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𝟏𝟑

Era un nuevo día para Jennie, pero las horas ya se habían sentido como una eternidad. El día había sido abrumador y agotador. Después de organizar todas sus cosas en el nuevo apartamento, sintió una mezcla de satisfacción y cansancio. El lugar, aunque muy espacioso, comenzaba a sentirse más como un hogar, lleno de los detalles que había traído consigo y algunos nuevos que Lisa había añadido. Aún quedaban cajas por desempacar, pero ya podía moverse con cierta libertad en su propio espacio.

Jennie había ido al supermercado cercano para abastecerse de lo esencial. La residencia en la que vivían era bastante segura, y uno de los guardias del lugar le había ayudado a cargar las bolsas hasta su puerta. Un gesto amable que Jennie agradeció con una sonrisa, aunque prefería resolver las cosas por sí misma.

De regreso en el apartamento, revisó con más calma las compras que Lisa había hecho para ella antes de su llegada. Lisa siempre era así, atenta y previsora, pero mientras Jennie inspeccionaba más a fondo, algo llamó su atención. Al abrir uno de los zapatos que Lisa le había dejado, encontró un bollo de billetes cuidadosamente doblados en su interior. "¿Qué demonios...?" Jennie se quedó mirando los billetes, sorprendida. Había, literalmente, un montón de dinero escondido allí.

Los contó rápidamente, sus dedos ágiles moviéndose entre los billetes. "Siete mil dólares", murmuró, asombrada. ¿Por qué Lisa habría dejado tanto dinero allí? Claro, Jennie sabía que Lisa a veces podía ser un poco desorganizada o hacer cosas inesperadas, pero esto era algo más. Sonrió ante lo peculiar de la situación. Lisa siempre tenía una forma de sorprenderla, incluso cuando no estaba presente.

Jennie, práctica como siempre, había gastado solo unos 240 dólares en sus compras en el supermercado, suficiente para lo básico. Pero ahora, mirando el bollo de dinero, sabía que tenía que preguntarle a Lisa sobre esto más tarde. No podía dejar pasar algo así sin al menos una explicación. Aunque, conociendo más o menos a Lisa, seguramente tendría una respuesta tan inesperada como el mismo dinero.

Jennie había comprado algunas cosas para comer, pero la mayoría de sus compras eran artículos prácticos: productos para el cabello, higiene íntima, y algunas cosas de limpieza que sabía que iba a necesitar tarde o temprano. Había decidido ser muy organizada desde el principio, así que también compró detergente y otros productos para lavar la ropa. Todo parecía estar bajo control, al menos en cuanto a lo esencial para el apartamento.

Sin embargo, había algo que le rondaba la cabeza: el auto. Lisa le había comprado uno que estaba en el parqueo del edificio, algo que en teoría sonaba increíble, pero Jennie no sabía manejar. Ni siquiera tenía licencia, y el solo pensar en estar detrás del volante le producía una mezcla de nervios y curiosidad. El coche estaba allí, disponible para cuando lo necesitara, pero la realidad era que ni siquiera sabría por dónde empezar. Era un gesto enorme por parte de Lisa, pero Jennie no tenía idea de cómo utilizarlo o de cómo resolver ese pequeño "detalle" de no saber conducir.

Suspiró, un poco abrumada por el asunto. Sabía que tarde o temprano tendría que preguntarle a Lisa cómo manejar este tema. Quizás Lisa podría enseñarle a conducir o al menos ayudarla a obtener su licencia. Por ahora, el auto seguiría ahí, esperando en el parqueo, una especie de recordatorio de que aún había cosas que aprender y hacer.

Una vez más, la puerta se abrió para revelar a Lisa, quien parecía algo diferente a lo habitual. Al cruzar el umbral, su expresión mostraba señales de cansancio, aunque una sonrisa suave aún iluminaba su rostro. Al entrar, rodeó a Jennie con un brazo cariñoso por la cintura, como siempre lo hacía, y con una caja en la otra mano, se dirigió hacia la mesa.

"¿Todo bien, Jen?", preguntó, colocando la caja con cuidado.

Jennie se sentó en una de las sillas cercanas, observando como Lisa la acompañaba con ese aire agotado. "He estado bien estas horas", comentó Jennie, intentando restarle importancia al ajetreo del día. "Hasta fui al supermercado".

Al escuchar eso, una sonrisa más relajada se dibujó en los labios de Lisa.

"Me alegra", dijo mientras se recostaba en la silla, suspirando un poco, "Sabía que te manejarías bien con el tema del apartamento".

Jennie notó cómo la mirada de Lisa seguía algo apagada a pesar de su sonrisa, y no pudo evitar preguntar: "¿Estás bien? Te ves algo cansada".

Bajó la mirada por un momento antes de responder. "Sí, solo fue un día largo. Nada de qué preocuparse". Intentaba restarle importancia, como siempre hacía, pero Jennie podía ver que había algo más detrás de esas palabras.

La castaña se inclinó un poco hacia adelante, tocando la mano de Lisa con la suya, apretándola suavemente. "Puedes hablarme, ¿sabes?"

