𝟓
Ellas habían amanecido juntas, y la atmósfera en el pequeño cuarto de Jennie se sentía cálida, más relajada que en días anteriores. A pesar de la precariedad del lugar, el simple hecho de compartir la noche había creado un vínculo más fuerte entre ellas. Jennie, que había dormido profundamente, se despertó sintiéndose un poco más en paz, al menos por el momento. Lisa, a su lado, también se sentía diferente. Había algo en la cercanía de Jennie que le despertaba un cariño que iba más allá de la mera atracción física.
A medida que la luz del amanecer se filtraba por la ventana, Lisa se levantó en silencio, intentando no despertar a Jennie. Decidió hacer algo sencillo pero significativo: prepararle el desayuno. Sabía que Jennie había pasado por mucho, y aunque lo que podía ofrecerle era simple, lo hacía con toda la intención de cuidarla.
Se movió con cuidado por la pequeña cocina, tomando algunos de los ingredientes que había comprado la noche anterior. No era un gran banquete, pero quería asegurarse de que Jennie comenzara el día con una comida decente. Mientras cocinaba, los pensamientos de la noche anterior seguían rondando su mente. La preocupación por Jennie se había instalado en su corazón, y le dolía saber que la chica que ahora dormía a pocos metros de ella había estado pasando tantas penurias sola.
Jennie se despertó al escuchar el suave sonido de la actividad en la cocina. Al principio, se sintió un poco desorientada, pero luego recordó la noche anterior y el consuelo que había encontrado en la presencia de Lisa. Se sentó en la cama, observando a Lisa moverse por el espacio pequeño con una destreza que la hizo sonreír.
Lisa, dándose cuenta de que Jennie estaba despierta, le sonrió de vuelta. "Buenos días. Espero que tengas hambre, hice algo rápido", dijo, mientras terminaba de preparar unas tostadas con huevos revueltos y algo de jugo.
Jennie se levantó y se acercó, agradecida por el gesto. "Gracias, Lisa. No tenías que hacerlo, pero te lo agradezco mucho", dijo con sinceridad, sintiendo que la gratitud era lo menos que podía expresar.
Lisa se encogió de hombros, restándole importancia. "No es gran cosa, pero quería asegurarme de que comieras bien esta mañana. Después de lo que escuché anoche... no puedo evitar preocuparme".
Jennie asintió, tocada por la consideración de Lisa. Se sentaron juntas a la mesa improvisada, y aunque la comida era sencilla, para Jennie tenía un significado especial. Era un recordatorio de que alguien se preocupaba por ella, de que no estaba completamente sola en el mundo.
Sin embargo, mientras comían, Lisa sabía que tenía que volver a su casa y a sus responsabilidades diarias. Tenía su propia vida, sus propios compromisos, y no podía quedarse todo el día allí, aunque una parte de ella quisiera hacerlo.
"Jennie, tengo que volver a casa hoy", dijo Lisa, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellas. "Pero quiero que sepas que, si necesitas algo, lo que sea, puedes llamarme. No quiero que pases por esto sola".
Intentó ocultar la decepción que sintió al escuchar que Lisa se iría, pero asintió, comprendiendo que no podía retenerla allí. "Gracias, Lisa. De verdad, gracias por todo".
Lisa la miró a los ojos, asegurándose de que Jennie entendiera que lo decía en serio. "No es nada. Solo... cuídate, ¿sí? Y come bien. Te dejo algunas cosas en la cocina para que no tengas que preocuparte por un tiempo".
Se levantaron de la mesa, y Jennie la acompañó hasta la puerta. Antes de irse, Lisa se inclinó y le dio un suave beso en la frente, un gesto que sorprendió a ambas por la ternura que contenía.
"Nos vemos pronto, ¿vale?", dijo Lisa, mientras salía por la puerta.
Jennie la vio alejarse, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza. Aunque sabía que Lisa tenía su propia vida, el simple hecho de haber compartido esos momentos con ella le había dado un poco de esperanza, algo que no había sentido en mucho tiempo.
Jennie, después de despedir a Lisa, se quedó un rato en la puerta, mirando al vacío mientras los pensamientos revoloteaban en su mente. No podía dejar de darle vueltas a todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Esta había sido, sin lugar a dudas, la mejor cita que había tenido en su vida. Nunca antes alguien había hecho tanto por ella sin esperar nada a cambio.
Mientras comenzaba a recoger los platos del desayuno, Jennie pensó en cómo Lisa había mostrado una sinceridad que no esperaba. No solo había pasado la noche con ella; se había preocupado por su bienestar de una manera que iba mucho más allá de una simple aventura casual. Lisa no tenía ninguna obligación de ayudarla, de preocuparse por si comía bien o por si tenía con qué subsistir. Sin embargo, lo había hecho, y eso le tocaba el corazón profundamente.
