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Cuando Jennie se levantó del viejo sofá que apenas servía como mueble en su pequeño departamento, sintió cómo el pánico y la vergüenza la invadían. ¿Qué acababa de hacer? Le había dado su dirección, su jodida ubicación, a una chica que conoció en Tinder y que, para colmo, le gustaba muchísimo. El peso de la decisión le cayó encima como una losa: ¿estaba realmente preparada para esto?
El nombre de la chica era Lisa. Habían estado hablando intensamente durante las últimas dos semanas, noches enteras de conversaciones que iban subiendo de tono con cada mensaje. Lisa tenía una forma única de seducirla; sabía exactamente qué decir para encenderla y Jennie no se quedaba atrás, respondiendo con la misma intensidad.
Entre fotos sugerentes, confesiones atrevidas y largos chats cargados de tensión sexual, ambas habían ido construyendo una conexión intensa, casi adictiva. Se provocaban mutuamente sin pudor, compartiendo imágenes que dejaban poco a la imaginación. Jennie se derretía con las fotos de Lisa, el cuerpo de esa chica era un verdadero delirio para ella, y Lisa estaba desesperada por convertir todo lo que habían hablado en realidad.
Pero ahora, con la adrenalina de la decisión ya bajando, Jennie se sentía expuesta. "¿Qué estoy haciendo?", pensó mientras su corazón latía a mil por hora. Sin embargo, una parte de ella, esa parte que había estado tan atrapada por las fantasías que construyeron juntas, le gritaba que lo dejara ser, que se lanzara y disfrutara. Lisa llegaría pronto, y Jennie tendría que decidir si dejarse llevar o rendirse ante sus inseguridades.
Mira lo emocionada que me tienes.
Así decía el mensaje debajo de la foto. Jennie sintió un escalofrío recorrerle la columna mientras sus ojos seguían fijos en la imagen. Se lamió los labios, imaginando cómo sería sentir esa polla en su boca, cada detalle que podía saborear en su mente la hacía humedecerse más. El deseo la consumía y, por un instante, olvidó todo el nerviosismo y las dudas que la habían invadido minutos antes. Solo podía pensar en cómo se vería Lisa sobre ella, cómo sería tenerla entre sus piernas, dominándola como tanto habían fantaseado.
Lisa sabía cómo provocar, y Jennie, a pesar de su intento por mantener la calma, se estaba derritiendo por dentro. En el fondo, le encantaba esa tensión. Sin embargo, también sabía que tenía que mantener el control, al menos un poco. No iba a dejar que Lisa la volviera completamente loca solo con mensajes y fotos. Jennie decidió jugar el mismo juego.
Trae eso aquí y deja los rodeos.
Sintió cómo la adrenalina y la lujuria se mezclaban dentro de ella. La idea de tenerla allí, al fin, la volvía impaciente. Estaba cansada de las fantasías; necesitaba la realidad, sentir a Lisa en carne y hueso, tenerla contra la pared, bajo sus sábanas, con cada palabra convertida en acción.
Jennie, después de todo el frenesí por poner su casa en orden, decidió que también necesitaba estar perfecta para esa noche. Se dirigió al baño y se dio una ducha larga y caliente, dejando que el agua se llevara sus inseguridades y la preparara para lo que estaba por venir. Se exfolió la piel con esmero, aplicando su gel de baño favorito, y cuando terminó, se dedicó a perfumarse con un aroma suave y seductor.
Sabía que esa noche no tendría interrupciones; su padre no estaría en casa, lo que le daba la libertad de disfrutar sin límites ni preocupaciones. Era raro tener el lugar solo para ella, y esta oportunidad no iba a desperdiciarla. Con la casa libre, Jennie podía dejarse llevar y hacer todo lo que había fantaseado en esas conversaciones con Lisa.
