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Lisa le tomó la mano con delicadeza, su tacto firme, pero suave, guiándola con naturalidad fuera del departamento. La familiaridad de su gesto transmitía una sensación de tranquilidad que ayudaba a Jennie a centrarse, aunque su mente seguía algo dispersa. Juntas entraron en el ascensor, y en medio del silencio, el ambiente se llenó de una tensión suave.
El suave zumbido del ascensor en movimiento no hacía más que acentuar los pensamientos que empezaban a agolparse en la cabeza de Jennie. Había algo pesado en ese silencio compartido, algo que cargaba más que solo la expectativa de su próximo destino. A medida que el tiempo pasaba, Jennie notaba que su atención se desviaba involuntariamente hacia el perfil de Lisa. No podía evitarlo; había algo en la manera en que se movía, en cómo mantenía esa calma y control tan propios de ella, que captaba cada uno de sus sentidos.
El porte de Lisa era innegablemente elegante, su estilo casualmente sofisticado y su actitud despreocupada se combinaban en una especie de aura irresistible. Jennie no pudo evitar observarla con mayor detenimiento, reconociendo detalles que antes quizá habían pasado desapercibidos. El contraste entre la serenidad de Lisa y la fuerza que irradiaba en sus momentos más intensos era algo que siempre había llamado su atención, pero ahora lo sentía de forma más profunda.
No era solo por las cosas que Lisa estaba haciendo por ella, aunque claramente apreciaba la ayuda. Esta sensación, esta atracción, había estado latente desde antes, desde aquel primer momento en que la pelinegra había irrumpido en su vida de una manera tan intensa y directa. Jennie recordó con claridad el instante en que Lisa la empujó contra el pequeño gabinete en su habitación, su cuerpo invadiendo el espacio de Jennie con una energía imparable. El recuerdo de cómo Lisa la había tomado sin piedad, sin descanso.
La combinación de lo que representaba Lisa para Jennie, su elegancia exterior y la intensidad de sus momentos privados, la abrumaba un poco. Sin embargo, en ese mismo instante, había también una creciente conciencia de que no solo era lo físico lo que la hacía sentir así.
Desde aquel día en que Jennie estuvo en su departamento por primera vez, cuando Lisa le llevó las llaves y ese postre que se sintió como un gesto simple, pero cargado de intenciones, algo había cambiado en su percepción. Desde ese momento, Jennie notó, quizá más que nunca, el estilo inconfundible de la mujer frente a ella. Era difícil ignorar la presencia de Lisa, que siempre aparecía impecable con esos trajes femeninos perfectamente ceñidos a su figura, realzando cada curva de manera que resultaba casi hipnótica. Había algo en su forma de vestir, una mezcla de sofisticación y sensualidad que hacía imposible apartar la vista.
No era solo el hecho de que Lisa fuera sexy, era que lo era de manera tan deslumbrante que casi parecía hacerlo sin esfuerzo. Todo en ella, desde su postura hasta la forma en que sus trajes se movían con ella, estaba impregnado de un atractivo natural. Y luego estaba su cabello, aquel negro profundo que siempre caía en una cascada perfectamente ordenada, con un flequillo tan exacto que parecía esculpido. Cada vez que Jennie veía el brillo de ese cabello bajo la luz, se preguntaba cómo algo tan simple como un peinado podía ser tan encantador.
Pero más allá de la apariencia, lo que más la había marcado era haberla experimentado de una manera tan íntima y cruda. Después de haber sentido esa energía desbordante, ese control casi devastador que Lisa mostraba cuando estaban juntas, el impacto que tenía sobre Jennie era innegable. No podía evitarlo, desde ese momento, la imagen de Lisa había quedado grabada en su mente de una forma mucho más profunda. Cada vez que la veía, esa mezcla entre la sofisticación elegante y la intensidad física resurgía, y era como si su cuerpo reaccionara antes que su mente.
Pero debía llegar a donde tenían que estar. Ambas llegaron al vestíbulo del edificio, y con una suave sonrisa, Lisa la invitó a entrar en su auto. La puerta se cerró con un suave clic, y Jennie sintió una mezcla de emoción y nervios mientras Lisa arrancaba el motor. A medida que se ponían en camino, la música suave llenó el espacio, creando una atmósfera relajada que ayudaba a calmar los pensamientos agitados de Jennie.
