𝟏𝟐
Saliendo de aquel lugar, Lisa guiaba a Jennie hacia el restaurante que le había prometido. Aunque Jennie estaba emocionada por la aventura, no podía evitar sentir un ligero nerviosismo burbujeando en su interior. Había algo en la idea de comer en un restaurante que la hacía sentir un poco extraña, como si estuviera dando un paso hacia un mundo que siempre había visto desde la distancia.
La mente de Jennie regresó a su infancia, a la única vez que había visitado un McDonald's. Recorría aquellos recuerdos con melancolía; había sido un momento simple, un día soleado que compartió con su madre. Pero nunca había tenido la oportunidad de experimentar algo más auténtico, algo que realmente celebrara la comida y la compañía. Ahora, finalmente, iba a visitar un restaurante de verdad, algo que sus amigas a menudo hacían, pero que ella nunca había tenido el valor monetario ni las ganas de intentar.
Cuando llegaron al restaurante, Lisa abrió la puerta con una sonrisa, y por suerte ese día era poco concurrido, lo que les permitió encontrar una mesa fácilmente. Se ubicaron en un rincón acogedor, con grandes ventanales que ofrecían una vista hermosa hacia la calle, donde la luz del sol iluminaba suavemente el paisaje urbano. Los árboles que flanqueaban la acera estaban llenos de hojas verdes y brillantes, y el sonido del murmullo de la ciudad se sentía animado, pero no abrumador.
Al sentarse, Jennie sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Las paredes del lugar estaban adornadas con fotografías artísticas y decoraciones minimalistas, lo que le daba un aire moderno y cálido. "¿Te gusta el lugar?", preguntó Lisa, observando la expresión de Jennie mientras miraba a su alrededor.
"Es increíble, no me lo esperaba. Se siente muy diferente a cualquier otro sitio en el que he estado", respondió Jennie, sintiendo que sus nervios se iban apaciguando lentamente.
Ambas tomaron asiento, con Jennie frente a Lisa. Aunque había algo de incomodidad en su postura, con las manos entrelazadas en la mesa, Lisa le ofreció una mirada reconfortante. "Relájate, no hay nada de que preocuparse. Solo vamos a disfrutar de una buena comida y pasar un buen rato", dijo, sonriendo con confianza.
Jennie tomó el menú entre sus manos, sus dedos recorriendo la suave textura del papel mientras ojeaba cada una de las opciones disponibles. A medida que leía los nombres de los platos, muchos de ellos le resultaban desconocidos, lo que la hizo sentir un poco más de curiosidad mezclada con una pizca de incertidumbre. "Sopa Wonton, Ramen básico, Edamame, Takoyaki..." leyó en voz baja, reconociendo vagamente algunos nombres por haberlos escuchado en películas o en conversaciones ajenas. Pero otros, como el "Shoyu Ramen", "Shio Ramen", y el "Spicy Tonkotsu Ramen", eran completamente nuevos para ella.
Lisa, observando la concentración de Jennie mientras leía, sonrió ligeramente. "¿Sabes? Te recomendaría que pruebes el Miso Ramen. Es suave, pero tiene un sabor profundo y delicioso, creo que te gustará", sugirió, señalando el plato con entusiasmo.
Jennie levantó la mirada del menú, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nervios. "Nunca he comido ramen antes", confesó en un susurro, sintiéndose un poco avergonzada. "Pero el Miso suena bien... confío en tu recomendación".
"¡Te va a encantar!", exclamó Lisa con una sonrisa alentadora. "Es uno de mis favoritos".
Sin dudarlo más, Jennie decidió seguir el consejo de Lisa. "Está bien, me pediré el Miso Ramen entonces. Quiero probar algo auténtico", afirmó, sintiéndose más segura con la decisión.
El mesero regresó a la mesa justo en ese momento, y Lisa hizo su pedido con confianza. "Voy a pedir el Takoyaki", dijo con entusiasmo, "y para mi amiga aquí, el Miso Ramen. También nos gustaría un par de jugos y una botella de sake".
