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𝟏𝟔


Lamentablemente, la presencia de Lisa no había vuelto a su vida en lo absoluto. Ni una carta, ni una señal de humo, ni una llamada. Era como si el mundo se hubiera tragado a Lisa por completo. Cada vez que Jennie tomaba su celular, esperando tal vez ver su nombre en la pantalla, solo encontraba un vacío que se hacía más pesado con cada día que pasaba.

Lo peor de todo fue descubrir que ni siquiera el jefe de Lisa sabía nada de ella. Cuando Jennie, tras mucha indecisión, se había animado a llamar al trabajo de Lisa para intentar saber algo, le habían dicho que no había ido en semanas, que no sabían si estaba enferma o de vacaciones, pero lo cierto era que su ausencia también había generado preocupación en la oficina.

Ya habían pasado tres largas semanas desde la última vez que hablaron, y cada una de esas semanas parecía estirarse más que la anterior. Jennie había intentado llenar ese vacío con el trabajo, con sus clases de manejo, con las salidas con sus compañeros de trabajo, pero nada lograba distraerla por completo de esa falta que Lisa le hacía.

Cada día que pasaba sin noticias de ella era como un recordatorio constante de que algo estaba roto, de que algo había cambiado sin que Jennie pudiera entender del todo por qué. ¿Acaso había sido algo que ella dijo? ¿O algo que no dijo? Las dudas rondaban su mente una y otra vez, pero no encontraba ninguna respuesta. Era frustrante y desgarrador a la vez, sentir que alguien que había estado tan presente de repente desapareciera de esa manera, sin dejar rastro ni explicación.

Durante esas tres semanas, Jennie intentó mantenerse ocupada, enfocándose en todo lo que había conseguido recientemente: su progreso en el trabajo, el hecho de que estaba a un paso de obtener su licencia de manejo, y su creciente independencia. Todo aquello que meses atrás le habría parecido imposible, ahora formaba parte de su rutina diaria. Pero por mucho que quisiera enfocarse en los logros, siempre había un hueco que se hacía más profundo con la falta de respuestas sobre Lisa.

Incluso sus amigos, quienes hasta cierto punto habían logrado distraerla, comenzaban a notar que algo no estaba bien. Jisoo, en particular, le preguntaba con más frecuencia si todo iba bien, si estaba preocupada por algo. Jennie sonreía y desviaba el tema, no queriendo hablar de Lisa ni de lo que esa ausencia le estaba provocando.

Sin embargo, por más que tratara de evitarlo, la realidad era que Lisa seguía presente en sus pensamientos. A veces, Jennie se sorprendía revisando su teléfono solo para asegurarse de que no se había perdido ningún mensaje o llamada. Pero el silencio era ensordecedor.

Era otro día más, y Jennie seguía sin saber nada de Lisa. Cada vez que lo pensaba, el peso de esa incertidumbre la agotaba más, y la única forma de seguir adelante parecía ser convencerse a sí misma de que, tal vez, Lisa simplemente había decidido seguir su camino, aunque ese camino ya no incluyera a Jennie.

Era patético, casi irónico, que hubiera sabido de su padre antes que de Lisa. El mismo hombre que la había dejado en una situación tan precaria, el que nunca había mostrado verdadero interés por ella, ahora se atrevía a aparecer de la forma más ruin. Le había enviado un mensaje a su antiguo teléfono, preguntándole si se había ido a prostituirse. El simple hecho de leer esas palabras la llenó de rabia, un fuego ardiente que subió desde su pecho hasta su garganta. ¿Cómo podía atreverse? ¿Cómo tenía el descaro de aparecer en su vida solo para insultarla de esa manera?

Jennie había borrado el mensaje al instante, maldiciendo entre dientes, con los puños apretados y el corazón latiendo con furia. No iba a permitir que ese bastardo volviera a tener poder sobre ella. Había pasado por mucho para llegar a donde estaba, había trabajado duro, había luchado para construir una vida por sí misma, y él no tenía derecho a entrometerse en ella ahora. No después de todo lo que le había hecho.

El solo pensamiento de su padre le revolvía el estómago. Siempre había sido una figura de desprecio en su vida, un hombre frío y calculador que solo se preocupaba por sí mismo. Nunca le había dado un verdadero hogar, ni apoyo, ni amor. Todo lo que había aprendido, lo había hecho sola o con la ayuda de gente que realmente se preocupaba por ella, como Lisa, hasta que también desapareció. Pero su padre... él no tenía lugar en su vida, ni lo tendría jamás.