Después de asearse, Jennie se sentó frente al espejo y se peinó con cuidado, buscando el estilo perfecto que combinara con el look que tenía en mente: sexy pero no demasiado obvio, elegante con un toque casual. Se alisó el cabello, asegurándose de que cada mechón quedara en su lugar, y luego pasó a su maquillaje. Optó por un estilo que resaltara sus labios y sus ojos, los mismos que, según Lisa, "hipnotizaban" en cada foto.
Finalmente, se puso la ropa interior más bonita que tenía: encaje negro, delicado y ajustado, que abrazaba su cuerpo de la forma exacta que sabía que a Lisa le gustaría. Sobre eso, eligió una camiseta sencilla y un short, un look aparentemente relajado, pero perfectamente calculado para despertar las ganas de arrancárselo. Se miró al espejo una última vez, evaluando el resultado, y se sintió lista.
Ahora, solo quedaba esperar a Lisa. Su corazón latía acelerado, sabiendo que la noche que habían anticipado durante semanas finalmente estaba por hacerse realidad.
Cuando el celular sonó, Jennie sintió cómo dos emociones opuestas la inundaban al mismo tiempo: una vergüenza profunda por la simplicidad y desorden de su casa y un deseo ardiente por Lisa. Sabía que estaba a punto de enfrentar ambas sensaciones, y la mezcla le revolvía el estómago con una intensidad que no podía controlar.
Tomó el teléfono con manos temblorosas y vio el nombre de Lisa en la pantalla. Sus dedos dudaron antes de deslizar para contestar. "Hola", escuchó la voz de Lisa, clara y segura al otro lado de la línea. Era una simple palabra, pero la forma en que la dijo le encendió de inmediato.
"Hola, Lisa", respondió Jennie, tratando de que su voz sonara normal, aunque sentía un nudo en la garganta.
"Estoy aquí", dijo Lisa con tono relajado. "No sé exactamente dónde está tu apartamento. ¿Puedes bajar por mí?"
La idea de verla en persona, de acercarse y tenerla tan cerca después de semanas de deseos acumulados, la hacía sentir ansiosa y emocionada al mismo tiempo. "C-claro, ya voy", tartamudeó Jennie con un toque de nerviosismo que no pudo esconder. Colgó el teléfono rápidamente, dándose cuenta de que sus manos estaban sudando.
Se miró una última vez en el espejo para asegurarse de que estaba lista. El brillo en sus ojos reflejaba tanto el deseo como la inquietud. Bajó las escaleras lo más rápido que pudo, sintiendo cómo su corazón martilleaba con cada paso. Mientras se acercaba a la puerta de salida, intentó respirar profundo para calmarse, pero la expectativa era demasiado abrumadora.
Lisa la estaba esperando afuera, y Jennie no podía negar que, a pesar de toda su vergüenza, la idea de lo que estaba por suceder la hacía arder por dentro. Con un suspiro profundo y un último ajuste a su ropa, abrió la puerta, lista para enfrentar la combinación de sensaciones que la dominaban. Esta noche, al fin, todo sería real.
Cuando Jennie la vio, su respiración se detuvo por un segundo. Lisa era incluso más impactante en persona. Alta, con un porte imponente, y un aire de confianza que solo la hacía más atractiva. Llevaba un jogger gris corto que se ajustaba perfectamente a sus caderas, marcando su figura atlética y dejando poco a la imaginación. El conjunto resaltaba cada curva, y el simple hecho de verla así, en carne y hueso, hacía que Jennie sintiera un cosquilleo en el vientre.
"Joder, eres más preciosa en persona", dijo Lisa con una sonrisa traviesa mientras sus ojos recorrían a Jennie de arriba abajo. La sinceridad en su tono, mezclada con un toque de lujuria, hizo que Jennie sintiera un calor en las mejillas.