Jennie se acercó a las bolsas de alimentos que aún quedaban por guardar, y al ver la abundancia de comida, sintió una mezcla de gratitud y tristeza. Sabía que esos alimentos le darían algún soporte en su día a día, algo que le había faltado durante tanto tiempo. Podía ver los trozos de pan fresco, los paquetes de carne, los frascos de salsa y los productos que Lisa había seleccionado cuidadosamente. Eran más que comida; eran un símbolo de que alguien se había tomado el tiempo de pensar en ella, en lo que necesitaba para sobrevivir, en lo que la haría sentir un poco más humana.
Pero mientras organizaba las cosas en su pequeña cocina, su corazón se estrujaba al recordar todas las noches en las que no había dormido bien por el rugir de su estómago vacío. Las veces en las que se había acostado con hambre, con un dolor en el vientre que no se lo dejaba olvidar, y cómo se había acostumbrado a despertarse sintiéndose débil y cansada. Al día siguiente, apenas tenía fuerzas para preparar algo tan simple como tortillas con un poco de salsa de tomate, su única comida en muchos casos.
Jennie cerró los ojos por un momento, sintiendo la tensión en su pecho. Pensar en todo lo que había pasado, en cómo había llegado a ese punto, era casi insoportable. Y, sin embargo, aquí estaba, rodeada de alimentos que le permitirían tener al menos unos días más tranquilos. No podía evitar que las lágrimas volvieran a sus ojos, pero esta vez no eran solo de tristeza, sino también de un profundo agradecimiento por lo que Lisa había hecho por ella.
Mientras se sentaba en la pequeña silla de su cocina, Jennie se dio cuenta de que Lisa había cambiado algo en ella. No solo le había dado comida, sino también una razón para creer que quizás, solo quizás, las cosas podrían mejorar. Lisa le había mostrado que no tenía que enfrentar todo sola, que a veces estaba bien aceptar la ayuda de alguien más. Y aunque no sabía qué pasaría después, sabía que esa cita había sido un punto de inflexión en su vida, algo que la motivaba a seguir adelante, incluso en medio de las dificultades.
Sabía que el camino por delante seguía siendo difícil, pero con Lisa en su mente y el recuerdo de esa noche, se sentía un poco más fuerte, un poco más capaz de enfrentarlo todo.
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Del otro lado de la ciudad, en una oficina luminosa y ordenada, Lisa se encontraba sentada detrás de su amplio escritorio, pero su mente estaba muy lejos de allí. A pesar de que manejaba su propia empresa de seguros, un logro del cual estaba inmensamente orgullosa, hoy no podía concentrarse en sus responsabilidades. Su vida, aunque no era excesivamente lujosa, le ofrecía una estabilidad económica que muchas personas solo podían soñar. Sin embargo, sus pensamientos seguían desviándose hacia Jennie, la joven que había conocido y con quien había pasado una noche tan intensa y reveladora.
Lisa no solía dejarse afectar tanto por sus relaciones casuales; su vida estaba demasiado ocupada con el manejo de la empresa y las demandas que venían con ello. Pero Jennie era diferente. Había algo en su vulnerabilidad, en su situación tan precaria, que había tocado una fibra sensible en Lisa. No podía evitar sentirse responsable de alguna manera, como si ahora tuviera un deber hacia Jennie, un deseo inexplicable de asegurarse de que estuviera bien.
Mientras revisaba unos documentos, su mirada se perdía en los papeles sin realmente verlos. Su mente seguía recordando las condiciones en las que había encontrado a Jennie, la falta de lo más básico, y el dolor en los ojos de la joven cuando había rechazado el dinero que Lisa le había ofrecido. Ese recuerdo seguía perturbándola, haciéndole cuestionar si había hecho lo suficiente, si había algo más que pudiera hacer por ella.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos. Su secretaria, Grace, entró en la oficina sin que Lisa se diera cuenta, lo que era inusual. Lisa siempre estaba atenta, siempre en control, pero hoy algo la había descolocado.
"¿Todo bien, señora Manoban?", preguntó Grace, con un tono preocupado al notar la expresión en el rostro de su jefa.
Lisa, sorprendida por la interrupción, trató de componer su semblante y responder con la serenidad que solía caracterizarla. "Todo bien, Grace", contestó, aunque la mentira era evidente para cualquiera que la conociera bien.
Grace no se dejó convencer tan fácilmente. Era la asistente de Lisa desde hacía años y había aprendido a leer a su jefa como un libro abierto. "¿Por qué esa cara?", insistió, con una mezcla de preocupación y curiosidad.