"¿Nunca has bebido nada?", preguntó Lisa, suavizando su tono al percibir la tristeza en la voz de Jennie. La picardía se desvaneció, siendo reemplazada por una genuina preocupación. Se inclinó un poco más hacia ella, apoyando las manos sobre la mesa en un gesto de cercanía. "No quiero que te sientas incómoda, Jennie. Si no quieres, no tienes que probarlo".
Jennie apartó la mirada por un momento, sus dedos jugueteando nerviosamente con la servilleta. "No es que no quiera... es solo que mi padre siempre fue muy estricto con esas cosas. Cada vez que veía a alguien beber en casa, se enfurecía y me decía que si algún día lo hacía, me golpearía. Así que... nunca lo intenté", explicó en un tono apagado, sus palabras cargadas de un peso que Lisa no había anticipado.
La pelinegra frunció el ceño, sintiendo una mezcla de compasión y rabia contenida por lo que acababa de escuchar. No quería presionar a Jennie, pero tampoco quería que se perdiera algo tan sencillo y placentero como compartir una bebida, especialmente bajo una sombra tan oscura. "Eso no está bien", dijo suavemente, casi susurrando. "Nadie debería asustarte o controlarte de esa manera. Estás aquí, conmigo, y lo que sea que quieras hacer, será porque tú lo decides. No porque alguien te haya dicho que no puedes".
Jennie alzó la mirada, encontrando los ojos de Lisa llenos de comprensión. La calidez en su voz y la sinceridad en sus palabras hicieron que un pequeño nudo se deshiciera en su pecho. "Es que... ya no quiero vivir con miedo", confesó, su voz apenas un murmullo.
"Entonces no lo harás", afirmó Lisa con determinación, tomando suavemente la mano de Jennie que descansaba sobre la mesa. "Si decides probar el sake hoy, será porque tú quieres, no por lo que tu padre te haya dicho o hecho. Y si no quieres, está bien también. Este es tu momento, Jennie".
La tranquilidad en la voz de Lisa la hizo sentir más segura, más en control de su propia decisión. Jennie respiró profundamente, soltando un pequeño suspiro al exhalar. "Quiero intentarlo", dijo finalmente, con una pequeña sonrisa tímida que asomaba en sus labios.
Lisa apretó suavemente su mano, devolviéndole una sonrisa cómplice. "Te prometo que te va a encantar. El sake tiene un sabor suave, no es fuerte, pero es delicioso. Y además, estaremos juntas en esto", añadió, guiñándole un ojo para aligerar el ambiente.
El mesero volvió en ese momento con la comida y la botella de sake. Jennie observó con curiosidad mientras Lisa servía un poco en cada vaso pequeño. Alzaron sus vasos y Lisa, con una sonrisa tranquilizadora, dijo: "Por las nuevas experiencias".
Mientras ambas disfrutaban del sake y sus platos, el ambiente se volvía más relajado, casi íntimo. Jennie, con el vaso entre sus manos, jugueteaba con él, haciendo girar el líquido suavemente en su interior. Tomó otro sorbo pequeño, sintiendo cómo la calidez del sake se expandía en su cuerpo, relajándola un poco más.
Lisa, que había estado observándola con curiosidad, se inclinó hacia adelante, con esa misma expresión de apoyo que siempre parecía darle. "¿Cómo te sientes con todo esto, Jennie?", preguntó, su tono suave, pero directo. "El cambio, el apartamento... todo lo que ha pasado en tan poco tiempo".
Se detuvo un momento, su mirada perdida en la ventana, contemplando el paisaje urbano del restaurante. Era una pregunta que había estado rondando su cabeza desde que todo comenzó. No había tenido mucho tiempo para procesar, solo adaptarse a lo que parecía una nueva vida, completamente diferente a lo que había conocido. Bajó el vaso lentamente, dejando escapar un suspiro.