Antes de que Jennie pudiera responder, Lisa la atrajo hacia sí en un abrazo que fue tanto afectuoso como firme. El contacto fue eléctrico. Jennie pudo sentir claramente el bulto en el pantalón de Lisa presionando contra su abdomen, y la sensación la dejó momentáneamente sin palabras. Todo lo que habían imaginado y hablado ahora cobraba vida en ese simple, pero intenso, abrazo. Jennie cerró los ojos por un instante, disfrutando del contacto y el aroma que Lisa desprendía, una mezcla de frescura y algo ligeramente almizclado que la envolvía.
"Eres muy linda, Lisa", respondió Jennie con voz temblorosa, aun procesando el torrente de sensaciones que la invadían. "¿Quieres que subamos?", ofreció, tratando de sonar segura, aunque la excitación y los nervios la traicionaban.
Lisa, con una sonrisa confiada y un brillo de deseo en sus ojos, respondió sin dudar: "Me encantaría". El tono de su voz era bajo, casi ronco, lleno de promesas silenciosas.
Jennie sintió una oleada de anticipación recorrer su cuerpo mientras se giraba para guiar a Lisa hacia la entrada del edificio. Mientras subían las escaleras, podía sentir la presencia de Lisa a su lado, cada paso aumentaba la tensión entre ellas. En cada escalón, la atmósfera se cargaba aún más. No había vuelta atrás.
Mientras se adentraban en el viejo complejo, Jennie no podía evitar sentir un nudo en el estómago. El edificio, que alguna vez fue una plaza comercial, tenía algunos negocios todavía funcionando en la planta baja y en la segunda, pero la tercera planta era un espacio fantasma, lleno de locales vacíos y oscuros. Uno de esos locales había sido improvisado como su hogar, un lugar más funcional que cómodo, donde vivía con su padre.
Jennie se disculpó mil veces en su mente por tener que hacer subir a Lisa por esas escaleras desgastadas. El ascensor llevaba años sin funcionar, y el entorno no era ni de cerca lo que uno esperaría para una cita como esta. A medida que avanzaban, las luces parpadeaban y los pasillos se sentían fríos y solitarios.
"Lo siento por las escaleras, en serio", dijo Jennie con un tono apenado mientras subían. "No hay ascensor ni nada por el estilo."
Lisa, que subía detrás de ella con una tranquilidad envidiable, respondió con una sonrisa sincera: "No te preocupes por eso, linda." El brillo en sus ojos dejaba claro que no estaba ahí por la decoración, sino por Jennie. "Además, esto tiene su encanto... algo clandestino", agregó, dejando escapar una pequeña risa que hizo que Jennie se relajara un poco.
Pero la incomodidad no desaparecía del todo. Jennie estaba consciente de que el espacio donde vivía no era ni lujoso ni bonito, mucho menos un lugar al que alguien llevaría a una persona que apenas está conociendo. "Es que mi casa no es lo más lujoso y bonito del mundo, me lamento por eso," dijo Jennie mientras seguían subiendo.
Lisa se detuvo un momento y la miró con ternura, como si quisiera calmar esas inseguridades que brotaban con cada palabra. "No estoy aquí por cómo es tu casa," dijo con una voz suave, pero firme. "Estoy aquí por ti. Créeme, me importa mucho más lo que vamos a hacer adentro que cómo se vea el lugar." Con esa simple frase, Lisa logró que Jennie se sintiera un poco más segura.
Finalmente, llegaron al pasillo que daba a la entrada del apartamento. Jennie respiró profundo antes de abrir la puerta, dejando que Lisa entrara primero. La noche recién empezaba, y todo lo que habían deseado y fantaseado estaba a punto de tomar forma, sin importar dónde estuvieran.
Aprovechando la falta de vergüenza que tenía Lisa. Se veía segura y caliente. Jennie al pasar al lado de ella, no apartó la mirada de su pantalón. La tensión sexual era muy fuerte.