Condujo por las calles, pasando por zonas familiares que poco a poco se transformaban en un paisaje más moderno y vibrante. Jennie observó a través de la ventana, admirando los grandes edificios que se alzaban con orgullo, reflejando el sol en sus fachadas de cristal. El paisaje urbano era impresionante, lleno de vida y dinamismo, y a medida que avanzaban, se sintió más emocionada por lo que le esperaba.
El camino los llevó hacia el corazón de la ciudad, un lugar que parecía ser el centro de todo lo importante. Había cafés elegantes, boutiques de moda y galerías de arte que daban vida a la zona, creando un ambiente que invitaba a la creatividad y a la ambición. Era un contraste fascinante con el ambiente más relajado de su vecindario, y Jennie no pudo evitar sentirse inspirada por la energía que emanaba de cada esquina.
Era casi medio día, y a medida que el sol se elevaba en el cielo, iluminando todo a su alrededor, Jennie se sintió lista. La ansiedad que había sentido antes comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una creciente confianza. Había algo en el momento que la hizo pensar que quizás este encuentro sería el inicio de algo realmente significativo para ella. Con cada kilómetro que recorrían, su determinación crecía, y con ello, la promesa de un nuevo comienzo.
Finalmente, llegaron a su destino. Lisa aparcó con suavidad en el estacionamiento de un edificio que, a primera vista, desprendía lujo y sofisticación. Era un lugar elegante, con detalles modernos y ventanales brillantes que reflejaban la luz del mediodía, dándole un aire casi etéreo. Jennie salió del auto, sintiendo una ligera oleada de nervios, mientras sus ojos se paseaban por la estructura imponente que tenía delante.
Lisa señaló hacia otro edificio que se erguía a varios metros de distancia. "Es ahí donde trabajo", dijo con naturalidad, su tono tranquilo pero seguro.
"¿En serio? Wow", respondió Jennie, impresionada por la cercanía y el tipo de lugar en el que Lisa trabajaba. Había algo en la forma en que Lisa mencionaba su trabajo que la hacía ver aún más profesional y distante, como si cada aspecto de su vida estuviera perfectamente organizado y bajo control.
"Sí, es una empresa de seguros y estamos bastante cerca", comentó Lisa, comenzando a caminar hacia el edificio, con Jennie siguiéndola de cerca.
Al entrar, Jennie volvió a admirar la modernidad del lugar. El interior era tan impresionante como el exterior, con un diseño minimalista y materiales que gritaban exclusividad. No obstante, la sensación familiar de estar nuevamente en un ascensor la hizo desviar su atención por completo.
El espacio cerrado y el leve zumbido de las puertas deslizándose se sentían casi como una pausa en el tiempo. Jennie, sin poder evitarlo, se encontró volviendo a centrar toda su atención en Lisa. Había algo en esos momentos de quietud que siempre hacía que su mirada gravitara hacia ella, y esta vez no fue la excepción. Observaba de reojo el perfil de la pelinegra, fijándose en los detalles de su rostro, en la forma en que su cabello perfectamente alineado caía sobre sus hombros, y en la elegancia natural que emanaba con cada pequeño gesto.
Era imposible no admirarla. La seguridad que irradiaba Lisa, la forma en que parecía estar siempre un paso por delante, todo eso la hacía aún más atractiva. Jennie casi podía jurar que Lisa se daba cuenta de que la estaba observando, pero como era habitual, no mostró ninguna reacción. La mujer seguía mirando hacia adelante, como si todo a su alrededor, incluido el peso de la mirada de Jennie, fuera parte de una rutina perfectamente ensayada.
Jennie se sintió atrapada en ese breve lapso, preguntándose si alguna vez lograría ver más allá de esa aparente indiferencia.
Cuando llegaron al octavo piso, el ascensor se abrió con un suave ding, y Lisa, con su común elegancia, hizo un gesto para que Jennie pasara primero. Sin decir una palabra, Jennie la obedeció, caminando con pasos lentos y algo nerviosos mientras observaba el entorno. El pasillo al que salieron era amplio y estaba decorado con un gusto impecable, lleno de detalles lujosos: paredes con obras de arte moderno, plantas bien cuidadas y una iluminación suave que daba al lugar un ambiente de calma y profesionalismo.