"Está todo bien, no te preocupes. A veces el trabajo me agobia, pero no es nada anormal".

"Bien, pero si quieres hablar, estoy completamente a tu disposición", Lisa sonrió de lado al oír eso.

Estaba abriendo la caja, de ella sacó una laptop HP, muy bonita de color gris claro. Estaba completamente nueva y esas cosas.

Mientras Lisa la prendía, Jennie comenzó rompiendo el hielo de una manera algo concisa y brusca. "He encontrado 7,000 dólares en un zapato", Lisa sonrió mirando la pantalla.

"¿Y?", preguntó Lisa, con un aire despreocupado mientras se recostaba un poco en la silla, sus ojos fijos en Jennie.

Jennie suspiró ligeramente antes de responder. "Me diste más dinero".

"Sí, y te daré más para que puedas sostenerte hasta que te den tu primer sueldo", contestó Lisa con naturalidad, como si fuera lo más lógico del mundo.

La chica frunció el ceño un poco, no del todo convencida. "¿No crees que ya es demasiado?", preguntó con cierta preocupación, sintiéndose un poco abrumada por su generosidad.

"Nunca será demasiado", respondió Lisa sin pensarlo dos veces, con un tono tan firme y decidido que no dejaba lugar a dudas.

Soltó una risa suave, sorprendida por la simplicidad de su respuesta. "Me estás dando mucho ya", insistió, queriendo asegurarse de que Lisa entendiera lo que realmente significaba para ella este gesto.

Lisa alzó la mirada hacia Jennie, sus ojos brillando con un destello juguetón. Negó con la cabeza, riendo suavemente.

Siempre práctica y previsora, Lisa decidió aprovechar el momento para ayudar a Jennie con algo que sabía que le sería útil en su nuevo trabajo. Sentada frente a la computadora, comenzó a explicarle, paso a paso, todo lo que necesitaría saber. Sabía que Jennie no era exactamente experta en tecnología, así que decidió ir despacio, asegurándose de que entendiera cada detalle.

Primero, cubrió lo más básico. Le mostró cómo encender y apagar la computadora, algo simple pero esencial. Luego, Lisa pasó a explicarle el funcionamiento de las opciones generales: cómo ajustar el brillo de la pantalla, los volúmenes y las configuraciones de energía. Jennie seguía atenta, a veces haciendo pequeñas preguntas que Lisa respondía con paciencia.

"Esto es el programa de fotos", explicó Lisa, abriendo una carpeta con imágenes para mostrarle cómo podía organizar, editar y visualizar sus fotos. "Y esto es el de videos. Si necesitas hacer algún tipo de edición rápida, puedes usar este". Jennie observaba con curiosidad, impresionada por lo intuitivo que parecía, aunque no estaba completamente segura de poder recordarlo todo de inmediato.

Después de cubrir las aplicaciones de fotos y videos, Lisa pasó a las actualizaciones. "Es importante que mantengas esto actualizado", le dijo mientras le mostraba cómo verificar si había actualizaciones pendientes. "No querrás que se quede atrás o te dé problemas".

Una vez cubierta esa parte, se centró en algo aún más esencial: el navegador de internet. "Aquí es donde buscarás la mayoría de las cosas que necesitas", explicó Lisa, guiando a Jennie a través de las funciones del navegador. Le enseñó cómo buscar información, cómo descargar programas de manera segura y, lo más importante, cómo evitar virus o sitios sospechosos. Jennie tomaba notas mentales, absorbiendo todo lo que Lisa decía.

Luego vino lo básico de Word, PowerPoint y otros programas de oficina. Lisa sabía que Jennie necesitaría estas herramientas para su trabajo, así que se tomó el tiempo de explicarle cómo crear documentos, hacer presentaciones sencillas y formatear todo correctamente. Jennie asentía, tratando de seguir el ritmo de la explicación mientras tocaba el teclado y exploraba cada programa por sí misma.

"Básicamente, esto es todo lo que necesitas por ahora", concluyó Lisa, sonriendo con satisfacción después de haber repasado lo esencial. Jennie la miró con una mezcla de gratitud y ligera confusión, aun procesando toda la información que acababa de recibir.

Evidentemente, durante toda la explicación, Jennie prestó atención a cada palabra de Lisa, queriendo aprender todo lo posible. Pero, por mucho que intentara concentrarse en la computadora, sus pensamientos iban y venían hacia otro lugar. No podía evitar notar lo increíble que se veía Lisa, tan segura y relajada, como un verdadero bombón, y no cualquier tipo de bombón... uno que ya había saboreado.

Cada vez que Lisa se inclinaba un poco más cerca para mostrarle algo en la pantalla, su perfume llegaba a ella, despertando recuerdos. Era imposible no pensar en los momentos que habían compartido recientemente, la intimidad que ya habían explorado juntas. Jennie sentía su corazón latir más rápido, recordando la piel de Lisa contra la suya, el modo en que sus cuerpos se habían fundido en un torbellino de pasión.