Llegaron al apartamento y Jennie, con una mezcla de nervios y anticipación, abrió la puerta para dejar que Lisa entrara. La habitación estaba lo más ordenada posible después de todo el esfuerzo que Jennie había puesto en prepararla, pero aun así no podía evitar sentirse avergonzada.
"Lo siento si hay desorden", se apresuró a decir Jennie, con la voz quebrada por la ansiedad. "Lo siento mucho."
Lisa la miró con una expresión seria, tan intensa que hizo que Jennie sintiera un nudo en el estómago. No había ni una pizca de juicio en su mirada, pero sí una impaciencia cargada de deseo. Con la voz baja y ronca, Lisa simplemente preguntó: "¿Dónde está tu habitación?"
Jennie, un poco sorprendida por la rapidez con la que Lisa quería pasar a la acción, señaló hacia el rincón donde estaba su cama. El problema es que no había una puerta que la separara del resto del espacio, solo una cortina desgastada que apenas ofrecía privacidad. Jennie abrió la boca para disculparse otra vez, pero antes de que pudiera decir nada, Lisa la siguió hacia la "habitación".
Al llegar, Lisa se detuvo, mirándola con una intensidad arrolladora, como esperando algún tipo de confirmación para lo que iba a hacer. Jennie, algo nerviosa, intentó explicarse. "No tengo puerta por—" Pero no pudo terminar la frase. Lisa cerró la distancia entre ellas en un instante, agarrándola por la cintura y silenciándola con un beso salvaje, profundo, lleno de hambre. Era un beso que Jennie había imaginado mil veces, pero la realidad superaba cualquier fantasía.
El beso era mojado, desbordante de pasión. Lisa no perdió tiempo, dominando el momento y tomando el control. Jennie sintió un hormigueo en todo su cuerpo, como si cada parte de ella se encendiera al mismo tiempo. Sus manos se aferraron a los hombros de Lisa mientras la besaba de vuelta, dejándose llevar por la intensidad del momento.
Sin romper el beso, Lisa la cargó con facilidad, levantándola como si no pesara nada, y la colocó sobre un gabinete que estaba justo al lado del colchón donde Jennie dormía. El frío de la madera contrastaba con el calor que sentía en su cuerpo, pero solo añadió más intensidad al momento.
Jennie, con la respiración agitada, entreabrió los labios para decir algo, pero la mirada de Lisa, cargada de deseo, la hizo callar. Todo lo que había pasado antes, todas las inseguridades y las dudas, se desvanecieron. La atmósfera estaba cargada de tensión, y Jennie ya no podía esperar más para lo que vendría.
Jennie no podía resistirse más. Mientras Lisa la mantenía firme sobre el gabinete, sintiendo su aliento cálido en la piel, Jennie dejó que su mano viajara hacia abajo, tocando la verga de Lisa por encima de los pantalones. El grosor y la dureza bajo la tela la hicieron jadear suavemente, y sintió cómo su propio cuerpo respondía con un calor intenso.
Lisa dejó escapar un gruñido bajo, sus ojos fijos en los de Jennie con una intensidad abrasadora. "¿Quieres esto?", preguntó Lisa, su voz ronca y cargada de deseo, como si cada palabra viniera desde lo más profundo de su ser.
Jennie, sintiendo cómo su corazón latía desbocado, apenas pudo articular una respuesta. "Sí", susurró, con un tono lleno de necesidad y expectación. Sabía que la noche iba a ser salvaje, pero la seguridad en la voz de Lisa la hacía imaginar que las cosas iban a ir mucho más allá de lo que había soñado.
Lisa sonrió de lado, una sonrisa llena de malicia y confianza. Sin dejar de mirarla, sacó un paquete con tres condones de su bolsillo y los mostró con un gesto casual, casi desafiante. "Esta es la cantidad de veces que necesitaré tenerte esta noche", dijo, como si fuera un simple hecho, algo ya decidido y fuera de discusión.
Jennie sintió cómo la boca se le secaba de golpe.
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