"Es... abrumador", admitió al fin, mirando a Lisa. "Todo ha pasado tan rápido. Un día estaba en un lugar... oscuro, sin saber qué hacer, y al siguiente estoy aquí, viviendo en un apartamento que jamás hubiera imaginado tener, con un trabajo que no sé si merezco. Y todo gracias a ti".
Solo negó con la cabeza, sonriendo. "No tienes que agradecerme, Jennie. Solo quise ayudarte a ver lo increíble que eres y darte una oportunidad que mereces".
La mayor la miró con una mezcla de gratitud y confusión. "Es que... a veces siento que no sé cómo aceptar todo esto. Nunca tuve algo tan bonito. Todo el tiempo pienso... '¿Qué hice para merecer esto?'".
Alzó una ceja, inclinándose un poco más hacia ella. "Jennie, has pasado por mucho. No tienes que 'hacer' algo específico para merecer cosas buenas. A veces la vida simplemente te pone en el lugar correcto, y creo que ahora es tu momento".
Jennie se mordió el labio, luchando contra la emoción que empezaba a aflorar. "¿Y si no estoy a la altura? ¿Y si todo esto es demasiado para mí?".
Lisa tomó su mano, apretándola suavemente. "Eso no va a pasar. Te lo prometo. Si en algún momento te sientes abrumada, estoy aquí. No tienes que hacerlo sola. Y tampoco tienes que demostrarle nada a nadie. No se trata de estar a la altura de nada ni de nadie. Solo se trata de que vivas tu vida, a tu ritmo, y que disfrutes de cada momento".
La castaña la observó en silencio, asimilando cada palabra. Había algo tan reconfortante en Lisa, en su manera de ver el mundo y de hacerla sentir segura, que por un momento, el peso en su pecho pareció aligerarse.
"¿Sabes?", continuó Lisa con una sonrisa suave, "El apartamento, el trabajo, todo eso... son solo cosas. Lo que importa es cómo te sientas, cómo vayas construyendo tu propia vida a partir de ahora. Esto es solo el principio, y tienes tanto por delante".
Jennie asintió lentamente, soltando un pequeño suspiro que había estado reteniendo. "Supongo que es eso... que tengo miedo de empezar algo tan nuevo y no saber cómo manejarlo".
Apretó su mano un poco más fuerte. "No tienes que hacerlo todo bien desde el principio, Jennie. Nadie lo hace. Lo importante es que lo estás intentando. Y eso es más que suficiente".
Jennie sonrió por primera vez en lo que parecía una eternidad. Era una sonrisa pequeña, pero genuina, de esas que nacen desde lo más profundo, donde empiezan a disiparse las dudas. "Gracias, Lisa. En serio, no sé qué haría sin ti".
Lisa la miró con cariño. "No tienes que preocuparte por eso. Estoy aquí para ti, siempre".
Jennie soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza. "No puedo creer que esté aquí, comiendo ramen y bebiendo sake. Hace meses, esto habría sido solo un sueño".
"Bueno, es tu nueva realidad ahora", respondió Lisa, guiñándole un ojo. "Y espera, que apenas estás comenzando. Hay muchas más cosas por venir".
Jennie miró su plato, luego a Lisa, y sintió una ola de gratitud y, por primera vez en mucho tiempo, esperanza. "Estoy lista para lo que venga", dijo finalmente, sintiendo que, con Lisa a su lado, todo parecía un poco más manejable.
Levantó su vaso con cuidado, sus dedos temblando un poco, pero con una mezcla de emoción y algo de nervios. "Por las nuevas experiencias", repitió, sintiendo cómo algo dentro de ella se liberaba mientras chocaban suavemente sus vasos.
Llevó el vaso a sus labios y bebió un sorbo pequeño, saboreando el líquido dulce y cálido que le bajaba por la garganta. Sonrió al sentir la agradable sensación que le dejó. "Es... realmente bueno", admitió con una leve sorpresa en su voz.