Lisa la guiaba con seguridad, sus tacones resonando en el suelo pulido, y Jennie seguía en silencio, aún impresionada por todo lo que la rodeaba. Las oficinas a los lados del pasillo tenían puertas de cristal, y podía ver a empleados trabajando en sus escritorios, algunos concentrados en sus pantallas, otros en conversaciones telefónicas. Era un ambiente que se sentía completamente ajeno y, a la vez, fascinante para Jennie, quien aún intentaba procesar que estaba ahí, a punto de entrar en una nueva etapa de su vida.
Cuando llegaron al fondo del pasillo, Lisa se detuvo y se giró hacia ella. "Quédate aquí un momento", indicó con suavidad, antes de desaparecer tras una puerta de madera imponente. Jennie asintió sin decir nada, quedándose sola en el pasillo, donde el silencio era apenas interrumpido por el lejano murmullo de conversaciones al otro lado de las puertas.
Se cruzó de brazos, mordiéndose el labio con nerviosismo mientras esperaba. Podía escuchar vagamente las voces dentro de la oficina: la de Lisa, calmada y profesional, y luego una voz masculina, probablemente la de Walter. Aunque no entendía lo que decían, los minutos parecían alargarse mientras su mente se llenaba de preguntas y dudas sobre cómo sería esa entrevista. Trató de respirar profundamente para calmarse, recordando las palabras de Lisa.
Unos minutos después, la puerta se abrió, y Lisa salió con una sonrisa tranquila, lo que inmediatamente alivió parte de los nervios de Jennie. "Muy bien, Jennie", dijo, acercándose. "Mi amigo Walter te va a entrevistar. Él ya sabe de tu situación, así que no te preocupes. Solo sé sincera con él sobre lo que sabes hacer y responde a todas sus preguntas. Te aseguro que te irá bien, bonita".
Jennie sintió una calidez reconfortante al escuchar las últimas palabras de Lisa. Era justo lo que necesitaba para sentirse más segura. "Gracias", susurró, intentando tranquilizar su mente y prepararse para lo que venía.
Con un último vistazo de aliento, Jennie se dirigió hacia la puerta, sintiendo la presión de su nuevo desafío. Lisa le dio un suave empujón en la espalda, como si le infundiera valor con ese pequeño gesto. Con un nudo en el estómago, Jennie entró en la oficina.
El ambiente era profesional, con una gran mesa de madera clara en el centro y estanterías repletas de libros y documentos organizados meticulosamente. A un lado, Walter se levantó de su silla y le dedicó una sonrisa cálida. Era un hombre de mediana edad, con una apariencia amistosa, cabello ligeramente canoso y una corbata que, aunque formal, no parecía fuera de lugar en un entorno acogedor.
La entrevista fluyó con naturalidad, y desde el principio Jennie pudo notar la buena disposición de Walter. El ambiente era distendido, con una vibra acogedora que la hizo sentir a gusto, a pesar de los nervios iniciales. Cada pregunta que él le hacía era más como una conversación que una evaluación, lo que contribuyó a que Jennie se relajara gradualmente.
Cuando Walter le preguntó si tenía experiencia usando programas de computadora, Jennie confesó con honestidad, "En realidad, no, pero Lisa me va a enseñar". Su respuesta fue recibida con una sonrisa cálida de Walter, quien asintió comprensivo. "Eso está perfecto, Jennie. No te preocupes. Aquí somos muy pacientes con las nuevas incorporaciones, y nos aseguramos de que aprendan todo lo necesario. No solo te enseñaremos a usar los programas de administración, sino que también te ayudaremos a entender cómo funciona todo en términos de ventas y gestión".
El alivio en el rostro de Jennie fue evidente, y con más confianza, continuó hablando. Mencionó que tenía experiencia preparando cafés, una habilidad que había adquirido en trabajos anteriores. Walter pareció genuinamente interesado, y su sonrisa se amplió. "Eso es genial, siempre es útil tener a alguien con habilidades en café en la oficina", bromeó ligeramente, haciendo que Jennie soltara una pequeña risa.