Intentaba mantener la compostura, enfocarse en los programas, los comandos y las funciones que Lisa explicaba con tanta dedicación. Pero, a pesar de sus esfuerzos, su mente volvía a esos momentos de deseo y conexión, y le era imposible ignorar cómo la presencia de Lisa la afectaba. Cada gesto, cada sonrisa de Lisa, le hacía recordar lo bien que se sentían juntas, y un cosquilleo familiar recorría su cuerpo.

Jennie mordió su labio inferior discretamente, intentando sacarse de la cabeza esos pensamientos, pero era una batalla perdida. Al fin y al cabo, no podía evitar ver a Lisa como un bombón irresistible que ya había tenido el placer de disfrutar, y eso hacía que concentrarse en la lección fuera mucho más complicado de lo que esperaba.

Lisa, por su parte, parecía completamente ajena a los pensamientos de Jennie, o al menos eso parecía. Continuaba con su explicación, moviéndose entre teclas y programas con la misma fluidez que siempre, aunque a veces dejaba entrever una sonrisa que tal vez, solo tal vez, sugería que no estaba tan distraída como Jennie creía.

Terminada la explicación sobre la computadora, Lisa no perdió tiempo en llevar las cosas al siguiente nivel. Ahora era el turno de que Jennie aprendiera a manejar. Antes de haber llegado al apartamento, Lisa ya había hecho los arreglos necesarios para que Jennie comenzara sus clases de manejo, consiguiéndole el contacto de una escuela de manejo confiable que se encargaría de enseñarle todo lo necesario.

"Te va a ir bien", le dijo Lisa antes de marcharse, con su típica sonrisa de confianza. "Es solo cuestión de práctica, y estaré aquí para ayudarte cuando lo necesites". Lisa, sin embargo, tuvo que marcharse poco después por cuestiones de trabajo, pero no sin antes prometerle que la llamaría más tarde para ver cómo le había ido.

Jennie, aún un poco nerviosa, se preparó para su primera clase. Sabía que le esperaban nuevas experiencias, y aunque el auto que Lisa le había comprado estaba allí, en el parqueo, no lo utilizaría aún. Evidentemente, optó por pedir un taxi para llegar a la escuela de manejo. Los instructores le darían su propio auto cuando llegara el momento, pero la idea era comenzar por lo básico: los fundamentos del manejo, la teoría, las señales de tránsito, y todo lo que necesitaba saber antes de estar detrás del volante.

El trayecto en taxi le dio tiempo para pensar en lo rápido que todo estaba avanzando en su vida. Desde mudarse al nuevo apartamento, hasta aprender a manejar, parecía que cada paso la acercaba más a una independencia que hasta hace poco no se imaginaba. Aun así, no podía evitar sonreír al pensar en cómo Lisa se preocupaba por ella, siempre anticipando sus necesidades y dándole el empujón necesario para seguir adelante.

Una vez llegó a la escuela de manejo, fue recibida por su instructor, quien la saludó amablemente y comenzó con las explicaciones básicas. Jennie, aunque un poco ansiosa, prestaba atención a cada detalle, recordando las palabras de Lisa: "Solo cuestión de práctica". Sabía que, con el tiempo, sería capaz de manejar ese auto que esperaba en el parqueo, y de alcanzar nuevas metas con la confianza que su relación con Lisa le estaba dando.

El día de clases de manejo fue, sin duda, una experiencia positiva para Jennie. Aunque al principio había llegado un poco nerviosa, la paciencia y claridad de su instructor hicieron que todo fluyera con naturalidad. Aprendió mucho sobre los fundamentos del manejo: las señales de tránsito, cómo ajustar los espejos, la posición correcta de las manos en el volante, y los conceptos básicos de seguridad. Para su sorpresa, lo encontró menos intimidante de lo que había imaginado.

Cada pequeña victoria, como entender cómo funcionaba el freno y el acelerador, o aprender a usar las direccionales correctamente, la llenaba de una satisfacción personal que no había experimentado antes. Sentía que, poco a poco, estaba adquiriendo una habilidad que le abriría nuevas puertas. Era, sin duda, un gran paso en su vida, algo que hacía tiempo deseaba lograr, pero que nunca había imaginado estar tan cerca de conseguir.

Cuando finalmente terminó la clase, Jennie estaba agotada, tanto física como mentalmente, pero la sensación de haber hecho algo importante, algo para sí misma, la llenaba de orgullo. El camino de vuelta a casa, una vez más en taxi, le permitió reflexionar sobre lo lejos que había llegado en tan poco tiempo. Todo el esfuerzo valía la pena, y saber que Lisa la apoyaba en cada paso la motivaba aún más.

Al llegar a casa, se dejó caer en el sofá con un suspiro. Estaba cansada, pero satisfecha. Había sido un día largo, lleno de aprendizajes y nuevas experiencias, pero esa sensación de logro la hacía sentir más viva que nunca. Sabía que aún le quedaba mucho por aprender, pero estaba lista para seguir.

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