Lisa soltó una pequeña risa. "Te lo dije. No es tan aterrador después de todo, ¿verdad?".
Jennie negó con la cabeza, sintiendo que había dado un pequeño paso hacia su libertad. "No, no lo es".
Después de disfrutar su comida y terminar el sake, Jennie y Lisa pagaron la cuenta y se dispusieron a salir del restaurante. El sol de la tarde bañaba las calles con una luz cálida, y la brisa fresca acariciaba sus rostros mientras caminaban hacia el auto de Lisa. Jennie se sentía más ligera, como si la conversación y la buena comida hubieran desvanecido parte de sus preocupaciones. Había algo reconfortante en saber que no estaba sola en este nuevo capítulo de su vida.
Al llegar al auto, Lisa abrió la puerta para Jennie con una sonrisa juguetona. "Bueno, ¿lista para regresar a tu nuevo hogar, señorita?".
Jennie se rio suavemente mientras se acomodaba en el asiento. "Supongo que ahora sí puedo llamarlo mi hogar".
Lisa subió al auto y arrancó. Mientras conducía, ambas mantuvieron una conversación ligera sobre la comida, los sabores que habían disfrutado y lo divertido que había sido probar el sake por primera vez. Jennie, con una sonrisa relajada, observaba la ciudad pasar por la ventana, pero su mente volvía una y otra vez al apartamento. La idea de tener un espacio propio todavía se sentía irreal, como si fuera parte de un sueño que en cualquier momento podría desaparecer.
Cuando llegaron al complejo de apartamentos, Lisa aparcó frente al edificio de Jennie y apagó el motor. Jennie miró el lugar desde el asiento del pasajero, aun sin poder creer que ese lugar ahora le pertenecía. "Cada vez que lo veo, siento que debería pellizcarme para asegurarme de que no estoy soñando".
Lisa rio y se inclinó hacia ella. "Si quieres, puedo pellizcarte yo misma, pero te aseguro que esto es muy real".
Jennie soltó una carcajada, abriendo la puerta del auto. Ambas bajaron y caminaron juntas hacia la entrada del edificio. Mientras subían por el ascensor, Jennie se apoyó ligeramente contra la pared, sintiendo la presencia de Lisa a su lado. Era extraño cómo en tan poco tiempo, Lisa había pasado de ser alguien con quien simplemente compartía algunos momentos, a convertirse en alguien en quien confiaba por completo.
Al llegar a la puerta del apartamento, Jennie buscó las llaves en su bolso. "Es tan raro tener un lugar al que realmente quiero volver", murmuró, sacando finalmente el llavero y girando la llave en la cerradura.
Lisa la miró con una sonrisa suave, apoyándose en el marco de la puerta mientras Jennie la abría. "Me alegra escuchar eso. Este lugar es solo el comienzo de todo lo que viene para ti, Jennie".
Jennie empujó la puerta y ambas entraron. El apartamento estaba bañado por la luz dorada del atardecer, creando un ambiente cálido y acogedor. Jennie dejó su bolso en el sofá y se dio la vuelta para mirar a Lisa, quien seguía observándola con esa calma habitual. "Gracias por todo, Lisa. En serio, no sé cómo podría agradecerte lo suficiente".
Con su elegante porte se acercó y la miró a los ojos, colocando una mano en su hombro con una expresión suave y sincera. "No tienes que agradecerme nada. Ver que te estás sintiendo mejor y que poco a poco encuentras tu lugar, es más que suficiente para mí. Y recuerda, siempre estaré aquí para lo que necesites".
Sintiendo nuevamente esa calidez en su pecho que había sentido antes en el restaurante. "A veces me siento abrumada, pero cuando estás cerca, todo parece más fácil".
La empresaria solo se encogió de hombros con una sonrisa juguetona. "Es un don natural. ¿Qué puedo decir?".
