4: Despedidas, vuelos y abuelitas
Capítulo 4
«Despedidas, vuelos y abuelitas»
—Mierda, respira y aleja esos pensamientos de tu cabeza. Piensa en My Little Pony, en dinosaurios tiernos de colores y en gatitos. ¡Eso! Piensa en gatitos.
Justin siguió dando vueltas en su habitación tratando de ignorar lo que había visto, pero mierda, cada vez que trataba de hacerlo la imagen de Phoenix completamente mojada y desnuda volvía a su cabeza.
— No sé por qué actúas de esa forma, no es la primera vez que vez a una mujer desnuda.— Dijo el espíritu de su padre como si nada.
— ¡Por supuesto que no! Pero ya han pasado años, mierda...—Justin tiró su cabello con frustración. — Siento que soy un adolescente hormonal de 17 años de vuelta.
Ray Bieber rió al ver a su hijo de esa forma.
— ¿Adolescente hormonal de 17 años? Déjame recordarte que a esa edad te la pasabas todo el día leyendo los libros que pedías prestado de la biblioteca pública, es más, recuerdo como llorabas diciendo que necesitabas más tiempo para estudiar porque ibas a colapsar en cualquier segundo. Dudo que hayas tenido tiempo para volverte hormonal. Eso, o nos mentiste y en vez de irte a estudiar te ibas a follar.
— Papá cállate.—Murmuró Justin sintiendo como sus mejillas se volvían rojas.
— No voy a callarme porque técnicamente ni siquiera estoy hablando, estoy en tu cabeza, y déjame decirte que escuchar la voz de tu padre muerto en tu cabeza no es un signo de una buena salud mental.
Iba a seguir discutiéndole hasta que sintió como alguien golpeaba la puerta de su habitación. Trató de recomponerse e ignorar la imagen de Phoenix desnuda de su cabeza, pero no tuvo buenos resultados ya que ella era la que se encontraba del otro lado de la puerta.
— Hola Justin. — Dijo ella tratando de esquivar su mirada. — Mira, realmente siento mucho lo de recién. No escuché cuando golpeaste la puerta y creo que no actué de la mejor forma cuando grité y te arrojé un jabón a la cabeza.
— Lo sé. — Justin llevó una mano a la cabeza y se frotó donde el jabón lo había impactado. — Pero fue mi culpa también por haber entrado, tendría que haber dejado las cosas afuera.
— No importa, pero de igual forma, muchas gracias por todo.
Justin frunció el ceño, ¿Phoenix le estaba dando las gracias por habérsela imaginado desnuda y mojada mientras él la follaba sobre la pared de mármol blanco de aquel baño? Ah no, ella le estaba agradeciendo por la ropa que le había prestado.
— No hay problema. — Dijo tratando de cortar con la incomodidad que se sentía en el ambiente. — Vayamos a comer antes de que se enfríe aún más la comida.
— Créeme cuando te digo que es la chica más hermosa que has traído a casa.
Lily Bieber sonrió mientras guardaba los platos que su hijo estaba lavando a su lado.
— Ya lo has dicho más de cinco veces, y tres veces ella estaba enfrente tuyo.
— Lo sé, es gracioso ver como te sonrojas. Tu abuela la ama.
Justin suspiró negando.
— Nana ama a cualquiera que alague su jardín.
— Tu también la amas.
Justin creyó atragantarse con su propia saliva y comenzó a toser descontroladamente.
—¡¿Por qué dices eso?! — Exclamó por lo bajo.— Conocí a Phoenix hace menos de tres días, ¿Cómo puedes pensar que estoy enamorado de ella?
Lily rió al ver a su hijo de esa forma, le daba un poco de nostalgia ver como se parecía tanto a su padre, pero no planeaba decirselo.
— Nunca traes chicas a casa, tú mismo siempre dices que este lugar es sagrado para tí.
Justin asintió terminando de lavar los cubiertos que habían usado para comer.