El recuerdo de ese mensaje la acompañaba de vez en cuando, sobre todo en esos momentos de silencio en los que su mente no encontraba otra cosa en qué pensar. No quería volver a ver a ese hombre, no quería cruzarse con él jamás. Menos ahora que había comenzado a construir algo por su cuenta. Era como si, de alguna manera, su padre siempre intentara arrastrarla de vuelta a ese pozo oscuro en el que la había dejado cuando era niña.

Jennie había logrado escapar de su control, había logrado alejarse de ese ciclo de dolor y desprecio, y estaba decidida a que seguiría manteniéndose lejos. Nunca más le permitiría a él, o a nadie, que le hiciera sentir pequeña o insignificante. Así que, aunque el mensaje la había perturbado, no le permitiría que la distrajera de lo que estaba construyendo.

Lo que más le dolía era que, en medio de todo ese caos emocional, la única persona a la que realmente deseaba contarle lo que había sucedido era Lisa. Había algo en ella que siempre la hacía sentir escuchada y comprendida, algo que le daba paz en medio de la tormenta. Pero ahora, Lisa no estaba. Y esa ausencia hacía que todo se sintiera más grande, más pesado.

Jennie respiró hondo, intentando calmarse. No iba a permitir que ese mensaje la definiera ni la afectara más de lo necesario. Sabía que el único camino posible era seguir adelante. Se había prometido a sí misma que nunca volvería a ser la persona vulnerable que su padre había intentado moldear, y lo iba a cumplir.

No tenía tiempo para ese tipo de cosas, ni para la toxicidad de su pasado. Su presente, aunque con altibajos, era mucho mejor de lo que jamás habría imaginado cuando vivía bajo el yugo de su padre. Había encontrado amigos, trabajo, y había aprendido a ser independiente, a manejar su vida sin depender de nadie. Todo eso era su escudo contra cualquier cosa que intentara arrastrarla de vuelta.

Jennie apagó su teléfono y lo dejó a un lado, apartando también cualquier pensamiento sobre su padre. Él no iba a tener más control sobre ella. Lo había tenido en el pasado, pero ya no. Ella era más fuerte que eso, y lo sabía.

Dada la situación con Lisa, Jennie había llegado a un punto de desesperación tal que incluso decidió intentar llamarla a su oficina. Había conseguido el número a través de Walter, quien siempre se había mostrado dispuesto a ayudar. Con una mezcla de nerviosismo y esperanza, hizo la llamada, esperando que quizás, solo quizás, obtendría alguna respuesta que le aclarara el porqué de la desaparición de Lisa.

Al otro lado de la línea, una voz profesional y cortante la atendió. Jennie preguntó por Lisa, intentando mantener la calma, pero lo único que recibió como respuesta fue una explicación vaga: "Está ocupada con un proyecto y no está disponible". Esa fue la única información que le proporcionaron. Nada de si estaba de viaje, si estaba bien, si aún seguía trabajando en la oficina, solo ese vacío comentario. No había respuestas claras, solo más confusión y un mar de dudas.

Aquellas palabras, aunque simples, la dejaron intranquila. ¿Qué tipo de proyecto podía mantenerla tan ocupada como para no responder ni una sola llamada en tres semanas? ¿Qué podía estar pasando que justificara ese silencio total? Era como si, de repente, Lisa hubiera desaparecido por completo de su vida, borrándose de todos los aspectos que antes las conectaban.

El misterio de la situación le provocaba una mezcla de frustración y tristeza. Jennie no sabía si debía sentirse preocupada por Lisa, si debía enfadarse por su actitud distante o si simplemente debía aceptar que las cosas entre ellas habían cambiado. Lo peor era no saber, esa incertidumbre constante que la desgastaba poco a poco.

Jennie se había despertado ese miércoles con un sentimiento distinto, una especie de determinación mezclada con resignación. Mientras se preparaba para ir a la oficina, no podía quitarse de la cabeza la idea de ir personalmente a ver a Lisa. La frustración y la incertidumbre se habían acumulado al punto de que, por primera vez en semanas, se sintió impulsada a hacer algo al respecto.

"¿Y qué más daba si lo hacía?", pensó, tratando de convencerse de que, al menos, conseguiría una respuesta, fuera cual fuera.

Llegó una hora más temprano al trabajo, decidida a completar todo lo necesario para poder salir antes de su horario habitual. Su jefe Walter y Jodie de recursos humanos, siempre comprensivos, aceptaron su solicitud sin hacer demasiadas preguntas. Era un día relativamente tranquilo en la oficina, así que no tuvo problemas para avanzar rápidamente con sus tareas. Mientras organizaba los últimos detalles, su mente divagaba inevitablemente hacia Lisa, preguntándose cómo sería verla de nuevo después de tanto tiempo de silencio.