Lisa se quedó en silencio por un momento, como si estuviera debatiendo internamente si compartir o no lo que realmente le pasaba. Finalmente, soltó un suspiro y se recostó en su silla, mirando a Grace con una expresión que mostraba la lucha interna que estaba experimentando.
Lisa, después de un largo suspiro, decidió abrirse más con Grace, quien siempre había sido más que una simple secretaria; era alguien en quien podía confiar. Sentía la necesidad de sacar todo lo que había estado acumulando en su mente desde la noche anterior.
"Es... algo personal," dijo Lisa finalmente, su voz revelando el peso de la preocupación que había estado cargando. "Conocí a alguien anoche, alguien que... está pasando por un mal momento. Y no puedo dejar de pensar en ella."
Grace, siempre perspicaz, inclinó un poco la cabeza, notando el tono en la voz de Lisa. "¿Qué tipo de problema es? ¿Drogas? ¿Juegos de azar? ¿Familia tóxica?", preguntó, tratando de identificar la naturaleza del problema.
Lisa negó con la cabeza, aunque la última opción resonó un poco más cerca de la verdad. "No, nada que ver", respondió, pero las palabras se quedaban cortas para describir la situación.
"¿Entonces?", insistió Grace, queriendo comprender mejor por qué su jefa, normalmente tan centrada, parecía tan afectada.
Lisa se tomó un momento, buscando las palabras adecuadas. "Hace un tiempo conocí a una chica por Tinder", comenzó, sabiendo que eso captaría la atención de Grace. "Ayer insistí en ir a verla a su casa... para tener sexo".
Grace arqueó una ceja, aunque sin sorpresa. "Interesante, cuenta más", dijo, pero el tono de su voz indicaba una mezcla de curiosidad y una pizca de picardía. Al ver la mirada seria de Lisa, se dio cuenta de que no era una situación para bromas.
"Esta chica", continuó Lisa, su voz bajando un poco mientras las imágenes de la casa de Jennie volvían a su mente, "vive en unas condiciones muy precarias, realmente precarias".
Grace se dio cuenta de la seriedad del asunto y cambió su tono, mostrando más empatía. "Suenas muy afligida", dijo con suavidad. "Ella te debe de importar mucho".
Lisa se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre las palabras de Grace. "No es tanto eso", dijo finalmente, aunque su tono mostraba que había algo de verdad en ello. "Aunque sí... me importa. La cosa es que me ha afectado verla así, y siento que tengo que ayudarla".
"¿Y qué vas a hacer para ayudarla?", preguntó Grace, ahora verdaderamente interesada en cómo Lisa planeaba manejar la situación.
Lisa suspiró, sintiendo el peso de la decisión que estaba empezando a tomar forma en su mente. "Quiero sacarla de allí", confesó, sabiendo que sonaba drástico. "Comprar un departamento para ella y quizás... no sé", terminó, su voz revelando la incertidumbre de sus propios pensamientos.
Grace la miró, un poco sorprendida por la magnitud de la propuesta. "Eso es un gran paso, Lisa," dijo con cautela, pero sin juzgarla. "¿Estás segura de que es lo que quieres hacer?"
Lisa se recostó en su silla, mirando al techo de su oficina como si allí pudiera encontrar las respuestas. "No lo sé, Grace", admitió, sintiendo la confusión y la determinación luchando dentro de ella. "Solo sé que no puedo dejarla en ese lugar. No después de lo que vi, no después de... de cómo se sintió".
Grace asintió, comprendiendo que Lisa estaba en una encrucijada. Era una decisión que podría cambiar muchas cosas, tanto para Lisa como para Jennie. "Bueno", dijo finalmente, "si sientes que es lo correcto, entonces sigue adelante. Pero asegúrate de que lo estás haciendo por las razones correctas".
Lisa asintió, sabiendo que las palabras de Grace eran sabias. Era un paso grande, y no estaba completamente segura de las implicaciones. Pero una cosa era clara: no podía simplemente ignorar lo que había visto, lo que había sentido. Jennie se había convertido en algo más que una cita casual; era alguien a quien quería ayudar, no solo por compasión, sino porque algo en su interior le decía que era lo correcto.
"Gracias, Grace", dijo Lisa, apreciando la honestidad de su secretaria. "Voy a pensarlo bien."
Grace sonrió con amabilidad. "Para eso estoy aquí, señora Manoban. Cualquier cosa que decidas, estoy segura de que será lo correcto".
Con esas palabras, Lisa sintió un poco más de claridad, aunque sabía que aún tenía mucho que considerar. Pero una cosa estaba decidida: haría todo lo posible para ayudar a Jennie, porque dejarla en ese estado no era una opción que pudiera aceptar.
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