— Por supuesto que la granja es sagrada para mi, es mi hogar, pero que haya traído a Phoenix aquí no significa que la ame. Por favor mamá, solo le di una mano, no significa que vaya a casarme con ella.
— Lo sé, Phoenix nos contó como la ayudaste, y déjame decirte que estoy muy orgullosa de ti por haber hecho eso. — Dijo pellizcando levemente la mejilla de su hijo. —Pero ella es muy hermosa...
Justin rodó los ojos.
— Seis veces...
— Déjame terminar. — Lo interrumpió. — Trata de relajarte un poco cuando estas a su alrededor, te noté muy tenso mientras almorzábamos. Si sigues comportándote así alrededor de las mujeres nunca vas a encontrar una esposa.
—¡Mamá!
—¡Déjame terminar, mocoso insolente! — Lily lo regañó. — Tal vez Phoenix te pueda ayudar a que por un momento dejes esta granja y salgas un momento al resto del mundo. Ella puede ayudarte a que dejes de pensar tanto las cosas.
— No necesito que nadie me ayude a dejar de pensar las cosas. Necesito pensar como hacer para salvar nuestro hogar y que el banco no nos quite todo, discúlpame si pensar como podemos no quedarnos en la calle es más importante que buscar una novia.
Lily quiso volver a acariciar la mejilla de su hijo pero éste simplemente se alejó de ella con rapidez, queriendo evadirla.
— Justin, no es tu deber solucionar los problemas que tu padre dejó.
— Si es mi deber. — Dijo él tratando de esquivar la mirada de su madre. — Es mi deber mantener este lugar; es nuestro hogar, nuestras tradiciones, nuestra herencia. No voy a dejar que las malas decisiones que tomó papá nos arruinen de esta forma.
Lily asintió sabiendo que nada de lo que dijera iba a hacer que Justin la escuchara, su hijo era completamente terco.
Otra cosa que, desgraciadamente, había heredado de su padre.
Phoenix observó atentamente como Justin cargaba una valija con ropa que su madre le había regalado. Él le había dicho que sería suficiente para su viaje a California, ya que no pensaba acompañarla hasta allí. Simplemente la llevaría hasta el aeropuerto de Nashville, esperaría que ella se tome un vuelo, y luego le rezaría a Dios para que Phoenix le devolviera el dinero del pasaje, porque si no Esther se quedaría sin comer durante un mes.
— No es necesario que me acompañes hasta el aeropuerto, puedes pedirme un taxi.
Justin quiso reírse con eso, ni siquiera sabía si tendría dinero para comprarle comida a su mascota y Phoenix quería que le pagara un taxi hasta Nashville.
— No será necesario, tengo que hacer unas cosas en Nashville así que te dejaré de pasada.
Por supuesto que tenía cosas que hacer en Nashville. Iría a llorarle al gerente del banco para que extienda el plazo de pago así no tenía que terminar viviendo en la calle junto a su madre, su abuela y su hija canina.
Justin entró de vuelta a su casa donde su abuela y su madre lo esperaban, luego de que ambas lo abrazaran y le desearan un buen viaje, se dio la vuelta dispuesto a subirse a su camioneta en donde Phoenix lo esperaba. Claro, iba a hacer eso hasta que escuchó el típico ruido de la silla de ruedas de su abuela detrás suyo.
— Nana, ¿Qué sucede? — Preguntó preocupado al ver la velocidad con la que se movía su abuelita. Para tener 80 años, se movía con más energía que él, incluso podía jurar que a veces la veía jugando a que su silla de ruedas era un autito chocador y se chocaba contra todos los muebles que estaban a su paso (incluyendo a Esther)
— Nada mi niño. — Dijo una vez que estuvo delante de él. — Pero tenía que darte algo antes que te vayas. Tu madre me dijo que no sería necesario pero uno nunca sabe.
Justin frunció el ceño al ver que su abuelita buscaba algo en sus bolsillos, hasta que finalmente encontró lo que quería y se lo tendió a su nieto, quien la miraba con terror puro en los ojos.