Jennie no podía evitar repasar todas las posibles situaciones en su cabeza. ¿La recibiría con indiferencia? ¿La rechazaría directamente? ¿O tal vez había una razón legítima para todo el misterio? El miedo a la humillación seguía presente, pero el deseo de aclarar las cosas era más fuerte.

Pasadas las dos de la tarde, Jennie ya había terminado todo lo necesario. Guardó sus cosas con una mezcla de ansiedad y expectativa. A medida que el reloj avanzaba, su nerviosismo aumentaba, pero también su convicción de que debía enfrentar la situación. Al salir de la oficina, sintió el impulso definitivo: si no lo hacía ahora, probablemente seguiría atormentándose con la duda durante semanas más.

Pidió un Uber y se dirigió hacia el lugar de trabajo de Lisa. Cada minuto en el auto se sentía eterno, con sus pensamientos girando en círculos. "¿Qué le voy a decir? ¿Cómo voy a justificar mi presencia?", se preguntaba, aunque sabía que esas preguntas ya no importaban tanto. Había llegado al punto en el que lo único que deseaba era respuestas, incluso si dolían.

Cuando el auto finalmente se detuvo frente al edificio de Lisa, Jennie respiró hondo antes de salir. Estaba a solo unos pasos de la entrada, y el corazón le latía con fuerza. Sabía que esto podría cambiarlo todo, pero también sabía que no podía seguir viviendo en la incertidumbre.

Jennie intentaba mantener la calma mientras el recepcionista verificaba la información. El hombre moreno, con una camisa elegante y aspecto profesional, tecleaba algo en su computadora. Mientras él lo hacía, ella trataba de no mirar demasiado nerviosa, aunque su estómago estaba hecho un nudo.

Después de unos momentos que parecieron interminables, el hombre levantó la vista hacia ella con una sonrisa cortés. "Señorita Kim, me temo que la señorita Manoban no se encuentra aquí en estos momentos. No ha estado viniendo a la oficina últimamente".

El nudo en su estómago se apretó aún más. "¿Sabe si volverá pronto?".

"Lamentablemente, no tenemos información sobre cuándo podría regresar. Si lo desea, puedo tomar un mensaje para ella".

Jennie asintió, aunque el vacío que sentía parecía crecer con cada palabra. "Sí, claro... dígale que Jennie Kim estuvo aquí y que me gustaría saber de ella cuando pueda", dijo con un desánimo evidente.

"Lo haré, señorita Kim", respondió el hombre con amabilidad.

Jennie le agradeció y salió del edificio. Afuera, se quedó parada unos segundos, mirando el tráfico pasar, mientras la sensación de haber intentado algo sin resultados reales la invadía. Lisa no estaba allí, y nadie parecía saber cuándo volvería. La incertidumbre seguía siendo la única constante.

Jennie caminó sin rumbo fijo durante unos minutos después de salir de la oficina de Lisa. El aire fresco de la tarde la golpeaba suavemente en la cara, pero no lograba despejar su mente. Sentía una mezcla de frustración y desilusión, una especie de vacío que no sabía cómo llenar.

Finalmente, decidió que lo mejor era regresar a su apartamento. Había hecho todo lo que podía, y aunque quería respuestas, tendría que aceptar que tal vez no las conseguiría pronto. Subió a un Uber en silencio, su mirada fija en el paisaje urbano que pasaba a su alrededor, pero su mente estaba lejos.

Cuando llegó a casa, dejó caer sus cosas junto a la puerta, el cansancio emocional empezando a pesarle. Se desplomó en el sofá, encendiendo la televisión sin prestar realmente atención a lo que pasaba en la pantalla. Lo único que resonaba en su mente era el eco de la ausencia de Lisa, como una sombra que se negaba a desaparecer.

"Tal vez lo mejor es dejar esto en pausa", pensó, mientras el cansancio físico comenzaba a ganarle. Cerró los ojos, tratando de ignorar la incertidumbre que aún rondaba. Pero, por más que intentara relajarse, el pensamiento persistía: ¿Qué había pasado realmente con Lisa?

El capítulo de su vida con Lisa seguía incompleto, pero Jennie no tenía más opciones que seguir adelante. Mañana sería otro día, con nuevas responsabilidades, nuevas distracciones. Y, quizás, con un poco de suerte, pronto habría respuestas.

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