La mayor rio con dulzura y se dejó caer en el sofá, sintiéndose más cómoda en su nuevo hogar. Era un lugar hermoso, mucho más de lo que había imaginado tener. Y ahora, al estar aquí con Lisa, sintió que realmente podía empezar a verlo como su espacio, un lugar donde podía ser ella misma sin reservas.
Se sentó junto a ella, estirándose con una expresión de satisfacción. "Así que, ¿cómo te sientes con todo lo de hoy? ¿Crees que Walter fue amable contigo en la entrevista?".
Asintió. "Sí, fue muy amable. Y creo que puedo hacer el trabajo. O al menos, aprender a hacerlo. Es todo tan nuevo, pero supongo que podré acostumbrarme".
Lisa sonrió. "Lo harás, estoy segura de ello. Y si alguna vez te sientes perdida, siempre puedes contar conmigo para ayudarte".
Jennie inclinó la cabeza, mirándola fijamente durante unos segundos. "Eres increíble, Lisa. No sé cómo lo haces, pero siempre sabes exactamente lo que decir para hacerme sentir mejor".
Justo la miró de vuelta, su sonrisa suavizándose. "Eso es porque noto lo que necesitas, Jennie. Sé lo fuerte que eres, incluso si tú no lo ves todavía".
La castaña sintió un nudo en la garganta, pero esta vez era un nudo de gratitud y esperanza, no de miedo o duda. Había pasado tanto, y aunque el futuro aún parecía incierto, con Lisa a su lado, sentía que todo sería un poco más fácil de enfrentar.
Después de un rato de relajada conversación, el sol había terminado de esconderse en el horizonte, dejando al apartamento envuelto en una luz suave y tenue. Jennie, sintiéndose más en paz que en cualquier otro momento del día, se estiró en el sofá, notando lo cómodo que se sentía finalmente estar allí, en su propio espacio. Lisa, sentada a su lado, la miró con una sonrisa tranquila.
"Bueno, creo que es hora de que me vaya", comentó Lisa mientras se levantaba despacio, estirando los brazos. Jennie, aunque disfrutaba mucho de su compañía, asintió, entendiendo que su amiga también tenía cosas que hacer.
"¿Ya te vas?", preguntó con un leve tono de decepción, levantándose también del sofá. "Ha sido un día muy bueno... No quiero que termine".
Lisa soltó una risa suave y se acercó para tomarla del brazo con suavidad. "No te preocupes, bonita. Esto no es una despedida larga. De hecho, regresaré mañana, y traigo dos cosas preparadas".
Jennie la miró curiosa. "¿Dos cosas?".
Asintió con una sonrisa misteriosa. "Primero, voy a enseñarte cómo usar la computadora para que te sientas lista para el trabajo. Quiero que estés completamente cómoda con eso. Y segundo... tengo una sorpresa que sé que te va a encantar".
No pudo evitar sonreír con emoción. "¿Una sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa?".
"Eso lo descubrirás mañana", dijo Lisa, inclinándose un poco hacia ella, con esa picardía juguetona que siempre lograba despertar la curiosidad de Jennie. "No te preocupes, es algo que te va a gustar mucho. Así que, prepárate".
La castaña se rio, emocionada, aunque sin dejar de sentir una pizca de nervios. "Bueno... entonces supongo que tendré que esperar".
Sonrió una vez más, soltando su brazo y caminando hacia la puerta. "Así es. Mañana vendré temprano, así que no te olvides de estar lista".
Jennie asintió con entusiasmo, acompañándola hasta la puerta. "Gracias, Lisa. De verdad. No solo por hoy, sino por todo lo que estás haciendo por mí".
Ella se volteó antes de salir, colocando una mano en su hombro. "No tienes que agradecerme. Estoy aquí para ti. Siempre".
Con esas palabras, Lisa salió del apartamento, dejándolo en silencio. Jennie, parada frente a la puerta, la observó irse con una mezcla de gratitud y expectación. Mañana sería otro día lleno de cambios y oportunidades, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía emocionada por lo que vendría.
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