— Nana, voy a llevarla al aeropuerto solamente, nada más va a pasar. — Susurró viendo asustado el condón que su abuela le daba.
— Uno nunca sabe mi niño. — Volvió a decir la mujer. — Tu madre dijo lo mismo cuando salió en una cita con tu padre y nueve meses después naciste tú.
—Jajajaj, ese día si me mamé.— Dijo Ray Bieber riéndose.
—No va a haber bebés abuela. — Justin guardó con rapidez el condón en su bolsillo, esperando que Phoenix no lo hubiera visto. — Ni ahora ni nunca.
La mujer hizo una mueca y se encogió de hombros.
— Tu abuelo dijo lo mismo y nueve meses después nació tu madre. Uno nunca sabe mi niño.
— ¡Tu abuelita es una señora muy agradable! — Phoenix exclamó una vez que Justin se subió a la camioneta. — Es muy raro encontrar adultos mayores tan buenos e inocentes como ella.
El rubio rodó los ojos, si tan solo ella conociera realmente a Bethany Cassidy.
"El vuelo 933 rumbo a Los Ángeles, California parte en 30 minutos, le pedimos a los pasajeros que comiencen a abordar"
Phoenix volvió a escuchar la voz de la mujer por altavoz que le indicaba su destino y estaba más que contenta de que esta pesadilla finalmente llegara a su fin, no podía esperar más para estar en su casa llorando mientras comía 5 kilos de helado y veía Friends. Planeaba llegar a Los Ángeles, tomar todas sus cosas y todo su dinero ahorrado y finalmente mudarse de casa. No quería seguir viviendo bajo el mismo techo que las demás personas que sabían que su -ahora ex- prometido estaba follándose a su hermana. Ese día que había huido de Carolina del Norte dejó atrás su laptop y su teléfono, y por más que lamentaba tanto no volver a recuperarlos, nada le iba a doler más que haber dejado en su valija su cd de Harry Styles autografiado que se había comprado tan solo días atrás.
— ¿En qué estás pensando? — Dijo Justin mientras la ayudaba a buscar su puerta de embarque.
Ella se encogió de hombros restándole importancia al asunto.
— En qué haré cuando vuelva a Los Ángeles. Pienso mudarme finalmente de la casa de mis padres.
— ¿Tienes pensado a dónde ir?
Phoenix negó.
— Tengo una amiga que vive en Oceanside, pero está casada y tiene hijos, así que no creo que sea una buena idea quedarme en su casa. ¡Pero ella tiene un amigo! Creo que se llamaba Sean, o Shawn, lo conocí en la boda de Savannah y estoy segura de que me dejará quedarme unos días con él.
Justin asintió tratando de entender un poco de lo que Phoenix le decía, no tenía idea de quienes eran Savannah, Sean (o Shawn) ni el marido de Savannah, pero esperaba que ellos pudieran contenerla el tiempo suficiente hasta que Phoenix pudiera salir adelante. Aunque dudaba que eso fuera necesario, la chica acababa de cortar una relación de tres años hace dos días y se veía completamente reluciente, como si los eventos que habían tomado lugar hace menos de 24 horas jamás hubieran pasado.
— Bueno, creo que está es la despedida final. —Dijo ella cuando encontró su puerta de embarque.
— Creo que si.— Justin metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y comenzó a moverse nervioso, ¿Por qué se sentía así? — Cuando quieras casarte de nuevo, por favor trata de no volver a la costa este del país.
Phoenix rió y Justin sintió sus rodillas temblar al escucharla, ella tenía la risa más normal del mundo, es más, podía jurar que al menos tres mujeres más que había conocido antes se reían igual que ella. ¿Pero por qué de pronto sentía como cada vello de su cuerpo se erizaba?
— Te prometo que no me acercaré nunca más a la costa este de los Estados Unidos, es más, creo que luego de esto no me acercaré a ningún hombre de nuevo.
