáles eran las verdaderas intenciones de Lisa. ¿Por qué alguien como ella querría hacer tanto por una chica que apenas conocía? ¿Realmente quería mejorar su vida, o había algo más detrás de esa generosidad? A pesar de las respuestas que intentaba buscar, no podía evitar pensar que todo era demasiado bueno para ser verdad. Sin embargo, aunque la incertidumbre pesaba en su corazón, había algo en la propuesta que se sentía como un sueño hecho realidad.
Una parte de ella quería creer que esta era su oportunidad, una escapada de su triste realidad. Pero, ¿cómo podía estar segura de que no era solo una ilusión? Las promesas de un hogar seguro, un empleo estable y una vida lejos de las dificultades que conocía parecían tentadoras, casi irresistibles. Al mismo tiempo, no podía evitar el temor de que aceptar podría significar dejar atrás una parte de sí misma, la parte que había sobrevivido tanto tiempo con tan poco.
Con una mezcla de esperanza y miedo, Jennie se recostó en su cama, cerrando los ojos mientras intentaba aclarar sus pensamientos. Sabía que la decisión no era fácil, pero también sabía que quedarse en su situación actual no era una opción. Al final, lo único claro era que tenía que confiar en su instinto, y esperar que, por una vez, la vida le estuviera dando una oportunidad genuina de ser feliz.
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