"Pero más allá de eso", continuó él, "te enseñaremos a manejar otras tareas que quizás aún no conozcas. Queremos que te desarrolles plenamente en este entorno. No se trata solo de hacer un trabajo, sino de que crezcas y encuentres tu lugar aquí".
Cada palabra de Walter parecía diseñada para aliviar cualquier inquietud que Jennie pudiera tener, y funcionó. Mientras él hablaba sobre las posibilidades de aprender en ventas y administración, Jennie sintió que se abría un nuevo horizonte para ella. Lo que antes parecía inalcanzable, ahora se sentía como una oportunidad real.
La entrevista no fue larga, pero cada minuto transcurrió de manera agradable, y para cuando terminaron, Jennie se sentía cómoda, como si hubiera encontrado un lugar donde encajaba. Walter le dio una mirada aprobatoria y le dijo que en los próximos días recibiría la información detallada sobre su nuevo puesto.
Antes de despedirse, Jennie expresó su gratitud con una sonrisa sincera. "Gracias por darme esta oportunidad. Prometo dar lo mejor de mí".
Walter asintió, satisfecho. "No tengo dudas de que lo harás. Estoy deseando verte crecer aquí, Jennie".
Cuando salió de la oficina y se encontró con Lisa, todo el nerviosismo había desaparecido, sustituido por una sensación de satisfacción. La entrevista había sido un éxito, y ahora tenía la certeza de que estaba dando un gran paso hacia adelante en su vida.
Cuando Jennie salió de la oficina, su rostro reflejaba una mezcla de alivio y entusiasmo. Lisa la estaba esperando en el pasillo, con los brazos cruzados y una ligera sonrisa en el rostro. En cuanto la vio, descruzó los brazos y se acercó a ella, observando sus gestos para leer cualquier señal.
"¿Y bien?", preguntó con un tono suave pero curioso. "¿Cómo te fue?".
Jennie tomó un respiro profundo y soltó una pequeña sonrisa. "Me fue bien, mucho mejor de lo que esperaba, la verdad. Walter fue muy amable. Me dijo que me enseñarán todo lo que necesito aprender, así que creo que lo podré hacer sin problema".
Lisa asintió, satisfecha. "Sabía que te iría bien", dijo mientras le daba una palmadita suave en el hombro. "No tenías de qué preocuparte".
soltó una pequeña risa, aun con un toque de nerviosismo, aunque mucho más relajada ahora. "Sí, creo que me estaba preocupando de más. Pero me siento bien ahora".
"Me alegra escuchar eso", respondió Lisa, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y afecto. "Sabía que podrías con esto. Ahora, con un poco de práctica, estarás dominando todo en nada de tiempo".
Jennie la miró por un momento, aun con esa cálida sensación en el pecho. "Gracias, Lisa... de verdad. No sé qué habría hecho sin tu ayuda".
Lisa negó suavemente con la cabeza. "No tienes que agradecerme. Solo quiero que tengas las oportunidades que mereces".
Mientras caminaban hacia el ascensor, Jennie se sentía mucho más relajada después de la entrevista. Lisa, notando su cambio de ánimo, le lanzó una mirada tranquila mientras presionaba el botón para bajar.
"¿Te apetece ir a comer ramen?", preguntó Lisa con una sonrisa ligera. "Sé que ya comiste algo, pero este lugar es uno de mis favoritos. Podrías probar algo nuevo".
Jennie parpadeó, un poco sorprendida por la invitación. "Nunca he comido ramen antes", admitió con una leve risa nerviosa. "Pero suena interesante".
Lisa la miró con una mezcla de sorpresa y emoción. "¿De verdad? Entonces tienes que probarlo. Te aseguro que te va a encantar".
Sonrió, sintiéndose más curiosa que nunca. "Bueno, confío en ti. Vamos a probarlo".
Las puertas del ascensor se abrieron en el lobby, y Lisa, satisfecha, la condujo hacia la salida. "Perfecto. Te prometo que este lugar tiene el mejor ramen de la ciudad. Es toda una experiencia".
Intrigada y con expectativas altas, siguió a Lisa hacia el coche, lista para probar algo completamente nuevo en buena compañía.
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