Justin sonrió y estuvo de acuerdo en eso. Por más que hace tan solo unas horas había estado dispuesto a dejar a Phoenix en el medio del campo vistiendo solamente un vestido de novia embarrado, no le agradaba mucho la idea de imaginársela al lado de otro hombre.
— Dirás, de otro hombre que no seas tú.
— Cállate la boca. — Gruñó al escuchar como su padre siempre decidía aparecerse en el momento más inoportuno. Phoenix lo miró enarcando una ceja, preguntándose que le sucedía. — Uh... yo- eh, discul-disculpame Nix, no sé que sucedió... uh, yo- — empezó a balbucear.
Ella por su parte solo sonrió antes de darle un beso en la mejilla, haciendo que Justin se quedara completamente petrificado.
— Eres la primera persona que me dice Nix, me gusta. — Justin sintió sus mejillas arder ante la mirada de Phoenix. — De cualquier forma, si vuelvo a casarme me aseguraré de que estés a mi lado para rescatarme si algo malo sucede.
Justin asintió mirándola completamente embobado.
— Cuando tú quieras.
"El vuelo 933 rumbo a Los Ángeles, California parte en 5 minutos, le pedimos a los pasajeros que comiencen a abordar"
Phoenix tomó su pequeña valija y luego de abrazar a Justin rápidamente, cruzó el umbral que la llevaría de vuelta a su hogar. El chico suspiró al verla perderse entre la multitud de personas que seguían abordando el vuelo, finalmente ella se había marchado.
Sin darse cuenta comenzó a divagar sobre las cosas que habían sucedido en los últimos tres días. Reed Graves estafándolo, Reed Graves partiéndole el corazón a su prometida, Phoenix apareciendo frente a él en el medio de la carretera, Phoenix discutiendo con él en su camioneta, Phoenix desnuda en su baño.
Justin trató de alejar esos pensamientos antes que su cuerpo comenzara a reaccionar de una forma que no debía en público. Se dijo a si mismo que tantos años sin actividad sexual finalmente le estaban pasando factura, pero por más necesitado que estuviera no recurriría a emborracharse en un bar para llevarse a la cama a la primera mujer que viera, y muchísimo menos le pagaría a alguien por una noche de sexo. Mientras se sentó en una pequeña cafetería dentro del aeropuerto pensó en la idea de mirar un poco de porno para finalmente poder liberar su cuerpo, pero le repulsaba la idea de pensar que algunas de las mujeres en esos videos eran grabadas sin su consentimiento total.
— Compraste un libro erótico hace unos meses, puedes leer eso.
El chico frunció el ceño, no sabía como su padre se había enterado de eso, pero no era para nada confortable.
— Muchacho, sé todo lo que pasa por tu cabeza, te recuerdo que soy un producto de ella.
Justin llevó sus manos a su cabeza deseando que esa voz simplemente se callara, tal vez lo primero que haría con el dinero que Phoenix le daría sería pagarse una consulta con un psiquiatra.
Pero en el momento que recordó el dinero que Phoenix le había prometido sus pensamientos quedaron en completo silencio. ¡Mierda! ¡Mierda y más mierda! Phoenix había accedido a darle un millón de dólares si la ayudaba a volver a su hogar, él lo había hecho, comprándole con el dinero que tenía ahorrado un pasaje de avión para que pudiera volver a California, ¡Pero jamás le había dado su número de teléfono ni su dirección!
— No eres más tonto porque el día te es corto.
— Lo sé. — Justin concordó con su padre. — Ahora no voy a recuperar nunca más mis 300 dólares con los que pensaba comprarle comida a Esther y muchísimo menos lograré salvar nuestro hogar. Dios, soy un desastre, ¿Hay algo más que pueda ir mal?
Pero justo como si Dios lo estuviera escuchando, cuando levantó la vista se encontró con una cabellera rubia demasiado conocida caminando hacía él lentamente con una sonrisa tímida en su boca.
— ¡Adivina quien perdió su vuelo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro